Este es el segundo poemario de Ana
Belén Martín Vázquez (Madrid, 1971), Licenciada en Ciencias de la Información y
en Filología Hispánica y Máster en Dirección de Marketing. Su primer poemario
fue De paso por los días (Bartleby
Editores, 2016). Ha colaborado con La
República de la Imaginación y La
Escombrera (Legados, 2009 y 2011); Voces
del Extremo (Amargord, 2014, 2015 y 2016); libros contra la violencia
machista; y en las antologías Insumisas.
Poesía crítica contemporánea de mujeres (Baile del Sol, 2019); Naturaleza poética (La Imprenta, 2022) y
Disidencias (El Sastre de
Apollinaire, 2023). Es autora del blog “Recrear palabras” (https://anabmartinvazquez.wordpress.com/blog/).
A partir de
una anécdota, de un detalle como es una astilla clavada, la autora presenta la
exploración de la vulnerabilidad y la confrontación con el dolor y la muerte.
La obra se sumerge en una reflexión profunda sobre la fragilidad de la
existencia humana, marcada por cicatrices físicas y emocionales, y por un
constante intento de resistencia frente a la oscuridad. La astilla como metáfora central encapsula
la idea de fragmentación y daño. Una astilla es una parte desgajada de algo más
grande, pequeña y aparentemente insignificante, pero capaz de causar dolor
profundo. Este símbolo también puede sugerir la ruptura de una identidad
percibida como completa y el desafío de encontrar sentido en lo fragmentado.
El poemario se
divide en cuatro secciones, la primera, Frontera
de la Nada, inicia la descripción del desamparo: “Hablas sola / para
esquivar las letras de la muerte”; “No hay refugio si desvelas / esta tristeza
al acecho”. El texto destaca imágenes poéticas que evocan soledad, pérdida y la
relación compleja entre el yo interior y el mundo externo. Las metáforas de
heridas, sombras y muerte se entrelazan con una sensación de desarraigo y
búsqueda de significado, mientras que el lenguaje repleto de símbolos sugiere
una batalla interna por reconciliarse con el dolor y la finitud. Quizás no sea
un dolor en abstracto, una descripción de la angustia existencial esencial,
sino que tenga que ver con un deseo vital más concreto: “La sangre inesperada /
es huella de otra cosa. // El filo de lo cierto. // Memoria turbia / que
aguarda”; “A precio de saldo, / tu herida y la deuda / con el propio deseo”.
El uso
reiterado de términos como tristeza, grieta, fracaso y muerte
configura un espacio poético oscuro, pero no exento de resistencia y deseo de
reparación. La lucha contra la desesperanza es un eje central: desde balbuceos
y silencios hasta la afirmación de la identidad como "astilla", el
poemario busca expresar la tensión entre la destrucción y la creación, la pérdida
y la posibilidad de renacer en otro lugar: “antes que cicatriz / fuste rebeldía
y su daño // La imperfección carnal, / su manifiesto de límite”. Una oscuridad
que, a veces, se siente con la violencia: “Tanta falta de luz / señala un
puñal”; “Todo tu cansancio te amortaja. // Tu condena: / escupir palabras” o
“avanzas hacia la tierra / sin saber / / del ladrido de los perros”. El paso
del tiempo forma parte de la urgencia de esa pesadilla hacia adelante: “Tus
horarios se enredan con el relato de las arañas”; “Ballbuceas palabras / que son pura huida”.
Es posible
interpretar Astillas como una obra que
aborda la infertilidad desde una perspectiva poética y simbólica. Algunos
versos y expresiones del texto evocan imágenes y emociones que podrían
asociarse con esta temática: “Tú eres estéril. Tanta amenaza del dolor era solo
un parpadeo”; “Te duele ser senda estéril, / maullido de gato callejero //…/
Ese es tu secreto ante los otros, / tan al margen de su razón” aluden
directamente a la esterilidad, vinculándola con el dolor como una presencia
constante pero ambigua. Y “La materia / de tu deseo es arena, / interrupción, /
pasado y agua” sugieren una lucha interna con el deseo frustrado, la
imposibilidad de crear o generar vida, y la sensación de vacío o falta. El
poemario parece explorar la pérdida, el límite y el anhelo de lo inalcanzable.
