domingo, 26 de enero de 2014

Gallardón, Rajoy y Arabia Saudita



Tengo que reconocer que no soy muy patriota, a menudo no me siento identificado con lo que se supone que es ser español. Ni me gusta la feria, ni los carnavales, ni la paella y me siento más cercano a las series extranjeras (francesas, americanas, inglesas) que a las españolas. No quiero decir que me avergüence necesariamente de las cosas de esta nación. Hay cosas que admiro de este país y cosas que admiro en otros, pero en estos dos últimos años tengo que decir que no me gusta nada el país en el que vivo.

No lo digo por la gente, hay personas muy valiosas que están aflorando durante la crisis, lo digo por la labor del gobierno. Y eso que Zapatero no es santo de mi devoción, la política económica que llevó a cabo no se diferencia gran cosa de las grandes líneas que están guiando el actual ministerio de economía. En el fondo están trazadas por Europa.

Pero ahora, si echamos la vista atrás, la exhibición de atrocidades es impresionante: amnistía fiscal, reforma del IRPF y aumento del IVA, la desvergonzada reforma de la ley de costas, la ominosa ley Wert, las declaraciones en contra de los sindicatos, los recortes en sanidad, la ley de tasas judiciales que nos deja en la indefensión, la propuesta de ley de seguridad ciudadana, el desmontaje de la dependencia, las privatizaciones, la política de inmigración y de emigración, la impunidad de la corrupción (el único condenado por Gürtel es el juez), la bajada sistemática y organizada de las pensiones… cada una de ellas merece un análisis exhaustivo, pero voy a comenzar por la cuestión del aborto.

La propuesta de Gallardón es impresentable. Si realmente está tan preocupado por los derechos por los no-natos, no ha tenido mucha prisa. Se ha presentado el proyecto a los dos años y no hace más que trasladar al papel las exigencias de la jerarquía de la Iglesia católica. No tiene en cuenta los buenos resultados de la ley de plazos, de hecho, han desaparecido los datos de la web del ministerio. Es una ley hipócrita porque en caso de problemas para la mujer, parece que no es un asesinato, como recuerdan en sus consignas. Es hipócrita porque las mujeres que tengan recursos irán a cualquier otro país europeo. Es hipócrita porque incluso los dirigentes del Partido Popular, sugieren que existe una rendija legal para que las mujeres sigan abortando siempre que mientan y busquen un facultativo que les falsifiquen problemas mentales.Y etcétera.

Dar por sentado que existe vida humana desde el momento de la concepción es discutible y discutido. Imponer a los demás que la vida es sagrada es confundir una verdad íntima con una normativa que debe legislar para todos. Los defensores de una ley del aborto, de plazos, o aborto libre incluso, no imponen el aborto obligatorio. El proyecto de Gallardón sí impone el nacimiento obligatorio.

Gallardón está jugando con una imagen de progresista, de liberal y un fondo integrista católico. Trata a las mujeres como menores de edad que necesitan el asesoramiento de dos especialistas para tomar una decisión que, para muchos, les corresponde sólo a ellas. El sufrimiento de estos fetos y de sus familias puede ser terrible, y con la desvergüenza de recortar el programa de dependencia, poca caridad cristiana muestran.

En esta decisión subyace una paradoja, una defensa por parte del Partido Popular de la libertad de la persona, de empresa frente a las “imposiciones” de sindicatos o de ideologías; conviviendo con una concepción muy tradicional de las costumbres (esa mantilla) y especialmente del papel de la mujer en la vida pública, social y política. ¿Qué modelo de Estado tiene el Partido Popular?

Es evidente que tienen un rechazo rayando en la paranoia del Estado del Bienestar, y no se puede uno quitar la sospecha de que no es sólo una salmodia retórica ni un núcleo ideológico, hay dinero de por medio. El desmantelamiento y la desacreditación de lo público y lo común está programado para enriquecer a unas empresas, que además, están sospechosamente unidas al Partido, como se puede intuir en los llamados “papeles de Bárcenas”. ¿Y Por qué tiene el gobierno que interceder en Panamá entre una empresa privada y su gobierno? ¿Estos son los liberales?

