La ilustradora Leticia González publicó Mujeres como un homenaje a la sororidad. En estas ilustraciones se pone de manifiesto su personalidad característica aunque las aborde desde puntos de estilo diferentes, desde lo caricaturesco hasta lo más realista. Se incluyen trazos geométricos y detalles casi expresionistas, pueden apoyarse en lo retro, con referencias a los años 40 y 50 del siglo XX o tremendamente contemporáneo.
Existe un movimiento fuerte en la ilustración contemporáneo hacia la representación más auténtica y revindicativa de las mujeres en el arte. Leticia González participa de esta conversación, y explora en esta obra la identidad femenina en su diversidad, tanto a nivel introspectivo como público, lo natural y lo simbólico. La desnudez y los cuerpos en general, están retratados sin idealizaciones, insistiendo en la aceptación corporal y la diversidad. Los rostros retratan la diversidad cultural y étnica, resaltando diferentes tipos de belleza y de raíces. Complementariamente una perspectiva histórica y social con menciones a conceptos y figuras como el 8M y otros movimientos feministas y de memoria histórica.
Todas estas imágenes están destacando mujeres como figuras centrales, evocan mensajes de reivindicación, empoderamiento, revolución y, sobre todo identidad cultural. Se enfatizan las miradas, como en Greta Thunberg, icono del activismo juvenil, figura inspiradora a pesar de los intentos denostadores. Las mujeres de diferentes edades combinan también lo moderno y lo tradicional. Se reivindican tanto personajes históricos, como la Pasionaria o Frida Kahlo, ficticios y cotidianos, especialmente las mujeres de la familia. La fuerza icónica de las figuras reconocidas acentúa la fuerza también icónica de las mujeres anónimas, o, al menos, sin el reconocimiento público.
Se van agrupando por tonos, rojos, negros y blancos, que indudablemente tienen una referencia simbólica a temas de fuerza, lucha y feminismo. Los tonos cálidos y pasteles para lo introspectivos, contrastan con los negros y azules profundos para lo más onírico y fantástico. Usa sabiamente las texturas que realzan detalles y ahondan en lo emocional. El uso del espacio en blanco como un color más aporta una cualidad casi de pintura tradicional japonesa. En los retratos femeninos predomina el uso de tonos cálidos y colores pastel que crean una sensación de delicadeza y empoderamiento. Algunas obras destacan los rostros con detalles flores y las expresiones introspectivas. A la hora de representar la figura femenina, Leticia González opta por una naturalidad reflexiva, como la que lleva el lema “Cuídate de las mujeres que no se respetan a sí mismas”. No es simplemente el autocuidado, es la reivindicación de la identidad y el amor propio, entendido en todos los sentidos. El cuerpo y el rostro femenino son el centro de la obra, y son presentados desde una perspectiva reflexiva y empoderadora, y transmiten la vulnerabilidad y la fuerza, y, sobre todo la conexión emocional.
Los elementos simbólicos, por ejemplo las flores se asocian a la resistencia y la belleza, así como acentúan la feminidad y la conexión con la naturaleza. Siluetas y texturas que remiten a la lucha o al fuego. Los detalles florales y la piel texturizada aportan profundidad emocional a las imágenes, conectando lo humano con lo natural. A pesar del eclecticismo, es profundamente narrativo, emocional y fantástico. En las representaciones fantásticas (como la bruja en el bosque y su vuelo bajo la luna) y escenas surrealistas, se añade un aire de misterio y magia, una conexión con lo arquetípico, que no con la simplificación de los clichés. Citar explícitamente elementos de magia y folclore resalta un interés por lo mítico y lo simbólico. Esto responde a una necesidad cultural de reconectar con narrativas ancestrales en un contexto de incertidumbre global. Lo arquetípico de la bruja está en conexión con el feminismo tanto como con el cuidado del medio ambiente. Los textos que acompañan refuerzan la idea de crítica social y lucha femenina: “¿A mí, si me falta la lecha, qué falta?, ¿ella?” o “Criá por mi güela y mi mamá”. No hay que obviar el contexto que utiliza el arte como herramienta para la reflexión, la conexión emocional y la expresión de la identidad.
Combina técnicas digitales y tradicionales, como la ilustración vectorial, la pintura digital y el collage. Algunas obras utilizan el collage para superponer épocas, contextos y estilos, como en otras ilustradoras como Paula Bonet, Agnes Cecile, Alexandra Levasseur o incluso Laura Makabresku, Sofía Bonati. Es un diálogo entre lo antiguo y lo contemporáneo y permiten construir historias fisuales más ricas. Entendido desde el punto de vista técnico, el collaje y la superposición de imágenes, tan en boga en el arte desde el siglo XX o en las ilustraciones de Beth Hoeckel y Eugenia Loli refleja la fragmentación y la multiplicidad, mezclando épocas, culturas y mensajes. Se aprecian influencias del arte clásico en las composiciones, equiligradas con un enfoque moderno en los temas y colores. La cohesión estilística y el dinamismo de las composiciones combinan con el uso atrevido del color y de la variedad de técnicas. Los collages incluyen personajes vintage, épocas y estilos del pasado en marcos más surrealistas, resaltando el contraste entre lo antiguo y lo moderno. La narrativa visual acentúa la nostalgia de la creatividad contemporánea. Los elementos botánicos y arquitectónicos combinados simbolizan la conexión entre la naturaleza y la vida urbana, la poesía y la memoria, la nostalgia y el futuro. El retrato de Jules, por ejemplo tiene un enfoque más moderno, con colores llamativos y líneas claras que resaltan la individualidad del personaje. Frente a esta reivindicación de lo individual, la representación de culturas diversas, ejemplificado en la vestimenta japonesa tradicional o la asturiana. Lo global y multicultural está presente en la obra de Leticia González.
Las mejores características están en la capacidad certera para transmitir emociones, narrativas y conceptos, una fuerte identidad visual. La autenticidad de las mujeres en sus diversas facetas, vulnerables, fuertes, introspectivas, mágicas, de diferentes edades y contextos culturales. El mensaje simbólico con elementos como flores, texturas, personajes fantásticos completa la poética de los textos que acompañan. Muchos de estos textos son los títulos de los libros de poemas o de la cartelería a que ilustran. La variedad de técnicas enriquece las obras, como las referencias simbólicas, reforzando temas de espiritualidad, renovación y pertenencia. Las paletas colores inciden en la creación de intimidad y cercanía, o misterio y dramatismo. Las texturas sutiles y los patrones decorativos enriquecen visualmente, pero, sobre todo, cargan de simbolismo.
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