domingo, 13 de enero de 2019

¿Qué hacemos con los ultras?


Uno de los debates más interesantes en los medios, tradicionales o redes sociales, es el referente a cómo enfrentarse a la irrupción de la extrema derecha en el parlamento andaluz. Contra lo que pudiera parecer, lo que es razonable no es necesariamente la realidad. Lo razonable, en este y en tantos temas, es simplemente reflejo de las ideas de cada uno.
                Es un lugar común culpar al progresismo del crecimiento de Vox, a las feministas, a la trampa de la diversidad, a la solidaridad con los refugiados y con los emigrantes… Se hizo viral una supuesta carta a Pedro Sánchez en la que se confesaba que cada vez que alguien se sentía traicionado por la izquierda, nacía un fascista. Este tipo de simplificaciones son típicas de quienes echan balones fuera y aprovechan para arrimar el ascua a su sardina y como el Pisuerga pasa por Valladolid, Podemos y el Coletas son los que alimentan el fantasma del fascismo.
                Merecería la pena plantearse esta hipótesis si no hubiera existido más extrema izquierda que la española. Pero no creo que Pablo Iglesias sea responsable del ascenso de Trump, del Ukip británico, del Frente Nacional de Le Penn, de los ultraderechistas de Bélgica, Holanda, Alemania, de Salvini y de Amanecer Dorado en Grecia. Mucho nos tememos que Steve Bannon está teniendo relativo éxito en coordinar una Internacional de ultraderecha que sabe aprovechar los amplios recursos financieros de quienes los apoyan tanto como las fake news y el funcionamiento de las redes sociales.
                De una manera más sensata, articulistas tan sensatos como Esteban Hernández recomiendan ignorar a Vox para no alimentar su fama, y sobre todo, su victimismo. Toman nota del funcionamiento de la campaña de Donald Trump. El líder republicano se dedicó a decir barbaridades, apareciendo como alguien franco que no cuida las formas, auténtico, saltándose las normas de lo “políticamente correcto”, aún a riesgo de aparecer como un auténtico paleto. Todas las bromas, todas las burlas, las acusaciones, los debates más o menos furibundos, lo único que conseguían es publicidad gratuita y aumentar la fama. Trump no intentaba convencer a todo el electorado, sólo a aquellos susceptibles, a los sensibles a su programa.
                No tengo claro que sea una buena idea. Comprendo la intención y probablemente pueda funcionar, pero me temo que, si Vox no consigue difundir su programa a través de la estrategia de guerrilla, lo harán a través de los debates de Carlos Herrera, de 13TV, de los comentaristas de La Razon, Abc, El Mundo… Ellos tienen a su disposición todos los medios tradicionales por mucho que quieran aparecer como los chicos rebeldes anti-stablishment. Y aunque al Partido Popular les pueda restar votos y algunos escaños, le sacan rendimiento ideológico. Vox les hace parecer moderados, aunque defiendan los mismos principios y los mismos métodos. Por eso ellos son la derecha cobarde, porque no se atreven a hablar claramente. Como en el caso de Andalucía, firman un acuerdo sobre nimiedades, como la financiación de los toros o el fomento de la caza, como si no supiéramos ya que la anulación de la legislación sobre la violencia de género o la protección al colectivo LGTBI no se fuera a realizar de facto, mediante la inactividad o mediante la reducción de fondos.
                La estrategia de Vox, como la del PP de Casado, es la de intoxicar con medias verdades, con sugerencias perversas, con datos inventados. Luego dejan caer que todas las víctimas son iguales, animales incluidos; que los emigrantes son los responsables del paro y la delincuencia y las ONG son cómplices de la trata de personas. Son tantas y tan grandes las barbaridades que, si no se contraponen los datos fiables, muchos pueden empezar a creerlos.
                Por ejemplo, el número de menores asesinados por sus madres, el número de varones asesinados por sus mujeres, el número de extranjeros delincuentes… Por ejemplo, ¿hasta cuándo vamos a tener que repetir que no existió la Reconquista? Al-Ándalus fue una entidad independiente durante gran parte de su duración, habitada y gobernada por población local, herederos de los prerromanos, romanos, visigodos, a los que se sumaron bereberes, árabes y eslavos. Al-Ándalus es tan España como Hispania o como el reino visigodo de Toledo, tan España como cuando vino un rey desde Flandes, Francia o Nápoles. Tan español era Boabdil como Isabel y Fernando.
                Y tan ideológica es una ONG que se ocupe de los refugiados como una que se ocupe de los toros. Ideología no significa pensamiento de izquierdas, sino una línea de pensamiento que puede venir de cualquier punto de espectro. ¿O es que alguien piensa que está libre de tener una ideología?
                ¿No deberíamos intervenir cuando vemos estas barbaridades? Si no contestamos, si les ignoramos no les daremos publicidad, pero les estamos dejando el campo libre para expandir sus ideas y conseguir la hegemonía cultural, pensando que no hay oposición y que hay unanimidad y consenso en sus barbaridades. Muchos seguirán pensando igual, porque tienen un corazón acorazado por una bandera, pero la mayoría, que seguirán votando al Partido Popular, que nunca pasarán a la extrema izquierda, sabrán que las cosas no están tan claras, que cabe la duda, y es posible que se replanteen estas cuestiones. Es una misión importante servir de cortafuegos y evitar la extensión de términos como “feminazi”; evitar que se siga equiparando la violencia dentro del hogar con la violencia machista; evitar que se confunda la biología con los prejuicios; evitar la desprotección de los homosexuales y transexuales… Por no hablar de las políticas económicas tan favorecedoras de las clases pudientes o de convertir al sistema de salud en un chivato para emigrantes en situación irregular. Los emigrantes “sin papeles” no son delincuentes, su condición es un problema administrativo como un conductor en un coche sin ITV no es un delincuente.
                La cuestión es si hay que hacerles caso o ignorarlos. Una cuestión importante será no compartir los enlaces y no participar en sus foros, sino hacerles frente en los muros de quienes comparten sus ideas y razonar, debatir y proporcionar datos objetivos con sus referencias. Más allá no alcanzo. Quedo con mis dudas, pero con las ganas de no dejar de criticar las ideas que me parecen atroces.
                Y si no son capaces de aguantar una crítica, que no lloren como Boabdil.

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