Hilario Barrero, en este regalo en forma de poemas titulado Ashes, nos entrega un compendio de sonetos que exploran con intensidad y lirismo los temas del amor, la vejez, la muerte y la memoria. Desde la cita inicial de Emily Dickinson —“Ashes denotes that fire was”— se establece un marco reflexivo sobre la fugacidad de la vida y la huella indeleble que deja el paso del tiempo, pero, sobre todo, que quedan los restos de la hoguera del amor.
El primer bloque de poemas (del I al V) ofrece una meditación sobre los sentidos y su conexión con el deseo y la experiencia humana. En estos versos, Hilario Barrero combina una visión descarnada de la vejez con un canto a los placeres del presente. La afirmación sobre la vejez y el contraste con la esperanza en los versos del primer poema: “Ser viejo es una guerra, es un saqueo. /…/ Pero en este momento que disfruto / de tu aliento, gocemos en la espera / y pensemos: «la muerte se equivoca»” (I). Contrasta con la esperanza contenida, encapsulando una tensión entre la decadencia física y la resistencia del espíritu. Asimismo, el poeta encuentra en el amor y el deseo una fuerza vital: “Es el silencio un animal herido / que da voz al amor” (II). Estos versos revelan una sensibilidad hacia lo efímero y un anhelo de trascendencia a través de la conexión con el otro.
La pasión física también se convierte en un tema central, como se observa en los poemas III (“Otras bocas comienzan la aventura, / la noche abre sus labios, hace frío / y yo tengo la suerte de tenerte”) y IV (“Ser parte del perfume en tus axilas, / que sea el santo y seña la saliva / y pueda oler tu cuerpo como un perro”), donde el cuerpo y sus sensaciones son exaltados con un lenguaje visceral. La imagen del perfume en las axilas o el acto de oler “como un perro” enfatizan una aproximación terrenal y primitiva, salvaje, al amor, alejándose de la idealización romántica. Hilario Barrero logra así un equilibrio entre lo sublime y lo carnal, resaltando la dualidad inherente al deseo humano: “sin que tú lo supieses yo anotaba / los avances que hacía por la vida. / Esperando la tierra prometida / con la lengua y los labios avanzaba” (V).
En la segunda sección del cuaderno (del IV al II), titulada apropiadamente fâo corta a vida, el tono se oscurece al abordar la inminencia de la muerte y su relación con el amor. Las imágenes de “siento en la espalda el soplo de la vida, / el barro de la noche en su mirada, / un brochazo de sombra iluminada, / cerrada cicatriz, abriendo herida” (IV) evocan la paradoja de la vida: una lucha constante entre el dolor y la belleza. La muerte, personificada como una presencia amenazante (“Sigue la noche al acabar la fiesta /…/ Nos queda sobre todo agazapada, / la mirada acechante y encendida / de los salobres ojos de la muerte”, III)” se convierte en un recordatorio constante de la fragilidad de la existencia. Sin embargo, Barrero no presenta este memento mori con resignación, sino como un impulso para valorar el presente: “Donde vive el amor la muerte abrasa /…/ En ocasiones fuimos obligados / a tomarnos la vida como un juego / sin saber que el amor nos quemaría” (II).
El último soneto del libro actúa como una suerte de epílogo, retomando la pregunta implícita de “Where have the flowers gone?” de Pete Seeger, un eco melancólico sobre la pérdida y el paso del tiempo. La imagen de “un fuego frío” que entra por la ventana encapsula la contradicción entre la calidez del recuerdo y la frialdad de la ausencia. El cierre del poema, “sentimos que el final está llegando”, deja al lector en un estado de introspección, invitándolo a reflexionar sobre su propia mortalidad: “La nieve se apodera de la casa / y entra por la ventana un fuego frío / que nos deja temblando. / y sin saber muy bien lo que nos pasa / sentimos que el final está llegando”.
Uno de los mayores logros de Ashes es su capacidad para equilibrar lo universal y lo íntimo. Aunque los temas que aborda —el amor y la muerte, el deseo y el paso del tiempo— son comunes a la poesía, Barrero los aborda desde una perspectiva profundamente personal, con especial hincapié en sus últimas obras, y con un dominio técnico que enriquece cada verso. La forma del soneto, con su estructura rigurosa, sirve como un contrapunto a la emocionalidad cruda de los temas tratados, creando una tensión que potencia el impacto de los poemas, tan caro a los poetas del Siglo de Oro, que tuvieron tan presente el amor y la muerte. La riqueza de las imágenes y la profundidad de las reflexiones compensan con creces cualquier rigidez percibida.
Ashes es una joya que, como las cenizas de su título, sugiere tanto el vestigio de algo consumido como la posibilidad de renacimiento. Hilario Barrero nos ofrece un testimonio poético que invita a celebrar la vida en toda su complejidad, desde el gozo del deseo hasta la aceptación de la pérdida. Es un libro que resuena no solo por lo que dice, sino por lo que deja entrever: un fuego que, aunque apagado, sigue ardiendo en la memoria. Una ofrenda de amor.
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