jueves, 31 de mayo de 2018

El llanto por las calles de París. Reseña de Pedro Gascón: ‘Las mudas soledades ‘. Chamán Ediciones. 2017



El albaceteño Pedro Gascón puede hacer gala de una trayectoria polifacética, profesor de lengua y literatura, gestor cultural, director artístico, activista, músico y fundador, junto a Anaís Toboso, de la interesantísima y elegante editorial Chamán Ediciones. Después de estar incluido en varias antologías, este parece ser su primera incursión en solitario. El título proviene de un soneto del mágico Lope de Vega que le sirve, además, para marcar las secciones –temáticas– del poemario.
            La primera parte, ‘en el mundo ausencia’, se inicia con una declaración de intenciones, la fascinación por el París imaginado, símbolo de la poderosa atracción y contagiosa evocación que posee la segunda vida que se encuentra en el arte. La falta de presencia real del escenario parisién (que ya sirvió de excusa a Woody Allen en su Midnight in Paris) conecta con otras ausencias más duras, como Ausencia del padre (“Sin duda, ahora, yo soy el padre”). Abundando en esta figura, se encadena con una reivindicación de Gabriel Aresti: “¿De qué me sirvió, / mantener esta obsesión continua / de presencia en tierra y vertical equilibrio, / en lucha constante conmigo mismo / y la permeable y atrayente imagen / de esta casa en pie del padre ausente” (Defendí la casa del padre). Sombras, partículas en el aire contribuyen a dibujar los trazos elegíacos de la ausencia, física y metafísica sobre la que Pedro Gascón reflexiona. Caminamos sin saber el destino, “salgo al encuentro de tu ausencia” (Elegía), como los personajes de los cuadros de Munch, pero sin voz, como las partículas “desde su paz interior de aire” (Partículas).
            La poesía de Pedro Gascón está inmersa en un universo musical y se hace más patente en algunos poemas como Alucinación de la siesta. En otras ocasiones, vuelve su mirada hacia los cánones clásicos, Homero, “lo que su voz invita, / sino el destino de los héroes y el deambular de aquellos dioses” (Relecturas), la exégesis madura de los años y la reflexión que interpreta los mensajes de las motas de polvo o los ausentes. Plásticamente, Pedro Gascón no tiene inconvenientes en utilizar procedimientos gráficos cercanos al caligrama (Los pámpanos de octubre o Ya). Muchos y variados son los referentes poéticos del autor, quien no duda en hacer homenajes explícitos más allá de la cita inicial (more José María Álvarez), como el que realiza a Galeano: “El abrazo: pura insumisa prolongación del cuerpo” (Abrazados).
Consigue mantener, Pedro Gascón, una voz propia basándose en una variedad estilística y formal, con versos serenos, muy cuidados, con el yo poético oculto y presente dependiendo del motivo del poema, entrelazándose con la realidad para golpear certeramente al lector. Puede apoyarse en la imagen (“La boca, animal sucio, / anda buscando el aire”, Amanecida), en el universo compartido con el lector, en la musicalidad o las sensaciones de las palabras, en la experiencia personal (Homo opositor habla con su hija a distancia).
La segunda parte, Fuego en el alma, presenta un motivo de conflicto, una revelación a través de la contradicción poética, como el amanecer rompe la oscuridad:
“Los objetos, que observan
la posición inerte
que mantiene mi cuerpo,
se estremecen en mares de siluetas
desde su estado estático de sombras” (Amanecida)
            También es amanecida la hija del poeta, a quien dedica algunos de los momentos más emocionantes del libro, una especie de actualización –más rural– de las Palabras para Julia de Goytisolo:
