Jorge Vargas Chavarría es un narrador ecuatoriano con varios libros de cuentos: Aquí empieza lo extraño (2016) Las cosas que no decimos (2018) y este que sería su tercero ahora se publica en España después de hacerlo en Ecuador. Además está en varias antologías de cuentos. Una boca sin dientes recibió el Premio Joaquín Gallegos Lara 2022 al mejor libro de cuentos. Bien estructurado en cuatro secciones, estos doce cuentos tienen como protagonista a la infancia. A veces víctimas, a veces verdugos o las dos cosas. El terror puede surgir de la propia naturaleza a medio desarrollar de la infancia en un mundo que no está pensado para ellos, o puede venir del momento en el que se rompe por un suceso que no da pie a la marcha atrás. Lo terrible expulsa del paraíso de la infancia. Puede ser algo tan simple como una mudanza, tan cotidiano como un sueño.
Las palabras de sus padres lo golpean al confirmar en sus propias rutinas que en la vida adulta el control sobre los acontecimientos no existe. El pago de las deudas y la coherencia entre un salario y las horas laboradas hacen que un biólogo enseñe en un colegio. Un trabajo de siete a tres que se suspende en cada día festivo, pero que se paga a tiempo y da una noción de estabilidad. (Mudanza)
Ciertamente el paso a la edad adulta es un descreimiento y el imaginario de la infancia se rompe. En otras ocasiones el trauma es más evidente y golpea con fuerza a los protagonistas. Sin embargo no hay que olvidar la desolación que se cierne sobre ciertos momentos en los que todavía la edad no permite asimilar y responder a los desafíos terribles de la vida. O directamente podemos irnos a una imagen casi distópica de la realidad.
Las distintas secciones, Lugar de origen, Lejos de casa, La volatilidad de los disfraces, Se vestirá con cenizas el alba (pizarnikiano título tan querido para Ana Martínez Castillo), además de señalar los hitos de crecimiento marcan testimonio de lo amenazante que es la vida. O el sueño:
Con frecuencia, sueño con una boca sin dientes. Una boca como un agujero negro que engulle un barriio entero, con sus casas, autos y habitantes. He tenido sueños raros desde niño. «Tú si que eres rato, Nico», me decían en el colegio. A mi abuelo, por el contrario, le parecía que mis sueños obedecían a un don. Estaba convencido de que yo, con trece años, había desarrollado una sensibilidad que mis hermanos no. Y de la qye yo, sinceramente, habría querido deshacerme. (Una boca sin dientes)
Las técnicas narrativas, especialmente el uso de la primera persona o, como decimos, el ambiente onírico, prestan una ayuda inestimable para condensar los instantes del terror que se va preparando antes del final de cada relato. Ambientes reales, casas, barrios, pero también lo virtual de los medios de comunicación o las redes sociales forman parte del paisaje que atenaza a los protagonistas con angustia que se transmite a los lectores. Se parte de un sueño, de una frase, de una anécdota que va más allá, jugando, con las series temporales, analepsis o prolepsis. Una manera muy efectiva de lidiar con la tensión narrativa y jugar con los lectores.
Aunque no sea efectivamente un libro de denuncia social, siempre vemos filtrar la conciencia humana de las condiciones en las que se desenvuelven los protagonistas. Jorge Vargas tiene una gran lucidez a la hora de seleccionar los momentos clave para contar el relato, atrapando al lector que no puede pestañear sin perder parte de la esencia o las connotaciones plurales de cada argumento.
“El llanto de Felicia hizo que gente a miles de kilometros de la navaja también llorase. Las mujeres advirtieron lo que sucedería antes que los hombres porque en Ecuador, para ellas, el miedo es un asunto naturalizado. (Flashes)
Es revelador que los riesgos que tenemos que solventar los adultos ni siquiera sean mayores o más complicados que los que amenazan a la infancia. Los jóvenes adultos, con su bagaje vital escaso son desafiados y no siempre pueden elegir o tomar la respuesta menos conflictiva. Esa desazon la vamos sufriendo a medida en que nos identificamos en cada uno de los relatos.
Los relatos en su conjunto, de diferente longitud y tono, gozan, sin embargo de una rotundidad y una coherencia extraordinarias. La tradición del relato corto de terror, en la que podemos incluir referentes tan remotos como Poe o Cortázar, tiene aquí un ejemplo de su vitalidad.
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