miércoles, 28 de noviembre de 2018

Reseña de Gracia Aguilar Almendros: ‘Libérame Domine’. Pretextos. 2017.


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Libérame Domine es un poemario premiado con el XVIII premio de poesía ‘Emilio Prados’. Gracia Aguilar, albaceteña, ejerce de profesora de IES y ya es conocida por su participación en revistas literarias y aparece en diversas antologías. Este volumen podría leerse como un ensayo sobre la reacción ante el dolor, el mal y sufrimiento. No es extraño, pues, la referencia a la misa del Réquiem y la terminología eclesiástica. Por eso podemos suponer una referencia a la noche del alma que sufría san Juan de la Cruz en el título de la primera parte Aunque es de noche. Destacar el buen gusto de citar al poeta Juan Antonio González Iglesias
                La construcción de los poemas, aun siendo de temática confesional, se apoya en la narratividad usando con destreza una técnica impresionista: “Señor, líbrame de la muerte eterna. / Yo que siempre creí / en un final / con azotea luminosa, / hoy dudo. /… / ¿Grité feliz / como un blanco animal / sobre una cama? / ¿Escuché un día los latidos  de Ruth? /… / Perdida estoy, señor, / cógeme de la mano, / hazme danzar / como a un derviche, / embriagándose de luz” (Libérame domine).
                Es el miedo uno de los asuntos principales de este poemario, así, en abstracto, el temor al miedo mismo: El miedo, noli me tangere; “El miedo fue como un lugar comido / por las termitas” (el miedo). Gracia Aguilar se presenta en una faceta activa y luchadora frente al sufrimiento y los peligros y la brutalidad  a los que se ha ido enfrentando en la historia personal de su yo poético: “Mis guantes mienten; / bajo la lana rosa / son guantes de boxeo. /… / Tenía dieciocho / cuando por vez primera / intentaron violarme, / y vente la segunda. / No pudieron, pues soy / una pequeña boxeadora afortunada” (autodefensa).  Puede decir orgullosa a ritmo de Fatboy Slim: “Soy / diana cazadora, / latidos y sudor” (pájaro).
                Los afectos, la ternura (“Sacudo / mi nuca estremecida / por la ternura de la peluquera”,  mechas) se van abriendo paso en la trayectoria vital de la voz narrativa del poemario: “Y mendigando así mi amor, / callada y blanca, / la ciudad / se me ofreció por fin” (Campobasso).
                En la segunda parte, Mitología familiar, podemos asomarnos a los orígenes de gran parte de los conflictos a los que se viene refiriendo en los versos anteriores. Se habla del peso de la herencia: “Una mitología familiar / gracias a la que recuerdo hoy / otro mundo más limpio, / intacto, / anterior al divorcio / y a la especulación inmobiliaria” (mitología familiar). No reniega de la propia historia en aras de una infancia idílica (“Sentir cerca su olor / es saber que lo abstracto / no te atrapará nunca”, Clara). En cierta forma rechaza aquellas que pretenden siempre da runa imagen de calma y de perfección, que no se ensucian con la vida: “Hay familias que bajan las personas / si el aire huelle a lluvia, / para que no se ensucien los cristales” (educación poética)
                Entendiendo la sororidad como salvación, rescata en Bailando con lobas también el clásico  Mujeres que corren con lobos, de Clarissa Pikola para hablarnos de la mitología de la mujer salvaje: “Siento la cálida respiración / de la manada” (bailando con lobas). Una exigencia de lo esencial y biológico, de lo animal que se retuerce: “Arrebatada / por una mezcla / de oxitocina y éxtasis, / completamente abierta, / soy como un animal / que palpa la textura / de otro animal / de igual sabor // Y bramo, / sonrío y muerdo. / Y soy sagrada, / soy mística, / y soy verdad. / Y no desaparezco / en esta noche oscura” (no tenemos ya costumbre de nombrar así al amor). Una reclamación de lo carnal, por eso “lámeme el alma” (el extranjero) y un rechazo de la cosmética –artificial– para camuflar el miedo y lo salvaje, lo natural, lo real: “Hace meses que huelo a miedo / ácida, corrosiva. //Nivea puede hacer que cambie”.
