Artista transdisciplinar, escritora, música, psicóloga y activista cuir. Nació en Patagonia en 1987. Ha publicado novela (Casino. Casa Grande), libros infantiles (Un regalo de cuento), ensayo (La fiesta de las Amigas) y este La ruptura no será televisada que fue publicada por primera vez en 2020. Viene acompañada de un soundtrack, con el que comparto la debilidad por Natalia Lafourcade con los Macorinos. El título es un homenaje al seminal Gil Scott Heron: “Esta ruptura no será televisada / canalizada / transmitida / contagiada / apagada / espaciada / apaciguada / conjugada / interrumpida / corrompida / destruida / la ruptura”. Este es, pues, un libro del desamor, de tragedia, de rabia (“Tengo tantas / ganas de verte // que no quiero ver más”), de drama, de dolor y sufrimiento (“Tengo mi casa toda llorada / el baño la ducha / mi habitación morada / la mesa de luz llena de papel higiénico llorado / entre sábanas lloradas / donde duerme mi gata con / el ronroneo por el ruido de mi llanto”).
La aportación de Mana Muscarsel es vestirlo de poesía que golpea, que sobrepase lo meramente confesional: “Quiero / inventar una orilla / invitar a mis amigas a una fiesta / en la playa / sacudirles el llanto”. Este es un amor moderno, una puesta en escena con todo el mundo con sus dispositivos y su nueva manera de enfrentarse a la realidad: “A veces siento que tengo que copiar / algunas letras y números / tener en cuenta las mayúsculas / elegir las imágenes correctas / para demostrar que no soy un robot”; “Ahora parece que ya se dieron cuenta / de lo políticamente correcto / y no pide demostrar nada / solo que lo enuncies / que marques en la casilla / no soy un robot / ey no soy un robot”; “Tengo en mi móvil un borrador en el que pongo / todas las cosas que te quiero contar: / que cristian castro toma mamadera / que nuestro amigo es igual a la bactericida / de una banda / el minuto de un capítulo de Friends / en el que nos reiríamos cómplices // una foto de la bolsa que me trajo el dealer que tiene de nombre / la forma es que vos solía llamarme / No entiendo cómo nuestra intimidad llegó / a una bolsa de drogas que no vamos a compartir”.
Provocativa, desafiante, con un lenguaje radicalmente presente, jugando con cambiar de registro de lo más tecnológico a lo más sentimental: “La historia es una compilación de corazones / notas / olvidas / y omisiones”; “Un borrador / para mandártelo cuando estemos cerca, / no tan cerca como estuvimos / pero no en universos paralelos como estamos”. Después de todo, estamos hablando de un tema en el que todos tenemos una historia: “¿Cómo nos amigamos cuando se nos muestra más de una cara? / ¿Cómo convivimos con los relatos / múltiples al aferrarnos a una arista?”.
Los vericuetos de la narración son espinosos, incómodos. Las sensaciones muestran el desasosiego: “El anzuelo está en mi boca / y yo en la boca gigante del mundo / Espero / La mano que tira / La boca que muerde”; “Un pozo como de dos centímetros / la médica me dice / un absceso en la amígdala derecha / El absceso de las amígdalas es una enfermedad / que ocurre sobre todo en niñes mayores”; “¿Viste el sadismo de los dentistas / que te preguntan cosas / mientras sostienen el torno andando/ dentro de tu boca?”. La virtud de la medicina, la sanación mediante especialistas que manejan una jerga y unos ritos ayudan de alguna manera a sobrellevar una ruptura íntima, que no será televisada: “Una fantasía cumplida de la silla de ruedas / y el cuerpo rodado / sobre el limbo de la conciencia y el desmayo”.
Aparecen de invitadas toda una constelación de nociones, de proyectos filosóficos, de maneras de entender un mundo en el que apenas nos sentimos vivos: “Insiste Guattari: «no se trata de que cada uno escape / ‘personalmente’, sino de provocar / una fuga, / como cuando se revienta una cañería / o cuando se abre / un absceso»”. Esa profanación de los resultados es la que ofrece la oportunidad de llegar a la expresividad: “Yo me imagino todo esto como una llaga”; “La llaga es una herida abierta / que se desarrolla en la piel // yo era una llaga enorme / y te dije que sí, / que vinieras // md que suena a Me Das / ¿me das un beso en la llaga?”. Corre pareja esta expresividad a un radical posicionamiento racional, que re-flexiona sobre los acontecimientos, los afectos, lo que debe ser, la norma: “El rizoma está sujeto a las líneas / de segmentadavida y de fuga / siempre apuntan / a direcciones nuevas, que pueden ser / rotas, interrumpidas en cualquier / parte y en cualquier momento / y resurgir / con nuevas alianzas // Ruptura: alargar, / prolongar, / alternar, / variar, q / uebrar // Desterritorialización / amplía nuestro territorio hasta que logra englobar / todo el plan de consistencia en una máquina abstracta”.
Se podrían haber ordenado los poemas por las fases del duelo, pero Mana Muscarsel prefiere el rizoma, aunque sea para llegar de la rabia al resentimiento: “Por momentos me dijo que el resentimiento / es una especie de memoria”. El dolor que nos define es plural, “Estos podían ser poemas de cualquier ruptura, / su orden es aleatorio / aunque duela”. Y por eso traspasa analógicamente ese sufrimiento: “Pienso en mi abuela que murió de muerte súbita / Yo no estaba ahí pero me acuerdo del ruido / de su muerte /…/ a veces imito el momento de su muerte / a veces imito el ruido de su muerte”.
El entretejido razón/emoción, la dualidad entre el pensamiento y el sentimiento permite a la voz poética saltar y entrecruzar lo irracional casi de la locura (“Pienso en mí repitiendo tantas veces cosas sin pensar / pienso en formas de reparación”), con el juego (“El juego consiste en entender / que dos cosas contradictorias pueden ser verdaderas al mismo tiempo”). Se suele repetir la frase atribuida a Einstein de que un loco pretende obtener resultados diferentes repitiendo lo mismo, pero “También es cierto que una pared / se tumba a fuerza / de repetidos golpes iguales”. Así se rompe el amor y así nos lo cuenta sin televisar Mana Muscarsel Isla.
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