martes, 30 de septiembre de 2014

En ocasiones veo neocons (y 2)



No siempre está uno para dilucidar lo divino y lo humano. A veces apetece hacer un poco el friqui y discutir el sexo de los ángeles. Volvemos a analizar el conservadurismo de Doctor en Alaska.
Dejando aparte del apoyo de Jannine Turner (Maggie O’Connell) al Tea Party y en especial a la campaña de Sarah Palin y que muchos personajes (Fleishman, Minifield) son republicanos, el sentido de comunidad espiritual que el pueblo presenta es muy conservador. La iniciativa individual es religión. El patriotismo, evidente, como no podía ser de otra forma. Eran los años del final de la Guerra Fría y los rusos siguen siendo el enemigo. Llega a aparecer por el pueblo un antiguo espía soviético, reconvertido en miserable vendedor de secretos adquiridos de su época en los servicios de inteligencia.
En uno de los episodios de las últimas temporadas, el consejo municipal de Cicely delibera sobre la posibilidad de establecer un servicio de recogida de basuras. Es apoyado por Holling –que, al ser canadiense, es más susceptible de permitir la injerencia del Estado en la iniciativa individual–, pero Maurice muestra su más encarnizado rechazo. En su basura manda él.
Sólo en apariencia las clases altas son progresistas. El clasismo de las familias de Joel y Maggie es muy evidente, disfrazado de una curiosidad paternalista hacia los demás. El enfado de Minnifield con Ruth Ann cuando la anciana hace efectiva la compra de la tienda que pertenecía al astronauta en un principio es un episodio muy revelador del funcionamiento –a pequeña escala– del capitalismo corporativo y las coacciones que son el verdadero motor de las relaciones económicas, más que el sacro mercado. El episodio en el que agasaja a los inversores japoneses muestra su lado más patético.
No digo que se cumplan en todos los episodios las características de los conservadores, que, por ejemplo, Lakoff enumeraba en No pienses en un elefante, pero sí que creo que se puede, legítimamente hacer una lectura conservadora de la serie. En un rápido vistazo a las características del neoconservadurismo (para no calentarnos mucho la cabeza, Wikipedia), comprobaremos, con algún pesar, la importancia tan grande de esta ideología en una serie tan pretendidamente demócrata o progresista como Doctor en Alaska. Enumerémoslas:
Uno de los primeros rasgos conservadores es precisamente conservar normas y costumbres, apoyándose en que éstas propician el desarrollo económico y la cohesión social. En numerosos episodios Maurice insiste en preservar las costumbres, y el resto del pueblo acaba por darle la razón. El apego a las leyes y sistema jurídico y político es también notable. A pesar de la necesidad de transgresión que expresa el ex convicto Chris Stevens, incluso él adora la constitución, el sistema político y las leyes, aunque no pueda votar y aparezca una orden de detención contra él. Sin embargo hay un desprecio radical contra la burocracia y la administración. Ni siquiera existe policía estable en Cicely.
La preferencia por el patriotismo, así como una fuerte actitud en contra de la socialdemocracia, el comunismo y cualquier otra ideología que implique la intervención del Estado en los asuntos económicos. Critican, los neoconservadores, pues, tanto al totalitarismo como la ingobernabilidad –a menudo identificando la intervención económica estatal socialdemócrata con la totalitaria–. En una serie norteamericana, es inevitable envolverse en la bandera. Véanse los episodios en los que aparecen rusos (Gripe Rusa en la primera temporada, Guerra y Paz, en la segunda).
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Paralelamente los neoconservadores desconfían totalmente del pacifismo y el ecologismo. Los tachan de irracionales, en contra de los avances tecnológicos y la evolución humana. En la serie lo cierto es que hay una cierta tolerancia hacia el ecologismo, pero barnizado de condescendencia (como en el caso de Mike, el hombre burbuja que padecía Sensibilidad Química Múltiple). Todo el pueblo, excepto Fleischman está a favor de cierto grado de violencia, considerando que es casi irreversible el uso de la fuerza.
También es llamativo el feminismo de Maggie. Un feminismo también criticado por otra piloto de guerra, que consideraba que las mujeres no eran aptas para alcanzar altos mandos en el ejército. Este personaje se enfrenta a Maggie por “obligarla” a ser feminista/mujer de su determinada manera. Maggie se disculpa al final del episodio. Además, Maggie no sólo es feminista, es una asesina de hombres, sus novios acaban muriendo en cada vez más estrafalarias circunstancias.
El neoconservadurismo, en su defensa de la libertad en asuntos públicos y su control de los privados, suelen considerar la religión como una institución que impregna la ideología, no sólo moral y religiosa, también la economía, la política, el pensamiento social e incluso la ciencia, aportando la espiritualidad, la cordura y la trascendencia necesarias para contrarrestar el frío uso de la razón. Como decimos en muchas ocasiones, cualquier religión implica una cosmovisión que afecta al resto de las ideologías. Incluso Chris En La Mañana cae en esta tentación.
Los neocons tienen el propósito de entrometerse en cualquier ámbito de la vida social, estar al tanto de toda la información sobre cualquier aspecto o suceso, si es posible antes que nadie, para valorar si hay que dar publicidad o encubrir. Siempre con el pretexto de hacerlo por el bien de la comunidad, salvaguardar la paz y el orden social y no violentar la mentalidad de las personas. Maurice es casi una caricatura de esto, y el episodio en el que el extraño Adam informa de las investigaciones secretas sobre torturas a través de las plantas, lo lleva al delirio.
Su visión antropológica dista de la bondad innata del hombre. Sin embargo sí que consideran al hombre como un ser susceptible de perfeccionarse, de un crecimiento constante y un con una sed infinita de conocimiento, sobre sí mismo y sobre el universo. Las diatribas de Chris Stevens desde KBHR abundan en este tema.
And so on… No quiero tampoco hacer un exhaustivo repaso de las características de un movimiento, de por sí heterogéneo y a veces contradictorio, pero creo que quedan recalcadas algunas pautas que no son meramente de algún personaje, sino que asume la serie en sí misma.
Los grandes relatos, el progreso, la riqueza personal y comunitaria persisten ahí, de una manera crepuscular, como en el western contemporáneo. Pero mucho más presente está la añoranza de los tiempos y las tradiciones. Se respeta la violencia y el ansia de enriquecerse siempre que se tenga buen gusto. Nada de cambio social, o de igualdad. Se mantiene el estatus y las tradiciones.
Todas estas tendencias, especialmente los vicios, se advierten todavía más en los epígonos, en las malas copias, como Everwood, o la española Doctor Mateo (infame al final). Lo que me lleva a otra reflexión. Pero eso, queridos, es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
Y es que en el fondo nunca hemos sido posmodernos.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Doctor en Alaska: En ocasiones veo neo-cons (1)