El partido de Rajoy se apunta a la modernidad tecnológica, es adalid de la formación en idiomas, defendiendo una postura prácticamente xenófoba ante los que vienen como fuerza de trabajo, y lamentablemente servil con los extranjeros que vienen a invertir. Son capaces de cambiar las leyes para que no se impute a sus inversores de China. Poseen un patriotismo francamente curioso.

Cuando Rajoy dice, “mientras sea yo presidente no habrá desmembramiento de España” habla como el dueño del país. La identificación de España con su España es asumida como asumieron que las víctimas de ETA son las del Partido Popular. Esa patrimonialización es más propia de señoritos y cortijos que de un país democrático. Pero al controlar todos los resortes del poder (Congreso y Senado, Poder Judicial, comunidades autónomas, fiscales y medios de comunicación) actúan con una impunidad total y siempre apelando a la mayoría absoluta de un pueblo que les votó con un programa electoral que no cumplen.

Lo único que han cumplido es precisamente la ley del aborto, y otras como la reincorporación de la religión como una asignatura a la altura de las matemáticas, la economía o el inglés. Son aquellas decisiones que contentan a su electorado más fundamentalista al que calla por las posibles protestas por los casos de corrupción y la política ante ETA. La mujer es un ser al que hay que proteger, los valores cristianos son los que deben regir la vida del país, como lo hace en los españoles sanos de espíritu, los del sentido común.

En realidad, Rajoy, Gallardón y los suyos tienen como modelo de estado a Arabia Saudita, un estado patrimonial en el que el desarrollo económico y tecnológico es compatible con una moralidad tradicional estricta, que desplaza a la mujer del espacio público y político; con una mano de obra lo más barata posible, en condiciones de casi esclavitud, si es extranjera, mejor, mientras que van ofreciendo a los suyos las rentas conseguidas por el Estado, aspirando a crear un clientelismo fiel que les asegure mayorías absolutas elección tras elección.

viernes, 17 de enero de 2014

Gamonal y la musealización de la ciudad



Las protestas ciudadanas en el barrio burgalés de Gamonal suponen un ejemplo para multitud de cuestiones. En el momento en que escribo estas líneas parece ser que se van a paralizar las obras definitivamente después de que en el pleno municipal el Partido Popular hubiera aprobado en solitario su reanudación. Vaya mi enhorabuena al movimiento vecinal que ha conseguido que se escuche la voz de un barrio frente al autismo de los partidos y las instituciones.

No voy a entrar en la vergonzosa actuación de muchos de los medios de comunicación que sólo recalcaban los desórdenes, sólo mostraban a una señora encarándose con otros señores, no explicaban los verdaderos motivos del rechazo al proyecto y sí que daban voz a los políticos y tertulianos que habían encontrado la feliz identificación de las manifestaciones –más o menos violentas- con la kale borroka y el fantasma omnipresente del terrorismo. Hay que defender el Estado de derecho, la mayoría silenciosa está en sus casas,  hay violentos antisistema infiltrados, son de Izquierda Castellana, decían como una salmodia a pesar de que los hechos lo contradecían. Los únicos infiltrados, imagino, serían los de la policía secreta, que suele actuar en estos desórdenes. Y obviaban lo fundamental de la movilización en sus crónicas, noticias y reportajes.

Como digo, esta situación plantea numerosas reflexiones. No voy a ser el primero que incida en el nada democrático divorcio entre los votantes y los partidos. Estos últimos parecen considerar a los primeros como surtidores de combustible a los que no hay que recurrir nada más que cada cuatro años. Se llena el depósito de la mayoría absoluta de legitimidad y ¡a continuar por la autopista de la voluntad general!

