domingo, 30 de junio de 2019

Las trampas de la memoria


Hay entre el sector más conservador una alergia, porque no puede ser denominada de otra forma, a retomar el pasado desde el presente y huyen de cualquier manera de valoraciones sobre la dictadura franquista y su represión o sobre el golpe de Estado que derrumbó la II República y las represalias. Se enzarzan en una escalada de medias palabras, de reproches hacia la represión roja para saltar sobre el tema y no pronunciarse en contra. Como si recordar los asesinatos de maestros o sindicalistas fuera a borrar los de curas y políticos de derechas. A lo sumo un “en todas partes hubo desmanes” equidistante y falso.
                La memoria democrática exige que queden claros estos hechos, que se recuerde a las víctimas, que se retiren los homenajes a los represores, que no olvidemos la brutalidad hacia colectivos como los homosexuales o la discriminación de la mujer que hasta cerca de la muerte del dictador no podía ser independiente y hasta bien entrada la democracia no tenía las mismas obligaciones que su marido en el matrimonio.
                La nueva política, además, está planteando repensar el relato de la Transición, ese que mitificó a Adolfo Suárez, Juan Carlos I y Fernández Miranda y que tuvo a Victoria Prego como profeta. Esa “Inmaculada Transición”, como la denominó Gabriel Albiac porque pasó del Franquismo a la Democracia sin romperlo ni mancharlo, fue un duro camino de cesiones. Y los movimientos sociales y grupos como Podemos o la nueva Izquierda Unida, nuevas generaciones de dirigentes, están por cuestionar este relato denunciando la famosa máxima de El Gatopardo. Algo cambió para que todo siguiera igual. Suárez, como un tahúr del Mississipi (Guerra dixit) engaño a militares y a comunistas y cameló a la opinión pública con su gabinete de ministros educados en la administración franquista. El arte de la manipulación política (Josep M. Colomer).
                Por otra parte, el sector más reaccionario de la sociedad recuerda con razón que la memoria histórica tiene que también asumir la violencia terrorista de ETA. Repiten la consigna, como si los asesinatos con el tiro en la nuca justificaran a posteriori los fusilamientos del 36. Es de justicia reconocer a esas víctimas y creo que la sociedad española y la de Euskadi en concreto está por la labor. Otra cosa muy diferente es que haya un reducto igual de impermeable al dolor causado que intente cualquier tipo de maniobra dialéctica para no dar su brazo a torcer y esté dejando caer como un sonsonete los excesos de la lucha antiterrorista, sin duda una mancha imperdonable para una democracia.
                Que los deseos de independencia pudieran ser legítimos lo ha estimado el Tribunal Supremo, pero que teniendo el objetivo de la soberanía se hayan asesinado a tantísimas personas y se haya torturado cotidianamente con el ostracismo y el silencio no tiene justificación ninguna. El caso de Miguel Ángel Blanco puede, sin duda, ser una muestra de la barbarie de estos asesinos con falsas coartadas.