                En capitalismo se muestra más combativo, más social y hace uso de más recursos rítmicos y en permanece opta por un poema más largo, más narrativo: “En las afueras miras / los barrios despoblados / al fin comprendes / que el extranjero también era esto”. El siguiente, sueño, ya en la última sección, Finisterre, es igualmente largo, conjugando la narración con un tono descriptivo. en él aboga, como conclusión, por proteger la propia identidad sin renunciar al estar-en-el-mundo: “Es el final / de la Yo Transparente. /…/ (Tienes razón: tengo heridos los labios, / mas no los ojos)” (finisterre).

domingo, 25 de noviembre de 2018

Perder amigos


Es posible que uno escriba un blog para dejar claro qué opinión tiene sobre las cosas. Sin embargo, en ocasiones, es más una oportunidad para poder reflexionar. Una especie de diálogo en dos fases. Una con uno mismo, mientras escribe, poniendo en orden los pensamientos, viendo los puntos débiles, asegurándose de que transmite lo que quiere transmitir… La segunda fase se da gracias a la magia de las redes sociales, recibiendo el feedback (o no recibiendo, que también es información), y los comentarios. Tengo suerte con quienes me leen. Su generosidad es de mayor calidad que mis argumentos.
                Creo que he tenido mucha suerte en no tener ningún troll por ahora, ningún hater. Quizás es mejor no tentar a la suerte, que suele tener mucho sentido del humor. O a lo mejor resulta que me tratan como Rick (Bogart) a Ugarte (Peter Lorre) en Casablanca. Lorre le dice a Bogart, “Me desprecias, ¿verdad, Rick?”, éste le contesta: “Si pensara en ti lo haría”. No debemos desechar la hipótesis de la ignorancia.
                Igual debemos aprender esta lección y separarnos de quienes nos resultan dañinos, esos a los que llaman “personas tóxicas”. Sujetos que nos sujetan y emplean toda su ciencia en amargarnos la vida, así, sin ningún motivo en especial, porque les sale así.
Hay por ahí quien dice sabiamente que no se deben perder amigos por cuestiones políticas. Creo que estoy de acuerdo. Que alguien vote a un partido que no sea el que yo defiendo no debería estar por encima de la amistad. Diría que es sano tener amigos con otras sensibilidades. Así nos evitamos la polarización y los extremismos. Una de las razones por las que los enfrentamientos son cada vez más encarnizados es por la falta de empatía, por un déficit a la hora de suponer que el Otro tiene razones razonables. Tendemos a suponerlos poco reflexivos, interesados o, simplemente, estúpidos. Tener amigos que puedan defender honestamente una posición contraria nos facilita ver diferentes opciones sobre las cuestiones candentes. Tenemos la certeza, gracias a ellos, de que otras visiones son también razonables. Lo decía Juan de Mairena y lo suelo repetir a menudo, el diablo no tiene razón, pero tiene razones.
Ya, pero… Y si el partido en cuestión es el nazi, y si las ideas políticas son las de exterminar a los inmigrantes subsaharianos o despreciar sudamericanos. ¿Está bien seguir siendo amigo de alguien así? Una cosa es que alguien aborrezca la labor del Estado como redistribuidor de la riqueza o alerte sobre los manejos de las grandes corporaciones en pos de una liberalización de los mercados y otra, muy distinta, que sostenga repetidamente que a las mujeres haya que tenerlas en casa con la pata quebrada.
Quizás tenga un ramalazo masoquista, pero, de vez en cuando, me gusta pasear por las comunidades de opiniones políticas muy distintas a las mías. Esos azotes del progre, o los anti-loquesea que exponen con poca diplomacia una ideología que no comparto en absoluto. Es un buen ejercicio. En primer lugar, porque asombra ver cómo puede uno y los otros estar inmersos en burbujas con tan poco en común viviendo en el mismo planeta y viendo los mismos telediarios. Cuando observo lo absurdo y tautológico de sus planteamientos me vuelvo inmediatamente hacia los míos. No quisiera pecar de los mismos vicios epistemológicos. Incluso, a veces, he cambiado de opinión, o, al menos, matizado algunas.
