martes, 9 de mayo de 2017

Diferencia y repetición



Voy a apropiarme del título de Deleuze para mis propósitos, no hagamos responsable al francés de mis desvaríos y que me perdonen José Luis Pardo y Luis Castro. Tratar de explicar un fenómeno se basa, esencialmente, en encontrar un paralelismo más evidente y sencillo para los términos conflictivos. La cuestión consiste en encontrar cuál es el paralelismo más adecuado. Comparar cualquier cosa consiste en encontrar las diferencias y las similitudes. Puede sucedernos que tengamos muy claro que A es completamente diferente a B, pero no sepamos explicar en qué consiste su diferencia. Por ejemplo, ¿qué diferencia hay entre un cuaderno y un elefante? A todos nos resulta obvio que son distintos, pero se nos hace un poco fastidioso expresar con palabras algo tan evidente. Cuando aventuramos que uno es pequeño y el otro grande, que el primero es un objeto y el segundo es un animal nos estamos esforzando en encontrar un punto de comparación. Y por eso decimos que entre dos personas no hay ni punto de comparación.
                Un tema que se está discutiendo mucho estos días es la maternidad subrogada. Para defenderla o atacarla se hacen referencia a metáforas que ponen de relieve la intención que tenemos al respecto. El genio del idioma puede poner en circulación muchísimas formas de hablar sobre un tema y es el oído de los hablantes el que se apropia solo de algunas de ellas. Son los hablantes quienes realizan la selección. Las metáforas triunfadoras, además de tener detrás, en ocasiones, una gran corporación de medios de comunicación o institutos de pensamiento, necesitan tener cierta lógica dentro de la percepción de los hablantes para seguir su curso, aunque puedan atacar radicalmente la lógica aristotélica, como pasaba cuando nos decían y repetíamos que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, expresión a todas luces impropia, pero que cobraba un sentido clarísimo y ejemplarizante.
                ¿Qué es la maternidad subrogada? ¿En qué consiste un vientre de alquiler? Gran parte de nuestra posición al respecto dependerá de cómo definamos el término, a qué asimilemos la práctica, porque las connotaciones que puedan tener las palabras se unen a las consecuencias metafóricas de una manera que clausura cualquier otra interpretación. Para un sector importante de la sociedad cualquier técnica de reproducción asistida está vedada por definición. Es Dios quien decide a su arbitrio quien puede y quien no puede tener hijos. El marco interpretativo se reduce a la negación de “técnica de reproducción asistida”. Esa categoría identifica de manera suficiente la práctica para que sea rechazada.
                Incluso la clasificación entre “técnica” y “práctica” puede suscitar un debate intensísimo que tiene consecuencias jurídicas definitivas. Si se considera una “técnica” podría entrar dentro de la legislación española de reproducción asistida, pero si es una “práctica” independiente, al no estar reconocida en la normativa como tal, no podría aprobarse con el ordenamiento jurídico actual. Considerar, por otra parte, como “técnica” supone, a juicios de muchos, cosificar a la mujer, considerarla como un mero instrumento de gestación.
                Por si fuera simple la cuestión se mezclan otros vectores en la discusión pública. Por parte de un sector del feminismo se ofrece una repulsa total a la maternidad subrogada –un poco más adelante veremos por qué–, esto consigue el rechazo automático de quienes se consideran antifeministas. En la discusión no se aportan argumentos sobre la maternidad, sino de descalificación hacia el feminismo.
                Hablar de un “vientre de alquiler” tiene la connotación mercantilista, monetaria. “Alquiler” sitúa la maternidad en la esfera del dinero que todo lo contamina. “Mi útero no se alquila”, “Mafia, fuera de mi útero” o “Patriarcado y capital, alianza criminal” son los eslóganes que sitúan la subrogación en el campo de la economía. Entran en este marco las referencias al origen social de las mujeres que gestan, que supuestamente nunca son de clase alta. Se incide también en el origen social de los futuros padres, porque sólo podrían costearse el tratamiento las clases más acomodadas, quedando sólo para los caprichos de quienes pueden permitírselo. Y una referencia a la dominación masculina si los padres son una pareja de varones homosexuales. De todas formas, numéricamente, este último caso es el menos representativo. Es evidente el peligro de explotación, que en este caso es exclusivo hacia las mujeres.
También se argumenta desde esta posición la identificación de la maternidad con algo más que ser el recipiente. “No somos vasijas”, se dice. Este juicio de la mujer como simple depositaria de la semilla, el semen, que no aporta nada específico a la concepción tiene una tradición enorme dentro de la cultura occidental y del cristianismo en particular. El rechazo a considerar a las mujeres como vasijas lleva al rechazo, a su vez, de las maternidades subrogadas. Aquellos que defienden esta postura saben perfectamente que la mujer en la maternidad subrogada no es literalmente una vasija, ni un horno, ni que se puedan construir “granjas de mujeres”, pero esas diferencias les parecen menos significativas que la identificación con la metáfora.
Yo me considero feminista y comprendo perfectamente el peligro de explotación de esta práctica. Sin embargo, creo en el altruismo de las personas, de donantes de sangre, de óvulos, de riñones… Es decir, planteo la cuestión en el marco de la identificación con la donación altruista frente a la identificación con el alquiler económico o la vasija. Veo claras diferencias entre la donación de sangre, de la que todos podemos formar parte y que no comporta riesgos para la salud. También veo la diferencia entre una donación de riñón para salvar una vida de la utilización del vientre ajeno para cumplir el deseo de ser padres.
El campo de batalla entre el deseo y el derecho radica también en un enfrentamiento entre la diferencia y la repetición. No todos los deseos tienen que ser derechos. Eso es evidente. Cualquiera que desee matar a todo el que se ponga por delante tiene que enfrentarse con el muro de la realidad y la legalidad. No se discute si todos los deseos deban ser derechos, sino precisamente este de la maternidad. Diferencia. Todas las técnicas de reproducción asistida, las incluidas en el sistema nacional de salud y las no incluidas, dan respuesta al deseo de ser padres, de la misma forma que la vasectomía responde al deseo de no tener hijos. Repetición. Por poner un ejemplo disparatado, que el deseo de tener un yate sea solo un capricho que se pueden permitir las clases altas no es obstáculo para negar los yates. Con esto quiero referirme a la argumentación en abstracto, no estoy comparando yates con bebés.
Hay de defender indudablemente la dignidad de las mujeres en cualquier situación, y creo que un sistema de garantías legales y seguimiento puede disminuir sustancialmente el riesgo que siempre existe de explotación, que repito, siempre existe en cualquier contrato. Los casos que, antes de este debate, hemos conocido por los medios son muy específicos y se ofrecía un perfil muy claro de altruismo. Mujeres de clase media, con estabilidad material y afectiva, con hijos propios que se ofrecían para gestar el niño de otra pareja. Podemos imaginar las barreras más exigentes para salvaguardar que nadie se vea obligado a vender su cuerpo por necesidad de dinero, aunque es lógico que reciban una compensación económica para aliviar de alguna manera su esfuerzo y su riesgo. También se puede regular el negocio por parte de las clínicas y bufetes de abogados que tercian en estos menesteres.
Algunas detractoras ponen el ejemplo de las donaciones de óvulos. Dicen que muchas chicas jóvenes recurren a esta práctica para conseguir dinero para pagarse la matrícula de una universidad cada vez más elitista. Y probablemente tienen razón, aunque se conocen otros casos de clínicas que ven aumentadas las donaciones cerca fiestas, eventos, de la feria y confiesan en las entrevistas que las chicas quieren conseguir dinero para algunos caprichos. Siendo un tema mucho más delicado y esencial de la mujer no quiero caer en la banalidad de compararlos con los trabajos basura a los que están abocados muchos jóvenes para poder seguir adelante en los estudios o pagarse unos caprichos. No siempre es por necesidad.
Otro marco posible para la maternidad subrogada es valorar la capacidad de la mujer para usar su cuerpo. Este argumento puede englobar tanto el aborto como la prostitución. “Nosotras parimos, nosotras decidimos” puede servir también para reivindicar la posibilidad, libremente elegida, de servir de instrumento para gestar el bebé de otra pareja.
Es importante, de todas formas, considerar serenamente las propuestas y los argumentos, no dejarse ir por los eslóganes (“hornos humanos”) o por la falsa asepsia que los grupos de intereses introducen en los eufemismos para los vientres de alquiler. No es fácil decidir este tema. No es fácil, y gran parte consiste en cuáles son las diferencias que nos parecen relevantes y cuáles debemos soslayar.