“Al final de lo andado
sonreirás recordando a tus padres,
y como un ligero soplo de aire,
desde el conocimiento y la altura,
desde la luz y el pensamiento,
volverás al origen de los días,
y, así, llegarás bordeando el camino” (Llegarás bordeando el camino)
            A pesar de algunos momentos sombríos, en la poética de Pedro Gascón se celebra la luz que ilumina los cuerpos y el pensamiento:
“Busquemos el sentido de lo sagrado,
no de lo místico,
sí de la contemplación,
sí del silencio.
Hagamos de la experiencia del Uno
trascendencia profunda del misterio,
para ser parte y forma de un Todo,
y salvarnos, ante tal vocación,
de no ser presa ni pérdida” (Autorretratos)
            Es peligroso analizar un libro de poemas como se critica un sistema filosófico, aunque los poemas de Gascón tienen un poso de reflexión y son una forma de conocimiento (“Hay un lenguaje que conoce el viento / y el hombre olvida”, Poesía). Tampoco vale la mirada del entomólogo, que disfruta con la clasificación y los detalles (“Así la vida, / así la nada”, Pensamiento), ni es necesario rastrear las palabras como una biografía más o menos camuflada (“apenas sabes del dolor / y tampoco entiendes la muerte”, Hija), o un catálogo de influencias:, deudas sonoras con Cernuda[1] (Llorando al olvido), Claudio Rodríguez, Gerardo Diego o el tono bíblico de El niño y la playa,  “Entre ausencias y derrotas / y animales de costumbres, / dormita el pueblo que arrastra las alas en la ladera del viento” (Pétrola), con un verso de Tomas Tranströmer.
            Y en la vida infierno, que es la tercera parte, el tono se vuelve más combativo, más de denuncia hacia “la falsa seguridad del mundo que nos rodea” (Mundo): El niño y la playa, sobre el drama de los refugiados, o El Puente de Madera, sobre la marginación: “Tras El Puente de Madera, encontramos / la ciudad del desengaño”. Protesta no es sólo política (Mal gobierno), también íntima y personal (Para una vida no basta), porque, además, el enfrentamiento se hace desde lo personal: “Y de manera / dócil resistir. / Y de manera dócil aguantar” (Mal gobierno), “se reivindica el derecho a no opinar” (Leyes mordaza y otras creencias coetáneas del Santo Oficio) Ataca con sentido del humor (Haiku del ateo), como si Bukowski se hibridara con Horacio. No son ajenos los ecos clásicos, como las referencias a las lamias en Poetas y otros seres infernales.
            La tercera parte, Con alma ajena, utiliza el procedimiento que José Luis Piquero denomina de máscara y escena, como los poemas centrales de Las identidades, de Felipe Benítez Reyes y tan caro a los novísimos más culteranos, pero que Pedro Gascón sitúa sin ningún tipo de afectación ni pedantería: August Strindberg y Paris, Caspar David Friedrich en 1827.
            Sencillo e intimista, sin hacer bandera de ello, culturalista y lleno de referencias sólo cuando el poema lo requiere, la poesía de Pedro Gascón afronta las incertidumbres del porvenir frente al conocimiento –incierto también– del pasado. Su mirada a lo cotidiano es una reflexión sobre las rutinas y la deshumanización y la pérdida de sentido, que se encarga de investigar en medio de ensoñaciones, metáforas e imágenes. Los clásicos son referencias porque son propias, porque ya ellos depuraron la experiencia humana, supieron advertirnos de la visibilidad de lo invisible y la corporeidad de la existencia, la importancia rotunda de las ausencias, la literatura, la poesía es una vida: “Nunca estuve en París,  /pero lloré sus calles”. Porque la vida es pobreza e incertidumbre, estamos arrojados a un mundo que nos vapulea, solo nos queda el grito mudo de la belleza.