Considero que esta es una desastrosa fórmula para la democracia. Una insolente soberbia de la que alcaldes o presidentes hacen gala de manera habitual. Pero, ¿qué hay detrás? Vayamos a la ficción inocente, pensemos por un momento que el equipo de gobierno de Burgos hace con la mejor intención posible el proyecto del bulevar y no hay ningún negocio oculto, ningún maletín de compensación, ninguna plaza de garaje regalada ni favores devueltos.

¿Para qué este bulevar? ¿Qué es un bulevar? Gamonal es una de las arterias de entrada al casco histórico de Burgos, pertenece a uno de esos municipios anexionados a las capitales en su desarrollo durante los años 50. Se ha convertido en el barrio más poblado de la capital. No es un barrio del centro histórico en sentido estricto. El proyecto del bulevar pretendía, en cierta manera, adecentarlo, retirar dos carriles de la vía, aumentar las aceras para una peatonalizar el tránsito y construir un carril bici. Esto equivaldría a eliminar cientos de plazas de aparcamiento. El propósito explícito es mejorar la calidad de vida de los habitantes del barrio. Detengámonos ahí.

Se ha corrido el rumor, que se ha convertido en dogma de fe, que peatonalizar las zonas da mayor calidad de vida y todos los ayuntamientos de España se lanzaron hace años a desterrar los automóviles de los centros históricos. Por la contaminación, por los ruidos, para hacer más accesible la ciudad, para mejorar el comercio… Y se entiende que la catedral de Burgos, como Notre Dame de París se aprecia mejor sin automóviles aparcados a su puerta en una estrecha acera, pero, ¿y el resto?

Granada, por ejemplo, ha restringido severamente el tráfico en el casco histórico. Ya no se sube a la Alhambra por la cuesta de Gomérez ni se puede uno acercar a la librería Estudios en la calle Mesones con el coche. Se nos dice y se nos convence de que esto es por nuestro bien y el de los comercios. Se convierte el centro de la ciudad en unas inmensas galerías comerciales peatonales sin techo (¿qué pensaría Walter Benjamin de esto?). Y no sólo en las grandes ciudades. En mi pueblo, Rota, también se han hecho peatonales muchas de las calles por las que pasaba en coche o con la bicicleta en mi niñez. Por el turismo, me dicen.

Estas navidades intenté llegar con el automóvil al centro de Granada para pasear, hacer un recado y realizar algunas compras, disfrutar de la ciudad. Después de dos horas (de reloj) tuve que dar la vuelta y acabar en casa. El tráfico era demencial y los aparcamientos, privados, por supuesto, saturados. El centro de las ciudades se ha convertido en un barrio chic del que son expulsados sin piedad las clases menos acomodadas. Los pudientes, como se decía antiguamente, en el caso de vivir en las afueras, llegan en taxi, aparcan su Mercedes en su plaza alquilada o su Audi en el aparcamiento de El Corte Inglés sin remordimientos por el gasto que suponen tantas horas de orgía consumista.

Esta perspectiva del urbanismo convierte en las ciudades en objetos de lujo, museos outdoor sólo accesibles a las clases con capital social, intelectual, estratégico… Las clases medias y bajas, llegarán en una odisea de transporte público o pie… Difíciles compras podrán hacer, difícil disfrute de esos bulevares de árboles recortados y grandes aceras. Es mucho más fácil tirar del automóvil y aparcar con dificultad en un centro comercial de las afueras, saturado pero accesible. Los comercios del centro quedan para grandes cadenas (que no pierden clientes porque también están en los complejos comerciales de extrarradio), pero sobre todo, para las boutiques exclusivas que son las que se pueden permitir los abusivos alquileres de locales del centro. Estamos vendiendo nuestros centros históricos y comerciales a los turistas y a las clases altas.

Gamonal se ha rebelado contra esta musealización de su barrio. El barrio es para vivirlo, y no necesita una vía bonita de postal, necesita guarderías, y mejoras en el tránsito, no restringirlo. Necesita plazas de aparcamiento libre, y no obligarse a comprar una en uno privado. Es una manera sutil pero también violenta de expulsar a los menos favorecidos.

