miércoles, 29 de mayo de 2019

Reseña de David G. Lago: ‘Animalicémonos’. Boria Ediciones. 2019.


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Compañero de profesión como profesor de Geografía e Historia y licenciado en Antropología Cultural. Tras varios premios en distintos certámenes, consolida su carrera después de publicar 3 poemarios: 33 reflexiones que Cristo haría en mi lugar (Esdrújula, 2016); Corazón inmueble (Lastura, 2017) y ese mismo año, Satán es un canalla despeinado (Canalla ediciones, 2017). Este es un libro, muy cercano al de Celia Corral Cañas, quien precisamente pone el epílogo. En el prólogo de Pedro A. Cruz Sánchez, acertadamente señala: “David G. Lago impregna sus poemas con una claridad casi apolínea”. Ese será uno de los arriesgados puntos de partida para un poemario unitario en el tema pero lleno de matices y de aristas. Comienza con un poema, Animal Analítico, una antesala en la que se explica el objetivo de esta colección de poemas: “Comencemos: / analicémonos”, reivindicando la animalidad esencial del hombre, para tornar en la animalidad salvaje y cruel con la que los hombres califican la vida no domesticada: “Aquellas manos primitivas / olvidaron de dónde venían. / Se volvieron estúpidos / codiciosos y crueles” (Analicémonos).
Todo se resume en un lema: “Analicémonos. / Icémonos como animales”. El objetivo es retornar a la animalidad esencial, al cuerpo sin órganos deleuziano. Somos animales y junto a los animales debemos reivindicar el instinto y la carne. De vestigios y olvidoses el cuerpo central del libro. En él se habla de la lucha de la civilización por dejar de parecer animales. Puede ser irónico en Olvidado gregarismo: “Es muestra de inmoralidad / menospreciar el gregarismo; / querer impresionar con actos temerarios / es síntoma de ser irreflexivo / … / Los búfalos nos miran con asombro. / No pueden comprender / nuestra ausencia / de conciencia de clase”. Pero la reflexión antropológica no deja duda, la civilización es la que deja animales muertos en las cunetas. Walter Benjamin lo expresó de otro modo, cada monumento de cultura es un monumento de barbarie. La civilización en su conjunto es un monumento de barbarie: “Mirada de homo sapiens, / amnésica de su animalidad” (Mirada de homo sapiens).
La animalidad no es culpable de sus miedos o de ser depredador, y sí lo es en el ser humano: “Cúlpame cuando tenga la intención, / la inhumana intención / de despojar al ciervo / de la palabra «carne» / de la palabra «cornamenta»” (Cúlpame). El refugio en lo animal humano nos avisa, por ejemplo, del miedo al control por la tecnología, que parece ofrecernos un paraíso y sólo da control (Tendremos microchips bajo la piel). Reivindicar lo que de humano hay en animal le permite jugar con la dualidad de sentido metafórico del animal. La crueldad humana es meramente humana cuando se la compara con los animales; los animales representan la crueldad cuando se nos compara con las ratas (Bukowski llevaba razón). La relación con los animales, como la correa, es equívoca. La correa depende “–si aprieta o estrangula, / si ordena o acompaña–”. La relatividad de la soga al cuello.
David González Lago juega también con la antopología que siempre ha sabido la verdad de los mitos. Los relatos de animales mitológicos son un excelente marco metafórico para contar una verdad mediante una ficción: Ave Fénix, Sísifo como un escarabajo, Luperca, la Loba Capitolina: “Pensó que daba leche / y estaba dando infamia. / Nadie le contó la verdad. / Todos quedaron mudos. // Incluso Hobbes” (Roma no paga amas de leche).
Se divierte en la cuerda floja entre la carrera de Biología y los Estudios Culturales, las llamadas Humanidades: “No soy paloma pacificadora. / Yo no engendré a ningún Mesías /… / Soy, si acaso, paloma urbana, / ave desconcentrada / que vaga por las ruinas de los parques / picoteando las migajas que nuestra sociedad / abandona debajo del lodo y los cascotes / de sus bombas, / de sus detonaciones, / de su autodestrucción” (No soy paloma pacificadora). Y a la vez aspirar sinceramente a retornar a lo biológico: “Vivamos plenamente / Vivamos / como copulan los cochinos” (Vivamos como copulan los conejos).
Utiliza golondrinas y cigüeñas para hablar de las migraciones. Como un perro salvaje dentro de un mundo perro sirve como denuncia, se añora el Comportamiento felino (“Camino acicalándome. / Me gusta relamer mis decepciones / con felina obsesión”); las aves nos recuerdan la libertad de un vuelo natural: “El pájaro se ríe del avión / pues sabe / que es ilógico volar / con la frente plagada / de hojas de ruta” (El pájaro no quema queroseno); “Los pájaros prudentes reconocen / el instante preciso de saltar / sin miedo hacia el abismo / de la vida” (El momento de las alas). Sin perder de vista un ecologismo básico –de estar en la base– (Bajo el nivel del mar).
David G Lago presenta, como en un álbum de cromos de naturaleza, un catálogo de comportamientos y metáforas: “Para el perro presente, / los excrementos de otros perros / son huellas del pasado /… / Los humanos también / intentamos lo mismo. / Lo intentamos” (Migajas de la historia). De lo que significan los animales y lo que demostramos ser en comparación y en relación a ellos: “Los barrotes no son / lo peor de la jaula /…/ Lo peor es la tela, / esa tela que cubre la jaula, / esa tela que todo lo apaga / cuando llega la noche / … / ¿De qué sirve cantar / si no puedes hacerlo / como un loco / debajo de la luz de las estrellas? (De qué sirve cantar).
Este es un ejercicio de reflexión antropológica. La racionalidad como una jaula, la Teoría Crítica de Adorno y Horkheimer en su Dialéctica de la Ilustración. David G. Lago nos ha presentado una serie de paradojas de animales y de humanos con y como animales. Los que tenemos cierta edad recordaremos con nostalgia la advertencia del cantante brasileño Roberto Carlos cuando suspiraba por ser tan civilizado como los animales. Animalicémonos es un texto en prosa como colofón. Repitamos alto y claro:
“Retomemos la cordura.
Icémonos como animales.
Animalicémonos”

