lunes, 26 de enero de 2015

La vehemencia de los imposible



Como he repetido en alguna ocasión, me gano la vida ocupando la mesa grande y el sillón más cómodo de un aula en un instituto. Después de los resultados de la evaluación creo que sería muy pretencioso decir que “enseño”. Estoy allí, lo hago lo mejor que puedo y capeo el temporal, aunque, todo hay que decirlo, este año no me puedo quejar en absoluto.
Lo que sí me llena de perplejidad son las reacciones que curso tras curso observo en los chavales cuando se habla de política. Y no porque haya debates partidistas, ahí no me meto, mejor dicho, ahí suelo meterme con todos; lo digo cuando se habla de Política con mayúsculas, cuando se plantean los grandes dilemas, las grandes propuestas ideológicas.
No voy a entrar a contar batallitas de cuando me llegaron al instituto dos padres dispuestos a ponerme una denuncia por explicar el concepto marxista de plusvalía. Creo que este desdichado incidente tuvo más que ver con las circunstancias especiales de aquel momento que por imprudencia propia, estupidez ajena o malinterpretación mutua. El caso es que, al explicar la historia de los siglos XIX y XX tiene uno que hacer referencia a materias sensibles, las ideologías liberales, las del movimiento obrero, el nacionalismo…
Explicar el mundo antiguo o medieval, igual que explicar a Platón, no supone un desafío al equilibrio ideológico de los alumnos (y sus padres). Nadie se siente amenazado cuando se explica el sistema esclavista, o la mentalidad teocentrista del medievo. Harina de otro costal es cuando entramos a explicar el liberalismo, el económico de Adam Smith o el político a partir de la Revolución Francesa.
Yo intento transmitirles el sentido global de estas ideologías. Y planteo cómo el liberal entiende al hombre como un ser que busca la felicidad, egoísta pero no malvado, a diferencia de ese lobo para otro hombre que sostenía Hobbes. Para buscar la felicidad, todos los hombres se afanan en conseguir riqueza (y aquí vienen una sarta de citas desde Mae West, Groucho Marx o Manolito el amigo de Mafalda). Sin ponernos materialistas hay que conceder que para la mayor parte de las necesidades humanas es necesaria cierta cantidad de dinero. La cuestión es que en condiciones de igualdad y libertad, alcanzarían la riqueza aquellos con más capacidad (inteligencia, talento o dedicación), mientras que los demás seguirán anclados en la pobreza.
Yo doy clase en un instituto que, sin ser marginal, tampoco podemos decir que sea de la élite financiera del pueblo, pero nadie se da por aludido. Nadie piensa que si su familia no es rica es porque son tontos. Nadie se ve insultado. Nadie se indigna de que los ricos acaben considerándose a sí mismos como los mejores, más inteligentes y más guapos (son la beautiful people).
Un tiempecillo más tarde le toca el turno al marxismo y al anarquismo dentro del movimiento obrero. Les doy una tabarra importante con la versión heavy del marxismo filosófico, que si modos de producción, que si superestructura, que si las condiciones materiales determinan la conciencia… Luego toca plantear el ideal del comunismo, la dictadura del proletariado y llegar a que cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad. Aquí sí que comienzan los murmullos, que si cómo va a ser eso que si yo soy más inteligente voy a rendir más y voy a cobrar lo mismo que otro que sea un flojo y un inútil, que si eso no puede ser, que nadie trabajaría…
Yo les pongo ejemplos, lo comparo con el funcionamiento de una clase. El liberal piensa que si todos están con su libro y libremente estudian el tiempo que quieran, los más inteligentes sacarán mejores notas. Y los otros hablarían de adaptaciones curriculares que pondrían facilidades a los que no pueden para que alcancen los mismos objetivos. Yo aquí ni entro ni salgo.