Me asusta, eso sí, la agresividad de algunos foros. También me preocupa la proliferación de bulos porque intento ponerme en el lugar de quien es capaz de creer ese tipo de cosas. Debe tener una opinión muy enferma sobre sus adversarios políticos, o sobre ciertos grupos sociales, o ciertos países. No es nada nuevo, los forofos de un equipo de fútbol están dotados de un superpoder en la vista para algunos fuera de juegos y les ciega algunos penaltis. Lo que sucede es que el fútbol es fútbol y a escala de aficionados no deja de ser un entretenimiento sin mucha repercusión. Pero si de ahí pasamos a los grupos ultra… entonces es para echarse a temblar.
Pues esa misma duda me asalta en cuanto a las opiniones políticas. No suelo retirar la amistad a casi nadie y no he tenido que bloquear a nadie en Facebook. Las dos veces que he retirado la atención ha sido por comentarios sistemáticamente desdeñosos hacia las mujeres. Cuando alguien es muy pesado, inaguantable con algunos temas, dejo de seguirlo y en paz.
¿Puedo seguir la misma pauta en la vida real? No se trata de dejar de hablar a alguien porque sea votante de Vox. Si se trata de una persona honesta, que tiene sus razones, procuro dialogar, explicar por qué deben existir los partidos independentistas según mi opinión, aunque no comparta para nada los presupuestos y mucho menos los actos de los independentistas. Conozco a muchos militantes y simpatizantes de los partidos tradicionales que no se diferencian en lo más mínimo con estas ideas de Vox. Sé que son inmunes a la información y seguirán enrocados en sus ideas básicas y sesgadas. No me importa, me conformo con que se escuche otra voz.
Igual pasa con actitudes poco comprensivas con el feminismo. Lo que me preocupa es el paso siguiente, por ejemplo, actitudes abiertamente machistas, pero de tipo vengativo y agresivo, que muestren un desprecio grande hacia otras minorías, que pretendan eliminar los derechos de quienes no piensan como ellos. Me pregunto, ¿cómo puedo ser amigo de alguien así? A lo mejor nos conocemos desde el colegio y no hemos tenido ocasión de hablar en profundidad más que de temas del trabajo o la familia. Y, en un momento dado, surge una cuestión polémica y acabo asustado. Supongo que me iré alejando poco a poco en el trato. Y, no sé, terminará por extinguirse la mínima amistad que nos uniera.
A veces pienso en voz alta a través del teclado.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Reseña de María Marín: ‘El desafortunado intento’. Boria Ediciones. 2018


Resultado de imagen de maría marín desafortunado intentoLa joven María Marín se ha fogueado en La Galla Ciencia y El coloquio de los perros. Es graduada en Lengua y literatura españolas y ejerce de correctora profesional de textos por la Universidad Europea de Madrid. El prólogo de Daniel J.L. Rodríguez ayuda a situar temática y estilísticamente la propuesta de este desafortunado intento. Quizás pueda sonar algo prematuro para un poeta joven hacer lírica del fracaso, sobre todo porque se corre el riesgo de caer en la pose y en el cliché. De todas formas, desgraciadamente, nunca se es demasiado joven para haber sufrido los golpes de la vida y las decepciones de los sueños.
                Combina María Marín el intimismo e ironía a partes iguales, una cierta actitud de realismo bastardo, asumido con sarcasmo, como el caníbal que pregunta a su psiquiatra:
“Dime, ¿piensas en mí
como yo en ti?”. Porque “Los caníbales siempre se me cuelan
en la consulta del psiquiatra
/… /
 a quién no le gusta
de vez en cuando
sentir que lo desean” (La consulta)
No duda en saltar hacia el humor negro:
“Él le hacía el amor
todas las noches, con rabia.
Ella llevaba tiempo
fría como el hielo.
Un día
él no pudo más,
y decidió
que ya era hora de enterrarla”
En este viaje se siente acompañada de escritores, artistas del cine, la televisión o la música: Burroughs, Kerouac, Agatha Christie, Chuck Berry, Dire Straits, Keats, Lewis Carrol, Harold y Maude (de la comedia negra televisiva), Salinger, Panero, el último Ben Clark, Sylvia Plath: “Y si no te gustan los Beatles / es que no entiendes una mierda / de música ni nada que se le parezca” (De entendidos y esas cosas). Oasis se mezcla con Virginia Woolf, Paul Auster y Bukowski. Recuerda también al gran José María Álvarez por el uso abundante de citas (Troya).