lunes, 27 de mayo de 2019

Orgullo cívico


Ha pasado el huracán de las elecciones y, después de un merecido descanso, algunas cuestiones se me quedan en la cabeza como para ir hablando solo. Ayer me tocó por sorteo presidir una mesa electoral. Personalmente me venía fatal, muchos compromisos este fin de semana, pero en fin. Un madrugón y una jornada intensa. Al final resultó mejor de lo que esperaba. Tuve la inmensa suerte de encontrar en la mesa, a pesar del engorro del encargo, agente muy apañada y de buen talante, como segundo vocal, al escritor Eugenio Fernández Aguilar.
                Entre las muchas conversaciones causales que se tienen entre los miembros de la mesa y los apoderados y la gente que viene a votar hablamos de si no hubiera sido más sensato aprovechar esta oportunidad para dar trabajo y unas exiguas dietas, a personas en paro en lugar de sortearlas en general. En esta afirmación que muchos ven de sentido común yo encuentro algo desasosegante. No sabía explicar muy bien por qué. Los sentimientos morales pueden ser muy claros sin estar razonados en premisas y desarrollados mentalmente. Creo que el sorteo es una de las herramientas más democráticas que pueden existir. Porque considera a todos los ciudadanos iguales en probabilidad, y por tanto, en derechos. Eso creo que es más importante que ese supuesto elitismo de quienes prefieren para los cargos públicos a “los mejores”, sea lo que sea lo que quiera significar la expresión.
                Después, con más calma lo he visto más claro. Si delegamos este engorroso deber cívico en los “parados” o en “los pobres”, en aquellos que necesitan “ayuda”, estamos utilizándolos para librarnos de tareas que no nos apetecen. Pasó, por ejemplo, con el servicio militar obligatorio. En el siglo XIX y principios del XX era habitual que se libraran los más ricos pagando una cuota. Cumplían con el deber de servir a la patria sólo los más pobres que no pudieran pagar ese rescate. Era progresista pedir que el servicio considerara a todos los mozos y descartara por sorteo. Luego, más andado el siglo, fue mucho más progresista pedir la objeción de conciencia y el fin de dicho servicio militar. Pero no se invalida el razonamiento. El sorteo iguala a todos y todos debemos contribuir, aunque sea un domingo en el que no podamos disponer del tiempo. Esto también es defender a la patria.
                Lo digo, además, con conocimiento de causa. Me siento un poco orgulloso de estar en una mesa y colaborar con el funcionamiento de la democracia.
                Es también cuestión de principios cívicos. Me gustaría saber qué opinan algunos de los que defienden posiciones conservadoras y ven al Estado como un depredador que les saquea a través de los impuestos sobre los compromisos cívicos. No sé si ahora estarían a favor de un servicio militar, como sostiene Vox, o si considerarían también que es una intromisión del Estado en la libertad personal. Y en el caso de que no estén a favor del servicio militar, cómo pensarían pagar un ejército profesional si no es con los impuestos. En el fondo me gustaría saber cómo pensarían pagar las carreteras, los policías, la administración de justicia, incluso aquellos servicios que pueden buscarse en las empresas privadas, como la educación o la sanidad, qué opinan sobre su financiación. Porque un cheque escolar hay también que pagarlo. Se ven a sí mismos como personas con valores muy elevados porque van a misa diaria. Son los mismos que meten en el mismo rasero a un comunista con un falangista en cuanto al valor de sus ideas.
