“mira el techo y trata de
sentirse triste
para siempre hay algo
de belleza en los ladrillos”
KFGC es un caso de autor colectivo muy en relación con la propuesta de la Trilogía Nocilla, de Agustín Fernández Mallo. Las siglas se corresponden con Kikin Fonseca y ‘El gringo’ Castor, dos futbolistas mexicanos. El colectivo lleva trabajando diez años y para una mayor comprensión del fenómeno tenemos en la introducción una serie de textos que pueden servir de acercamiento por parte de Ánvuar Zúñiga Naime, Gerardo Oceja, Rodrigo Román Unshow Andrés Vásquez, Jorge Sosa. Una cuestión sí queda clara en esta manera de enfrentarse a la poesía, el diisfrutar de estar-juntos. En el volumen tenemos divididos los textos en los libros que han ido saliendo del colectivo.
El primero es
de 2009 y se titula Todos son pendejos
menos el que vomita. Incluye textos en prosa, fútbol, enumeraciones sin
sentidos, textos interrumpidos: “Las parejas de novios en los bancos /
entrelazan sus piernas / y se besan como si fueran los dueños del aire / (estoy
enamorado de todas, / de las bocas, los ojos y la respiración lentísima / en el
pecho de todas)” (Tale of one city).
En gran parte de ellos abunda el sarcasmo, lo que dificulta en cierta medida el
acercamiento al grupo, también la lejanía de las referencias culturales,
algunas muy locales, muy del grupo, que conviven con otros más generales
(“Abrió una libreta que guardaba desde los trece años y miró uno de sus dibujos
olvidados: el pato Donald y el Pato Lucas se saludan con la mano. Los patos no
tienen mano, dijo, tienen alas”, Idea
para una película en formato de TV). Esto demuestra, por otra parte, la
fuerza de estos textos que, a menudo, corren con la misma sangre que el
realismo de la novela negra: “Dormir enredados en las sábanas de un hotel sin
saber si la mujer que duerme junto a ti está muerta”.
Asociaciones
imposibles, descontextualizaciones, abrir en canal la realidad y remezclar sus
entrañas: “Michael Phelps fumando marihuana / cree durante la pubertad que los
barros son a falta de sexo / creer en la madurez plena que lo son por
abandonarlo /…/ Un hombre que se tira de las Torres Gemelas en llamas” (Poesía contemporánea I Fracción IX).
“Ganas de correr
al centro de un incendio
de desaparecer gente
partirla en dos
de barrer las calles de la
ciudad
Ganas doradas de acariciar un
león
de besar delfines
de nadar con mantarrayas”
Relatos como de LSD, violencia, agresividad, misantropía,
sordidez y sabiduría. Como le dijo el
Joker a Batman: “… y al final, lo único que hace falta para romper a un hombre
es un mal día” (p. 43)
No use las manos (2011) es el segundo
libro, explorando nuevos lenguajes, poemas visuales, tachar textos encontrados
quizás. Encontramos más referencias a las sensaciones: “Bailo para alguien /
que no está en la habitación. /…/ Bailo para conservar / el desconcierto de los
músculos / que intuyen en la sobra / a alguien más”, igual que aparecen máximas
y consejos: “No hagas caso a los
maestros. / Las únicas opciones / son ser ninja o burócrata”; “Perseverar hasta convertirnos en viejos / que
leen obituarios en los periódicos / que se harán migajas en los bancos de los
parques / en los intestinos de los pájaros” (TIME LINE). En la trayectoria de KFGC hay una voluntad de depurar
la técnica poética con el tiempo y explorar nuevos caminos, como desordenar las
letras de cada palabra.
El universo de
la cultura popular no cesa de aparecer entre los versos: “Fantaseo con detener
el tiempo y robar bancos. / Pienso en superhéroes que no existen fuera de la
pantalla / que no podrán capturarme. /…/ Abro la llave de la regadera / y
quiero descarrilar trenes, / fumar en lugares cerrados” (Supervillain). Nos encontramos a héroes como Raymond Carver hasta videojuegos
como el Mortal Kombat. El juego de combinatoria entre tantos campos semánticos
ofrece hallazgos indudables: “No exactamente de arena sino de noches con una
sonrisa entre las sombras, / sino de dolores de muela / y esas canciones que
transforman el aire en cocaína”; “si los jinetes del Apocalipsis vinieran /
elegirían un lunes / el traje gris Oxford / y la corbata roja de seda”.
Resultado que también consiguen con un lenguaje aparentemente sencillo: “Nos
sostenemos / de un pez rojo / que soltara en el aire / y lleva años viajando /
de vuelta al mar”.