Mi amigo, el gran sociólogo José Antonio Cerrillo, reivindicaba hace unos días el hito que supuso la serie Doctor en Alaska (pésima traducción para Northern Exposure) en esta nueva edad de oro de las series de televisión. Las casualidades del destino han hecho que esté ahora mismo revisitándola. Desde el principio, capítulo a capítulo, disfrutando de cada uno de ellos. Cuarenta y cuatro minutos de complejidad narrativa, buena interpretación, ingeniosos argumentos y brillantes diálogos de unos personajes adorables en un paisaje paradójicamente cálido aún en sus gélidos inviernos.
El desencuentro entre José Antonio Cerrillo y un servidor estriba en que, a pesar del innegable fondo posmoderno de la serie, sostengo que puede hacerse una lectura neo-conservadora de su mensaje. Aquí están mis argumentos.
A favor del enfoque posmoderno de la serie está una impresión general. Y, desde luego, los parlamentos del locutor Chris Stevens en la radio KBHR o K-Oso, lo que me lleva a confesar que fijándose uno se da cuenta las incoherencias y los errores de traducción en muchos episodios, que en ocasiones dejan incomprensibles algunas situaciones. Chris de la mañana representa el típico intelectual posmoderno. Un chico de la calle que acabó en la cárcel, donde descubrió a Walt Whitman, lo que le salvó la vida. Sin estudios formales, es capaz de tener una erudición enciclopédica y una capacidad de integración de conocimientos de diversas ciencias y teorías, de diferentes sociedades del presente y del pasado. Encarna este personaje la actitud de tolerancia hacia las diferentes culturas, sin ser capaz de decidir cuál es la mejor.
La actitud de los habitantes del pueblo hacia las supersticiones, las creencias de los nativos americanos o los caprichos pretende mostrar una tolerancia universal muy en el estilo de que lo que la pedagogía posmoderna parecía pretender. No es que se plantee una decostrucción de las creencias o se analice ningún dispositivo de saber/poder foucaltiano, simplemente se deja estar. Es el resultado de algunas décadas de estudios culturales en las universidades norteamericanas.
El supuesto racionalismo de Joel Fleischman es la única creencia no respetada por la sencilla comunidad de Cicely. Parece que se ha aprendido bien la lección de Horkheimer y Adorno cuando atacaban a la Razón como se atacaba al monarca absoluto. Se equipara la práctica médica del neoyorkino con las de Leonard, el chamán nativo, con la salvedad de que es este último quien muestra la sensatez ante los abusos del racionalismo occidental.
Precisamente Leonard protagoniza un episodio (Disputa familiar, Temporada 4) que es paradigma de lo posmo. Además de chamán, Leonard se encarga de tallar los tótems familiares. En esta ocasión erige el correspondiente al clan de los Osos, que es el de Marilyn. Sin embargo, la ceremonia termina en conflicto con otro clan por una disputa sucedida en 1934. Leonard se niega a retractarse de su obra de arte y ni siquiera intenta comprobar si las acusaciones mutuas son ciertas. Al final la solución viene inspirada por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones. Igualdad de tiempos de emisión. Se erige un nuevo tótem familiar exactamente igual al original salvo por que se ha eliminado el motivo de la confrontación. No se trata de averiguar la verdad, sino de dar la oportunidad a todos de contar su propio relato histórico familiar. Lyotard estaría satisfecho.