                Afortunadamente tanto el Franquismo como los años de plomo de ETA han pasado. Y es innegable que dentro del espectro independentista han tenido que producirse movimientos y haya tenido dirigentes que apostaran por dejar la lucha armada. Las negociaciones en estos casos, y el del IRA quizás nos sirva de referencia por estar más distante en el espacio. Tiene que haber negociaciones. Para llevar a cabo una negociación es imprescindible que haya voluntad por las partes y también que las conversaciones se produzcan fuera de los focos. Los órdagos, los faroles, los tanteos son esenciales, pero no pueden tener luz y taquígrafos. Se dicen cosas para lograr otras y lo que tiene que ser público y escrutado son los acuerdos, las medidas y las cesiones finales.
                Muchos han visto en Otegi una de esas figuras necesarias para acabar con el terrorismo. Y quizás tenga su labor de ofrecer alguna salida a los suyos y seguir con su cantinela del problema vasco, y sus fórmulas tan complicadas del dolor para decir sí y no al mismo tiempo. Así se ha podido comprobar en la entrevista en Televisión Española. Muchos la han criticado porque así se blanquea un pasado terrorista de alguien que está inhabilitado todavía para cargos públicos. Por supuesto que depende del tono de la entrevista. No es lo mismo entrevistar a un asesino o a un violador y aproveche para justificarse y el periodista le siga el juego a que el entrevistador lo ponga contra sus propios actos y sirva para que quede claro la calaña de la que está hecho.
                La idea de alternar el tema de la herencia del Franquismo y el fin de ETA tiene sentido porque de alguna forma han sido necesarios personajes desde dentro que ayudaran a desactivar un régimen. Muchos de los políticos de la primera generación de la Transición provenían de las filas del franquismo, quizás fueran de aquellos reformistas que se alejaron del búnker de la misma forma que dentro del independentismo tienen que surgir voces críticas con la violencia, incluso desde dentro de la estructura de la banda terrorista.
                Esta es una reflexión personal para estar alerta sobre estos peligros. Quienes ven como un mal menor los restos del franquismo debieran ver que, de alguna forma, los ideales de quienes apoyaron a la banda tienen que estar representados en una sociedad democrática. Siempre dentro de la ley, por supuesto. Como dentro de la ley están quienes quieren –queremos– reformar la Constitución. Y como dentro de la ley deben estar los que quieran acabar con las autonomías. Evidentemente no todas las ideologías tienen la misma responsabilidad, siempre será preferible unas ideas que destierren la violencia a otras que planteen discriminaciones o amenacen soterradamente con volver a las armas. A no ser que uno sea nostálgico de la dictadura o de la goma-2. Estamos hablando de demócratas.
                Pero, creo, no se puede acusar de inmovilistas a los que se niegan a cualquier concesión al independentismo (responsable en un grado importante) del terrorismo (aunque no todo el independentismo tiene por qué acabar con ser terrorista) y, sin embargo, rechazar cualquier tipo de concesión de la Transición a los poderes fácticos del Franquismo. Si hombres del régimen dictatorial colaboraron en su desmantelación y participaron en la Constitución y en las libertades que ahora disfrutamos –a duras penas– hay que reconocerles su trabajo. Y si, por el contrario, aprovecharon esa coyuntura para perpetuar un régimen de poder, ese famoso régimen del 78, tendremos que tener cuidado de que los negociadores abertzales no acaben perpetuando su situación de privilegio.
                No vayamos a cometer los mismos errores en los cambios y que todo siga igual, o peor.