Imagino la perplejidad –amén de la contrariedad- de los ediles de Burgos incapaces de comprender como la gente del barrio, la gente sensata y normal de la que siempre hablan, no comparte la bondad de su proyecto. En cambio, el resto de la población de Madrid, de Sevilla, de Barcelona, de Cáceres, Jerez o Zaragoza, de cada pueblo y ciudad sí que comprende perfectamente el rechazo al gasto suntuoso y faraónico de unos alcaldes que tratan sus pueblos como su jardín particular que mostrar a las visitas.

domingo, 12 de enero de 2014

Problemas de identidad.



La factoría Pixar nos tiene acostumbrados a unos productos de cuidada factura visual y unos guiones que, en gran medida, también se salen de los caminos trillados en el cine de animación. Sus películas, tanto los cortos como los largometrajes, consiguen transmitir más emoción en objetos que muchos de los actores de carne y hueso. Son capaces de dar alma a una lámpara. Toy Story, Buscando a Nemo, la soberbia Up… No en todas las ocasiones alcanzan la excelencia. Mucho me temo que Aviones no está a la altura y por eso me estoy resistiendo.

Toy Story, en cambio, me parece interesante por muchos motivos. Por ejemplo, no es un musical, no se trata de una simplista lucha del bien contra el mal, aunque aparezca un chico malo, Sid (¿cómo no?). El argumento escenifica los celos que un juguete, Buddy el sheriff, tiene del nuevo muñeco, Buzz Lightyear. Buzz homenajea al mundo de la exploración espacial (toma su nombre de “Buzz” Aldrin, compañero de Armstrong).

Se advierte la confrontación entre lo antiguo, auténtico, el oeste, el hombre de frontera, la esencia del norteamericano, en contacto con la naturaleza; frente a lo moderno, lo tecnológico, el espacio, el milagro y la maravilla que diría Paul Simon, que arruinan la solidaridad y la comunidad. Este es un tema muy querido por Pixar y es la base de Cars (Coches).

Analizando la serie aparece con fuerza el tema de la propia identidad. En primer lugar, la identidad de Buddy, que se siente desplazado por el nuevo. Los tiempos estaban cambiando y las películas del oeste dejan paso a la odisea espacial. Él queda atrás. En la secuela, Buddy tiene que decidir entre seguir con Andy, su dueño, o formar parte de la saga del Rodeo y entrar en un museo del juguete junto a una chica vaquera, Jessie toda una parafernalia de merchandising. En la última parte de la saga, Buddy tiene que hacer frente a los cambios que le suceden a su dueño. Andy, se va a la universidad. No es tiempo de juguetes y hay que buscar una nueva meta en la vida.

Pero sobre todo es el problema de la identidad de Buzz Lightyear. Buzz es todo un símbolo del mundo (post)moderno, de identidades líquidas, de estupefacción y perplejidad. Buzz no sabe que es un juguete y pretende salvar al mundo de un malvado emperador. A pesar de los intentos de sacarlo de su error y desacreditarlo por parte de Buddy (“eso no es volar”), su entusiasmo ingenuo conquista al resto de los juguetes de Andy y lo convierten en líder.

Buzz sufre una crisis de identidad cuando en casa de Sid comprueba en la televisión que realmente es juguete. Se deprime tanto que se deja llevar y la hermanita de Sid le planta un sombrerito para tomar té como la señora Nesbit: “Primero estás defendiendo toda la galaxia y, de pronto te encuentras tomando té de Deerjaling con María Antonieta y su hermanita.”

Cuando Buddy quiere salvarlo él replica: “¿No ves este sombrero? ¡Soy la señora Nesbit!, ¡¡Ah...soy un fraude!!¡Mírame! ¡Ni siquiera puedo volar hacia esa ventana! Pero el sombrero me quedaba bien, dime que el sombrero me quedaba bien.” Al final, claro está, no sólo recobra la confianza en sí mismo y asume su propia identidad: “No es volar, es caer con estilo”.