La obra podría ser leída como un viaje introspectivo a través del dolor de no
poder cumplir con un deseo profundamente humano, así como la construcción de
una identidad resiliente frente a este vacío. Así se comprueba en la segunda
parte, El paréntesis de la muerte, en
el que el memento mori clarifica la
urgencia del tiempo que pasa: “Quién eres tú / para dar pistas a la muerte, /
desafiando”; “Persiste la sombra, / penetrante sigilo / repleto de pasado”; “El
rumor de la muerte / toma el perfil de la casa. / Las esquinas del día / y todo
su silencio”.
La voz poética
en Astillas está marcada por una
vulnerabilidad íntima y una reflexión desgarradora que no busca consuelo fácil
ni respuestas definitivas. En su lugar, construye un discurso que oscila entre
el lamento, la resistencia y el deseo de redención: “En cada grieta / el veneno
crece / hacia dentro”. Y frente a ese dolor, la confesión dura: “odias la risa
del otro. // Ese siniestro contrario / te enfrenta a quién eres. // Un
resentimiento // repleto de voces”. Es precisamente el sufrimiento el que marca
el “paréntesis”: “El dolor anega / los espacios y las horas, / el rayo de sol /
que burla las persianas /…/ Intentas aquietar / la fiereza de la luz / y domar
la herida / ante lo oscuro”. El recuerdo de la muerte corre parejo a los
recuerdos de la infancia: “Tu infancia es una mueca, / un rumor de fracaso sin
paradero”.
La utilización
del “tú” refuerza una autoexploración que dialoga consigo misma. El pronombre
interpela al sujeto poético desde fuera, fragmentando su identidad y mostrando
cómo el dolor de la infertilidad puede desdoblar y alienar al individuo. El
tono oscilante entre resignación y desafío da profundidad a los poemas. La voz
poética no solo se entrega al dolor, sino que lo confronta. El manejo del
tiempo en el poemario es crucial. El pasado, cargado de pérdida y expectativas
incumplidas, resuena en el presente como un eco, mientras que el futuro, por su
parte, se vislumbra como una trampa.
Entendiendo los
versos en el contexto del daño, se constata “La ubicuidad es un fracaso / del
tiempo de los afectos”. Adrianne Rich enfatiza en sus obras la necesidad de
construir una conciencia colectiva. Este principio también resuena en Astillas, donde el acto de escribir y
compartir el dolor individual se convierte en un medio para conectar con otras
mujeres y construir una narrativa compartida: “Miraste de frente la agonía /…/
Dejaste atrás el féretro / de tu primera memoria /…/ Te quedas sin coartada /
ante el dolor”; “Limpias tu memoria / con aguas de tormenta. // Quisiera que la
lluvia te arrase”, que podría leerse como un intento de purificación que
trasciende lo personal y busca integrar lo individual en un contexto más
amplio.
Mandato de sombras, penúltima parte,
insiste en la idea de obligación que forma parte de las causas del sufrimiento:
“La apariencia serena del abismo / te crece dentro”; “El desprecio de los otros
/ te crea una grieta / sumidero de raíces”. Una causa que viene del exterior:
“Unas manos intentan que regreses. // Toda la piel / puede ser insuficiente”.
