martes, 19 de mayo de 2020

Reseña de KFGC: ‘Palabras que son átomos de un gas venenoso’. Ed. Liliputienses. 2020


Dónde comprar Palabras que son átomos de un gas venenoso. Los KFGC


“mira el techo y trata de sentirse triste
para siempre hay algo
de belleza en los ladrillos”

KFGC es un caso de autor colectivo muy en relación con la propuesta de la Trilogía Nocilla, de Agustín Fernández Mallo. Las siglas se corresponden con Kikin Fonseca y ‘El gringo’ Castor, dos futbolistas mexicanos. El colectivo lleva trabajando diez años y para una mayor comprensión del fenómeno tenemos en la introducción una serie de textos que pueden servir de acercamiento por parte de Ánvuar Zúñiga Naime, Gerardo Oceja, Rodrigo Román Unshow Andrés Vásquez, Jorge Sosa. Una cuestión sí queda clara en esta manera de enfrentarse a la poesía, el diisfrutar de estar-juntos. En el volumen tenemos divididos los textos en los libros que han ido saliendo del colectivo.
El primero es de 2009 y se titula Todos son pendejos menos el que vomita. Incluye textos en prosa, fútbol, enumeraciones sin sentidos, textos interrumpidos: “Las parejas de novios en los bancos / entrelazan sus piernas / y se besan como si fueran los dueños del aire / (estoy enamorado de todas, / de las bocas, los ojos y la respiración lentísima / en el pecho de todas)” (Tale of one city). En gran parte de ellos abunda el sarcasmo, lo que dificulta en cierta medida el acercamiento al grupo, también la lejanía de las referencias culturales, algunas muy locales, muy del grupo, que conviven con otros más generales (“Abrió una libreta que guardaba desde los trece años y miró uno de sus dibujos olvidados: el pato Donald y el Pato Lucas se saludan con la mano. Los patos no tienen mano, dijo, tienen alas”, Idea para una película en formato de TV). Esto demuestra, por otra parte, la fuerza de estos textos que, a menudo, corren con la misma sangre que el realismo de la novela negra: “Dormir enredados en las sábanas de un hotel sin saber si la mujer que duerme junto a ti está muerta”.
Asociaciones imposibles, descontextualizaciones, abrir en canal la realidad y remezclar sus entrañas: “Michael Phelps fumando marihuana / cree durante la pubertad que los barros son a falta de sexo / creer en la madurez plena que lo son por abandonarlo /…/ Un hombre que se tira de las Torres Gemelas en llamas” (Poesía contemporánea I Fracción IX).
“Ganas de correr
al centro de un incendio
de desaparecer gente
partirla en dos
de barrer las calles de la ciudad

Ganas doradas de acariciar un león
de besar delfines
de nadar con mantarrayas”
Relatos como de LSD, violencia, agresividad, misantropía, sordidez y sabiduría.  Como le dijo el Joker a Batman: “… y al final, lo único que hace falta para romper a un hombre es un mal día” (p. 43)
No use las manos (2011) es el segundo libro, explorando nuevos lenguajes, poemas visuales, tachar textos encontrados quizás. Encontramos más referencias a las sensaciones: “Bailo para alguien / que no está en la habitación. /…/ Bailo para conservar / el desconcierto de los músculos / que intuyen en la sobra / a alguien más”, igual que aparecen máximas y consejos:  “No hagas caso a los maestros. / Las únicas opciones / son ser ninja o burócrata”;  “Perseverar hasta convertirnos en viejos / que leen obituarios en los periódicos / que se harán migajas en los bancos de los parques / en los intestinos de los pájaros” (TIME LINE). En la trayectoria de KFGC hay una voluntad de depurar la técnica poética con el tiempo y explorar nuevos caminos, como desordenar las letras de cada palabra.
El universo de la cultura popular no cesa de aparecer entre los versos: “Fantaseo con detener el tiempo y robar bancos. / Pienso en superhéroes que no existen fuera de la pantalla / que no podrán capturarme. /…/ Abro la llave de la regadera / y quiero descarrilar trenes, / fumar en lugares cerrados” (Supervillain). Nos encontramos a héroes como Raymond Carver hasta videojuegos como el Mortal Kombat. El juego de combinatoria entre tantos campos semánticos ofrece hallazgos indudables: “No exactamente de arena sino de noches con una sonrisa entre las sombras, / sino de dolores de muela / y esas canciones que transforman el aire en cocaína”; “si los jinetes del Apocalipsis vinieran / elegirían un lunes / el traje gris Oxford / y la corbata roja de seda”. Resultado que también consiguen con un lenguaje aparentemente sencillo: “Nos sostenemos / de un pez rojo / que soltara en el aire / y lleva años viajando / de vuelta al mar”.
En La sentidora (2012) emprenden un acercamiento al porno, como algo sórdido, como una metáfora: “En noches como esta / busco tu cara en Youporn”. Las formas son más narrativas y coherentes en términos léxicos. Tiempo perdido -mapa- (2015) es la siguiente e intensa propuesta: “El general trata de recordar / las lecciones de Stoichkov, Durden, Weiland. // El general no sabe por qué es general, / su único mérito fue permanecer vivo, / no matarse viendo la televisión. // Su ejército lo espera / hambriento, herido, listo para morir. // No tiene nada que decirles, / el enemigo los encontrará / una mañana de domingo / en ropa interior / leyendo revistas pornográficas / para la batalla más aburrida / de la historia”. A partir de un núcleo central, de un personaje, el colectivo articula preguntas y respuestas acerca de la muerte: “¿Qué es dios? ¿Qué buscamos al / pronunciar o escribir su nombre?¿Dios no / serán los hombres que duermen / arracimados en la sala de espera? / …/ ¿No serán los tubos / del pariente de la habitación /604”; “La muerte de mi padre / fue mentira hasta la cuarta noche, / cuando la taza de café empezó a temblarme / y no pude amararle las agujetas al poema” (Coyote); “Josefina resistió la quimioterapia. / Cuando la retrató cada una / de sus venas era visible. Al / despedirnos, me dijo que la forma que se dibujaba en / su piel era la de las pupilas de dios” (St. Pauli)
“si te perdieras ahora en las calles de otra ciudad:

