lunes, 21 de marzo de 2016

Legitimidades e ideología



Lo mismo es por la cuaresma, pero últimamente parece que he decidido martirizarme a base de meterme en fregados en las redes sociales. Comento noticias, planteo polémicas, no huyo el debate… Lo mejor para mi estómago. Normalmente encuentro personas muy amables que expresan su opinión de la manera más razonada posible, salvo en alguna cosa. En no pocas ocasiones me indigna la desfachatez con la que se usan argumentos demagógicos y claramente falaces. Me crispa los nervios la falta de equidad en los juicios. Lo que vale para unos no vale para otros. Y así llego a los que directamente son ofensivos a la vista.
Cuando me enfrasqué en la sociología del conocimiento se empezaba con una reflexión sobre la ideología y la utopía (Mannheim, Ricoeur). Lo primerito que se aprende es que la ideología es la de los demás. Uno tiene sentido común, los demás están enturbiados por sus ideologías, a menudo perniciosas, muchas veces interesadas y siempre equivocadas. Lo tomo como algo consustancial a cualquier discusión, lo que me preocupa es la descalificación que acarrea. Es duro asimilar que por tener unas determinadas ideas ya, inmediatamente, tienes que opinar tal cosa sobre otro asunto. Te meten en el mismo saco que los “…”, con las mismas fobias y filias. No se discuten argumentos, sino que se aplican respuestas ya codificadas, aprendidas en los periódicos, en las tertulias, en las redes sociales.
En parte, la digitalización de la información ha influido negativamente en el proceso de deliberación. Podría parecer que una discusión en un foro de internet, o en un muro de Facebook, se hace de manera igualitaria, sin presiones externas, al mismo nivel. Un poco como la utopía comunicativa de Habermas. Pero, en realidad, lo que sucede es que nos afiliamos a una “secta”, seguimos a los mismos opinadores, compartimos los mismos memes que los que opinan como nosotros, ignoramos las páginas que defienden posturas opuestas, de igual forma que sólo vemos unos canales de televisión y nos fiamos de ciertos periódicos. No utilizamos las potencialidades de la red para contrastar, sino que insistimos machaconamente en los errores de los otros, a todas luces irracionales porque nos hemos negado a escuchar/leer sus puntos de vista.
Por supuesto que hay personas más coherentes, más tolerantes, más sabias, más informadas. Son las que animan las conversaciones y te dan puntos de vista interesantes, aunque no coincidan con los tuyos. Al menos te hacen pensar que las posturas de los demás tienen algo de cordura.
En esta semana, además de los tópicos políticos en los que nos comportamos como hooligans de fútbol, han coincidido varios temas polémicos: la celebración de la mujer trabajadora y la cercanía de la Semana Santa. Pronto llegará el aniversario de la proclamación de la II República. Uno de los actos fue un homenaje a las mujeres represaliadas por el franquismo en la localidad, donde, por cierto, no hubo guerra civil y a fecha del 19 de julio de 1936 sólo hubo represión por uno de los lados. Leo en la prensa local que la oposición del PP ha mostrado su desacuerdo con estas actividades. Según dicen en un comunicado, se ha insistido por parte del ayuntamiento, en aspectos que separan, en lugar de buscar la unión. Califican de “sectario” el evento. Imagino que, por el contexto, se refieren a la reivindicación de la Memoria Histórica. Y me pregunto por qué consideran sectario reconocer a unas mujeres que fueron represaliadas por actuaciones completamente dentro de la legalidad, como formar parte de un sindicato, tener determinadas ideas o estar parejas que eran activistas, como se diría ahora. Quiero recordar que en la localidad no hubo “terror rojo” y que los 39 asesinados no tenían crímenes a sus espaldas. No sé qué pueden tener en contra los del PP en homenajear a estas mujeres.
En los comentarios de las noticias aparecen posturas mucho más combativas en contra de la Memoria Histórica. Uno de los más típicos es decir que no hay que remover el pasado, que siempre están con lo de la Guerra Civil, etc., etc. Me gustaría imaginar qué opinarían estos ciudadanos si dentro de unos años se pidiera olvidar los crímenes de ETA porque pertenecen al pasado. Por lo visto las víctimas tienen fecha de caducidad. 
La segunda parte del asunto, y no es la primera vez que me pasa, tiene que ver con mi profesionalidad. Soy profesor de Ciencias Sociales en un instituto de secundaria y soy una persona de izquierdas. Como es lógico, no dejo que mis filias y mis fobias se traduzcan en clase. Y me enorgullezco de tener alumnos que llegaron a pensar que era de derechas, de izquierdas, hasta de CiU. Creo que es importante el rigor histórico, más aún cuando tienes delante seres que se están formando como personas. Defiendo una educación crítica, y por eso intento que los alumnos tengan sus propias ideas, dotándoles de herramientas para analizar lo que dicen unos y otros, y así, maduramente decidan.
Por supuesto que en mi vida fuera de las aulas soy beligerante en muchos asuntos. Estoy en mi derecho, y si me apuran, en mi obligación. Sin embargo, parece que tener unas determinadas ideas, me inhabilita para ser neutral. Se asume como natural que los de izquierdas tratamos arteramente de manipular las mentes de los más pequeños. Somos, genéticamente, incapaces de ver defectos en los nuestros y endiosamos a los que se han declarado de izquierdas. Ya saben qué damos en las clases, cómo explicamos y qué ocultamos. No recuerdo qué cargo del PP sugería eliminar las facultades de Políticas y Sociología porque eran un criadero de marxistas.
Se da la circunstancia de que mis apuntes están colgados con licencia Creative Commons, pero, por supuesto, no voy a someterme al escrutinio de nadie. Soy un profesional honesto, no necesito demostrarlo. En cambio, hay quienes proponen en colegios públicos celebrar procesiones infantiles, ¿no es eso manipular a los más pequeños? Ellos no lo creen así, creen que lo hacen por tradición, como poner un belén en los centros públicos. No comprenden que ateos y creyentes en otras religiones nos podamos sentir no identificados. Los espacios públicos son de todos, no pueden asociarse a ninguna fe ni ideología.  Pero ideología es ser de IU o de Podemos, aunque no se hable de ello en clase. No es ideología ser conservador, partidario de las procesiones o contrario al matrimonio homosexual.
La ideología sólo tenemos los de izquierdas, y tratamos, por todos los medios de convencer a los demás, siempre con métodos maquiavélicos, como sólo los de izquierda podemos hacer. Porque el sentido común está con Rajoy, con lo que siempre ha sido así. Una actividad crítica siempre es sospechosa de ideológica, mientras que en lo que continúa el estado de las cosas no se aprecia ideología ninguna. Lo dicho, ideología es la de los demás. Y yo soy muy demás.

