“Hubo un tiempo en que
viví / creyendo que aún seguía vivo” (Flash-back)
Después de La noche tatuada (2013), Don
de lenguas (2015) y Ultramor
(2017) y Postales, un libro de
artista con fotografía y poesía (2009), este es su quinto libro de poesía y
viene desde Argentina. Pronto llegará a las librerías el nuevo poemario, Sed (2020). Brezmes organiza una
colección de poemas con un hilo argumental definido. Tras una introducción, se
van sucediendo las fases por las que todo creyente debe pasar para recibir el
sacramento de la confesión. Es, digámoslo así, un poemario confesional, en todos
los sentidos del término, aunque, en este caso, seamos los lectores quienes
efectuemos el perdón de los pecados y establezcamos la penitencia.
El poema
introductorio funciona como una declaración de intenciones. El autor aspira a
superar la mera artesanía de quienes escriben versos, la vida es el objetivo,
uno de los poemas se titula, precisamente Habla
la vida. Una vida con sus deseos y con sus perversiones, con sus vicios ya
no tan ocultos: “Que otros escriban poesía; / yo abro la ventana y huelo el
mundo / con el hambre atrasada de un lobo / frente a un corral de ovejas
tiernas. // No he llegado hasta aquí para acabar merendando con gente que hace
versos” (Si así os parece).
Comencemos por
el Examen de conciencia, paso previo
de catalogar los pecados previos. Alfonso Brezmes, en esa meditación nos señala
que “Te ofrezco el azar, lo que tiembla / dentro del corazón de los niños, /
unos pocos momentos fugaces / algo parecido al amor y un pack / de una estancia
para dos en mis sueños” (Paraíso en obras).
Es la poesía, la más pura, la más vital la que anima el vicio nefando: “Tú
buscas ya otro poema; / yo ardo para siempre en lo que vi” (Cita a ciegas); “La poesía en cambio /
está en lo que se esfuma” (Lost in
translation). Aunque, como todo pecado, lleva la penitencia en el momento
de cometerlo, es la belleza la que duele, la que punza: “Nunca la bondad fue
una cualidad de la belleza, / pero algunas veces, como en la caracola del mar,
/ oigo en el corazón de los hombres la ternura” (Belleza cruel). El poeta no debe sino abrazarla, sino recrearse: “No
tapar la grieta, rodearla; / descender por ella, explorar / los bordes del
misterio” (Perdición).
El espíritu
que debe animar ese examen minucioso del pecado es el Dolor de corazón, la
pesadumbre de haber caído en el pecado: “Caiga yo en tus sueños como tú /
aterrizaste un día entre los míos” (Rilkeana).
El amor duele, decía Gram Parsons, y Brezmes, como Pavese, anticipa cuál será
su aspecto, su encanto: “Vino el amor y tenía tus ojos // Lo raro es / que siga
temiéndolo / después de marcharse” (Fidelidad).
No vayamos a
pensar que una galería de vicios va a enredarse simplemente en la poesía, debe,
casi obligatoriamente, bajar a los instintos más sensuales: “Toda la blanca
noche / se estuvieron disputando / Catulo y tus muslos / un lugar en mi
almohada” (Insomnio). El purgatorio
de la experiencia y el castigo del que no se puede huir porque reside dentro: “Yo
habito otras hogueras / más espantosa si cabe: / tener que ir buscándote / por
esos mundos lejanos / hasta poder comprobar si mis poemas mentían, / y es vedad
que no existes” (La herejía).
Propósito de enmienda es el paso
siguiente, donde el poeta debería abjurar de los pecados cometidos y encarar la
senda opuesta. Sigue a Bécquer en El
final de los cuentos: “¿Quién eres tú? Yo soy el naipe descartado de tu
baraja /…/ ¿quién eres tú? Yo soy un personaje de tus sueños”. El pecado es una
noche desordenada que termina, y la mañana trae la conciencia: “al despertar,
tu hueco ocupaba el espacio / que solo la misma colma del todo. / Y yo, como
una pizarra borrada / por unas manos pequeñas / supe que el mundo empezaba de
cero” (Tormenta de verano). La mañana
es el momento donde todavía se sienten los roces en la piel, “Pero aún duele /
a veces / un temblor de alas / en algún rincón del cuerpo” (Nostalgia del Paraíso); “No quisiste
dejar huella / y dejaste cicatrices” (El
rastro). Y la mañana es el momento de la promesa: “Y si se hunde el cielo,
/ caeremos juntos. / Y si perdemos las alas, / compraremos otras nuevas / en el
chino de la esquina” (Fallen Angels).
