Después de La belleza alcanzable (2012) y La huella de los días (2014) llega el esperado trabajo de Nicolás Corraliza (Madrid, 1970). Viático nos regala una generosa colección de poemas precedidos de una cita de T.S. Eliot. Continúa Nicolás Corraliza con su estilo de poemas cortos, de cadencia musical, a ratos fluida (Rotaciones), a ratos sincopada (Kilómetrico), frases cortantes, metáforas hirientes, una melancolía que procesiona a través de las páginas de este volumen:
“Cae el agua convencida,
sabiendo que llegarán tardes de fuego.
No hay nada más elevado y místico
que esta lluvia deseada
sobre el cantil inclinado de las horas.
Permanece posado el vuelo de la sed
mientras sucede el diluvio” (Rotaciones)
“El carril contrario
apenas se pisa.
Es mejor lamerse en compañía,
ser éxodo monótono
incapaz de romper el enjambre.
Solo es lentitud en movimiento.
Gentío.” (Kilométrico)
Nicolás Corraliza sabe jugar con el ritmo del poema, variando el tono y la cadencia de las sílabas, jugando con las aliteraciones (“En los acantilados interiores que custodian el olvido, / se acumulan tristes las trazas / de un pasado intransitable” (Tránsito).
Encontramos entre sus palabras ecos de Cervantes (Barataria), y más de José Hierro (A contratiempo) y Ángel González a través de ese tono de conversación cordial, pero también de Benedetti o Gelman en el desparpajo de algunas imágenes, , incluso del Bukowski más gamberro (Caverna), ecos de Miguel Hernández, Huidobro o Pessoa cuando quiere recuperar el clasicismo. Influencias más cercanas, la de Ángel Petisme y Ángel Guinda. Pero, por encima de todas, en Viático sobrevuela la sombra del Lorca de Poeta en Nueva York: Hacia el alivio, Nada, Un desvarío llamado lunes, y más explícitamente en Alfacar.
La inspiración la encuentra Nicolás Corraliza en la propia vida, en los alrededores, el sufrimiento, el amor, las injusticias. Puede ocultar mensajes crípticos en pasillos sin luz, habitaciones dementes (Al borde de la vida, También respira el verso)… El autor utiliza el paisaje y el cielo como marcos del devenir sentimental: “El silencio de la noche ya es historia” (Somnolencia), “Mudar contigo el horizonte que nos contempla” (El horizonte que nos contempla). El amor/pasión tiene un lugar importante en el poemario (Múltiple destino, Los amantes saqueados, XVIII, Bodegón ligeramente húmedo). Alcanza el poeta una especial intensidad en algunos de los poemas más filosóficos, como En la humedad del olvido, Misterio o Un viento despeinado, o en El mecanismo del carbono:
Las delicadas formas del aire
Envuelven los cuerpos de invierno.
Es el minutero un dios afilado sobre la coraza ósea de la multitud.
Cola y cabeza se muerden en silencio solapando las formas
Que un día fueron caricias.
La erosión diseca la vida
Y todo se reduce y renace.
El paso del tiempo (Tú, Un misterio obstinado…), tanto como el tiempo detenido (El tiempo de la estatua) o el recuerdo pueden tomar en sus poemas una significación individual, personal, pero también un contendido social (Argamasa, Masa, A cara descubierta). Desde un punto de vista más personal, el recuerdo del padre y su “caligrafía prodigiosa” se marca en “el vaivén seguro de las estaciones” (Semejanza).
Hay un paraíso en el marasmo
donde la utopía es sofware de última generación (Hay un paraíso en el marasmo)
Tampoco podía faltar en el poemario alguna reflexión metapoética: A cada instante, Inflexión, Casa de herramientas.
Tenemos en Viático una interesante colección de poemas, escuetos y certeros, dotados de una poética personal que ha madurado con el tiempo y a los que recurriremos asiduamente en la estantería.
Muchas gracias Javier. Abrazos.
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