En la segunda parte de nuevo aparecen los problemas de identidad de Buzz, cuando en la tienda de juguetes, despierta un nuevo muñeco Buzz –con cinturón mejorado-. El nuevo sigue pensando que es un guardián espacial y lucha con nuestro protagonista acusándolo de traidor. Al luchar contra el malvado emperador Zurg ambos descubren que es su padre, en un divertidísimo homenaje a La Guerra de las Galaxias.

En la última parte de la saga, los juguetes son enviados como donación a una guardería, donde sufren los malos tratos de los niños más pequeños porque una mafia de juguetes liderada por Lotso, un oso perfumado, tiene divididos a los juguetes como si fuera un campo de concentración. Lotso encuentra el manual de instrucciones de Buzz Lightyear y lo resetea. Ya no conoce a nadie y vuelve a su personalidad de frío guardián espacial.

Cuando sus amigos recuperan el manual e intentan volver a su estado “normal”, se equivocan y lo convierten en un romántico y caballeroso latino, que baila para conquistar a la chica vaquera a ritmo de bolero y guitarra española. Jessie está encantada. Después de un golpe con un televisor vuelve a la normalidad y colabora en la salvación del grupo. Al final de la aventura, la chica vaquera está contenta porque ya sabe cómo ponerlo en “modo romántico”.

El hombre tradicional (el sheriff Buddy) no sufre esas crisis de identidad, a lo sumo, se enfrenta a los desafíos de la modernidad. El hombre moderno, tecnológico tiene que sufrir ineludiblemente los problemas de anomia y desconcierto de quien no tiene un lugar en el mundo. Si al principio era un muñeco seguro se debía a su alienación, estaba “programado” para ser un guardián espacial y tenía una misión. Una vez que cae el artificio, es consciente de que es un simulacro y tiene que pasar por una crisis que le devuelva, mediante el peligro y la ayuda de su amigo, su personalidad, su identidad y su misión al frente de la comunidad de juguetes de Andy.

Este paso a la madurez, paralelo al paso por lo que sería una adolescencia humana, lo volvemos a ver en el nuevo muñeco de la segunda parte. En este caso el falso Buzz no “madura”, ni se da cuenta del simulacro, sino que, dentro del “falso” universo en el que vive, se reconcilia con sus orígenes, su padre, que es el malvado emperador.

En la última parte vemos como la personalidad depende de una base (bio)tecnológica y puede restaurarse y reprogramarse, no es única. Como dijo Walt Whitman, contiene multitudes. Puede ser un frío guardián espacial anglosajón, un camarada o un ardoroso latino; sin perder, en ningún caso, el espíritu de liderazgo y servicio que le caracteriza. Lo que Toy Story 3 parece querer decirnos es que podemos perder la personalidad y olvidarnos de nuestros seres queridos, aunque mantengamos rasgos de carácter.

Es difícil no ver una metáfora de la alienación del hombre actual, que es un juguete, programado y reprogramado por mentes malvadas. O un producto de la sociedad del espectáculo donde seguimos un guión que nos marcan las marcas y las modas. También es posible ver toda la saga como un gigantesco anuncio de juguetes. Pero, por ahora quiero seguir soñando, hasta el infinito y más allá.

domingo, 5 de enero de 2014

Fantasía navideña: ¿Es Jesucristo un neoliberal?




Puede parecer una pregunta absurda habida cuenta de que es muy complicado ser “neo” de algo que tardará unos mil ochocientos años en madurar. Pero para Dios nada es imposible. Milagros más difíciles se han visto. Comencemos con las pruebas.

Por un lado tenemos al joven rico que llega con una pregunta simple, ¿cómo puedo alcanzar el reino de los cielos? Jesús le responde: cumple los mandamientos. El joven asiente, los cumplo desde niño. Entonces, el Hijo de Dios, un tanto contrariado le espeta, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme. El rico, hace oídos sordos y se da la vuelta. Aquí llega la famosa sentencia, “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos”. El susodicho reino es más exclusivo que el Bilderberg.

