miércoles, 27 de junio de 2018

Vestida de palabras. Reseña de Teresa Gómez: “La espalda de la violinista”. Editorial Fundación José Manuel Lara. Col. Vandalia. 2018




Más que sorprendente es el hecho de que esta sea el primer poemario publicado por la granadina Teresa Gómez, compañera fe viaje de aquella gloriosa generación de poetas acogidos bajo el magisterio de Juan Carlos Rodríguez alrededor de La tertulia. Pudimos conocerla a través de los poemas publicados en revistas, las plaquettes Tu silencio (2004) y Subasta en mi ventana (2000) y, sobre todo, por la inclusión de una selección de poemas de su libro inédito Plaza de abastos en la antología La otra sentimentalidad de Francisco Díaz de Castro (2003). El propio Juan Carlos Rodríguez le dedicaba unas palabras (“metafísica del cuerpo”) a su obra en un artículo recogido en Dichos y Cosas (1999).
                Realmente hay poco que añadir al magnífico prólogo de Ángeles Mora, quien disecciona y explica las principales claves de la producción poética de la autora. La inspiración del libro es básicamente musical, desde el título a la disposición de los poemas y su sentido. y en gran parte de ellos predomina una estética muy cercana a la de la “otra sentimentalidad”: “De haber sabido que vendrías, / no me hubiera retrasado /ignorantes desconocidos” (Licor y chocolate). El tono conversacional-confesional, de una intimidad en segunda persona no deja de ser la armadura, heredera de Gil de Biedma o Ángel González, para la investigación sobre los sentimientos y el mundo que nos rodea. Se advierte la admiración con otro rango de poetas como Pavese, Ángela Figuera Aymerich, Blas de Otero, Pessoa (Alberto Caeiro) y César Vallejo. Anáforas, desafíos a la lógica, monólogos oníricos… son utilizados con mesura, en su ansia de simplicidad (el arte que consiste en ocultar el artificio): “cuando las emociones –como barcos– / navegaban sin rumbo” (Licor y chocolate).
                En la primera parte, Allegro con spirito,  predomina, en cierto modo la esperanza en el lenguaje como una balsa de náufrago, “Dame tu voz, amor, /para cruzar el puente inexpugnable de la vida” (Palabras en la piel, I), “Me pusiste palabras en la boca, / palabras en las manos, / palabras en la piel / que me fueron vistiendo como a una emperatriz. / Pero no me dejabas acariciar tus dedos” (Palabras en la piel, V). Podríamos decir que se apoya en una especie de constructivismo, la realidad, el amor, son construcciones sociales basadas en el poder del lenguaje y la interacción: “Las formas se recrean / caen, / dejan de ser las formas, / se entrecruzan, se esparcen, / vuelven a ser las formas, / se retuercen, / se arañan, merodean, / desaparecen, / vuelven… // tus besos van ganando / la cualidad antigua del panizo” (Palabras en la piel, VIII). Igualmente se percibe lo cotidiano, “Una tarde, / como cada tarde, / y al fin igual que siempre, diferente” (Palabras en la piel, VII). Más adelante, en Círculo cromático, juega con el simbolismo de las palabras en un diálogo perpetuo en el que el descubrimiento del Otro no deja de ser un descubrimiento de uno mismo.
Abundan los decorados urbanos, tan caros a los poetas de la experiencia: “se fe poniendo rara la ciudad” (Palabras en la piel, III), “si me buscas, / hazlo entre la gente que mira en silencio / cómo cae la tarde” (Palabras en la piel, IV), “Aquí tengo tu ausencia / quemándome las plazas y los bares / en los que nunca más te encontraré” (Palabras en la piel, IX). Enfrenta lo urbano como escenario, a lo natural, “las brumas del otoño”, la playa, el vuelo de los pájaros, como lo anecdótico: “y tu silencio estallará / arrastrando en la espuma delfines y corales” (Tu silencio, I).
                Otra contraposición interesante es la del silencio (la ausencia, la antítesis), con la palabra (voluntad y presencia): “El silencio / brilla entre los espejos / que se mecen / con el alimento de tu ausencia” (Tu silencio, II). El paso del tiempo también es ausencia, “como cae la luz, / como caen las horas, / como caen los años, mis años” (Tu silencio, III). El silencio es espacio, distancia…
                “La noche” representa el tiempo y el deseo. La playa es su escenario y la noche el momento más intenso: “Porque la noche, / esta hermoso presagio / que de golpe se estrella contra todo, / me sacude durísimo / en el mismo lugar donde pongo deseos, / tristísimo en lo poco que me queda” (La noche, VI). “Si…” uno de los poemas más emocionantes del libro, insiste en el deseo, y, por otra parte, en la incertidumbre, que se refleja en el uso del condicional (también en otros poemas):
“Si tu lengua en mis pechos desatara
una tormenta oscura de deseo.
Si pusieras silencios en mi espalda
y en mi pubis razones, o tu aliento.
Si no te acuchillara el horizonte
con ese miedo antiguo que desprendes.
si tus audaces sueños como el bronce
brillaran en mi risa y en mi frente.
Si me soplara viento hasta tu cuello.
si me incendiara sol hasta tus hombros.
Si me arrastrara lluvia hasta tu fuerza.
Si me creciera luna hasta el pelo.
Si me rizara mar hasta tus ojos.
Si me llovieras tú, si me llovieras…” (Si…)
                Otros tonos que completan esta parte son el de reproche (Destino de nómada), el que incluye cierta dosis de decepción: “Levantamos castillos en la arena / como una fortaleza, / con firmes baluartes y soberbias almenas / donde se refugió nuestro destino” (Fuga); “Pero no te he querido, / mi amor, no te he querido” (Pero no te he querido).; “Naufragan sueños en tus lágrimas” (Plata en el horizonte); “En qué desolados territorios del sueño, del delirio… / ha dejado de arder tu esperanza y la mía” (La hiedra y la sombra).
                Largo ma non tanto es una serie de poemas en prosa con un tono mucho más descarnado e íntimo: “Y ahora que ya te sabes derrotado no tendrás miedo ni pudor para recomponer tu rostro y tratar de encontrarte en los despojos de este temporal de razones tangibles que arrasa las compuertas de todas las ventanas de tus sueños” (I);
“Hay días en los que las palabras que a veces nos sirvieron nos son indescifrables y entonces con un gesto, con unos ojos tuyos tan oscuros –más oscuros ahora– puedo reconocerte.
Sin embargo esta noche sólo tengo palabras, tus palabras extrañas vistiéndome de pronto, pero no entiendo nada sin tus dedos en ellas” (III)
                Finale presto es la última parte, una poética:
“Todo lo que es oscuro
lo dejas anti mí con la exigencia
de que pongas palabras
donde encontraste miedo,
desaliento,
tinieblas
(…)
“Mas hoy estoy cansada
no te daré el refugio que buscas en mis líneas
y hallarás la derrota recostada en mis senos,
hastío en cada hora que alimenta el silencio
de olvidos y abandono,
un pequeño dolor habitando mi tiempo
como un huésped incómodo.
Y si vienes al fin
no podrás guarecerte de la ira y de la rabia
que me asaltan
en todos los caminos por donde intento huir,
en todas las esquinas donde voy a girar
en todos los lugares que debo abandonar…
Y si vienes al fin
trae la fuerza de Thor para abrazarme.” [El sueño de la luciérnaga (Poética)]

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