martes, 31 de agosto de 2021

Reseña de Blas Muñoz Pizarro: ‘El paso de la luz’. Isla Negra Editores / Crátera Editores. 2021

El paso de la luz, de Blas Muñoz Pizarro | Todoliteratura


Nacido en Valencia, filólogo y profesor de latín, Blas Muñoz Pizarro cuenta con varios premios como el de la Crítica literaria valenciana en 2021, Premio Fray Luis de León, Miguel Labordeta del Gobierno de Aragón, Ernestina de Champourcín de la Diputación de Álava… Entre sus libros están Naufragio de Narciso (1971-1973), La mirado de Jano, El que silba entre las cañas, La herida de los días, Viva ausencia, La mano pensativa, En la desposesión y De la luz al olvido. Antología Personal (1960-2013) en la editorial Vitrubio (2015). El subtítulo es doce poemas encadenados y cuenta con un preciso prólogo de José Antonio Olmedo López-Amor, “un poeta sin generación”, dice de Blas Muñoz Pizarro. La luz es el concepto clave. Cada poema ocupa “el espacio reservado a veintidós líneas, medida a la que el poeta llega con todos los poemas contabilizando tanto versos como espacios” (p. 11). Además, cada poema comienza con el último verso del anterior, todo eso da el carácter de un “poema río”. El libro se escribió originariamente entre 2011 y 2013 y se completa con una entrevista que firma José Antonio Olmedo López-Amor. Las ilustraciones son del argentino Pablo Santín. Los poemas numerados con 2, 3, 4 obtuvieron Premio Internacional de Poesía Ciudad de Archidona y los 8, 9, 10, 11 y 12, en el Certamen Internacional de Poesía “Laguna del Duero”. De todas formas lo que debe impresionar de un poema no es la destreza técnica sino su capacidad de emocionar. Y, efectivamente así es.

Es la luz uno de los temas básicos de la poesía de Blas Muñoz, aportando toda la simbología y la potencia expresiva. El paso del tiempo es el otro elemento sobre el que pivota este poemario. Ambos motivos se trenzan a través del yo poético que atraviesa cada uno de los meses y conversa en la intimidad: “No quiero hablar de mí, sino –contigo– / del mundo alrededor, del aire dulce / que te envuelve y me lleva, de la breve / sombra de las delgadas nubes sobre / mis ojos, porque sé que tú me amas” (1).

Elementos del paisaje despojados de detalles superfluos componen el escenario de los poemas: “La pureza de un cielo desusado / ya vacío de odio y compasión; / en el aire, la ráfaga el vuelo / diminuto y feliz entre dos cantos; / y el trasiego, en la calle, de unos seres / que se aleja sin ver el ofertorio / con que el día celebra el sacramento / de la unión de la luz con la inocencia” (2). Sobre ellos es sobre donde la luz incide, un tanto a la manera platónica de considerar al sol como luz y como esencia que comparten los cuerpos: “De la unión de la luz con la inocencia, / ¿No nace la verdad, esa certeza / que cada ser inventa en su destierro, / con tanta confusión como esperanza, / para darle calor a su novicio / corazón” (3). Por esa dualidad es importante la sombra que concede los perfiles y dota de volumen a las cosas, a los objetos y los sentimientos: “Y digo sol y sombra y frío (y amo) / aún sin saber por qué pero sabiendo / que, al nombrarlo, le doy a cada ser / mi ser y su sentido” (4); “Donde crece la luz y alguien la canta / vuelve a hacer el universo, vuelve el acto inaugural de la conciencia / que dijo en su silencio fiat lux” (5).