miércoles, 26 de junio de 2019

Reseña de Ilse Starkenburg: ‘La muchacha tras el cristal”. Ravenswood Books Editorial. Edición de Antonio Cruz Romero. 2019.


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Hay que agradecer la labor de Antonio Cruz Romero en la difusión de la poesía holandesa en nuestro país, gracias a su tesón y el apoyo de la Fundación neerlandesa de letras, a través de esa joya que es Ravenswood Books Editorial.
Ilse Starkenburg es una poeta y narradora holandesa (Dieren, 1963). Estudió Lengua y literatura holandesa, filosofía analítica e historia cultural en la universidad de Groningen. Comenzó a escribir desde finales de los 80 en la revista literaria Maatstaf. Desde entonces tiene publicados cinco libros de poemas y uno de relatos. Según Antonio Cruz, es “hermética y enigmática” en ocasiones, “sobre todo profundamente surrealista”, conectada al experimentalismo. ‘Antología minimalista’ es el subtítulo de esta selección.
Transmitir la incertidumbre es uno de los elementos centrales sobre los que giran los poemas aquí representados: “La luna no sabe / que mañana será / roja, como yo todavía / no sé si el viernes / caminaré alrededor / del árbol, para poder / mirar la luna roja” (Grandeza). Se acompaña de una radical perplejidad que cuestiona los elementos que se nos presentan como cotidianos y que no dejan de ser un misterio al que nos acostumbramos a duras penas: “El que exista una pelota / tan redonda como el sol / tan quieta como el camino // no quiero ser la única que se mueva” (Juzgado junto al mar).
Como gran parte de la poesía contemporánea, el recurso a referencias propias de otras artes, de artistas del mundo de la música más o menos conocidos trasciende el mero postureo cool. De Tom Waits, por ejemplo, toma el título para uno de sus poemas, Tiempo extraño: “Los colores de tus flores / no pegan entre sí hombre / ¿no puedo decir eso? / no puedo salvar tu jardín” (Tiempo extraño).  Glen Gould, busca la belleza en cada detalle detrás de la Pared. En Money, money, money aparecen Agnetha y Frida, de Abba, quintaesencia de la pop culture.
Los procedimientos, que como decía el antólogo y traductor, tienen una raíz claramente surrealista no hacen sino ahondar en la sensación de incertidumbre y de absurdo que se plantea en los poemas: “Sin embargo las piedras deben permitir / un ligero contacto / el polvo no desaparecerá, así como así” (Edificio Okupado). Perturbación habla de lo que planea de manera subterránea ante la placidez de la vida, el río profundo que maneja los acontecimientos y los sentimientos por más que los rostros y las apariencias dejen testimonio de lo contrario:
“en mi cama
del mercadillo
 dentro susurran voces permanentes
sobre lo que no fue abandonado
/… /
yo me arrastro dentro
ni vieja, nueva cama
las almohadas susurran suavemente
cálido aliento en mis oídos
estoy cerca” (Cama)
Descripciones oníricas, percepciones contradictorias, estupefacción son las herramientas para conectar con un lector que no requiere de artificios sino de verdad en las imágenes y en las palabras: “tiene / dieciocho, ahora, debe salir de la crisálida” (Muchacha tras el cristal en el Hortus Botanicus).
                La certeza en el conocimiento humano golpea como intuiciones más allá de la lógica, así, de Martijn descubre que: “él ha hecho de sí mismo un muerto” (Martijn). Esa misma conciencia, con las mismas dudas, se vuelca en Ilse Stakenburg hacia la poeta misma: “hubo días / que tuve una opinión / vivía en una casa / amé a alguien” (Para el habitante después de mí); “me hice cada vez más joven / hasta que doblados los esqueletos / en forma de flechitas / me alcanzaron mortalmente” (Tumba de ángel). Cuando es la propia autora quien se disecciona, no tiene piedad, es certera y trasparente: “huyo, me escondo, fantaseo / la escuela es de lego / la construí yo misma” (Maestro Pennewip). Así sean sus contradicciones (“están en el centro de la ciudad / deseas estar en las montañas”, Montañas) como en sus confesiones: “– ¿alguna vez por la noche tienes miedo? /– no, no especialmente por la noche” (Miedesterrado)
El recurso al procedimiento de la elipsis es certero y doloroso (“esperaba que el mar / no llegase tan alto / sus botas ya estaban llenas”, Mar y botas) y, en ocasiones es presentado abiertamente, la autora no es omnisciente, duda, es reflexiva y conoce sus zonas de penumbra y las zonas ocultas de los demás: “Solo la esencia ha existido realmente / habitación propia” (Ciudad con efecto retroactivo); “escucho a un vecino invisible / y a uno visible /…. / el visible no haciendo ningún ruido / lo veo trabajar y trabajar / bajo la lámpara” (Lo que de ella sé).
Caben entre sus versos un profundo sentido del humor (Haciendo cosas, Izze bonita), así como un recrearse en los sentidos (Dos fresas) y el amor por los libros: (Una locura de verano). A veces llega a un cripticismo que serpentea entre la filosofía y el gran absurdo (La gente dice). A veces se detiene en la eternidad de un instante: “otra vez una hoja se ha / caído del árbol, se / lamenta, sopla / por qué, por qué / … / prometo: existen más estaciones / luego el árbol escucha la verdad / al otoño, te salen / otra vez hojas de verdad”. Y como terminamos de leer en la contraportada: “ayer fue un día festivo / hoy es / un día normal / que comparte su nombre / con muchos otros días” (Ejercicio de ideas).
“un soplo de aire, bajo chirriante grava
un dedo del pie y alguien de nosotros se giró
hacía más frío
nos bañamos más viejos
un día nuestra amistad
tuvo que quedarse atrás sobre un tejado
en un poema” (Erótico)