patrullas fantasma
el rumor del drenaje
grillos que cantan para siempre
encontrar el camino a “casa” es imposible
todas las calles son la misma esquina desconocida
y la canción eléctrica del alumbrado” (Peralta)
KFGC consiguen momentos de intensidad lírica con la misma facilidad con la que se mueven entre los personajes de 12 monos, Walmart, Batman, Godzilla o Michael Jackson. Cambian de tercio hacia la ironía en Manual de guerrilla táctica para terminar un noviazgo (2016): “Si su pareja insiste en hablar del futuro, cuéntele de los coches que vuelan” (Fin). Se cargan de dolorida sinceridad: “La mayor omisión de los planes educativos desde el kínder hasta el posgrado es que nadie nos enseña a sufrir ni a ser felices” (intro). Se disfrazan de Nelson, de los Simpsons, para poder hablar en una primera persona intensa: “Los hombres de mi familia se transforman en monstruos a los 30 años. / Se lo dije a Laura cuando nos hicimos novios. / Lo repetí cuando vino a vivir a casa. / Lo he dicho cada vez que sale con un nuevo amigo y cada vez / que me hace sentir un pedazo de mierda. / Aun así, ella sigue aquí, acostada a mi lado” (A los 30).
Su, hasta ahora última propuesta, 1994 (2019) juega con varias historias entrelazadas. Como seña de identidad, las entrañas al descubierto: “¿El subcomandante besa bien? / ¿Le gusta abrazar o que lo abracen / mientras duerme? / ¿Qué piensa cuando se masturba?”. Vuelven de nuevo al estilo narrativo: “Los golpes ya no dan miedo. Tampoco el dolor ni las preguntas de los reporteros” (The long lonesome road) Lo mismo puede describir los entresijos de la vida de un boxeador que de un candidato a la presidencia: “Todavía tiene que matar dos horas antes de salir y darle al público lo que quiere” (Split decisión).
La música y el cine, el fútbol y las carreras de coches van apareciendo en estas historias: el Ridley Scott de 1492, Nicolas Cage, Leaving Las Vegas, Kurt Cobain, Ayrton Sena, Sonic Youth, Cruyff, Metallica, Chinaski, John Candy, Offspring o los Red Hot Chili Pepper (“un día, se sentó a fumar al lado de mí. / Parecía contento, repetía / time get fast but everything gets slow”). La religión más que la liturgia: “(Comedia) / Durante la decadencia del Imperio Romano, / el hijo de dios llega al mundo / solo para dares cuenta / de que jesucristo ha sido crucificado hace siglos”. A veces consigue el efecto de una serie de televisión de culto en la que se mezclaran la comedia y el drama, lo enloquecido y lo sereno:  “Cuando te conocí / yo no me conocía. / Crecimos enredando las raíces, / buscando el sol con las ramas, / y bajo nuestras sombras / creímos que no habíamos cambiado / pero incluso las palabras / como las olas / convierten en sal todo lo que tocan / y en el engranaje de la rutina / el óxido gana al final”.
También son liturgias en cierto modo las que acompañan a los desdichados personajes de estos versos: “cada año, después de soplar las velas, / cuando aprieto el cuchillo, / la gente canta más alto / para que no escuches / la voz en tu cabeza / gritando que el pastel eres tú”;  “Te acuerdas cuando de niño / veías las luces de la carretera / y pensabas que era oro enterrado? /…/ y calculaste con eso alcanzarías / para comprar lo que fuera / incluso una máquina de Mortal Kombat”. Un ambiente obsesivo como las noches de calor en la ciudad que se antoja en blanco y negro:
“Hay gente que crea fantasmas.
Casi siempre divorciados
o alcohólicos
/…/
hay gente que cree en dios.
Sufren de insomnio,
gastan la noche
viendo imágenes de guerras lejanas
en las noticias y en internet
/…/
Hay gente que cree en la democracia.
Los gitanos les escupen
y los maldicen en las plazas públicas”

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