domingo, 8 de junio de 2014

La bendición del agua



Imagino que algo tendrá el agua cuando la bendicen, y que por mucho que uno tenga las ideas claras no va a ser más listo que los demás. Mis opiniones son a veces fruto de un pronto repentino, pero en los casos importantes procuro hacer recuento y asimilar críticas, cambiar de punto de vista y, si es necesario, cambiar de idea. No suele ser muy común cambiar de idea. Cambiamos de coche, cambiamos de casa, de cepillo de dientes, de pareja incluso antes de cambiar de idea. Por eso me pongo en guardia contra mí mismo si me aferro a una idea tan contra viento y marea.

Ya he dicho infinidad de veces que soy republicano. Y que me parece una opción tan sensata que me extraña que haya quienes todavía defienden la monarquía. En este caso me da igual que sean juancarlistas, monárquicos o defensores de la institución. Creo que es tan de cajón que los ciudadanos tengamos la oportunidad y el deber de elegir a nuestro jefe de estado, que difícilmente puedo concebir argumentos en contra. Argumentos racionales, porque argumentos pragmáticos claro que los entiendo. Imagino que todos aquellos de la camarilla de Juan Carlos o de Felipe estarán temerosos de que se cambie el régimen, pues perderían su vía de influencia y sus prebendas tan poco democrática ni meritoriamente adquiridas.

Por eso me resulta tan difícil aceptar así en seco, a la Rawls, sin saber de qué lado te va a tocar, que defienda alguien la monarquía. Pero como tampoco entiendo el fútbol resulta que se me caen del pedestal muchos intelectuales que pierden los papeles con un equipo en una final. Supongo que seré yo el equivocado.

He visto con pesar que el asunto del elefante ha hecho más por la causa republicana que todas las manifestaciones y disertaciones. Y veo en la abdicación de Juan Carlos muchos intereses que coinciden en la misma decisión: la defensa de la institución monárquica, símbolo de la indisoluble unidad de la patria española. Pasando la corona a Felipe, las infantas Elena y Cristina dejan de serlo, así, cuando sea imputada, no se imputará a un miembro de la casa real. Y eso es inevitable, según parece.

Podría ser que Juan Carlos pudiera tener asuntos turbios que ocultar, por eso se le va a brindar un aforamiento que no acierto a justificarme. ¿Es que al final hay personas más importantes que otras? Supongo que sí. Hay que ver este Juan Carlos, es magnífico cuando gobierna y más magnífico aún cuando abdica.

Hubiera sido bonito poder abrir un proceso constituyente aprovechando la renuncia del monarca. Si es verdad, como dicen, que la mayoría inmensa de los ciudadanos es monárquica, pues que lo digan. Ahora, si es problema de la constitución, pues, sinceramente, me hubiera gustado que se tuviera el mismo empeño en cumplir otros artículos y no recortar tantos derechos. ¿Empezamos? Tasas en justicia, nueva ley de seguridad ciudadana, persecución de delitos de opinión, límites al endeudamiento del Estado… Por no hablar del derecho a un trabajo, la salud, la educación y una vivienda digna. Hay, sin duda, problemas políticos más importantes que la forma de estado. Pero eso no debe callarnos cuando denunciamos otros males menores. Por supuesto que el pleno empleo es prioritario, pero no debemos cejar en luchar contra la contaminación, la corrupción, el lenguaje sexista.

Para los conservadores (voten al PP, al PSOE o a UPyD) nunca es el momento ni la forma, ni el lugar de abordar estos temas. Empiezan a utilizar la demagogia y a clamar a las autoridades que no se rindan ante las presiones de la calle, desprestigian a todos los grupos políticos que rechazan la monarquía, miran por encima del hombro a quienes propugnamos que la ciudadanía debe poder elegir.

Jefferson, el presidente norteamericano, sostenía que había que repetir el consenso constituyente cada dos décadas. Por el simple cambio demográfico, el envejecimiento y la llegada de nuevos jóvenes a la edad del voto, cada veinte años se perdería la mayoría de quienes votaron y decidieron las leyes. En la actualidad, la mayoría de los españoles con derecho a voto no pudimos votar la constitución del 78. ¿Debemos aceptar el peso de la tradición? ¿Debemos rehacer los votos de fidelidad a un sistema sobre el que no nos preguntaron? Es evidente que si eres conservador tienes muy clara la respuesta a estas dos preguntas. La monarquía es una tradición.

Yo no quería, de verdad que no quería tocar el tema de Felipe y Juan Carlos, porque, la verdad, tanto monta, monta tanto. Haz que algo cambie… La restauración borbónica se parece cada vez más a la de Martínez Campos y Cánovas. Incluso en el hecho de que tras treinta años el bipartidismo se fue quebrando. Cuando me lo dijeron pensé que estaban de broma. Después aluciné con la “autocensura” de la revista El Jueves. Y el médico me recomienda, para la úlcera que no me sofoque, por eso tengo que echar fuera todas esas tonterías que voy escuchando sobre el temita dichoso del rey, de lo agradecidos que tenemos que estarle, de lo que significa la institución monárquica… También veo las convocatorias de marchas, concentraciones y recogida de firmas. No he podido evitarlo.

Y no se trata de criticar a Juan Carlos, de acusarle de amasar una fortuna indecente, de no respetar la fidelidad ni a los principios del movimiento, ni a su señora, ni a los intereses de los españoles; no se trata de denunciar los manejos financieros de toda la familia o del mantenimiento de una familia al completo. Está muy bien preparado, pues claro, le hemos pagado entre todos los estudios, mientras que hasta Rajoy se pagó su carrera y sus oposiciones. No es un rey concreto, es la Monarquía. Incompatible con una democracia que se basa en la igualdad de todos ante la ley. El soberano no debe ser un borbón, es el pueblo.

Para mí eso es tan evidente que no entiendo la necesidad de hacer sagrada una figura, en este caso el rey. Un rey bendecido literalmente por la Iglesia. Y, como empezaba diciendo, algo tendrá el agua cuando la bendicen. Pero el caso es que no me lo creo. Como soy ateo…

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