Pero lo más sorprendente es cuando se me ocurre preguntar qué pasaría si no hubiera leyes, ni policía, ni ejército, ni cárceles. Un sonido unánime en todas las ocasiones: ufffffff. ¡Esto sería un descontrol! Entonces hay dos tipos de clases, las que advierten horrorizados que todos robarían y las que aseguran con rotundidad que matarían. Yo, por precaución, recojo mis bártulos y doy el resto de la explicación pegado a la puerta. Por si las moscas.
Da igual que yo razone que el ser humano es bueno por naturaleza, que la sociedad nos hace competitivos o mil peripecias para que entiendan el pensamiento anarquista. Hay un rechazo total y absoluto. Me quedo perplejo, son jóvenes, no tienen responsabilidad dicen, pero están ya aprisionados por un pensamiento que les hace temer la libertad. No la suya, por supuesto, ellos querrían poder salir y entrar cuando les diera la gana; lo que pasa es que tienen miedo de la libertad de los otros.
Erich Fromm ya nos advirtió del miedo a la libertad que facilitó el camino a los fascismos. Preferimos, prefieren el uniforme en el colegio porque así no tienen que pensar lo que se van a poner cada día. Prefieren que se les mande, para saltarse la norma a la torera si hace falta. Y esto se encadena a otras ideas como la de legitimar las herencias. Ellos, que probablemente sólo podrán heredar un piso antiguo y con muchos gastos, se ponen de parte de los que heredarán Inditex y el Santander.
Hay un texto de Cánovas en el que batalla contra el sufragio universal porque los pobres, que son mayoría, acabarían con los ricos y les planteo por qué ahora, que existe el sufragio universal, no se han eliminado sino que todavía les beneficia el sistema jurídico y social. Un alumno ha tenido la clarividencia este año: porque esperan convertirse en ricos.
Todo esto me apena, realmente me apena esa vehemencia ante una libertad que consideran imposible, que jóvenes protesten con fuerza ante la posibilidad de que no haya leyes mientras que asimilan con comprensión la desigualdad de las fortunas, que nos puedan asustar con el caos cuando un pueblo democráticamente decide que sus ciudadanos son lo primero y que los grandes capitales y el mercado son secundarios. ¡Y si no, que pregunten a Syriza!

martes, 20 de enero de 2015

Ventajas de la corrupción



No, no es este un artículo de esos de al-revés-te-lo-digo-para-que-me-entiendas, ni pretendo hacerme el gracioso. Es que últimamente estoy quizás demasiado suspicaz y descreído. Parece que la campaña electoral ya ha empezado, y vamos a tener unos meses saturados de mensajes y mentiras, que si las municipales, que si las generales, que si adelantamos las autonómicas… Todos los partidos van a intentar rentabilizar lo que puedan. Es una lástima que se dedique muchísimo más tiempo y muchos más recursos a maquillar la verdad que hacer realidad los programas.
Los directores de campaña ahora están más pendientes que nunca de las encuestas, de los sondeos, de investigaciones sobre las preocupaciones, los problemas, la visión de los ciudadanos. Pero no para elaborar mejores políticas, sino para convencerles de que cada uno de ellos es quien mejor va a resolver, si no ha resuelto ya, la crisis en España y Europa (que Grecia nos queda cerca).
Me llama la atención cómo poco a poco van cambiando las preocupaciones de los españoles según las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas. Este organismo es dependiente del Ministerio de Presidencia, no es una auditoría externa, y probablemente “cocinarán” los datos para que salga a la luz aquello que al gobierno sólo lo que interese y de la manera que interese. “Cocinar” una encuesta es manipularla, y puede ser mediante un sesgo en el muestreo, las preguntas como por la manera en la que se agregan los datos, o las extrapolaciones con las que concluyen. Por ejemplo, se puede preguntar si se está preocupado por el terrorismo y marcar diferentes casillas, “mucho”, “poco”, “nada”… Al dar los resultados se suman los del “mucho” con los de “poco” si lo que interesa es recalcar que preocupa el terrorismo. Si queremos pasar como país tranquilo, se sumarán los “poco” con los “nada”, para dar la impresión de que no nos preocupa en absoluto. En fin, un peligro.