domingo, 23 de junio de 2019

Una golondrina no hace verano


La sentencia del Tribunal Supremo sobre la autoproclamada “manada” ha suscitado todos los debates que se temían. Aunque no pudiéramos estar seguros de si iban a ser de un lado o de otro, porque con la Justicia uno nunca puede afirmarse de antemano. Estaba tan cantada la polémica que los argumentos estaban preparados previamente.
                Debo confesar que me congratulo con el fallo. Y más aún con la manera que tienen de confirmar lo que a muchos nos parecía sangrante. Tomando la primera sentencia resultaba a todas luces increíble que, describiendo los hechos probados con tantísimo detalle y rigor, no siguiera una consideración de violación. Sobre los hechos probados no hay ninguna duda excepto la del primer juez que encontraba jolgorio en el sufrimiento de la chica.
                Sin embargo, varios jueces en diversas instancias no vieron la agresión sexual, no vieron la violencia que a tantos nos parecía evidente. Eso motivó la indignación general y la multitud de manifestaciones de protesta. No estoy al tanto, pero me parece que en otras condenas por violación no se ha registrado tanta movilización general y feminista en particular. No solo es el apoyo a la víctima lo que ha agitado es la insensibilidad de la Justicia en las primeras instancias.
                Muchos aspectos del juicio me han resultado, al menos a mí, incómodos. Por ejemplo, que se admitiera como prueba de inocencia el comportamiento posterior de la víctima, como si fuera en detrimento de su testimonio el coraje para continuar con su vida lo más normalizadamente posible. Tampoco me gustó que se dieran a conocer los rostros de los acusados antes de la condena. Por simple precaución de inocencia. Y mucho más grave que se filtraran los datos de la víctima.
                Ahora, después del fallo, podemos alegrarnos de que la Justicia esté tomándose en serio la perspectiva de género. Es decir, la conciencia de las particularidades de este tipo de delitos. Creo que a nadie se le escapa la coacción si, en circunstancias parecidas, estos cinco tipos nos pidieran el reloj o el móvil, pero parece ser que hay que concienciar a una serie de jueces para que tengan esto en cuenta.
                Se está criticando mucho que algunos (Pablo Iglesias, por ejemplo) haya agradecido a las manifestaciones el cambio de sentido en la sentencia. Critican que podía estar dando pie a una justicia a la carta de las masas, a un linchamiento o a una prevaricación por las presiones sociales. Personalmente no lo veo así. Para empezar, me dio la impresión de que precisamente esas manifestaciones, esa presión feminista hizo que la primera sentencia fuera escrupulosamente pro reo, para no ser tachadas de influenciables. Una manera de demostrar la independencia de la sentencia es ir contracorriente y no condenar por agresión sexual. Es decir, un término medio salomónico entre la absolución y la violación. Y así felicitó un columnista ultraconservador por estos lares al juez que apostaba por la inocencia. Así que creo que la presión puede ser tanto a favor como contraproducente y eso es una prueba de la independencia del poder judicial.