                Ellos, suelen defender que prefieren dedicar el dinero a las causas que ellos mismos decidan. Optar por grupos antiabortistas antes que ecologistas, cofradías religiosas antes que feministas. Por eso ven como un héroe a Amancio Ortega por donar 300 millones de euros para material hospitalario. Según los datos publicados, la fortuna del fundador de Zara es de unos 58.000 millones de euros. El cálculo es sencillo. Su enorme donación es un 0’53% de su riqueza. Aunque no contemos si posee más activos o rentas de las declaradas, es un dinero considerable pero una proporción muy pequeña. Modestamente colaboro con una ONG desde hace varios años y el porcentaje de mi sueldo es casi el doble que el de la riqueza de Ortega. Y eso teniendo en cuenta que es muy poco lo que doy y que teniendo muchos millones no te privas de nada donando cantidades relativamente altas. No soy un héroe, no quiero agradecimientos, por eso ni siquiera me lo desgravo del IRPF. Lo digo por poner las cosas en su sitio.
                Sin embargo, las elecciones me han dejado una gran tristeza. En las europeas yo creo que todo estaba cantado. En las municipales la verdad es que da mucha tristeza y rabia ver cómo se dilapida una esperanza y un capital humano tan enorme en tan poco tiempo. Podemos ha sido una pompa de jabón, engreída y pendenciera y que ha defraudado con sus luchas intestinas. Teniendo un enemigo tan poderoso que ha utilizado todos los mecanismos legales y dudosamente ilegales, debería haber primado la unidad en lugar de las deserciones y las purgas, como les gusta decir a la prensa de derechas. Hubiéramos podido.
                También es una sensación muy agridulce ver los resultados en mi pueblo. No lo digo por el triunfo de Javier Ruiz, creo que se lo merece y ha realizado una labor que los roteños han sabido y querido valorar. Pero me entristece muchísimo que el tercer partido en votos sea Vox, a 60 votos de un segundo concejal. Teniendo, además, en cuenta el personaje que se ha presentado, no se puede decir que sea obra de un líder carismático, significa que mis conciudadanos han preferido la intolerancia y el rechazo a la igualdad, entre hombres y mujeres, LGTBI y heteros, propios y “frasteros”, como se dice en mi pueblo… en lugar de valorar la labor que Pedro Pablo Santamaría y los suyos hicieron en el equipo de gobierno anterior. Gente honesta que estuvo siempre defendiendo al pueblo en sus tradiciones y en sus intereses. Así nos va en toda España, en especial en Madrid, capital y comunidad.
                Vox ha triunfado con su estilo gamberro y maleducado. Y lo ha logrado porque tenía muy claros sus objetivos. Son un grupo de guerrilla que pretendía y ha conseguido colocar la patita en la puerta y que esta no pueda cerrarse a sus brutalidades. Como en el ajedrez, no es importante tener piezas en el centro del tablero, lo importante es controlarlo, amenazarlo, impedir que llegue el rival. Así es Vox, impedir que lleguen los demás, pataleando y vociferando, con provocaciones calculadas y sin calcular. Para estar en el foco y desviarlo hacia la derecha, y que, en un primer paso evitar el triunfo del PSOE, después que Ciudadanos y el PP parezcan socialdemócratas y por último, amenazar constantemente con romper pactos y dejar caer presupuestos si no se cumplen sus exigencias. Ya lo estamos viendo en Andalucía con los trabajadores en la violencia de género, después con los colegios concertados y la sanidad… Y el PP y Ciudadanos, encantados de cumplir con unas exigencias que vienen a ser las suyas, pero nadando y guardando la ropa teniendo a unos payasos para hacerles el trabajo sucio.
                Han contado con el voto de muchísimos españoles, y, aunque sean muchos menos de lo que esperaban, mi decepción es grande.