2 comentarios:

  1. Genial artículo y del que comparto tu posicionamiento con lo que las redes sociales han llegado a confundir y alterar la opinión que unos podamos hacernos de otros, y sobre todo, a "atacar" duramente, el posicionamiento tanto político como social. Indudablemente, para mí la derecha, en nuestro país, tiene una ideología, de la misma forma que la tiene la izquierda. En base a ello sus postulados, sus actuaciones se convierten en enfrentamientos, que tienen su caldo de cultivo, en el facebook, en twitter, etc... Hay personas que opinan, razonan el sentido que le dan a su pensamiento, y ello con independencia de su posición política. No por ser de derecha o de izquierdas, una persona es mas razonable que otra. La razón la da el saber, en cada momento, actuar como procede en función de tus ideas, y por supuesto, en defenderlas. Yo, como tú, Javier, también soy bastante beligerante. Evidentemente, ello me ha llegado a enfrentamientos con personas que antes, incluso eran amigas, y que por sencillamente tener una ideología política distinta, `pues han desaparecido de mi vida. Si ellos lo han querido así, lo respeto. No obstante, existe mucho lobo, con piel de cordero, que te mira y sonríe y luego no solo piensa, sino habla de tí, como si hubieras perdido la razón, porque la razón es la suya. Todos estamos en nuestro mas que libre derecho a opinar, y por supuesto, en la obligación de respetar la opinión de los demás; eso sí, vivimos en una sociedad en la que la libertad de expresión es palabra habitual, que no concepto en nuestra mentalidad, y precisamente, esta diferencia, es la que provoca tanto rencor, tanta ferocidad, como nunca se ha conocido. Personas que desean la muerte a otras, en redes sociales, que las amenazan, las insultan. Todo ello no tiene por qué cuestionar la validez de la libertad de expresión, sino la madurez mental del que se ampara en esa libertad para atacar por la espalda.

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  2. Gracias, Rosa, por tus palabras. Por supuesto que izquierda y derecha son ideología. Y eso no es malo. Lo malo es sólo escuchar a los tuyos y catalogar despectivamente a alguien por tener unas determinadas convicciones políticas. Hay bárbaros de todos los colores, y también están los llamados trolls, que atacan al margen de cualquier pensamiento político, por el sólo hecho de hacer daño o de hacerse los divertidos. Los que se creen más inteligentes que los demás, tocados por el halo divino, como si todos los demás estuviéramos equivocados, fuéramos ingenuos hasta la estupidez, y debiéramos recluirnos en nuestras casa, sin opinar, incluso sin trabajar. La libertad de expresión tiene sentido para los que no opinan como tú. El resto son sermones. Y una cosa muy distinta es insultar, atacar, hacer daño.
    También es interesante comprobar cómo los mensajes son aceptados de manera distinta, sean buenos o malos, por unos y por otros.Las reacciones, a veces, son más interesantes que los inicios.
    Un saludo, Rosa

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