Entre las preocupaciones de los españoles está el paro, la crisis, los recortes, la corrupción, el terrorismo, los políticos… Cambia un poco cada vez, pero en los noticiarios se resaltan sólo las primeras, las dos primeras si interesan, las tres primeras si vienen bien, las diez primeras si con ello sacamos ventaja.
Por lo que parece a los españoles les preocupa el paro (75’5%), la corrupción y el fraude (60%), 24’9%, problemas de índole económica, los políticos (21%) y así hasta los recortes (2’8%) por ejemplo. Viendo la precisión con la que agregan se puede dar uno cuenta de que se podían unir varios indicadores: sanidad (10%) con los recortes, con las infraestructuras, problemas de índole social (10%), funcionamiento de los servicios públicos. O los bancos, las hipotecas y los desahucios. De esta manera pierden fuerza en el cómputo total.
Yo imagino que a los jefes no se les engaña y ellos ven los datos sin maquillar. Y toman las decisiones de las campañas de información. Poner el acento en que las preocupaciones económicas pierden peso frente a los problemas de corrupción o fraude les da pie para incidir en que los españoles ya no están preocupados por la economía.
No creo que sean capaces de hacer conscientemente un gambito y ofrecer a alguno de sus cargos, diputados, alcaldes o concejales como ofrenda al sacrificio por el bien del partido. Supongo más bien que ante la inevitabilidad de las medidas judiciales, se aproveche la jugada para desviar la atención.
No creo que lo hagan a conciencia, en primer lugar porque no los veo tan inteligentes. No pueden ser tan listos si necesitan tantos asesores. La prueba estuvo en las reacciones ante Podemos, que no tienen ni idea de cómo atajar y atacan por todos lados, aunque sean contradictorios sus argumentos.
Por ejemplo, la trama Gürtel o la operación Púnica centran la atención en, según el PP, “algunos” que se han querido aprovechar del partido. Según Rajoy, no es una trama del PP, sino “contra” el PP. Es de una desfachatez impresionante, como también es una desfachatez importante que el auto no considere al PP como financiado ilegalmente, sino como beneficiario. No sabía nada, pero debe devolver el dinero. Una ingenuidad de un partido en el gobierno que asusta tanto como considerarlo perverso.
Probablemente el juicio se demore, las penas se reduzcan, haya recursos y al final beneficios. Las personas concretas purgarán, como se supone que lo está haciendo Matas, pero el partido seguirá incólume. Antes de las elecciones se cierra la instrucción, pero el juicio llegará probablemente después. Ahora los dirigentes del PP podrán presumir de que son un partido limpio y que se libra de estos elementos indeseables. Vamos, que debemos estar orgullosos de ellos.
La avalancha de noticias sobre corrupción, Jaume Matas, Urdangarín, los Pujol, los EREs, las decenas de ayuntamientos son el bosque que nos impide ver más allá. Aunque la corrupción sea un grave problema, y nos haya hecho pagar a los españoles mucho más de lo que conseguíamos, la crisis no se origina por estos corruptos, ni, por supuesto por que hubiéramos vivido por encima de nuestras posibilidades, sino que esta estafa llamada crisis, tomando como excusa cualquier cosa (en España la burbuja inmobiliaria, en Grecia, los desfases contables oficiales, en EEUU la quiebra de Madof, etc…) ha servido para dinamitar los derechos de los trabajadores y pensionistas, para sumir en la pobreza a cada vez más gente, a crear una nueva clase social, el precariado, que no puede siquiera subsistir por la poca calidad del trabajo que apenas consigue, a destruir todas las esperanzas de cambio.