jueves, 23 de mayo de 2019

Reseña de Pilar Astray Boadicea: ‘Aquelarre’. Huerga & Fierro editores. Poesía. 2018


“No escribo para nada
escribo por la explosión
con la tranquilidad y la velocidad
como si yo no lo escribiese
/… /
Mi ejército son las mujeres
mi escudo son las mujeres
mi esperanza son las mujeres” (Epílogo)
Quizás la segunda mejor manera de definir a Pilar Astray Boadicea es la de activista cultural. Su versatilidad proviene tanto de su formación dentro de la comunicación audiovisual, como de su actitud. Organiza el evento periódico Artistas por la igualdad, se ocupa de la puesta en escena de la entrega de premios Leopoldo de Luis de poesía y relato. Esta referencia ya de por sí crea una complicidad a priori. Autora de El lenguaje de la gravedad y de Diez poemas medicina para que el papel venza a piedra, precisamente accésit del premio Leopoldo de Luis de poesía. El prólogo de Aquelarre lo firma Rafael Carvajal.
Quizás la mejor definición para Boadicea sea la de bruja, no en el mejor sentido posible, en todos los sentidos posibles. Alguien que sostiene que el mundo de la palabra es el mundo de la magia. Porque si no creyéramos en sus poderes, ¿para qué escribir? Y también, ¿para qué leer? El poemario se abre con Frecuencia 936 HZ, que es la que supuestamente abre la glándula pineal. Literalmente nos confiesa que “Aquelarre es un tratado de magia y hechicería especialmente para las niñas y para las viejas” (p. 13). Además, una lucha que no se hace sola, sino que conjura en grupo, “un grito contra el silencio”. El grupo de referencia es intergeneracional, el que pasa de las viejas a las niñas, como el aprendizaje de los lenguajes secretos, como el del abanico. Escritura pagana, de la espiritualidad de la Diosa Blanca, apelando al inconsciente colectivo.
La mística y la hechicería toman forma en el uso de versículos, de letanías, de frases hirientes y de imágenes oníricas: “Cuando has dejado de hablar como hablan los seres que solo se amamantan-reproducen-mueren, cuando has dejado de ser mensaje-emisor-receptor y buscas en la letra la santísima trinidad del orden y el caos /…./ Soy parte del trance de los que me dictan quien produce la colina de los ángeles que vienen a servirte la bandeja del secreto” (Frecuencia 936 HZ). Resultan subyugantes alguno de los primeros versos que atrapan el comienzo de los poemas: “Resulta que todo este grito tiene nombre” (Peter Pan); “De los pies me crecen violetas” (De los pies).
Como las brujas y los druidas, hay una entrega con el universo, con el cosmos, con la tierra, con el planeta, “Vomito sobre la New Age /…. / Estamos a salvo, / El riesgo es parte de Gaia” (De los pies). Y como las brujas, los poetas tienen que cuidar las palabras: “Tengo tantas brújulas cosidas al pecho y ninguna me sirve /… / Me deshice. / Lo que escribo es trasparente / …. / – ¿Qué es eso de ser poeta? / – Peino las palabras, les doy de comer. / –¿cómo si fuera una mascota? / – Como si fuera su esclava” (Ion). La identificación que pretende a través de los poemas parte de entender el poema como un autorretrato (Autorretrato). Diccionario es un poema sobre la dificultad del lenguaje para la comunicación, “La emboscada de la palabra / cuando debo alimentarme de números / replico, por fin, aquí, paz. / No hay reino sin agua” (Target). En su proyecto, como en su poema, No somos musas, somos artistas, reivindica el papel creador activo y no meramente pasivo de la mujer: “Acuchíllame lento, amor, / pero derrótame de una estocada. / Sobre el cielo del espejo / reflejaré más ganas” (No estoy hecha para pertenecer). “