Por eso, frente a la culpa, la inocencia: “Eres astilla. // Madera inocente, /
ficción redonda que hiere”. Rechazo a las imposiciones, “Pasar de largo de tu
destino”; “Ignoras que escribe / el pájaro de ti”. En la dialéctica, la emoción
traspasa hacia dentro: “Ninguna respuesta / exenta de miedo”; “Este fracaso
mudo / te ha resonado / en lo más hondo”. Como resume en el verso: “Temes / no
estar a la altura / de tanta primavera”, insiste en la infertilidad como
símbolo, una sensación de ineficacia y transitoriedad, asociada a la
imposibilidad de que algo duradero o vital surja de uno mismo: “Tu voz no
pregunta / por lo próximo. / Deseas oír que es reparable”; “Solo la muerte
conoce / tus pasos // y el lugar donde duelen”. Como en metáforas anteriores,
como la arena donde no se puede habitar o echar raíces, el transcurrir del
tiempo insiste en el dolor: “Son el tiempo robado de la excusa, / el ruido que
asusta al cachorro, / el sobresalto / de la promesa quebrantada”; “El tiempo es
una trampa, / eficaz duda viscosa / donde mueres cada día”. Y sobre todo,
“Resuena la maldición / de un calendario helado”. El poemario articula el dolor
no solo en términos de carencia, sino también como una herida activa: “Pides
perdón / a la luz que te alumbra”. El paso a la madurez como una pérdida, una
desilusión, un cambio radical del sistema de referencia.
Por último,
siguiendo esta línea de interpretación, Nido
de tristeza continúa en ese ámbito simbólico. La corporeidad es fundamental
en la simbología de Astillas. El
cuerpo como territorio de lucha aparece herido, alienado y en conflicto consigo
mismo: “Tu piel es derrota. Su daño te delata”. Estas imágenes subrayan la
infertilidad como una experiencia que habita y redefine al cuerpo, alejándolo
de su potencial simbólico de creación y fecundidad: “Tu piel es derrota. / Su
daño te delata. // Albergó lo secreto / de la especia, / nanas y lactancia. //
Hoy es un espejo / donde mirar el miedo”. La referencia al cuerpo como un
territorio desmembrado o fragmentado, “Sangras. // Tu cuerpo / te espera fuera
de ti, / desmembrado, / sin sentido” podría representar la desconexión
emocional y física que algunas personas experimentan en relación con la
infertilidad, aunque, en este caso, abarque más la esterilidad del esfuerzo
cotidiano. El peso de lo social y cultural, que, como decimos, conecta con
Adrianne Rich se encuentra enredada en las expectativas sociales y familiares,
como sugieren algunos poemas: “Preguntas por tu deber / desde la rabia de la
ventaja”; “La costumbre y la casa / te deshacen”; “El clan te desgarra. //
Perteneciste / para ser objeto de dolor”. Aquí, la presión de cumplir con roles
tradicionales — como ser madre, crear una familia— aparece como una carga, un
mandato que define y limita la identidad. Debe también interpretarse como una
resistencia contra estas expectativas y una reivindicación de la imperfección:
“se equivocaron las voces / tan bien intencionadas. / Es siempre en círculo, /
hasta la grieta y el laberinto”. Y, sobre todo, cuando es contundente: “Quemaste
la historia / de tu nombre”.
A pesar de la
oscuridad, el poemario no abandona del todo la esperanza. Algunos versos, como “Un
tú desvanecido / empieza a construirse // en otro sitio”, parecen sugerir la
posibilidad de una transformación. Lejos de ser solo una tragedia, se convierte
en un punto de partida para reconstruir la identidad y hallar otras formas de
trascendencia. La frase “Ni flor seca ni trino / serán consuelo” indica la
tensión entre la aceptación y el anhelo de solución.
Astillas no se limita a hablar del dolor como
una realidad física, sino que también la utiliza como un espejo de experiencias
humanas universales: el dolor de los límites, la confrontación con las
expectativas y la resiliencia ante la pérdida. Este enfoque convierte al
poemario en una obra profundamente personal, pero a la vez abierta a
resonancias colectivas. El tratamiento simbólico y la construcción de la voz
poética son esenciales para transmitir la experiencia de la infertilidad de una
manera que va más allá de lo literal, integrándola en un marco universal de
dolor, resistencia y transformación.