El momento de la advertencia: “Uno escribe como puede. / Y si no llamas antes a
la puerta, / corres el riesgo de encontrarte / dentro al poeta desnudo, /
vestido de hombre” (No molesten).
La confesión
auricular no se impuso hasta bien entrada la Edad Media, fue una decisión
trascendental para evitar las venganzas particulares y otorgar al sacerdote el
monopolio del secreto: “No me nombres tanto, hazme caso / y deja que yo sea la
que escribe. / Menos versos –no me canso de decirlo– / menos versos, poeta, y
más poesía” (Habla la vida). Debe
ser, esta sección, la de la explicitación de los pecados, el núcleo temático,
poesía/amor/vida: “Nuestro pecado fue / no haber pecado más / y a su debido
tiempo /…/ ahora que amarnos ya no es pecado” (Vicios ocultos); “De pronto / mi rostro es un cristal / viajando /
en dirección contraria / a mi propia vida” (Vagones perdidos); “Nadie como tú /
para explicarme el origen / y el fin del mundo” (Cosmoagonía).
La
contraposición vida/poesía es el pecado original padre de todos los vicios: “Empecé
a quemar libros por frío: / cuestión del precio del gasóleo” (Auto de fe); “Maldita literatura / que
todo lo consigue, / hasta el vano espejismo / de devolverte a la vida / cada
vez que vuelvo a abrir / este viejo libro” (Maldición).
Y, para terminar, no queda sino Cumplir la penitencia: “Qué triste debe ser,
amor / –y qué cansado– / regresar cada mañana / errante a las sombras, / con la
frente marchita / y febril la mirada, / del tango interminable / que bailas en
mis sueños” (Volver).
El poeta se
lamenta, “Cumplí tus deseos: / he sido obediente. // Talé todos los árboles /
para que vieras el bosque” (El leñador
obediente) porque, en el fondo, “Qué difícil ser feliz / si se quiere ser /
también poeta” (Lo cierto).
“En mi vida
secreta soy un hombre
que vive como
quiere y con quien quiere,
y escribe
unos versos más bien malos
por el puro
placer de desnudarse
delante de sí
mismo sin complejos,
y frecuenta
los bares y las noches
donde piensa
magníficos poemas
que después
no escribe, y llora
y ría y dice
siempre lo que quiere,
y malogra su
vida en lo que ama,
por si todo
acabara antes de tiempo
en un
entreacto de la obra.
No hay
manera, lo he intentado:
en mi vida
secreta soy yo mismo
otra vez”(En mi vida secreta)
Después de este acto de
contrición llega el verdadero propósito de enmienda: “Y no ha de escribir nada
más, / para que aquellos no logren / hacerse fuertes allí / en donde aquel solo
sueña” (El poeta siente celos de sus
sueños).
Buenas, solo quería comentar que desde 2007 existe un poemario en castellano con exactamente el mismo título, publicado, con ISBN, del cual soy autora; te dejo el enlace en Google Play https://books.google.es/books/about/Vicios_ocultos.html?id=cFSbPAAACAAJ&source=kp_book_description&redir_esc=y
ResponderEliminarPues vaya fastidio.
Autora de VICIOS OCULTOS, 2007.Editorial Baile del Sol. Poemario destacado como uno de los mejores de 2007 por el colectivo Adisson de Witt: http://criticadepoesia.blogspot.com/2008/02/lista-de-candidatos-mejores-poemarios.html?m=1
Saludos, Alfonso, de Madrid, poeta español, y, por favor, mira el ISBN cuando se te ocurra un título, que está todo inventado.
Humildemente, una escritora de provincias, canaria, que lleva publicando desde los 90.
Paula Nogales Romero.
Ya vale. Yo también nací en el 1966. En la "región ultraperiférica", por no llamarla colonia africana, Alfonso.
Estimada Paula Nogales. No creo que sea la única vez que coincidan el nombre de dos poemarios. Este, además, está editado en Buenos Aires. Efectivamente es un fastidio. Un saludo
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