martes, 12 de mayo de 2015

Reseña de María Ángeles Robles: Una senda en la penumbra. [Hacia el corazón del Japón]. Isla de Siltolá, 2014.



María Ángeles Robles es una periodista gaditana, muy relacionada con la edición y colaboradora habitual de publicaciones culturales entre las que destacamos CaoCultura. También ha ejercido una importante labor como responsable de comunicación de varias instituciones.
Una senda en la penumbra es un libro original por su planteamiento. Se trata de acercarse al mundo del Japón y su cultura de manera indirecta. No es un viaje al Japón turístico, no se trata de una guía al uso, no encontraremos aquí ni retazos de la Historia, ni de la Geografía, ni Shibuya, ni los monumentos, ni el anime ni otakus. Lo que María Ángeles Robles encuentra fascinante es la imagen del Japón a través de los libros y del cine. Ésa es la senda en la penumbra, que ya había iniciado en su blog, El Japón de los libros. Es, desde luego, un Japón imaginado, como El Sur de Erice. Lejano y propio, exótico y a la vez íntimo.
Aquí la autora nos invita a no quedarnos con la primera impresión, a ir más allá del exotismo, y a compartir su fascinación por una manera de sentir las cosas, de descubrirlas. Podríamos decir que la autora nos enseña es a mirar en japonés.
“El negro de los pinos cuando el sol se está ocultando.
Pensar en la nieve que está a punto de caer en mi pueblo.
Imaginar los pinceles de un amigo preparados para pintar esa nieve cuando por fin caiga” (A modo de Sei Shônagon (III) Cosas que me gustan)
El inicio del interés de María Ángeles Robles por el Japón viene del escritor Lafcadio Hearn: “Subo al Fuji de la mano de Lafcadio Hearn mientras viajo en tren después de un largo fin de semana de excesos” (Fuji-No-Yama). A partir de él empieza a familiarizarse con la literatura, y la visión de los japoneses. Es, desde luego, una visión personal del Japón, asumiendo el riesgo de descubrir el país sin visitarlo, como visitamos la antigua Roma o la Edad Media, a través de las obras artísticas que nos han legado, asomándonos a su mentalidad.
Una senda en la penumbra también funciona como un “dietario emocional”, las emociones que suscitan en la autora el acercamiento a la cultura japonesa. Es un catálogo personal, según las referencias a libros y películas, a detalles, a escenas. Las anotaciones cobran sentido a pesar de no hacer apenas mención expresa a los referentes de los que surge. Las emociones y las reflexiones parten de unas páginas de esos autores, y nosotros las sentimos sin que dé a conocer los fragmentos. No se cita a Mishima, o a Murakami para hacer gala de erudición. Todo ello está recogido en un apéndice, donde descubrimos los puntos de partida Sôseki, Yukio Mishima, Miyamoto Musashi, Tanizaki, Murakami, Kawabata, Kurosawa…
Son textos breves. Hay haikus, formales y espirituales, están más allá del recuento de sílabas, el espíritu del haiku, el Tao, una manera de mirar la naturaleza y el paso del tiempo. Es la filosofía que se encarna en los objetos. Está dividido en estaciones, quizás como el ritmo natural de las cosechas, pero sobre todo por el ritmo circular del tiempo, como parte de la filosofía tradicional japonesa.
El lenguaje poético de Mª Ángeles Robles está muy depurado, su prosa es sencilla en apariencia. En su poesía es tan importante el pincel como el encuadre, la selección, la mirada como la elección cuidada y precisa de las palabras. Con la cualidad oriental de elección de motivos, maneja con destreza el ritmo de la frase, la puntuación, la frase simple como una pincelada corta alternando con oraciones más complejas como un río que fluye reposado. También aquí la forma es el fondo.
“Esperemos entonces a que se derrita la nieve, a que el sol del otoño que se cuela por el hueco del patio caliente despacio esta blancura que todo lo contiene. ¿No escuchas como yo el crujir de la escarcha? ¿No adivinas ya a través de esas grietas el agua que fluye, los verdes del campo, el gris de la sierra? Es este silencio que todo lo contiene el bullir de la vida, y tu mano maestra la huella delicada de la emoción sincera” (Nieve de otoño)
Creo que lo más interesante de la rara apuesta de María Ángeles Robles es cómo llegar a lo íntimo a través de lo exótico. Si Quevedo avisaba que Roma ya no se encuentra en Roma (Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!), la autora se encuentra a sí misma en la imagen del Japón. En una compleja y a la vez simple investigación, compleja y simple como es el zen. Pero lo que consigue, además de fascinarnos a los lectores con ese corazón del país del sol naciente, es bucear en nuestro interior con su mirada. No miramos al país, miramos a nosotros mismos a través de los ojos del corazón del Japón.
“Encontrar en cada uno un trocito de mí. Jugar a predecir qué va a ocurrir luego, y que ocurra, igual que siempre, siempre diferente. Y es el frío del fuego del hogar que nos congrega. Y todos vamos saliendo, recortados de la niebla de los otros, para tomar cuerpo definido con los colores estridentes de la vida que ninguno vemos ya ante el espejo” (Brocado)


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