Pero por otra parte, creo firmemente que la serie transmite una clara intención conservadora. El pequeño pueblo de Cicely es una muestra del espíritu back to basis tan querida a los norteamericanos. La esencia de la autenticidad, la llamada de lo salvaje desconfiando de la administración federal, incluso de las fuerzas del orden (no tienen ni siquiera policía). Los habitantes auténticos no se necesitan más que a ellos mismos.
Dejando de lado la discriminación que tienen los nativos americanos, que ocupan lugares muy secundarios en la serie y más aún en la realidad de la ficción. Ed Chigliak es un chico para todo, sin personalidad ni capacidad de enfrentarse a los verdaderos peces gordos. Marilyn no tiene apenas voz, en las primeras temporadas ni siquiera aparecía en los créditos iniciales. Los importantes son blancos anglosajones. Maurice Minnifield, el ex astronauta potentado, es el verdadero cacique del pueblo. Él ha traído su dinero y su visión. Compró miles de hectáreas y cuida del pueblo como si fuera un padre, algo distante y exigente, pero siempre vigilante del bien de la comunidad. Es el paradigma que Lakoff describía en No pienses en un elefante. El conservador como padre de familia.
En el episodio en el que se convocan elecciones municipales (Democracia en América, Temporada 4), Maurice, partidario de mantener el status quo, añora con Edna, la aspirante a la alcaldía, los tiempos en los que ambos llegaron a Alaska y disponían de todo a su disposición. Ese mundo, suspira Maurice, ha acabado, llegarán los burócratas, el Estado, las imposiciones. El estado de naturaleza dejará paso a la civilización.
Más que anarquista, esta visión individualista es neo-conservadora. El espíritu libre tiene que ver con la negativa a pagar impuestos (Holling no ha pagado en décadas) más que con aspiraciones ácratas. La comunidad es lo importante y todos se pliegan ante el bien de la comunidad, representada por las fuerzas vivas. Maurice, Holling son los que dominan el pueblo e imponen sin ningún tipo de negociación sus visiones de negocio y de vida. En el fondo son buenas personas, pero no dejan de ser poderosos que sienten compasión.
Maurice vende una propiedad a una pareja de inversores que montan un hotel. Sin embargo monta en cólera cuando descubre que son una pareja homosexual. Termina por tolerarlos –pese a la náusea que le producen- porque respeta su espíritu empresarial y por el pasado en la Armada de uno de ellos. Ese desprecio lo vuelve a mostrar cuando aparece un vagabundo en el pueblo hasta que, de nuevo, su pasado en el cuerpo le hace reconsiderar su postura. Y cuando Chris hace referencia en la radio a la homosexualidad de las fundadoras del pueblo, Minnifield lo censura violentamente.
Es una tolerancia en el peor sentido de la palabra. No implica respeto –tolerancia progresista–, sino egoísmo. El pueblo en sí también se supone que muestra un espíritu tolerante ante los demás, los del circo, los huraños montañeros, los indios, las visiones… y esto enfurece a Fleischman. En muchos episodios el doctor es vapuleado a causa de su intolerancia por Maggie. A este proceso se refería Zizek cuando se mostraba contrario a la tolerancia. Los “tolerantes” miran por encima del hombro a los demás, a las culturas “exóticas” como excentricidades pintorescas y a los “racionales” porque no son lo suficientemente tolerantes y modernos.
Es muy llamativo el episodio en el que niegan las vacaciones al doctor Fleischman y éste decide ponerse en huelga (Luces del Norte, Temporada 4). El pueblo entero le demanda y Maurice, sin esperar a las autoridades, lo desahucia y lo presiona confiscándole los bienes. Joel, al final, se deja vencer. Explica a Marilyn que hay tres tipos de peces, los que se mueren luchando contra corriente, los que se dejan llevar por la corriente y los que nadan con la corriente.