[1] Dices “olvido” y piensas en Cernuda, “ubérrimo” y te sale Darío…

domingo, 27 de mayo de 2018

Dar lecciones


Con motivo del triunfo de Syriza en las elecciones griegas se formó un gran revuelo, especialmente porque se quería identificar este partido con un emergente Podemos. tras Las exigencias de la Troika, el presidente electo planteó un referéndum para aceptar las condiciones durísimas del ajuste. Recuerdo que aquello me pareció un ejemplo de democracia. Luego vino a ponerse al descubierto que los grandes poderes financieros no iban a permitir que el voto irresponsable de los ciudadanos les arruinara la fiesta y retorcieron el cuello a Tsipras y terminó por doblegarse a las exigencias, asumiendo que un gobierno de izquierdas lidiaría mejor con los ajustes. Me recordaba a la estrategia perversa de los nazis que pedían la colaboración de los consejos judíos para decidir quienes terminarían en el campo de concentración.
            Esta última semana, tras el sobresalto del chalet de quienes se identificaban con el pueblo y los desahucios, llega la detención del expresidente de la Comunidad Valenciana y exministro, Eduardo Zaplana. Todavía no nos habíamos recuperado y se hace pública la sentencia de la primera pieza de la Gürtel. Es tan escandaloso todo que parece ridículo. Ni siquiera Berlanga pudo imaginar un escenario semejante. La sentencia acredita que el Partido Popular se lucró de la trama a través de una Caja B. Es tan grande el escándalo que se le caería la cara de vergüenza a cualquiera. Pero, como la sentencia todavía no es firme, parece como si los tribunales estuvieran jugando con la ciudadanía. Os escandalizamos, pero luego, ¡es broma!, llega el Supremo e invalida la mitad de las pruebas, recalifica las consideraciones y por un defecto de forma, todo queda en agua de borrajas.
            La semana pasada me indignaba por el caso de Pablo Iglesias e Irene Montero. Ahora me pregunto, ¿cómo es que los millones de votantes del Partido Popular y sus dirigentes no piden explicaciones? No me gustaría tener que tratar con delincuentes, ni siquiera que se me relacionara con ellos. El chalet es legal, pero me molesta muchísimo la incoherencia.          Por lo menos, en la izquierda, tendemos a ser mucho más exigentes con nuestros políticos, a riesgo de devorarnos en luchas intestinas. La Gürtel no es un caso puntual, es una trama que se mantuvo en el tiempo con la complicidad de la estructura del partido y con la impunidad y el descaro de quienes debían controlar estos asuntos. Todos se han desentendido, prefieren quedar como bobos antes que asumir sus responsabilidades.
            Pero no, los sinceros y honestos votantes de derecha seguirán apoyando al partido o a quienes les apoyan parlamentariamente. Más ocupados en mirar hacia Venezuela que hacia Génova. Los dirigentes lo saben, y con una caradura indigna de ser llamada cínica, se mantienen en el poder, no dimiten sabedores de que les volverán a votar. Han conseguido que las mayores atrocidades no les pasen factura. Una indefensión aprendida en la que los escándalos del PSOE, como la barbaridad de los EREs, es tan cómplice. Todos son iguales, nos dicen. Y, antes que probar candidatos nuevos, seguimos enredados en los mismos sinvergüenzas. Quizás piensen, como Syriza, que más vale que sean ellos los que naveguen por el desastre.
            El PSOE ha presentado una moción de censura y ha realizado un llamamiento al resto de fuerzas parlamentarias para que les apoyen. Podemos ha confirmado su apoyo. Quedan los nacionalistas y Ciudadanos. La postura de estos últimos es de risa, empeñados, según parece, en unas elecciones prontas por las que sacarían réditos políticos. El PP ha contraatacado, advirtiendo del apocalipsis, el paro y la prima de riesgo. Y acusan al PSOE de llegar al poder de manera ilegítima a través de una moción de censura. El descaro es mayúsculo, como si no estuviera regulado por la Constitución, la sacrosanta Constitución que siempre nombran, el cambio de gobierno tras una moción de censura. Les apuntan de negociar con los herederos de ETA, no sé si se referirán al PNV con el que ellos han acordado los presupuestos recién aprobados. El caso es que muestran la prepotencia de quienes se creen los únicos dotados para el mando. De casta les viene.
            Me gustaría que los votantes y simpatizantes del Partido Popular se desengañaran tanto como los que protestan del chalet de Iglesias/Montero. Y que luego siguieran los del PSOE por los EREs. Que seamos capaces de cuestionar a los nuestros y exigirles mayor rigor porque serán los que nos representen. Así, creo, aunque fuera simplemente para seguir en el poder, los gobernantes procurarán ser menos corruptos y más atentos a las necesidades y demandas de su electorado.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Reseña de Itziar Mínguez Arnáiz: ‘La vuelta al mundo en 80 jaikus (y una nana para despertar)’. Takara. Colección Wasabi. 2017