               

2 comentarios:

  1. Magnífico artículo, no quedado sin mencionar ninguno de los supuestos, o situaciones que implica la que viene a llamarse maternidad subrogada.
    Evidentemente, el deseo de ser padres es algo que muchas personas se plantean y no pueden llevarlo a cabo por imposibilidad física, lo que, en cierta medida me llevaría a considerar la posibilidad de acudir a la dicha maternidad subrogada. Pero como todo contrato, porque, en definitiva, son dos partes las que intervienen en la "negociación", y no quiere mostrar frialdad ante la temática, sino que me atengo a una realidad del todo práctica, necesita de una más que especial y rigurosa legislación. Tristemente, en la práctica, no hay escrúpulos para ser donante de óvulos, cuando existe una más que lucrativa compensación económica y que no distingue sectores sociales. Pero, desde mi punto de vista, y voy a más allá de lo que es un óvulo donado y de un vientre de "alquiler" -cual vivienda se tratare- la finalidad de todo este proceso es el nacimiento de un ser humano. Si hasta hace unos años los bebés nacían, ahora los bebés se hacen. Es algo muy difícil de tratar y además hay que contar con el hecho cierto de que solo determinadas personas con recursos suficientes pueden, hoy en día, recurrir a tal práctica. Es mi sincera opinión, si bien supone, también, una forma de selección de lo mejor de la raza humana, pues puesto a elegir, siempre optamos por abundar en escoger aquello que más nos satisfaga en todos los aspectos.

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  2. Gracias, Rosa. He intentado ser honesto y ver los argumentos. No están todos porque intentaba ver las caras de una moneda, no agotar el tema, que en tan poco espacio , no se puede, ni tengo capacidad para ello. Es una cuestión difícil, y no sólo se trata de parejas gays o ricas. Si nos lo proponemos, puede ser algo mucho más bonito que la mera mercantilización de la maternidad.

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