El caso es que ya no se habla en los noticiarios de las mareas blancas, de las protestas contra los recortes, del asesinato de las pensiones, de que los contratos laborales sean un abuso, de que a los docentes andaluces nos sigan sin pagar la paga extra, que se eliminen prestaciones sanitarias, que vayan desapareciendo de las listas de dependencia muchos por causas naturales o porque simplemente se les recalifican. Como los solares en la burbuja inmobiliaria, pero al contrario.
Es lógico el cansancio de tantos luchadores que han protagonizado marchas, realizados pancartas, redactado peticiones y quizás hayan decaído las protestas. Pero es más posible que no aparezcan en los medios, prefiriendo ocuparse de casos “puntuales” de corrupción, que siempre acaban entrando en el juego del “anda que tú”. Gürtel vs. EREs.
Mientras seguirán recortando, seguirán amordazando, seguirán con sus políticas de ajuste para que el 1% de la población tenga la misma riqueza que el 99% restante. Porque gobiernan para ellos, mienten por ellos y luego cobran de ellos.

domingo, 11 de enero de 2015

Arrimar el ascua a tu sardina



Esta semana hemos asistido a unos hechos macabros, los atentados contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo. Muchas han sido las manifestaciones en la calle, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las conversaciones. Mucha indignación por todos lados, pero no la misma indignación.
Es curioso cómo en estos tiempos inciertos se pueden hacer muchas lecturas de los acontecimientos. Para empezar, ni siquiera nos queda claro cuál es el acontecimiento. Lo podemos definir como un ataque, como un acto terrorista, como un atentado islamista, como acto yihadista, como parte de Al-Qaeda, como un mandato del Estado Islámico, como escaramuza de una guerra mundial aún no declarada oficialmente, como un burdo montaje.
No sabemos si son dos asaltantes que lo tenían todo preparado, aunque se confundieran de local. No sabemos si había una mujer que ahora supuestamente está en Siria. No sabemos si el asalto a una carnicería kosher forma parte del mismo acontecimiento. No sabemos por qué se ha suicidado uno de los investigadores de la tragedia. No sabemos ni lo que no sabemos, que diría el inefable Donald Rumsfeld.
Me asombra, en cambio, la rapidez con la que se conocieron los nombres de los hermanos Kouachi. Y también me asombra la claridad de algunas imágenes que se han conocido de la masacre.
En las reacciones ante la tragedia hemos encontrado de todo. Hay un sector muy importante que pone el acento en el ataque a la libertad de expresión. Por ejemplo, ahí estoy de acuerdo.
Aquí se abren varios frentes. Por un lado está cierta ideología islamofóbica que identifica cualquier musulmán con la yihad, y cualquier barbarie con el integrismo. Discrepo profundamente con este sentir. Cualquier credo, desde la religión al nacionalismo, las ideologías, incluso un equipo de fútbol, puede convertirse en integrista y violento. Crímenes atroces se han hecho en nombre del dios que prefiramos, Alá, Yahvé, Jesucristo, el dios Mercado, la dictadura del proletariado…
Más sibilinamente comentaristas de cierta ideología sostienen que el Islam es más tendente al fundamentalismo y es incompatible con la democracia, mientras que las libertades que tenemos, hijas de la Ilustración, son herederas del cristianismo. También discrepo profundamente de esta ilusión. Uno de los componentes más importantes de la Ilustración fue la lucha contra la religión, y la Iglesia luchó denodadamente, como sigue luchando ahora todavía, contra el pensamiento laico y aspira a imponer su moral y sus costumbres como leyes. La cuestión es que las sociedades contemporáneas no hacen (tanto) caso a las directivas religiosas. Si no prohíben libros es porque no les dejamos. Ahí están los casos de Javier Krahe, al que llevaron a juicio por cocinar un crucifijo, los anatemas contra las obras religiosas irreverentes. Quizás no ataquen con armas. Ahora. Y si no, que se recuerde el escándalo de la película de Scorsese y La Última Tentación de Cristo. O el nunca aclarado ataque de la ultraderecha a El Papus, durante la transición.