                En cambio, sí me parece que han sido importantes las manifestaciones y la movilización social para que el Poder Judicial tome conciencia de la gravedad de la sentencia. Quizás sin estar en el foco mediático podía correrse el riesgo de dictar una sentencia demasiado a la ligera, sin la minuciosa jurisprudencia que de ella se deriva. No sería la primera vez. La sensibilidad social hacia ciertos delitos va cambiando y es lógico que se vaya transformando la legislación. En el ínterin, los jueces tienen que adelantarse a las nuevas sensibilidades. Un ejemplo sangrante es la que deriva de la Ley Hipotecaria, que tiene más de cien años y que no se ajusta a las nuevas realidades.
                Lo que tiene poca justificación es la de cierto juez famoso por ser apartado de la judicatura precisamente por prevaricación en estos temas. Es una vergüenza que ni su propio partido está por permitir. Sin embargo, seguirá ahí y seguirá condicionando la política de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
                Vergüenza también de las televisiones aprovechando la polémica para llenar minutos dándole voz a un abogado que ha procurado mantener un espectáculo en el que los violadores se convierten en víctimas de juicios paralelos. Y, aunque algunas presentadoras le recriminen sus declaraciones, ahí quedan, en horarios de máxima audiencia.
                Por lo demás, seguirán las cabriolas incoherentes de quienes solicitan mayores penas para los violadores, pero se niegan a condenar esta violación. Los que temen más a las feministas que a los violadores y temen que su hombría no les permita diferenciar unas relaciones consentidas de unas forzadas y más aún que una chica despechada les pueda acusar de cualquier despropósito. En estos casos, no sé si tienen costumbre de emborrachar, ir entre varios, quitarle el móvil y dejar a la chica medio desnuda abandonada en un portal. Si esto nos son pistas claras. Lo tenemos muy difícil en esta sociedad.
                Luego llegan las respuestas de aquellos cuyo racismo puede más que su sentido de la justicia. Todas esas cuentas que se quejan de que las feministas sólo se movilizan cuando los acusados son españoles y dejan de lado a las víctimas de inmigrantes marroquíes. Ciertamente me gustaría saber más sobre estos hipotéticos casos de los que sólo se hace eco la prensa más recalcitrantemente mentirosa. A parte de la solidaridad mostrada en estos casos, lo que ha indignado más a la opinión pública ha sido la respuesta tan inconcebible de la Justicia que, en varias instancias negaba lo que ella misma describía.
                A diferencia del racismo implícito en estos casos, con la Manada no se ha insistido en su origen andaluz, por ejemplo, ni se ha descalificado a la Benemérita porque uno de sus miembros haya participado. Eventualmente tienen una procedencia y tienen un oficio a los cuales deshonran con su actitud chulesca y con su horrendo delito. No por ello vamos a desconfiar de los sevillanos que vayan a Pamplona a emborracharse ni de los guardias civiles en sus ratos libres.
                Como suele suceder, los casos tan polémicos y excepcionales –confiemos que sean excepcionales– retratan perfectamente a las personas y a las instituciones. Todavía demasiado patriarcales, me temo. Una golondrina no hace verano.
               