El sentimiento, los afectos, construyen el discurso sobre el que pasa la luz:“…Qué profunda / piedad hay en mis labios cuando siento / esta tibia inquietud que alienta ahora / que está más alto el sol” (4). Podríamos seguir con la metáfora platónica a lo largo de varios poemas, pues en ellos confluyen la Belleza, el Bien y la Justicia:  “Duele tanta perfección / incomprensible, la belleza injusta / que no nos pertenece, que nos deja / fuera a pesar de que nos debe ahora / su intacta realidad” (5). En contraste, el mundo se antoja áspero, casi inhóspito, esperando que la luz pueda hacer brotar la vida (o los afectos): “La fatiga del mundo, mientras llueve / en este extraño día de contrastes / –en esta sinrazón que no parece / verano todavía–, va buscando / un pecho en quien anidar” (7); “Duele esta luz en la que espera, dóciles / figuras bajo la opresión del mundo, / que la mañana pasé” (10).

Un río no es estático, cambia su agua y ésta transcurre por el cauce, recibiendo los afluentes y llegando hasta la desembocadura. Un poema río como es este no es ajeno al paso del tiempo, no pretende una imagen estática, un cuadro de sentimientos inmóvil, al contrario, se detectan las mutaciones, los cambios y la conciencia de ellos: “Nunca has sido más débil la impostura / del tiempo” (7); incluso recurriendo a la metáfora del río: “Como si nunca hubieran de morir / los cuerpos buscan la piedad del agua” (8). El mundo sigue afuera mientras el poeta se centra en la intimidad con la amada: “Ahora escucho, al calor de esta pared / que me sostiene, y sé que el mundo suena / como un susurro débil, como el globo / de un niño que alguien fuese deshinchando / mientras el sol insiste y me ilumina” (9).

El poema sigue con algo de nostalgia: “Porque decir la vida / es más difícil que vivirla, y porque / nada sé más allá de lo que olvido, / enmudezco otra vez. Y aprendo. Y oigo” (11) y el poeta saca la esperanza de la luz que permanece a lo largo de los poemas: “… Detrás de ti, la luz / final de la mañana incendia ahora / las baldosas del suelo del salón / a través del cristal de la terraza” (12). Al final, como ya presentíamos, el tema es el amor, siempre ha sido el amor:

“¿Quiénes somos tú y yo, si ya no somos

aquellos que aún se aman, como siempre” (12)

 

domingo, 29 de agosto de 2021

Las palabras y los hechos


 


Corren tiempos para que el pesimismo propio se asiente y reafirme. Todo lo relacionado con Afganistán previene del desastre, incluso aquí, a tantísimos kilómetros, las reacciones hacen perder cualquier fe en la humanidad. Es sabido que los Estados Unidos pretenden ir evacuando a una serie de afganos y redistribuirlos previo paso por sus bases europeas. En nuestro caso Morón y Rota. Descorazona ver cómo esta intención es contestada por un sector, mucho me temo, importante en nuestra comunidad.

Por ejemplo, rueda por ahí, entre los perfiles de redes sociales, concretamente entre los que abundan las rojigualdas, una serie de memes que cuestionan que Occidente tenga que hacerse cargo de los refugiados afganos. ¿Tienen que recorrer 8000 kms para ser atendidos? Por lo visto los refugiados eran atendidos en las fronteras. No sé de dónde ha sacado la información, pero, a bote pronto, se me ocurren los casos del genocidio armenio, que acabó con muchas familias en Estados Unidos o Canadá, o durante la Guerra Civil, que los republicanos se exiliaron en América, México, Argentina, Cuba, Venezuela o Estados Unidos. La barbarie nazi llevó a los judíos todos los países del mundo, Estados Unidos, Argentina… Los refugiados de Camboya, Laos surcaban los mares hacia donde podían. Y no hay que escarbar demasiado para ver la diáspora judía en tiempos del Imperio Romano. Hay que ser muy miserable para hacer un tuit como este.

Estos miserables son capaces de parecer, ante sí mismos, porque no engañan a nadie, preocupados por la situación de las mujeres y el pueblo afgano tras los talibán mientras que siguen mostrando a las claras su xenofobia. Critican, denuncian, pero que no les molesten. Que se queden por ahí, que no aparezcan por aquí, por su jardín, porque creen que este país es un jardín suyo y de nadie más.