También he escuchado a algunos pedir a los estados y a las comunidades musulmanas que hagan pública la repulsa hacia el atentado, para dejar patente, dicen, que no todos los musulmanes son terroristas. La verdad es que el sólo hecho de pedir implica que existe esa conexión. Como se hace en España con el entorno abertzale y los atentados de ETA.
Desde otro punto de vista se manifiesta la repulsa al atentado pero se añade que quizás no era lo más adecuado criticar, hacer sátira sobre la fe de nadie. Hay que tener un respeto hacia las creencias de los demás. Vuelvo a discrepar. Debemos reírnos de todo, especialmente de las cosas más sagradas. Como he leído a Zizek, muy débil debe ser la fe de quienes se sienten amenazados por unas caricaturas. Machado decía que la fe de un pueblo que blasfema es una fe viva.
Además, hay quienes murmuran que no era muy inteligente atacar a gente tan violenta. Vamos, que se lo han buscado. Estamos en la misma onda que culpa a las víctimas de los crímenes, ¡si es que van provocando! Otra cosa es que no te guste ese tipo de humor, o que siempre se ridiculice a los mismos. Como hacen ciertas cadenas privadas que remedan sólo a un bando.
Que es una provocación está claro. Pero, ¿de quién? ¿Para quién? Para unos simplemente serán los musulmanes y esto es un choque de culturas. Para otros será consecuencia del colonialismo de las grandes potencias que ha creado el caldo de cultivo para estos integrismos antioccidentales. Otros sostendrán que es un ardil de estas potencias para justificar una guerra al terror. No sería la primera vez que, por ejemplo, Estados Unidos, provoca, o al menos, no previene un ataque para justificar la entrada en una guerra.
He leído muchas reflexiones muy sensatas, como la de José Antonio Cerrillo, que deplorando ante todo el atentado, explica las condiciones en las que fermenta ese tipo de islamismo violento. Occidente armó a los talibán en su lucha contra los soviéticos, a Sadam frente a Jomeini, pero prefiere ignorar a los kurdos frente al Estado Islámico.
José Manuel Benítez Ariza, en su blog Columna de Humo, acertadamente reflexiona sobre el fracaso en la integración de estos jóvenes que viven en occidente, conviven en sus comunidades, reciben una educación y una integración que no ha tenido efecto.
Afortunadamente tenemos quienes sitúan las masacres en su contexto y recuerdan que las principales víctimas estos días, de tantos días. son los propios habitantes, musulmanes ellos, de países como Iraq, Afganistán o Nigeria. O los resultados de políticas imperialistas que mantienen en la pobreza y enfrentados a tantos países de África, Asia o Hispanoamérica.
Pero tampoco sorprende los que se quejan de la falta de contundencia y piden venganza y pena de muerte. Hay quienes leen el macabro suceso en términos nacionales e imaginan que el buenismo de cierta izquierda española sería incapaz de responder con contundencia.  Ahí está Miguel Ángel Rodríguez que aprovecha para atacar a Podemos en twitter. Más aún, se culpa a la izquierda de ser tolerante con el islamismo y propiciar de esta forma los ataques. La ideología del relativismo cultural, dicen, provoca estos desmanes. Curiosa forma de estar a favor de la libertad de expresión es esta que no confía en la autocrítica.
Está claro, y en esto el test de Rorschach es un ejemplo canónico, que cada cual entiende las cosas desde su posición. Es lo que estoy haciendo yo mismo. No es egoísmo, es más bien un defecto de fábrica que nos hace comprender el mundo desde nuestros propios parámetros. Pero es que hay parámetros completamente desmadejados.
Me gustaría pensar que los lápices son más potentes que las armas, que la pluma es más fuerte que la espada. Ojalá.