viernes, 23 de octubre de 2020

Reseña de Javier Castro Flórez: ‘Lo que lee un editor’. Newcastle. 2020

Lo que lee un editor by Javier Castro Flórez

Javier Castro (Plasencia, 1966) es director de Newcastle Ediciones (2015). En estos coquetos libros, editados con un gusto exquisito [1], podemos toparnos con Luis García Martín, Miguel Ángel Hernández, Eduardo Jordá, Hilario J. Rodríguez, Katy Parra, Guillermo Martín Bermejo y, últimamente José Manuel Benítez Ariza. De ahí el equívoco título del libro.

Castro describió en El clavo solitario su experiencia como galerista, en este volumen se reúnen alrededor de una veintena de reseñas heterodoxas de 636 palabras. Aunque uno pensara que iba a describir, más o menos cáusticamente (rezando para que fuera más que menos) los manuscritos que un editor se ve obligado a leer, lo que encontramos es una lista de reseñas de libros que, motu proprio, ha ido realizando estos últimos años.

La propuesta es arriesgada, aprovechar la excusa de un libro para desarrollar una historia, una reflexión, recuerdos… Son, como bien atina a decir el prologuista y, en parte, instigador del género, Antonio J. Ubero, “relatos antes que reseñas”. En algunos casos el libro en cuestión aparece solo tangencialmente, como un convidado de piedra. Los libros reseñados lo son por afición, no son compromisos editoriales, no son obligación laboral, son libros que el propio Javier Castro tiene que comprar de su bolsillo, con las complicaciones que a veces esto conlleva. Se da por sentado que se comentan casos interesantes, cuya calidad o interés es tal que mueve al escritor a compartirlo. Eso lo sabemos de entrado, así que, se solventa la recomendación con un repetido adjetivo, “maravilloso”. Así que, el autor dispone de 635 páginas para divagar y meternos en un mundo fascinante y ocurrente. Son una especie de antirreseñas , o de reseñas antiacadémicas. No se hace referencia a autor omnisciente o a recursos literarios, no se delimitan personajes, no se entra a valorar su trascendencia histórica. No hay manera más clara que recordar al lector de la reseña que el libro es “maravilloso”, porque si no lo fuera, no merecería dedicarle un espacio tan preciso y tan precioso de reflexión y discurso.

De lo que sí se habla es de entusiasmo, de disfrute, de una actitud vital que comparte con los libros una pasión, si no irrefrenable, sí al menos, tan intensa que sirve como prueba sintomática (véase El libro de los tres días de olvido, texto que cierra el volumen y que nos corta la respiración). Entre las líneas se cuelan reflexiones intempestivas, recuerdos, aventuras como la de encontrar un ejemplar de un libro reciente, al parecer, agotado en todas las librerías, viajes en coche o atascos. Así la vida.

Se reseñan novelas, pero sobre todo ensayos (El secreto del pasado, de Rudi Kousbroek), o irónicos libros de autoayuda (Las ventajas de ser antipático, de Simón Elías), biografías, como la de Jesús Montiel sobre Robert Walser, clásicos como Plinio el Joven, libros que son como aperitivos, la colección de Jesús Marchamalo, autores en general, como el inclasificable Luis Carandell y escritores de cabecera con los que se tiene una devoción casi religiosa o más que religiosa, Azorín. Autores españoles, extranjeros y asimilados, como Gerard. Brenan , Toni Montesinos. No faltan libros de viajes como Praga mágica de Angelo María Ripellino (en el fondo, todos los libros son libros de viajes). Libros de difícil encuadre, como las Tu nombre es Olga. Cartas a mi hija mongólica, de Josep M. Espinàs. Perlas todas hacia las que contagia su deseo de leer.

Prosa ágil, chispeante, pero que no entorpece una amplia sabiduría en la elección y en el tono de estas digresiones en las que late una reseña.

 



[1] Y precio más que acomodado, como tuvo a bien recordarme en un comentario goloso y tristemente consciente de mi falta de dinero, espacio y tiempo para leer toda la producción editorial de Newcastle.

 

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