domingo, 19 de noviembre de 2017

Ligas menores


No se puede negar cierta voluntad de gloria en los escritores, cierta necesidad de reconocimiento, de valoración que nos hace, consciente o inconscientemente, clasificarlos en categorías. Hay poetas mayores y poetas menores. No se trata solo de la calidad de los poemas, sino de la difusión y la fama, la repercusión que se advierte en publicar con determinadas editoriales que gozan de una difusión mayor –es muy optimista hablar de difusión masiva en el terreno de la poesía. Gran parte del resentimiento hacia la llamada nueva poesía, la auspiciada por Frida (ahora Mueve tu lengua) parece originarse en la sana envidia de conseguir un éxito mayor.

            La obsesión por el canon nutre también las discusiones entre crítica y autores. El prestigio de algunas antologías, como aquellos Nueve novísimos poetas españoles, de Castellet, o, en menor escala Las voces y los ecos, de García Martín, se cimenta en la repercusión que luego han tenido par a formar parte de los temarios académicos. Harold Bloom se divierte cada cierto tiempo provocando las iras de los más conservadores y las camarillas eliminando o proponiendo poetas para un canon occidental. Aparte de lo azaroso del éxito que pueden tener estas propuestas, a menudo se trata de un proceso de feedback, un pequeño empuje a través de la inclusión en una antología, que cobra valor con el tiempo porque sus antologados se convierten en grandes nombres de la literatura.

            Hay, indudablemente, un sesgo geográfico en el relativo éxito de unos autores frente a otros, en las grandes capitales se pueden convocar muchos más eventos, están radicadas más editoriales, tienen más público potencial que en las provincias. Aun así, no se puede negar que, de vez en cuando, aparecen oasis que se forman alrededor de figuras dinamizadoras muy importantes. Es el caso de la Granada de Juan Carlos Rodríguez, García Montero y Javier Egea, el Oviedo alrededor de la tertulia del Oliver y José Luis García Martín… Y podríamos seguir enumerando muchísimos agitadores con el riesgo de olvidar a muchísimos que están haciendo una ingente y preciosa labor… Son redes que se van creando y van entretejiendo en el territorio nacional demasiado a menudo con la forma de guerra de guerrillas y, tristemente, enfrentados entre sí.

            Muchos nos preguntamos por esos poetas de segunda división, por los que nunca alcanzan los grandes premios. El dinero disponible es escaso, siempre es escaso, y tenemos que priorizar las compras. Y eso que dicen que los poetas no leen poesía y menos aún compran libros de poesía. Es una ironía tópica referirse a las bibliotecas de los autores nutridas mayoritariamente de intercambios de libros y reseñas. Por eso cabe preguntarse si merece la pena gastar los ahorros en un libro de apenas 90 páginas de un autor al que hemos conocido, en persona o a través de las redes, que nos parece muy majo, pero que, mucho nos tememos, no llegará al Olimpo de la posteridad. Un poeta menor, decimos. Y efectivamente, comprobamos que entre sus páginas no se alcanza la mística de Rilke o Baudelaire, que más que asimilar, se ha atragantado con las especias de Bukowski, que de Iribarren sólo se ha quedado la manía de los versos de pocas sílabas. Sin embargo….

            No tengo muy claro que la poesía sea ese algo tan elevado, que, en cada poema, como alardean algunos, tenga que estar contenido lo sublime. Como si todas las composiciones musicales tuvieran que emular a la Quinta Sinfonía. La belleza es mucho más que eso.

            En mis tiempos de juventud me aficioné a escuchar a grupos de música más o menos independientes, tras un periodo en el que pasé de Aute a Mecano, me redimí escuchando los discos, comprados con apuros en Discoplay y las cintas que grabábamos en casa de un amigo, que tenía un equipo espléndido. Así conocí a Violent Femmes, Tom Waits, The Velvet Underground y R.E.M. Como cualquier adolescente forjé mi gusto a través de fobias y fanatismos. No soportaba la tiranía de Dire Straits, entre otras cosas, porque el disco doble en directo Alchemy sonaba en todos los bares, detestaba a los Simply Minds (aunque Danza Invisible pre-Sabor de amor, me gustaban muchísimo), toleraba a The Cure en algunas canciones… Muchos de las fobias me siguen durando, como esa que me hace no comprender a Supertramp ni a Queen y sigo teniendo reparos con U2. También se me ha quedado la afición a grupos menos conocidos, como Ex-Crocodiles o Las Ruedas, The Smithereens, que se han ido perdiendo con el tiempo. Quizás fuera algo de snobismo, pero nunca he intentado ir de exclusivo, disfruté muchísimo con el éxito masivo del Losing my religion de R.E.M. Por fin podía escuchar mi música en cualquier parte.

            De estos grupos menores siempre me acuerdo de The Johnsons, un fugaz grupo americano, que en 1986 sacó un lp titulado Break Tomorow's Day. Ni siquiera puedo dar más información. Sólo aparece una foto, sin créditos ni crítica en la biblia de Allmusic. No se ha reeditado en cd. Sin embargo vuelvo a él sin nostalgia, porque me encantan sus canciones, las tarareo y aparecen en mis playlists: Burning Desire, Hard to find, Sylvia Plath, Breakfast in the air... Hay muchísimos otros grupos semidesconocidos, olvidados, sin éxito que nos ofrecen más felicidad que los nombres oficiales. Y no me refiero al mainstream, a la música comercial que llena estadios, me refiero a los grandes nombres oficiales, que nos dejan fríos a veces. Siempre seguiré emocionándome con el Sticky Fingers de los Stones o A day in life de los Beatles porque los grandes son grandes.

            Hay casos en los que estos grupos injustamente no tuvieron un éxito masivo y está uno deseando que metan sus canciones en una película de adolescentes o en la última de Tarantino (que vienen a ser los equivalentes a las antologías literarias). En otros casos quizás no sean memorables sus canciones, y comprendemos que el éxito les evitara, no nos acordamos de la melodía ni de la carátula de los discos, pero los ponemos una tarde y nos invade la felicidad. Ya me gustaría poder escribir poemas y conseguir lo que transmiten South San Grabriel aunque parece que siempre hacen la misma canción. Como decía, aunque para otro contexto, Elvis Costello: “indoor fireworks can still burn your fingers”. Las ligas menores pueden llenar mejor tu corazón.

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