martes, 23 de septiembre de 2014

Luis Castro Nogueira dice adiós a Serenus Wiesengrund





Hace ya dos años que defendí mi tesis doctoral sobre sociología del secreto. Fue Luis Castro quien hizo que me decidira a tomar ese tema. Él impartía un curso de doctorado sobre la sociología del secreto en la UNED y había empezado a investigar con su amigo el poeta Mariano H. de Ossorno. Me propuso trabajar con él en esa línea y no me lo pensé. A partir de ese momento ha sido mi mentor, por dirigirme la tesis, porque he aprendido tanto de él. Luis murió el pasado jueves. Todavía no me he recuperado.

Luis Castro era de origen gallego pero se había convertido en un madrileño. Fue durante unos años catedrático de instituto y después profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Estudió filosofía y realizó su tesis sobre la Escuela de Frankfurt y luego empezó a especializarse el espacio-tiempo social. Comenzó en la revista Archipiélago y junto con Mariano H de Ossorno publicó un volumen con un título hermoso, Ensayo general para un ballet anarquista (Libertarias, 1986) y luego Tiempos modernos, (La General, 1991). El estudio sobre los ETS tuvo su culminación en La risa del espacio (Tecnos, 1997). Este ha sido uno de los desafíos intelectuales más estimulantes a los que me he enfrentado. Una prosa brillante, densa, llena de ecos y referencias (el propio título es un homenaje a la Poética del Espacio de Bachelard), una catarata de ideas, autores, no exenta de ese humor tan especial que tenía Luis. 

El Espacio-Tiempo Social es un campo de estudio apasionante, intenta analizar el imaginario sobre el tiempo y el espacio que modula y es modulado por las sociedades. Sobre todo en esta época en la que el espacio cobra cada vez más importancia, contrariamente a lo que sugieren términos como des-localización. Para mí supuso una verdadera revolución intelectual. Luis Castro, además propone una serie de herramientas conceptuales que me han resultado útiles y sugestivas para entender el secreto como un lugar y la sociedad como flujo. El propone analizar los plecktopoi y las plikas, las curvaturas de ese Espacio-Tiempo, con sus tensores y atractores extraños –conceptos tomados prestados de las geometrías del caos–. Los regímenes de visibilidad, por ejemplo, que hacen que ciertas calles, ciertos barrios, ciertas realidades desaparezcan de nuestros mapas mentales. Las coartadas ideológicas para realzar otros ámbitos, otras plazas, desde una perspectiva global hasta las más pequeñas barriadas. Desde el complejo de Edipo según Lacan hasta la chaos politics. No queda más que asumir la fluidez de la sociedad. Los exteriores y los interiores. 

