martes, 30 de octubre de 2018

Reseña de Alejandro Cabrera Coronas: ‘Relatos del poder pequeño’. Dauro. 2018.



El incansable Alejandro Cabrera, granadino profesor de instituto público, comienza, como él mismo reconoce, a “salir lentamente del anonimato” después de toda una vida dedicada a la escritura de poesía, relato, teatro, aforismos y libros inclasificables. Editorialmente se había adelantado la extraña novela Los nuncavivos, donde articulaba su personal aportación al mundo del terror y los seres inquietantes y extraordinarios. En esta ocasión ha reunido una tanda de relatos en los que aborda una reflexión sobre lo que Michel Foucault llamaría micro-poder, y el decide llamar “poder pequeño”.
                Son un conjunto heterogéneo de relatos en los que podemos encontrar fábulas, como la que inicia el volumen, Malo Goldfish; historias más o menos de una realidad cotidiana; relatos de lo inesperado, como diría Roal Dahl; y otros más inclasificables. No falta espacio para la sátira de tipos, de costumbres o la sátira con tintes políticos (En el día de san Cucufato de 2017).
Uno de los rasgos comunes, marca esencial de la casa, es el cuidado exquisito con el lenguaje, por la palabra precisa, por la puntuación exacta, la imagen sugerente todo puesto al servicio de la búsqueda incesante de la respuesta del lector. Igual cuando busca la sorpresa, que el rechazo que la risa o la identificación.
“Cortez amaba las palabras, y tan grande era su devoción y mimo por ellas, como objetos sonoros más que anímicos, que dedicaba todo su tiempo a su pasión obsesiva y excluyente: la música intrínseca de las palabras, de todas y cada una de las aceptadas o no por la Academia.” El domador de palabras
La manera en la que Alejandro Cabrera presenta a sus personajes está también puesta al servicio de la narración. La forma es también parte del fondo. Y no siempre necesita la ortodoxa estructura de presentación, nudo y desenlace, puede detenerse minuciosamente en los preliminares o pasar directamente a exteriorizar las cualidades personales de los protagonistas. De vez en cuando nos encontramos con alguno especialmente llamativo en sus características, especialmente excesivo en su personalidad. La habilidad del autor consiste en hacer atractivos a estos atormentados personajes. Son especialmente notables las descripciones, minuciosas como un lienzo hiperrealista, con un gusto por el detalle y el vocablo que se ajuste a las necesidades del lector para conocer lo que el personaje tiene delante, o incluso, al propio personaje.
Muchos de los personajes nos hablan desde un monólogo interior que permite al autor desplegar su conocimiento sobre la psique y los recovecos del alma humana. Otras veces, y esto es un indudable logro, consigue hacer avanzar la trama a través del diálogo. Un diálogo creíble y con la naturalidad que da el oficio bien aprendido.
                Quisiéramos pensar que muchos de los relatos están basados en hechos reales, porque las peripecias son tan inverosímiles que sólo pueden asirse con la incontestable prueba de la realidad. Alejandro Cabrera es un escritor con oficio, olfato y oído para convertir en materia literaria cualquier sensación que se le cruce en su camino. El insomnio parece resultarle especialmente rentable:
“Este hábito dañino del desvelo perpetuo no podía ser bueno de ninguna de las maneras, pensó, y menos para la edad que ya iba teniendo. Insomne crónico desde hacía casi tres décadas, lo curioso del caso es que su salud física no se había visto mermada o alterada de manera alguna por tan desagradable, degradable circunstancia.” El (casi septuagenario) Sr. Inazuka
Entre los relatos inquietantes me gusta resaltar “La mueca del gato muerto”, donde lo inexplicable se cuela de manera sutil en el medio de una sucesión de estados de ánimo y de una pormenorizada relación de actividades cotidianas. Amor propio (Carretera solitaria) es uno de esas historias en las que es tan abrumador el contenido que no puede uno dejar de sentir la angustia del protagonista y, sin embargo, no parar de reír.
                La única pega que tiene este volumen es el de carecer de índice donde localizar de un vistazo rápido los relatos. En la lectura, por otra parte, este desconocimiento, contribuye a crear la sensación de incertidumbre sobre la duración de los relatos y el inesperado final de muchos de ellos.
                Nada está dejado al azar en estos relatos. Todo obedece a un minucioso plan para, como en un mosaico, ofrecer una panorámica del micropoder que opera de forma capilar en todas las relaciones humanas (y no humanas). Los personajes difícilmente pueden escapar a ese juego perverso que ofrece la seducción del poder, donde el rechazo forma parte del juego tanto como su aceptación. Un poder, como vemos en estos relatos de Alejandro Cabrera, posee no sólo una capacidad normativa y restrictiva, sino una potencia tremendamente creadora. Atmósferas propias, de aire viciado, intoxicado, hilarante,  atmósferas confortables y tiernas, tremendamente tristes y desoladoras como un corazón humano destrozado por noches de insomnio.

1 comentario:

  1. Sólo puedo mencionar la profunda admiración que siento hacia ese gran escritor y buena persona, ante todo, que es Alejandro Cabrera Coronas, y su más que singular y adictiva obra literaria, y como no podía ser menos comentada por otra gran amigo y escritor que eres tú, Javier. Un fuerte abrazo a ambos.

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