                Para crear la atmósfera adecuada, puede aprovecharse vocabulario coloquial (“gilipollismo”) o del uso de mayúsculas WhatsApp style mientras mantiene momentos de gran lirismo: “A esta casa le falta / un árbol en el centro…”. Gusta de la paradoja (“Estar a solas / contigo mismo / también es estar / con más personas / que no son tú”, Reunión) y de la reflexión, [“El mapa es, sobre todo, cambiante, y no hay manera de frenarlo (…). Los lugares que guardamos no siempre son agradables, / esto es algo muy a tener en cuenta; hay que estar preparado para todo si pretendes andar por esas calles, te puedes encontrar cualquier cosa”, Mapas] pero no esconde una querencia romántica hacia el abismo y la muerte (“Nunca sabréis / la de veces que he pintado / de rojo el asfalto / con solo asomarme / a la ventana”).
                Se puede apreciar en este pretendido catálogo de fracasos una lucha por acceder a la identidad propia (“Hay recuerdos / que se esconden / en el lugar más profundo / de un cajón, / solo para poder / mantenerse con vida”) que está decepcionada, sabiamente, ante las soluciones fáciles de la autoayuda y psicologismos de revista (“¿Han oído ustedes / de alguien a quien / le haya cambiado la vida / un manual?”, De manual). Y, en otros momentos, una especie de rendición, quizás de stand by, de apatía ante la muerte, ante los proyectos vitales, de mera contemplación de las olas: “Quizás las islas se formaron un día / porque alguien no encontró su tierra, / y lloró tanto que las lágrimas se hicieron mar // y él, / náufrago” (La formación de las islas).
                Uno de los sentimientos esenciales es el del abandono, que hábilmente se sitúa en la ciudad como paraje solitario. El desamparo, sin embargo, es tratado con una ironía trágica, autoinfringiéndose desprecio: “¿cómo te deshaces de ti misma / sin morir en el intento?”. En cambio, por lo que se refiere a los otros, a los seres queridos, renuncia al cinismo en la actitud dejando entrever los profundos sentimientos que se despiertan ante la posible ausencia: “Pero a veces prefiero pensar / que ciertas personas / no mueren. / Simplemente dejan su jaula / Y vuelan” (Pájaros). La muerte de los otros es, para el personaje poético de estos versos, mucho más trágica que la propia. En el poema Memoria toma, emocionada, la voz de su propia abuela.
                Alterna María Marín la primera persona de la poesía confesional (“Me doy miedo ahora mismo”; “Yo mastico / todas las noches / un trozo de barro. / Lo aguanto en la boca / y trago”, Todas las noches) con la forma de confidencia a un tú (“Hace tiempo que las emociones / las compras de contrabando / porque a mí ya no me salen solas”, Dentro), a una persona que escucha y que, sospechamos es el propio yo: “No puedo saber quiénes son / siquiera si soy yo misma quien ahora habla”. No deja de ser otro rasgo de una ambivalencia ante el yo que se manifiesta en el poemario: “Mi lugar mejor / soy yo, / y he decidido / quedarme a vivir / aquí, / conmigo” (Al otro lado).
                Con un desconcierto patente, el poeta plantea el sufrimiento como un interrogante: “A veces me pregunto / si acaso alguna vez / la tristeza / ha dejado vivo / a alguien a su paso / … /. A veces sé / que vivir es otra cosa” (A veces). Interrogante al que debe responder el propio ser humano porque  “Quien esperaba / una respuesta reveladora / de parte de dios”. Va acabando el poemario con La importancia de las cosas importantes es un texto enloquecido, como un monólogo interior para Sentir, Decir, Saber, una especie de recapitulación desengañada: “Quiero decir, digo, que la importancia de las cosas importantes no importa. No tiene una soberana mierda de importancia. Y esto es importante que lo sepamos”.
                Que no se nos olvide.