jueves, 18 de octubre de 2018

Reseña de Faustino Lobato: ‘El nombre secreto del agua’. Ediciones Vitrubio. Colección Baños del Carmen. 2016


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En el universo poético al que nos invita Faustino Lobato, el agua es el símbolo del cambio.  Panta rei, todo fluye, de Heráclito es el íncipit del volumen. Alternando verso y prosa, los primeros están numerados, los otros no, como un juego de voces en la que el coro responde, aclara o se escapa de los significados. Los poemas numerados y los interludios en prosa –y cursiva– funcionan como un monólogo interior. Este es un libro que gira alrededor de un motivo base, sobre el que se exploran los significados. Tiene, sin embargo, una estructura lineal, como los ríos que van a morir al mar.
Conocer la profesión del autor nos predispone a profundizar en los aspectos filosóficos de su verso, buscando el misterio esencial, ahonda en el significado, en los significados del agua. El poeta adopta distintas posiciones con respecto al agua. Puede identificarse: “El agua fluye y me siento río, guardián de la memoria, del mar y de las islas” (p. 17); “… Nunca, como ahora, / me fue tan tierna el agua” (1). Puede servir como motivo para despertar la conciencia: “Agua que me arrastra con el deseo de infinito / del tiempo y la memoria” (2). Y es el eje para diferentes metáforas, el agua, “que lava y destruye, que alimenta” (3), es energía, es música, es constructora de paisajes. El paisaje, la ribera, los árboles se engarzan en este festival del agua. El sexo, mojado, por supuesto, también cabe dentro de la metáfora (10). La turbulenta historia del agua, que da vida: “Y en este fluir, la mirada se vuelve / cómplice con los dioses / y escribo / notas de consuelo” (4). Sin embargo, este no es un desvelamiento del nombre del agua, es el agua el nombre secreto del universo, del misterio, de la vida: “Por qué mantener en mí el secreto del agua” (7).
Un innegable acento cernudiano recorre el volumen. Conectado en el tema, incluso en algunos procedimientos con Mi nombre de agua, de la jovencísima Marina Casado. Es un libro musical, además de por el propio oficio del poeta que se muestra en cada línea, donde el tema, el motivo principal se va repitiendo con matices durante toda la obra. Una primera persona constante, permanente entre tanto cambio y mutación.
La segunda parte, ‘Todo Cambia’ habla sobre el vértigo y el desconcierto, el asombro ante el perpetuo cambio: “Cómo descubrir el lenguaje de las hojas” (8). En esa tensión se encuentra el poeta. La memoria es el punto da apoyo frente al cambio: “En esta memoria de mi ser, / la brisa soporta la levedad del verso / ante las derrotas del agua” (9). Porque es necesario un punto base, un centro de gravedad permanente donde encararse al miedo y la confusión: “Una roca en la ribera, atalaya / que contempla el sueño de las cañas / y mis cansancios. Una roca / interrumpe la ternura del deseo” (12).
Aprovecha, por supuesto el recurso a los cuatro elementos: “Y en medio de este sentimiento del agua, surge la lucha de la tierra y el fuego, un combate que crece en los vértices del alma con ese don plural del verbo encerrado en los espacios” (p. 40).
 “Camino por la herida de las sombras…” (14) es un buen ejemplo de la poética de Faustino Lobato. Los términos utilizados son comunes, habituales, no hay cultismos ni sofisticación, pero dota a las imágenes de una fuerza muy poderosa. Como decía Juan Ramón Jiménez, el poeta es el que inventa con las palabras usuales un idioma distinto.
 “Camino entre las brumas. Cómo olvidar
esa multitud de miradas que invaden mi alma,
como un rumor de mareas” (14)
Los poemas están dotados de un misticismo innegable, no necesariamente emparentado con la ortodoxia de Juan de la Cruz o Teresa de Jesús. Es una espiritualidad trascendente y a la vez muy hundida en la tierra: “Todo cambio en esta corriente / que toma forma en el tránsito de las sombras / del anonimato de la orilla” (p. 43)[1]. La gravedad, motor del agua, de la vida, dota de inmovilidad al perpetuo cambio. Un cambio, un flujo que desnuda de certezas al individuo: “La incertidumbre del cambio / deja atada la sonrisa de las horas / pero no el empeño de seguir vivo. Por qué no declarar el sustantivo / del amor que me sorprende” (18). Un cambio, pues que aísla al individuo: “En esta soledad del cambio / beso la angustia de las pérdidas, / la sonrisa de todos los encuentros” (17).
                El yo poético acude a las certezas de los sentidos, al contacto carnal: “Una sinfonía de besos arropa mi desnudez / en los límites del agua /…/ la gravedad de mis manos recorre / la geografía del agua”:
Tengo la luz pegada a la espalda
con esa misericordia de colores
que hace diferente la tarde.
Y hago silencio, un rito
que acorta la distancia
entre el caos y la eternidad.
Tengo el perfume de las piedras,
el rastro del agua, que perdona
la ceguera de los días” (21)
La tercera parte, “Nada permanece” se mueve en un tema muy barroco, recurriendo aún más a los sentidos, el oído, el tacto. Gusta, como a Efi Cubero o Miguel Hernández, de la metáfora del barro (23), compuesto de agua y materia.
Confiesa la dificultad de vivir a solas, la necesidad de unión (24, 25), para sumergirse en las aguas que siempre se transforman: “Solo el remanso de esta soledad, sólo él, / me cuenta historias sin héroes ni princesas” (18). El deseo como confrontación al agua, porque resiste, persiste, atraviesa el agua, como una roca que divide el curso de un río.
Sigo mudo en esta fragilidad
del misterio que me circunda. Los verbos
resiste entre aguas interiores. Ruedan
ebrios de limo.
Quiero regresar al lugar del sueño,
sin alas. Impulso que busca,
en el espejo del agua,
versos prohibidos.
Se oculta el poema en el aliento de las palabras.
Y las estrofas, cantos rodados, se pegan
al ser del verbo, con el anhelo
de darle nombre al agua.” (28)
                Darle nombre y habitar el agua. No nos queda otro remedio.
               


[1] las barras están en el original.

2 comentarios:

  1. magnífica esta reseña de El nombre del agua de Faustino Lobato. Una perfecta invitación a leerlo. No lo conozco pero intento buscarlo. Gracias por esta generosidad tuya de compartir las cosas que te emocionan. Un fuerte abrazo Javier

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  2. Gracias poeta, gracias por esta magnífica reseña de un libro muy querido para mi. Precioso Javier, gracias.
    Con tu permiso, coloco esta reseña en mi muro de Facebook. Un abrazote

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