miércoles, 19 de junio de 2019

Reseña de Fernando Cabrita: ‘El poema triste de Dios / O poema tris de Deus’. Poesía Garum. 2019, Traducción de Gema Estudillo y Uberto Stabile





Este es un largo poema en el que el poeta portugués Fernando Cabrita se pregunta por la soledad de Dios: “De la soledad de dios. / Y dijo dios: ¡dios mío, dios mío, dios mío! ¿A qué abrazaré en Invierno?” (Poema Cero). La edición y traducción corren a cargo de Gema Estudillo y Uberto Stabile. A pesar de no estar exento de ironía, este es un lamento que induce a la compasión hacia el Creador. Un Creador también compasivo y un poco guasón: Dios en el café de Mike (III, p. 25)
“Por eso os digo que mi vida es muy tranquila,
a pesar de este castigo mío de ser omnipresente
por ello, no poder ir jamás
a un lugar sin ir a todos,
a cualquier rincón tranquilo
/ … /
Mi vida es muy tranquila;
que sigo a la espera,
continuamente esperando,
perpetuamente a la espera de
un renacimiento de lo maravilloso.
Por eso es, quizás, porque me siento un
poco ferlinghetti” (I)
No es un poema descreído, al contrario, es tierno con dios. Y como es lógico, utiliza para comunicarse los versículos propios de tan ilustres iluminaciones de los textos sagrados. El contrapunto lo ponen los vocablos cotidianos, las referencias actuales, los exabruptos: “¡A tomar por culo la eternidad y quien en ella ande!” (“Raios partam a eternidade e quem nela ande!”). Un Dios muy humano, que pide el voto prometiendo bajada de impuestos y camas de hospitales (V) y sufre, “En aquel tiempo, dijo dios, afligido por / violentos cólicos” (VI).
“Y no ceséis de preguntar,
siempre preguntas y más preguntas.
Para que sepáis lo que ni yo mismo sé ahora de este
impresionante desconocido en el que va
el mundo que dicen que yo he creado” (IV)
Este es un Dios que anima a cuestionarse a todos aquellos que utilizan su nombre para justificar sus guerras y sus posiciones sociales, aquellos que han tergiversado y tergiversan su nombre.
“Qué reyes absurdos gobiernan por mí,
preguntadles, qué castillos y menajes hablan
bajo mis colores, preguntadles,
y preguntad por la lista de sacrificios que exigí,
y por las hecatombes que ordené,
y por las veneraciones que yo pedí, preguntadles,
y no permitáis que la respuesta se abrase sin
que en ella esté toda mi caligrafía entera, notarial y cierta
mi letra de forma clara y exacta,
mi firma divina, o más elaborada y distinta.
Nunca dejéis de preguntar” (IV)
Desde las alturas, “Dios Supremo y sin compañía” (VI) se confiesa: “¿Me siento orgulloso? Claro. / Y vanidoso, cómo no. / Y contento y agradecido, por supuesto, / por atribuidme vosotros, creadores de mi divina criatura, / que sea yo el autor del mundo y de las reglas que lo conforman” (VII). Y se queja de que usen su nombre “Y que todo se atribuya a mí para bien o para mal”.
El mensaje lúcido que Dios nos manda es mirar hacia nosotros mismos y realizar aquello que Feuerbach anunció, la inversión de valores: “Y que un increíblemente vasto universo se equilibra en / sí mismo sin cuidar mi nombre o mi casa. / y los abismos del mar persisten / y las fuentes manan y la vida insiste. / Y un día todos vosotros entenderéis quien es la criatura. / Y quién es el creador. ¡Así sea! Ite, missa est!” (VIII)
Compone el volumen un segundo poema largo, Porque se apagaron las luces, que ya había sido publicado en Las Hojas del Baobab. Parte de la anécdota de un apagón. A partir de ese impasse, la imaginación, los recuerdos (“La oscuridad me devolvió el cielo de la infancia; pero no solo me devolvió el cielo de la infancia / también el cielo de todas las infancias / incluso las infancias del mundo”) y la reflexión se hacen más claros: “Porque se apagaron las luces / ahora vemos claramente, vemos lo que jamás podríamos ver”
Mezclando idiomas y referencias (griegas, mesopotámicas, francesas, inglesas o la del hereje Jan Hus, fundador de la secta husita, auténtica revolución social y antecedente claro de la Reforma luterana…) va saltando de un tema a otro en un flujo de conciencia que también se ancla en el uso de versículos y el tono casi bíblico de los versos: “Yo aquí mando ante la perfección de Todo”. La reflexión sobre el tiempo, sobre la eternidad y el instante en la que no hay imágenes ni formas que distraigan:
“Porque se apagaron las luces
solo porque se apagaron las luces un frágil instante de Tiempo,
mi espíritu se deslumbró para siempre
como nunca antes,
como nunca y me convertí en el temporal señor de todos los zodíacos”
El lamento, el triste lamento se convierte en la infinita esperanza: “Porque se apagaron las luces. / Solo porque se apagaron las luces, / vuelvo a veros ante mis ojos / y en mi corazón abatido por la edad todo renace / y revive como si nunca hubiera muerto”.