miércoles, 6 de junio de 2018

El arte de la prudencia. Reseña de José Luis Morante: ‘Pulsaciones”. Takara Editorial. Col. Wasabi. 2017. Prólogo de Rosario Troncoso.


Pulsaciones es una antología personal con prólogo de Rosario Troncoso quien, acertadamente, resalta los elementos esenciales de la poesía de José Luis Morante: la identidad, el tiempo (que también marca su otra faceta de historiador), y las presencia del Otro. Como nos confiesa en la nota final el propio Morante: “Las hebras habituales de mi trabajo poético: la temporalidad, las verdades cotidianas del clima relacional, el sujeto en su búsqueda de señales identitarias o las pérdidas que alumbran la evocación elegíaca”.
El volumen está ordenado según la aparición de los poemarios, desde Rotonda con estatuas (1990) y Enemigo Leal (1999) hasta Ninguna parte (2013). Además, se completa con una serie de inéditos escritos desde 2012 al verano de 2016. Las cualidades y la influencia de Morante como crítico y como poeta están fuera de toda duda. Un poeta meticuloso y certero, que duda con prudencia de las apariencias y advierte que la complejidad de lo real comienza con uno mismo, que se mira en un espejo poliédrico y ofrece una serie de Heterónimos, una inmensa multitud, como diría Whitman. “Aun generalizando, todos cabemos dentro / de la especie enemigo” (Tipología).
            Frente a los falsos profetas que prometen el conocimiento sin dudas, y los sociólogos que admiran Manhattan desde lo alto del World Trade Center, mirando lo cotidiano como quien tiene la certeza hacia las hormigas,
“Prácticos en las aguas de la sabiduría,
sortean los escollos del vivir cotidiano
con pericia admirable
y su certero rumbo siempre describe puerto” (El reino de los mansos)
            Frente a quienes saben nadar y guardar la ropa: “porque limpios de culpa / hacen posible / que otros arrojen la primera piedra” (El reino de los mansos).
            Cuando subtitula el volumen ‘una antología personal’, efectivamente ese es el tono básico que predomina en el periplo. Abundan, especialmente en la primera parte, los poemas personales, que no necesariamente biográficos. Es indudable que hay algunas ocasiones en las que la autobiografía inicia un poema y es su trasfondo, que quizás nos perdamos la anécdota explicativa, José Luis Morante es un poeta pudoroso y, para hablar de sí mismo –que es hablar de cada uno de nosotros–, toma la máscara y aparenta la primera persona (Heterónimos): “También soy yo / por la fidelidad a sus contradicciones / … / Tanta dulce mentira esconde a otro” (Autobiografía). Siempre encontramos el sabio discurrir de quien sabe alzarse por encima de las rencillas con lo cotidiano y ofrecernos en sus versos un escaparate de belleza y buen tino.
“El arte de vivir los lunes
requiere cierta práctica y algo de teoría,
saber de estrategias y confabulaciones
y adjetivar la prosa cotidiana
con una terca voluntad de estilo” (El arte de vivir los lunes)
            Necesario es el ingenio de quien sabe que se debe vivir entre los inhóspito y los enemigos, y sabe cómo el río fluye sigiloso por el llano, evitando las rocas, “el aliento feliz de lo caduco” (Una calle vacía), manteniendo la coherencia y la cordura. Aunque no es el único enfoque (Postal nocturna) y se posa su mirada por otros lugares y personajes (extranjeros, nómadas, francotiradores). Una mirada al pasado “en turbadoras noches de andar lento / que perdonaban los confesionarios” (Vita nuova), o en el magnífico Pabellón de usos múltiples. Centra la mirada Morante en un objeto, un edificio, una fotografía entendiéndolos como artefactos para revisar la memoria, adivinar el porvenir, acallar una ilusión, lamentar un fracaso, admirar la eternidad de la belleza: “Aceptar como un juego que la vida / es una sucesión aleatoria de cusas y efectos / sobre las dunas de la realidad” (Causas y efectos).
Los poemas escogidos de cada libro traducen una coherencia temática y estilística y se recrean en los elementos preferidos del autor, como el viaje (en tiempo y espacio), el tren, lo que sugiere: “Estoy tranquilo. Leo. Guardo fuerzas. / Reclino certidumbres en silencio. / Prolongamos un viaje circular, / peregrinajes que nunca terminan.” (Viaje circular), para “Celebrar el momento del regreso” (Propósitos). Entre sus referencias está muy presente la luz: “el peso de la luz” (Teoría del sueño), “el temblor de la luz” (Aquí), el insomnio (“deshabitar insomnios”, Insomnio). Cierra e volumen con un poema, España, tema inusual hasta cierto punto en la poética de José Luis Morante.
Uno de los asuntos que aparecen de vez en cuando entre sus poemas –como en sus diarios, sus aforismos o sus críticas–, es la actividad poética misma: “el martirio feliz de otro poema” (Funcionario poeta). En este sentido, se advierten influencias del Felipe Benítez Reyes más borgiano (Homenajes, Un país lejano). Igual que homenajes a Luis García Montero (Vista cansada): “No sé cuánto de mí le pertenece” (Sujeto escindido).
En algunos versos se trasluce su oficio de aforista, poemas cortos, versos certeros, que no lacónicos: “Sé que soy mientras busco” (Alcantarillas).  Una de sus investigaciones incide en la propia identidad, no exenta de ironía y distanciamiento, “Soy un tedio vulgar lleno de libros” (Resaca), una especie de autobiografía machadiana, “soy un muerto ejemplar / no merece la pena suicidarse” (Resaca), “Mi reclusión carece de secretos” (Aquí); “Soy un tronco reseco / sin frágil despertar del brote nuevo. / Pertenezco al incendio y a las termitas, / al callado lenguaje / de la disolución” (Al margen), como el olmo seco de Machado. La presencia del miedo también es patente, como en el poema de ese título, El miedo, o en otros: “Soy de nuevo la ruta imprevisible / el vuelo migratorio / de otros miedos (Dejo el miedo), “Que tu miedo y tu frío / –falsos techos de niebla– / sean leve rumor desdibujado / que se gestó una noche; / nunca fue fácil conciliar el sueño” (Pacto); como también la nueva situación referida a la jubilación: “Quedó el tiempo, / migajas de otro pan que huele a moho” (Jubilación). Púdico a la hora de mostrar sentimientos, mucho más que la poesía llamada de la experiencia –por mucho que estos se escondieran bajo un disfraz poético–, tenemos aquí otra excelente manera de recrearnos en los versos de un poeta esencial.
“No sé nada de ti, pero me absorbe
este juego inocente de modelar tu ser.
Transmigro cualidades y actitudes,
deposito palabras
que te definen cuando las pronuncias,
condescendiendo con algunas manías;
respeto los precintos
que deciden el paso a tus zonas ocultas;
te dejo los sentidos en alerta;
me hago y deshago en ti.
Me siento un dios menor
que en esta creación cobra sentido.
Es urgente que tú pongas el soplo” (Identidad)

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