Poeta y artista multidisciplinar
(Barakaldo, 1965) cuenta en su haber: Las
obras de la mar. Las obras del amor (1992), Cuaderno de bitácora (2000), Mira
mi corazón pero es el ámbar de los instantes eternos (2005), Las nubes (2006), Memoria del caos (2009), Poemas
del sublime cotidiano (2013) y La
deriva de Marcos Sima (2015).
El poemario se
divide en cuatro bloques presentado con una cita en la que aparece Dinamarca,
la que abre El eslabón perdido es de
Roberto Bolaño: “Nadie te da la bienvenida a Dinamarca”. Aun así, podremos
pasar a este paisaje lleno de vericuetos y recuerdos: “Avanzamos a oscuras
séquito y animales / por el túnel cegado y techo de invernadero /…/ Ya la misma
ciudad es un escaparate / de urbanismo y de sueño con grandes bulevares, /
glorietas, acueductos, simas y acantilados. / Hay gente que pasea al sol dulce
de domingo” (Entrada a la ciudad). La
atmósfera recuerda a los que tenemos ya algunos años al tono de Choose me, aquella película de
culto en la que desconocidos vagan
alrededor de una barra y compartían intimidad casual y afectos: “Pasar la
noche, una sola noche / requiere la destreza de muchos, muchos años” (Infectos desconocidos). También recuerda
un tanto a Cortázar de Continuidad en los
parques: “Que vine a la ciudad buscando una bala, ahora lo recuerdo. / La
pequeña bala de plata que desgarró el templo del poeta” (El poeta perdido de la ciudad mundo). José Blanco se abre a través
de la poesía, con todo el dolor, con toda la humildad: “El poeta es un templo
profanado /…/ Mi corazón es una ampolla de aire / que llevo a todas partes en
un sobre / con burbujas, si algún día quiebra, / cabrá por la ranura de un
buzón” (Corazón perfumado de estafetas).
La segunda
parte, La burla soberana, se abre con
la cita ineludible de Shakespeare y da paso a una sección más política: “El
presidente actúa en modo plasma / ni ve ni oye ni responde a nade” (Una burla soberana). Una serie de poemas
en los que se reflexiona sobre la actualidad y se preparan respuestas y
resistencias: “El miedo es un agente / comercial sin escrúpulos. // Te vende
una alarma / o el gobierno del hampa / que no detectan las alarmas” (Hampa). José Blanco va tocando algunos
de los temas que están a la orden de las mañanas, “Lo llaman patria / y quieren
decir: la parte / contratante de la primera parte… // Un
negocio que se cifra en causar / un mayor número de bajas / del todo ajenas al
absurdo // nada tiene de patriota // nada tiene de exportable // nada tiene de
comedia” (Patria). No deja, sin
embargo, de ser poesía, sorteando el recurrente peligro de que el mensaje se
imponga a la forma y sea más panfleto que poema: “el tren avanza imparable /
porque nadie quiere pararlo / al contrario / prefieren viajar en primera clase”
(El tren).
Entre las
influencias, hay una que se hace explícita, sobre todo en esta parte, y es la
de Nicanor Parra: “Hasta donde recuerdo todo fue / decepcionante, insulso o
laberíntico, /…/ La muerte tiene un amplio repertorio, / aunque se inclina más
por la estadística. / Tarde comprenderéis que os han usado / como obtusos
peones del tablero /…/ el recorte / que pagamos por el miedo / a matones sin
escrúpulos / que nos abren la cabeza / solo para protegernos / de nuestra peor
pesadilla: // el sueño de la libertad” (Antipoema)
La tercera
parte, Joven mordido por un lagarto,
recurre a imágenes algo más potentes: “En otra vida he sido un pez de lluvia” (Rain fish) para abordar una especie de
autobiografía, “Mirad a su pasado, a la juventud [Joven mordido por un lagarto (hacia 1595)], en la que se señalan
algunos hitos, como la muerte de Lennon [Canciones
para una cuerda rota (1980)]. La última sección, directamente Denmark
Street, retoma la primera persona como protagonista: “La dudosa virtud de los
poetas: / cumplir la plenitud de los contrarios” (Brando en Tahití).
Aborda el tema
del paso del tiempo: “Perder el tiempo, desentenderme del tiempo perdido” (Del impacto de tu lengua en mi oído y su
corolario). Incluso se permite sentido del humor e ironía: “No fluye el
tiempo, no como pretendía. / este impacién
poeta en rebeldía” (Apócope de
poema). Sutilmente conecta con el viaje en el espacio: “Después si
necesitas que te ayude / Te recoges el pelo en la nuca / Viajero que se orienta
de memoria. / Recorro al descorrer la cremallera / la eterna ruta del
Transiberiano” (Soirée). El punto de
partida es la clave, la tragedia de Hamlet, con todas las implicaciones sobre
la propia identidad, la traición, el drama: “Elsinor forma parte de nosotros /
y toda esa gente solitaria / vive extramuros en Denmark St.”. José Blanco lo
sitúa con un leve recuerdo de Eleanor Rigby, “look at all the lonely people” de
The Beatles, que van de paseo con Ofelia, Caperucita, los Stones, o Pavese.
“Yo también a
menudo me pregunto
qué objeto
tendrá el simulacro,
si este
decorado con remiendos
produce la
ilusión del fin del mundo.
/…/
Uno termina
por encariñarse
con la
impedimenta que lo agobiaba,
con el catering frío cada día.
Las tomas
buenas y las repetidas
aún
trescientas sesenta y cinco veces” (El
fin del mundo)
En este momento son los afectos,
el amor quien cobra protagonismo: “Mi única premisa era amar / como quien
inaugura el alfabeto” (Amuleto); “Vendrá
la muerte y tendrá dos hijos. / El préstamo nos vence a plazo fijo” (Oráculo). Y termina con una especie de
elegía y de conciencia sobre la vida y la muerte: “Yo no digo que la bruma del
spleen / no es poesía, tampoco la rutina / que todo empapa con olor a orín / de
gente, a sudor y parafina” (Poesía de
campaña), con unas referencias muy claras a la poesía de Jaime Gil de
Biedma: “Empieza a ser ya tarde para todo” (Sally
Bowles se maqulla frente al espejo). Este es el argumento de la obra:
“Como el
payaso o loco temerario
buscando en
risa y llanto lucimiento
hace del
vasto mundo su escenario,
empuja el
verso, ignora el argumento
/…/
veloz cayó el
telón y tú te inclinas.
La muerte
aplaude seco en bambalinas” (Efecto
Bonisolli)
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