Itziar Mínguez protagoniza esta entrega poética en Wasabi, la singular colección de la editorial Takara para ediciones limitadas de poesía, narrativa o aforismos. La importante obra poética, al margen de su trabajo de guionista, de Itziar Mínguez abarca ya ocho volúmenes, desde el inicial La vida me persigue (Renacimiento), destacando Wikipoemia (Oblicuas), Cambio de Rasante (Balie del Sol), Que viene el lobo y QWERTY (ambos en La isla de Siltolá). Este es un libro muy peculiar y arriesgado, en primer lugar, porque es básicamente temático, y su asunto, el viaje, arrastra una tradición literaria y filosófica considerable y ofrece la posibilidad de una mirada poliédrica, que, en la segunda parte, la nana para despertar, cobra un sentido nuevo y estimulante.
La especialidad de Itziar Mínguez es el poema corto, escueto, en el que todos los elementos aportan sentido y se elimina todo lo superfluo. Un estilo tan depurado que no necesita ni puntación ni mayúsculas.  Su poética ya estaba muy cercana al espíritu del haiku, aunque en esta colección los trate de una manera muy particular. Cada uno de los jaikus incluidos tiene un título y es precisamente gracias a este que se organiza el relato del conjunto, título tan poema como cada una de las sílabas contadas. El jaiku no es sólo la contemplación del instinto, también es una “manera de respirar”. Son jaikus heterodoxos, no en la forma, sino más bien por el contenido y por la construcción. Algunos se convierten en telegramas –muy apropiado para el viaje– (“emprender vuelo / una vida mejor / corta las alas”, Movimiento migratorio), otros tienen un carácter totalmente narrativo, casi prosa que, además, se encajan en continuación –procedimiento poético usual en Itziar Mínguez–: “cinco navíos / buscan la nueva ruta / de las Especias” (Magallanes I), “trescientos hombres / nada más dieciocho / los que regresan” (Magallanes II), “traen consigo / el honor de la muerte / en sus pupilas” (Magallanes III), “y la victoria / de la inmortalidad / sobre sus hombros” (Magallanes IV). Un estilo muy de storyteller, lo no quiere decir que sean épicos los poemas y reales los viajes. Ahí también tenemos “mi primer viaje / alrededor del mundo / Platero y yo” (Moguer).
            Los 80 jaikus están dedicados a las cuatro mujeres más importantes de su vida (madre, abuela y tías), mientras que la segunda parte, la nana, está motivada por la experiencia de la maternidad. El letimotiv que da coherencia al volumen es el viaje, el camino, la navegación y aledaños, todo un universo rizomático que reflexiona de manera metafísica con la misma solvencia que realiza una crítica histórica hacia el descubrimiento de América. Los viajeros que sirven de nexo narrativo son los grandes exploradores como Magallanes, tomados con espíritu crítico y tomados metafóricamente, como Ulises. La metáfora de la vida como camino (“ese otro viaje / incorruptible olvido / de lo que fuimos”, Infancia) está explorada con talento y sentido del humor lúcido, tan propio de Itziar Mínguez. Poco complaciente es el tratamiento de la Historia, nada que ver con el heroísmo de las epopeyas de los viejos libros de historia (Sefarad, Turista, 1942).
            En otras ocasiones el jaiku es más reflexivo: “todos los nortes / de un destino implacable / meta fugaz” (Brújula). Son especialmente interesantes cuando habla de la intimidad del viaje, “no lleva mapa / sólo sus ojos nuevos / como equipaje” (Viajero), “desde la cima / me devuelve mi nombre / la soledad” (Eco). En estos se puede rastrear una influencia machadiana, cuya sombra es alargada en el aforismo español.
            El atlas para esta vuelta al mundo incluye América, Oceanía, África, la Atlántida, como Grecia, Sefarad, Lisboa,  la ínsula Barataria, los oasis, la playa (“reloj de arena / este tiempo finito / llamado vida”) o la luna. No son sólo los lugares geográficos los destinos de un viaje, ahí están otras formas de viaje, como hacia la Guerra Mundial, tras la mirada de Robert Capa, situaciones como la del náufrago o las pateras, los abismo, el caminar, utilizando aparejos como el tren, la cabina de teléfono, el billete, las estaciones, el álbum, el pasaporte, las postales, y otros que tangencialmente hablan del viaje, como el whatsapp, el big bang. Capítulo aparte merecen los viajes literarios, como el que acompaña a Boabdil, añora a Peter Pan, se dirige a Comala de Juan Rulfo, o la serie dedicada a Poeta en Nueva York , El viaje del escritor
Desarrolla, Iztiar Mínguez una filosofía del viaje: “¿una manzana? / cualquier excusa es buena / para largarse” (La estrategia de Adán y Eva). Ya sabíamos que la vida es un viaje metafórico (Estación, Tercera Edad, Infancia) y también que el viaje es una forma plena de vivir (Billete de vuelta), o no: “recorrer mundos / con tarjeta de metro / o bonobús” (Rutina), “está más lejos / la vuelta de la esquina / que el horizonte” (Relatividad), o la serie Todo Fluye I y II: “abrir la puerta / el calor del hogar / querer huir” (Final de trayecto). No es necesario ni siquiera el desplazamiento: “mirar las nubes / en su constante cambio / desde el sofá” (Viaje), porque no es un viaje sólo en el espacio, también es el tiempo: “partir de hoy / huyendo del ayer / llegar mañana” (Contra tiempo), “robarle al tiempo / la vida suficiente / para soñar” (Epitafio).  No se presenta la autora con el estereotipo del nómada (“estar dispuesto / a hacer el equipaje / y deshacerlo”, Vuelta e ida) o el explorador y huye absolutamente de la obsesión del turista eterno en el que tendemos a convertirnos: “estuve allí / un imán de nevera / lo certifica” (Souvenir).
La nana de la segunda parte del libro es también un viaje: “me asomo al mundo / y te sueño” (El sueño). Una ilusión temerosa “inercia / de los días / y la desolación / de su aplazada derrota” (Duermevela), “es demasiado pronto / para dormir / y demasiado tarde / para seguir despierto” (Despertar). Sin ser un homenaje a Calderón, Itziar Mínguez sabe que “la vida es un mal sueño / que empieza a la hora / en que apagar el despertador / cada mañana” (Despertar). Ese momento se muestra crudamente en el despertador, pero, más allá del tópico, es un planteamiento existencial en el que también Machado insistía, la alternativa entre vivir y soñar, el despertar: “yo duermo / para soñar que vives / y tú vives para olvidar que sueñas” (Despertar).
 “despertemos
que hemos nacido
para soñar que vivimos
no para vivir soñando
que hay letras que esconden
silencios
y sueños que esconden
sueños (El sueño)