Una vez acabado el ciclo, Luis emprendió una tarea hercúlea, resituar la sociología academicista en un nuevo paradigma. En su Metodología de las Ciencias Sociales (escrita junto su hermano Miguel Ángel y Julián Morales, Tecnos, 2005) arremete con una visión estrecha de la sociología que aprendió de Bourdieu que los individuos son meras esponjas que asumen su clase social sin mayor mediación. Eres de clase alta, te encanta la ópera, la tortilla deconstruida y desprecias el cine de acción. Eres del proletariado y no sales de la tasca y el fútbol. Hay que poner la atención en los procesos de subjetivación que cada individuo pone en marcha para asumir esas influencias, a veces contradictorias, de su ambiente. Si la sociología de Bourdieu había descubierto el bosque, Luis Castro se proponía identificar todos los árboles y arbustos, con sus bichitos y líquenes. Para comprender mejor cómo se producían estas incoherencias de obreros que votan a derechas, de intelectuales comprometidos y demás marginalidades, Luis resaltaba los ingredientes bio-psico-sociales con los que contamos los seres humanos, el socius (lo que depende de las estructuras sociales), corpus (la dimensión pulsional y orgánica), animus (dimensión imaginaria), habitus (las costumbres – Bourdieu – que hacen posible la reproducción social) y fluxus. El Fluxus (flujo, en latín) es la dimensión psicobiológica responsable de la empatía y fascinación compartidas, las derivas amnioestéticas y la creatividad individual y cultural, esas burbujas de intimidad de las que habla Sloterdijk y a las que Luis se refería tan gráficamente la primera vez que estuve en sus clases.

De ahí pasó Luis Castro a atacar el problema desde la raíz, apoyándose en la psicología evolucionista y junto a sus hermanos Laureano y Miguel Ángel. Dos libros a medio camino entre el manual y el ensayo: ¿Quién teme a la naturaleza humana? Homo Suadens y el bienestar en la cultura (Madrid, 2008) y más tarde, Ciencias sociales y naturaleza humana: una invitación a Otra Sociología (en colaboración con Miguel Angel Castro y Julián Morales, Tecnos, 2013). El concepto de Homo Suadens es mucho más revolucionario y liberador de lo que a primera vista podría parecer. No sólo se trata de demostrar que somos animales (¿hay alguien todavía que no lo tenga claro?), sino que la animalidad propiamente humana es social. No gregaria, como dicen algunos sociobiólogos, sino también micro-social, íntimamente social, radicalmente social. Frente a la ficción, la peligrosa ficción del individualismo metodológico, los hermanos Castro Nogueira proponen un nuevo modelo de naturaleza humana. 

Freud recogió muy bien el espíritu de quienes veían en las relaciones sociales una condena, por eso tituló uno de sus ensayos El malestar en la cultura. Venía a defender que la sociedad más que coartar los impulsos naturales, los castraba y las soluciones vendrían por la sublimación o la neurosis. El Homo Suadens vendría a demostrar lo contrario, que estamos programados para vivir juntos, para imitarnos unos a otros, para sentirnos recompensados por el beneplácito de los otros, para evitar conductas que susciten la censura de nuestros congéneres. Es la lección de Gabriel Tarde que quedó olvidada tras la arrolladora personalidad de Durkheim.