Me apesadumbraron los comentarios que mis paisanos soltaban en las noticias del periódico local. Felipe Benítez Reyes tuvo el tino de reunirlas y categorizarlas. Por un lado están quienes reniegan de los refugiados porque son terroristas, o porque traerán el covid, o porque no ceden al covidfraude; otros ven injusto que se les den casa, comida y lujos mientras que de los españoles ni Cáritas se ocupa. Por supuesto siempre están los que acusan al gobierno de lo que sea. De ceder a los americanos, de no dialogar con Casado, de hacer y no hacer, de aparecer o no aparecer. Todo de muy mal gusto. Una situación que desalma a cualquiera es aprovechada para acusar y mostrarse uno tal cual es. ¡Clama el silencio de las feministas con lo de Afganistán! Se nota que no han visto una feminista en la vida. O que no se han metido en ninguna red social, o no han visto las noticias… En fin, llueva o truene la culpa la tienen quienes me caen mal.

Sin embargo, después de todos estos despropósitos sacados de las redes y los comentarios a las noticas en prensa, resulta que la sociedad civil se organiza para recoger donaciones. Y son asociaciones de todo tipo, desde cívicas y laicas de izquierda hasta la Hermandad del Amor. Es tanto el material que han pedido que dejen de mandar ropa y se centren en las necesidades concretas de los cientos de refugiados que vienen a la Base. La noticia ha salido en medios de carácter nacional incluso.

Me da la impresión de que hay un reducto de personas indeseables y miserables que tiene una visión de la vida más miserable aún, que tienen miedo de que algo de sus miserables vidas cambie y todo lo ve mal. Y lo malo es que se les escucha mucho. Y lo peor es que convencen en su discurso a personas de bondad razonable, que dan la razón a quien primero escuchan porque no se entretienen en buscarle cinco pies al gato. Instintivamente comparan el trato a unos y a otros, y, en lugar de ver cuál es la necesidad, la urgencia o la justicia, se apuntan al primer carro. Los miserables tiran siempre hacia el fango y hacen demasiado ruido. No es solo que hagan el mal, es que impiden ver lo bueno.

Afortunadamente las personas no son así. Las personas son amables y generosas. Pero tampoco podemos pedir que todos nos comportemos con una ética incuestionable en momentos duros, durísimos. No podemos pretender que quien ha perdido una hija y no sabe dónde está su cuerpo diga cosas sensatas y entienda que se ha hecho poco o mucho. Se comprende que en una situación de terror se cometan infamias. Por suerte no siempre estamos en ese tipo de encrucijadas. Podemos tener el tiempo de reflexionar y que nuestro corazón hable y no nuestro egoísmo rastrero.

Hechos son amores, dice el refrán. Y este pueblo está demostrando, más allá del postureo y de la foto, que puede dar mucho. No lo digo concretamente por mi localidad, sino por todos los que son capaces de entregar su tiempo, su poco o su mucho, sus recursos en ayudar a los demás en momentos terribles. Sería una pena que sólo se escucharan a esos bárbaros miserables. Y, es curioso, se pueden dar a la vez ambas posturas, por un lado alertar de la islamización de Europa y compartir la petición de socorro a los refugiados. Bramar contra los inmigrantes y tener amigos y ayudarlos. Lo he visto.

La situación, de todas formas, es agridulce. Mucho malmeter no va a traer nada constructivo a una sociedad que tiene que concienciarse de que los problemas que se nos avecinan son muchos y de difícil solución. Como pueblo, nación, como humanidad vamos a tener que enfrentarnos a retos complicadísimos y a enemigos (esos fondos de capital despiadado que destruyen empleos, selva o corazones humanos) que no se van a doblegar fácilmente.

Por ahora, vamos a dar las gracias a todos los voluntarios y las voluntarias que han contribuido con su trabajo o con sus donaciones a hacer de este pequeño rincón un lugar mejor en el que puedan caber todos los que lo necesiten.