martes, 5 de mayo de 2020

Reseña de José Blanco: ‘Denmark Street”. Poesía Garum. 2019


UN LENGUAJE TOTAL: Libros



Poeta y artista multidisciplinar (Barakaldo, 1965) cuenta en su haber: Las obras de la mar. Las obras del amor (1992), Cuaderno de bitácora (2000), Mira mi corazón pero es el ámbar de los instantes eternos (2005), Las nubes (2006), Memoria del caos (2009), Poemas del sublime cotidiano (2013) y La deriva de Marcos Sima (2015).
El poemario se divide en cuatro bloques presentado con una cita en la que aparece Dinamarca, la que abre El eslabón perdido es de Roberto Bolaño: “Nadie te da la bienvenida a Dinamarca”. Aun así, podremos pasar a este paisaje lleno de vericuetos y recuerdos: “Avanzamos a oscuras séquito y animales / por el túnel cegado y techo de invernadero /…/ Ya la misma ciudad es un escaparate / de urbanismo y de sueño con grandes bulevares, / glorietas, acueductos, simas y acantilados. / Hay gente que pasea al sol dulce de domingo” (Entrada a la ciudad). La atmósfera recuerda a los que tenemos ya algunos años al tono de Choose me, aquella película de culto  en la que desconocidos vagan alrededor de una barra y compartían intimidad casual y afectos: “Pasar la noche, una sola noche / requiere la destreza de muchos, muchos años” (Infectos desconocidos). También recuerda un tanto a Cortázar de Continuidad en los parques: “Que vine a la ciudad buscando una bala, ahora lo recuerdo. / La pequeña bala de plata que desgarró el templo del poeta” (El poeta perdido de la ciudad mundo). José Blanco se abre a través de la poesía, con todo el dolor, con toda la humildad: “El poeta es un templo profanado /…/ Mi corazón es una ampolla de aire / que llevo a todas partes en un sobre / con burbujas, si algún día quiebra, / cabrá por la ranura de un buzón” (Corazón perfumado de estafetas).
La segunda parte, La burla soberana, se abre con la cita ineludible de Shakespeare y da paso a una sección más política: “El presidente actúa en modo plasma / ni ve ni oye ni responde a nade” (Una burla soberana). Una serie de poemas en los que se reflexiona sobre la actualidad y se preparan respuestas y resistencias: “El miedo es un agente / comercial sin escrúpulos. // Te vende una alarma / o el gobierno del hampa / que no detectan las alarmas” (Hampa). José Blanco va tocando algunos de los temas que están a la orden de las mañanas, “Lo llaman patria / y quieren decir: la parte / contratante de la primera parte… // Un negocio que se cifra en causar / un mayor número de bajas / del todo ajenas al absurdo // nada tiene de patriota // nada tiene de exportable // nada tiene de comedia” (Patria). No deja, sin embargo, de ser poesía, sorteando el recurrente peligro de que el mensaje se imponga a la forma y sea más panfleto que poema: “el tren avanza imparable / porque nadie quiere pararlo / al contrario / prefieren viajar en primera clase” (El tren).
Entre las influencias, hay una que se hace explícita, sobre todo en esta parte, y es la de Nicanor Parra: “Hasta donde recuerdo todo fue / decepcionante, insulso o laberíntico, /…/ La muerte tiene un amplio repertorio, / aunque se inclina más por la estadística. / Tarde comprenderéis que os han usado / como obtusos peones del tablero /…/ el recorte / que pagamos por el miedo / a matones sin escrúpulos / que nos abren la cabeza / solo para protegernos / de nuestra peor pesadilla: // el sueño de la libertad” (Antipoema)
La tercera parte, Joven mordido por un lagarto, recurre a imágenes algo más potentes: “En otra vida he sido un pez de lluvia” (Rain fish) para abordar una especie de autobiografía, “Mirad a su pasado, a la juventud [Joven mordido por un lagarto (hacia 1595)], en la que se señalan algunos hitos, como la muerte de Lennon [Canciones para una cuerda rota (1980)]. La última sección, directamente Denmark Street, retoma la primera persona como protagonista: “La dudosa virtud de los poetas: / cumplir la plenitud de los contrarios” (Brando en Tahití).
Aborda el tema del paso del tiempo: “Perder el tiempo, desentenderme del tiempo perdido” (Del impacto de tu lengua en mi oído y su corolario). Incluso se permite sentido del humor e ironía: “No fluye el tiempo, no como pretendía. / este impacién  poeta en rebeldía” (Apócope de poema). Sutilmente conecta con el viaje en el espacio: “Después si necesitas que te ayude / Te recoges el pelo en la nuca / Viajero que se orienta de memoria. / Recorro al descorrer la cremallera / la eterna ruta del Transiberiano” (Soirée). El punto de partida es la clave, la tragedia de Hamlet, con todas las implicaciones sobre la propia identidad, la traición, el drama: “Elsinor forma parte de nosotros / y toda esa gente solitaria / vive extramuros en Denmark St.”. José Blanco lo sitúa con un leve recuerdo de Eleanor Rigby, “look at all the lonely people” de The Beatles, que van de paseo con Ofelia, Caperucita, los Stones, o Pavese.
“Yo también a menudo me pregunto
qué objeto tendrá el simulacro,
si este decorado con remiendos
produce la ilusión del fin del mundo.
/…/
Uno termina por encariñarse
con la impedimenta que lo agobiaba,
con el catering frío cada día.
Las tomas buenas y las repetidas
aún trescientas sesenta y cinco veces” (El fin del mundo)
En este momento son los afectos, el amor quien cobra protagonismo: “Mi única premisa era amar / como quien inaugura el alfabeto” (Amuleto); “Vendrá la muerte y tendrá dos hijos. / El préstamo nos vence a plazo fijo” (Oráculo). Y termina con una especie de elegía y de conciencia sobre la vida y la muerte: “Yo no digo que la bruma del spleen / no es poesía, tampoco la rutina / que todo empapa con olor a orín / de gente, a sudor y parafina” (Poesía de campaña), con unas referencias muy claras a la poesía de Jaime Gil de Biedma: “Empieza a ser ya tarde para todo” (Sally Bowles se maqulla frente al espejo). Este es el argumento de la obra:
“Como el payaso o loco temerario
buscando en risa y llanto lucimiento
hace del vasto mundo su escenario,
empuja el verso, ignora el argumento
/…/
veloz cayó el telón y tú te inclinas.
La muerte aplaude seco en bambalinas” (Efecto Bonisolli)

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