El aprendizaje assessor (de aconsejar) nos dio una ventaja evolutiva ciertamente. Si los pájaros aprenden a volar de una vez, los humanos somos capaces de aprender por fases, guiados por los mayores, por los iguales, cuyos rostros nos sirven de aliento. El Homo suadens explicaría por qué nos buscamos unos a otros, y los procesos de subjetivación quedarían incardinados en esa fascinación diferencial, biológicamente anclada, para hacer caso al Otro y crear burbujas de bienestar donde cobijarnos y respirar juntos (sinneontes). Esta facilidad para fascinarnos explicaría, por supuesto, la creación de cuadrillas, de clubs de fans, pero también de escuelas filosóficas. ¿Cómo si no iban Sócrates o Heidegger a congregar a su alrededor a discípulos entusiasmados con esa nueva gimnasia mental tan abstrusa? Contagiándose corporalmente, emocionalmente, mentalmente… De esta forma se supera la división natura/cultura, dando sustento a aquel discurso de Pico Della Mirandola en el que Dios no ponía al hombre ni como las bestias ni como los ángeles, dándole la posibilidad de arrastrarse por el suelo o elevarse a las nubes. 

Tenía un proyecto muy avanzado sobre Madrid durante los primeros días de la Guerra Civil. Intentaba, asumiendo la mirada a ras de suelo, conociendo todo lo que pasó en la capital, para demostrar que durante la guerra, se tendía la ropa, se conspiraba, se era de las milicias y se rezaba, se jugaba entre cascotes y se volvía disparatado controlar a los reporteros extranjeros desde el Edificio de la Telefónica. El mismo espacio (físico, político, mental, imaginario) vivido de maneras diferentes, contradictorias, personales.

Admiro de Luis su capacidad para nombrar, con un aliento poético poco común y un sentido del humor brillante, con una rara habilidad para conjugar autores crípticos con referencias a la cultura de masas, de David Lynch a Madame Bovary. Admiro la capacidad increíble de in-corporar, asimilar y explicar tantísimas teorías, datos y autores de una vez. Aprendí tanto de él que intenté asimilar su estilo escribiendo, que cité a Dylan y a Gracián en la misma frase, tan cercano me parecía en espíritu.

Pero admiro sobre todo su generosidad, intelectual y humana, el cariño con el que conté desde el principio. A vuelta de correo, tras echarle un vistazo a mi primer trabajo de doctorado, ya me envió un capítulo del libro en el que estaba trabajando donde entablaba diálogo con José Luis Pardo. Me regaló ánimos y palabras de aliento, una confianza en mi trabajo mucho mayor que la que yo mismo tenía. Y durante su enfermedad siempre tuvo un momento para alentarme a publicar mi tesis, a podarla y disfrutar de su re-creación en forma más amena. 

Tenía una personalidad vital, arrolladora, verlo hablar, emocionarse, como en Sevilla, en un Coloquio sobre la Ciudad Viva, cuando acababa de enterarse de que sólo contaba con media hora, era ciertamente grandioso. Su entusiasmo, su pasión, su visión certera y esa fuerza para transmitir sus intuiciones y seguridades eran contagiosos. Tuvo una fuerza excepcional para asumir su enfermedad y hablar con él, aun notando su debilidad, siempre reconfortaba. 

Luis admiraba mucho lo admirable de ciertos autores, pero no tenía dioses, así se llamaran Pierre, Michel, Gilles, Peter, José Luis o Ignacio. Intelectual y práctico, anarquista por encima de los propios anarquistas, siempre con los pies en el suelo y la cabeza mirando arriba, no por encima del hombro de nadie, sino elevándose para poder tener perspectiva y bajando de nuevo, porque, como De Certeau nos enseñó, desde lo alto del World Trade Center, no se ven los hombres, se ve la geometría y las personas parecen hormigas. Luis nunca olvidó a las personas, ni como horizonte teórico, ni como verdadero amigo, aún en sus momentos más duros.

Seguro que han quedado muchos otros viajes pendientes, como esa Sociología Fantástica, que hubiera comenzado con la sociología del secreto. Me pregunto ahora qué pasará con todo eso, qué dirá ese extraño intruso, Serenus Wiesengrund, que tan sabiamente guio a Luis en aquellos momentos difíciles.
Hoy no puedo todavía hablar con más sentimiento. Se me encoje el corazón. Sólo decirte, adiós, maestro, amigo, compañero, un saludo, un abrazo con toda el alma.