Parece, pues, que el reino de los cielos está fuera del alcance de los potentados. ¿Qué falta les hace, si ya viven divinamente? Sin embargo, la historia de nuestra santa madre Iglesia enmienda la plana y permite, no sólo a los miembros numerarios del Opus Dei, que partan al paraíso a contemplar eternamente la faz del Creador, incluso los pone por delante. Son mejores personas, dan mayor caridad, pueden, con sus riquezas, aliviar el sufrimiento de muchísimos pobres que no tienen qué comer ni qué vestir. Y ya lo sabemos, hay que dar de comer al hambriento y vestido al desnudo.

Pero, ¿qué es un neocon? Un neoliberal defiende la desregulación del mercado como medio para la distribución de la riqueza. Como los lírios del campo, no hay que preocuparse, la mano invisible nos traerá vestidos que ni Salomón en toda su gloria. Aunque los lirios parecen también estar en contra de la tesis neocon de Jesús, sin embargo, podemos ofrecer una mirada alternativa. ¿Qué quiere decir que no hay que preocuparse de las riquezas? Quizás se refiera a contratar un buen fondo de inversión y otro de pensiones que nos despreocupen de intereses materiales a cambio de pingües intereses financieros, mientras que el Estado se despreocupa desregulando. El neo-liberal está más cerca de la economía financiera que de la economía industrial y fabril. Sabemos que los neo liberales apuestan más por los flujos financieros que por las empresas consolidadas. Nike no fabrica zapatillas, sólo subcontrata y cotiza en bolsa. Por eso pueden quedarse sin las preocupaciones de dividendos y viver como un hippie-pijo.

Parece también que está en contra del mercado cuando expulsó, con santa ira, a los mercaderes del tempo. Esto habría que matizarlo. Lo que está claro es que, como en los principales países capitalistas, el mercado desregulado es para los demás. En plaza –templo- propio, no se aplica.

En el otro extremo tenemos la parábola de los talentos. Según se cuenta, el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue. A cada uno según su capacidad. Bonita frase que reconoce y justifica las diferencias de riqueza.

Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno escondió el dinero enterrado. Después de algún tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas. El primero le dijo que había invertido y ganado otros cinco talentos. El señor dijo, “sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”. Con el segundo hizo igual. Pero con el tercero, la cosa cambió. Dijo éste: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.” El señor, enfurecido le dijo “Siervo malo y negligente, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses”. Le quitó el talento y se lo dio al que tenía diez.Y a este siervo inútil lo echó a las tinieblas, donde será el lloro y el crujir de dientes. No creo que haya en ningún libro sagrado un elogio más evidente y sabio de las virtudes de la inversión y la banca.

La conclusión es el lema del capitalismo: “Al que tiene, le le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” En la última crisis, los ricos se han hecho más ricos mientras que se han empobrecido las capas más desfavorecidas. Los bienaventurados son los pobres de espíritu, no de riquezas materiales. Aquellos serán salvados como los bancos en peligro.

Otro famoso pasaje es el llamado comúnmente tributo de la moneda. Recordemos que esta anécdota venía a continuación de la pregunta capciosa, “¿hay que pagar los impuestos al César?” y respondiendo, “Dad al César lo qu ees del César”. Y, en un alarde de ingeniería financiera, Jesús ordena lanzar las redes y en el interior de la pesca se encuentra la moneda con la que pagar los impuestos. Una moneda que no sale de los activos de la empresa, sino por el mismo arte de magia que las declaraciones de impuestos de las grandes corporaciones. El poder político se inmiscuye de manera ilícita en los designios del Señor.

En el asunto de los panes y los peces, queda meridianamente claro que lo importante es la idea, no la fabricación material de bienes y servicios; el I+D, no la plusvalía creada por el trabajo del obrero. Como los cds de internet que se copian y copian. O como las patentes. En el nuevo capitalismo se deslocaliza la producción, se oculta, no es importante; lo que da riqueza es la capacidad de distribución de bienes.

Y por último ¿de dónde la viene a Jesús el capital inicial para comenzar su inversión? De los regalos de los Reyes Magos: incienso, mirra y, por supuesto, oro.