“Me gustaría contarte, hijo mío que fui madre con todo el mundo menos contigo, que las venas frías me palpitaban al mirar mis manos produciéndote una cuna digna de ti, fin primo del camino, relevo de hierro, mi único margen /… / Que a cambio te enseñé una religión limpia, de sacerdotisa sin pecado original y fundamos nuestra iglesia pariendo nuestros signos y rituales” (Canto al hijo)
No es, sin embargo, una obra de enfrentamiento contra los varones, el amor tiene su lugar y tiene sus entrañas- “¿Podrás quererme cuando me vuelva loca?”, se pregunta en Hasta el fin del mundo. “Ahora que el amor cae por mi tejado y me invade / sigo anhelando otras caricias que no son las de este amor / Compito contra mi naturaleza de escalofrío antiguo, / no es que no aprecie este cofre de riquezas / es que amo la pobreza, las montañas, / los largos inviernos también” (Ahora que el amor).
“Ahora que Mary Poppins
no nos cubre con su paraguas de azúcar
ni alquila la disciplina a una cara amable
puedo partir hacia ninguna parte
sin parte de arriba del bikini
agradeciendo a los niños inquebrantables
su hospitalidad en el paraíso”(Intimismo).
Por mucho que presente un autorretrato en (Me llamo Pilar) al estilo de Ángel González, el programa que se desarrolla en Aquelarre  es colectivo. Se convoca por la necesidad del estar-juntas, pero también para la autodefensa de un mundo hostil: “El que lleva el tratado de ginecología bajo el brazo / para tratarnos como luz animal envuelta en seda” (Medita la magia) La mitología que deja a la mujer como un ser a cazar, una presa, pero que se revela: “Vamos a pisar la luna hermana loba” (La loba). Pilar Astray Boadicea inserta cada uno de los miedos y los peligros en estos conjuros la represión de la iglesia (Cura); las violaciones (Que alguien viniera); como el lado terrible de Peter Pan, “que soy tu Wendy / y tú jamás crecerás conmigo / me verás envejecer, se me caerá el pelo y los dientes / y te cortaré la carne en trocitos / te traeré mantas / resulta ridículo decir pero digo cortar sana” (Peter Pan). La sororidad está patente durante todo el libro[1] (“Me acuesto con un cadáver que tiene los ojos más bellos del mundo / … / Intento ser tu poltergeist, / … / Yo, tu diosa, / Yo, tu loba. / Yo, tu leona”, El cese de todo anhelo), como en el largo poema (Tener la regla); “Quiero que me traigas flores para el pelo, / son las flores de toda mi generación, amor” (Forajidos)  o el poema Utopía.
 “Yo, que desde niña vivo con el miedo a ser violada
/ … /
vengo a cantarte mi canción de venganza
 la de la puta, la mala, la que no arde
/ … /
La alegría viene del cumplimiento,
pero no del desear.
Tengo el poder.
 Tenemos el poder.
Nosotras mandamos. Y tú obedeces.
Bienvenido al aquelarre.
 /… /
El mundo será una pócima
/… /
las plegarias encerrarán verdad
la tierra rasgará el vientre de las viejas catedrales
 y tú mi amor
mientras todas gozan
 estarás dentro de mí
 moviéndote
 como un tesoro” (Manifiesto natural)



[1] Homenaje a su madre (Intimismo)