Después de haber estudiado Filología Clásica en la Complutense y estudiar en profundidad la religión y la literatura griega de la Antigüedad Tardía, doctorarse y dedicarse al teatro grecolatino tras un máster en Teatro y Artes Escénicas, y paralelamente a su labor docente de Griego y Cultura Clásica, Rosa García-Gasco publicó un poemario Memoranda (2019), y tiene también una novela, Tierra de reinas (2018). Ciudad de niebla es su primera incursión en el relato corto.
Un dolor agudo, como si se clavaran dos témpanos de hielo, se abalanzó sobre su nuca. La caída al vacío fue eterna, como dicen que es el infierno. Fue sintiendo deslizarse la última brisa insolente de la noche, a velocidad de vértigo, muy cerca de sus oídos, y un adormecimiento de cicuta trepó por sus piernas, desde la articulación de las rodillas hasta el puente del hueso y piel desnuda que había ido absorbiendo, durante su huida, la humedad del primer rocío en la hierba. (Ciudad de niebla)
Estas son once historias de diferente tono y personajes, que rondan los temas básicos del ser humano, el amor. Con abordajes diversos hay historias trágicas y otras que se resumen en esa portada gris, de ambiente de cine negro, donde los personajes malditos van arrastrando sus vidas a la espera de que el amor llegue. Hay fábulas y personajes muy reales, cotidianos, cuya mayor heroicidad es intentar dominar los afectos que duelen
Malditas ojeras. Nunca acaban de irse.
Acentúan el efecto de lo desmesurado de la tristeza en los ojos de Agua. Puede que no le disgusten. Juega a menudo con ellas, y con el delineador, a veces para ocultarlas, a veces para acrecentarlas, a sabiendas de que son una prolongación de la noche. Las ojeras son lo único que le queda de Duende cuando amanece y él se marcha. Las ojeras, y el olor a tabaco en la piel que no se va debajo del chorro de icebergs de la mañana. Y un dolor sordo en el abdomen y en los muslos, débiles de abrazar el cuerpo de él durante unidades y más unidades de tiempo de color satén añil. (De duendes)
Lo cierto es que, personalmente, prefiero leer estas historias cortas como poemas en prosa. Más que centrarme en los argumentos y en las tramas, he disfrutado mucho más deslizándome entre las líneas como poemas que toman como referencia unas acciones con su desarrollo pero que muestran de una manera tremendamente poética las situaciones y los estados emocionales.
Los muertos no abrazan, no besan, no recuerdan. Pero tú has aparecido por la puerta de mi cuarto, has dejado cabellos de color miel enganchados en mi almohada, tu olor se me ha vuelto a quedar prendido en la piel. (Los muertos no besan)
Rosa García- Gasco se encuentra cómoda en el género fantástico, pero descubrimos en estos relatos que se infiltra con facilidad en otros tonos, más realistas. Los protagonistas son personajes que se sienten perdidos, un poco fuera de foco, es la niebla del título la que les impide la lucidez necesaria para saber si los afectos continúan o se han muerto. Y si la trama fuera una investigación de detectives, o la urgencia de una bruja, en todos ellos vamos a encontrar la sutileza de la personalidad humana.
El mérito de estos relatos está en la concisión, una manera sutil de contar, la elegancia en dejar intuir más que en el mostrar descarnado. Un gesto discreto, un detalle nimio, una expresión que parece cotidiana son los que revelan los personaje y brinda la clave de la historia. La habilidad de transmitir la intimidad a la que se acercan los personajes, la intensidad de los sentimientos que transcurren de manera casi subterránea, los gritos ahogados… Son historias que trascienden la mera anécdota. Volveré a estos relatos, seguro.
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