En La sentidora (2012) emprenden un
acercamiento al porno, como algo sórdido, como una metáfora: “En noches como
esta / busco tu cara en Youporn”. Las formas son más narrativas y coherentes en
términos léxicos. Tiempo perdido -mapa-
(2015) es la siguiente e intensa propuesta: “El general trata de recordar / las
lecciones de Stoichkov, Durden, Weiland. // El general no sabe por qué es
general, / su único mérito fue permanecer vivo, / no matarse viendo la
televisión. // Su ejército lo espera / hambriento, herido, listo para morir. //
No tiene nada que decirles, / el enemigo los encontrará / una mañana de domingo
/ en ropa interior / leyendo revistas pornográficas / para la batalla más
aburrida / de la historia”. A partir de un núcleo central, de un personaje, el
colectivo articula preguntas y respuestas acerca de la muerte: “¿Qué es dios? ¿Qué
buscamos al / pronunciar o escribir su nombre?¿Dios no / serán los hombres que
duermen / arracimados en la sala de espera? / …/
¿No serán los tubos / del pariente de la habitación /604”; “La muerte de mi
padre / fue mentira hasta la cuarta noche, / cuando la taza de café empezó a
temblarme / y no pude amararle las agujetas al poema” (Coyote); “Josefina resistió la quimioterapia. / Cuando la retrató
cada una / de sus venas era visible. Al / despedirnos, me dijo que la forma que
se dibujaba en / su piel era la de las pupilas de dios” (St. Pauli)
“si te perdieras ahora en las
calles de otra ciudad:
patrullas fantasma
el rumor del drenaje
grillos que cantan para siempre
encontrar el camino a “casa” es
imposible
todas las calles son la misma
esquina desconocida
y la canción eléctrica del
alumbrado” (Peralta)
KFGC consiguen momentos de
intensidad lírica con la misma facilidad con la que se mueven entre los
personajes de 12 monos, Walmart,
Batman, Godzilla o Michael Jackson. Cambian de tercio hacia la ironía en Manual de guerrilla táctica para terminar un
noviazgo (2016): “Si su pareja insiste en hablar del futuro, cuéntele de
los coches que vuelan” (Fin). Se
cargan de dolorida sinceridad: “La mayor omisión de los planes educativos desde
el kínder hasta el posgrado es que
nadie nos enseña a sufrir ni a ser felices” (intro). Se disfrazan de Nelson, de los Simpsons, para poder hablar
en una primera persona intensa: “Los hombres de mi familia se transforman en
monstruos a los 30 años. / Se lo dije a Laura cuando nos hicimos novios. / Lo
repetí cuando vino a vivir a casa. / Lo he dicho cada vez que sale con un nuevo
amigo y cada vez / que me hace sentir un pedazo de mierda. / Aun así, ella
sigue aquí, acostada a mi lado” (A los 30).
Su, hasta
ahora última propuesta, 1994 (2019)
juega con varias historias entrelazadas. Como seña de identidad, las entrañas
al descubierto: “¿El subcomandante besa bien? / ¿Le gusta abrazar o que lo
abracen / mientras duerme? / ¿Qué piensa cuando se masturba?”. Vuelven de nuevo
al estilo narrativo: “Los golpes ya no dan miedo. Tampoco el dolor ni las
preguntas de los reporteros” (The long
lonesome road) Lo mismo puede describir los entresijos de la vida de un
boxeador que de un candidato a la presidencia: “Todavía tiene que matar dos
horas antes de salir y darle al público lo que quiere” (Split decisión).
La música y el cine, el fútbol y
las carreras de coches van apareciendo en estas historias: el Ridley Scott de 1492, Nicolas Cage, Leaving Las Vegas, Kurt Cobain, Ayrton Sena, Sonic Youth, Cruyff,
Metallica, Chinaski, John Candy, Offspring o los Red Hot Chili Pepper (“un día,
se sentó a fumar al lado de mí. / Parecía contento, repetía / time get fast but
everything gets slow”). La religión más que la liturgia: “(Comedia) / Durante
la decadencia del Imperio Romano, / el hijo de dios llega al mundo / solo para
dares cuenta / de que jesucristo ha sido crucificado hace siglos”. A veces consigue
el efecto de una serie de televisión de culto en la que se mezclaran la comedia
y el drama, lo enloquecido y lo sereno: “Cuando
te conocí / yo no me conocía. / Crecimos enredando las raíces, / buscando el
sol con las ramas, / y bajo nuestras sombras / creímos que no habíamos cambiado
/ pero incluso las palabras / como las olas / convierten en sal todo lo que
tocan / y en el engranaje de la rutina / el óxido gana al final”.
También son
liturgias en cierto modo las que acompañan a los desdichados personajes de
estos versos: “cada año, después de soplar las velas, / cuando aprieto el
cuchillo, / la gente canta más alto / para que no escuches / la voz en tu
cabeza / gritando que el pastel eres tú”; “Te acuerdas cuando de niño / veías las luces
de la carretera / y pensabas que era oro enterrado? /…/ y calculaste con eso
alcanzarías / para comprar lo que fuera / incluso una máquina de Mortal Kombat”.
Un ambiente obsesivo como las noches de calor en la ciudad que se antoja en
blanco y negro:
“Hay gente que crea fantasmas.
Casi siempre divorciados
o alcohólicos
/…/
hay gente que cree en dios.
Sufren de insomnio,
gastan la noche
viendo imágenes de guerras
lejanas
en las noticias y en internet
/…/
Hay gente que cree en la
democracia.
Los gitanos les escupen
y los maldicen en las plazas
públicas”
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