En la nota biográfica que
acompaña al volumen se advierte que José María Cumbreño (Cáceres, España, 1972)
“tiene un pasaporte que no ha usado nunca”. Como en otras entregas, estos
pequeños artefactos tienen un eje sobre el que giran los materiales, en este
caso toma como leit motiv las
actividades que se suelen –o se les solían– mandar a los escolares, de las que
ciertas editoriales hicieron literalmente su agosto. La socarronería del autor
comienza desde la cita inicial de un proverbio “Nunca trates de enseñar a un
cerdo a cantar. Perderás tu tiempo y fastidiaras al cerdo”. La ironía del
profesor que conecta con los ejercicios de Juan Carlos Mestre. Y, como en la
vida real, deberían comenzar con ejercicios de competencia lectora.
Este
es también un ejercicio de poesía visual, de arte de rotulación y viñetas de ilustración
industrial. En realidad dan ganas de aceptar el reto. ¿Y si fuéramos capaces de
tomarlo como una tarea? Por ejemplo, contestar al desafío: “¿Qué función
desempeña el aparato excretor dentro del mantenimiento de la paz mundial?
Razona tu respuesta”. Podríamos tomarlos
por desafíos de escritura creativa.
Con esta
estructura el autor se permite hacer una sátira política con el ejercicio de colocar
cada animal en la columna correspondiente, desde estrella de mar, político,
araña, político moderado, sanguijuela… Mucho humor y mucha crítica: “En los animales
/ que se reproducen / sexualmente / hay dos tipos / de /// individuos”, mucha
ironía (Los pasos que hay que seguir para
la resolución de problemas o Expresa
en forma de productos) con collages de elementos diversos, con pequeñas
historias (“Antes de que se extendiera el uso / del dinero / las personas
practicaban / el trueque, / pero ese sistema era / imperfecto, / ya que
frecuentemente / unos necesitaban / cosas / que las otras / no podían /
ofrecerles”), o con diseños de señalización. Con la filosofía de la escuela más
clásica se mandan problemas de trenes y amores.
No pueden
faltar los dardos contra el mundillo: “Busca información e indica el nombre de
tres animales que, al igual que las salamandras, ciertas tortugas, y los poetas
que consideran que se les hace de menos, segregan sustancias venenosas para
defenderse”. Y en general contra el espíritu del triunfador de pose: “Conjuga
todos los tiempos de indicativo y subjuntivo del verbo perder”. José María Cumbreño demuestra lucidez en su crítica y toma
una postura combativa: “Calcula la superficie y el perímetro del siguiente
campo de refugiados. Sabiendo que el metro de alambre sale a 3’50 euros, ¿qué
coste tendrá su vallado?”.
Una visión que ofrece cierto
desengaño vital: “Marca con una cruz la reacción química que mejor define la
vida de una persona: a) combustión / b) descomposición / c) desplazamiento / d)
Neutralización / e) Oxidación / f) precipitación”; “Ana ha lanzado el peso a
casi ocho metros. Ana ha lanzado el peso a poco menos de ocho metros. A veces,
la vida cabe dentro de un problema de matemáticas. La mayor parte del tiempo,
las matemáticas se dan tal mal como la vida”. Y definitivamente, una sonrisa
maléfica: “En tu libro encontrarás / instrucciones / que le indicarán / cómo
debes trabajar”.
Esta entrega
del capo de Liliputienses es un cuaderno de ejercicios para la vida. Tendremos
nota en septiembre.
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