domingo, 17 de mayo de 2020

La revolución será televisada en hd


Llevamos una semana de desescalada y es posible que la tensión esté aumentando. No deja de sorprenderme que la tensión esté saltando, no donde la pobreza es más severa, donde Cáritas, Cruz Roja, los servicios sociales y muchas asociaciones están dándolo todo. La tensión en las calles está en el barrio de Salamanca. Por si alguien no está familiarizado con la zona, es uno de los barrios con solera en los que sus habitantes gozan de una renta no desdeñable. Se nota en los participantes, en la manera de vestir, en el tipo de utensilios que utilizan en las protestas. Un palo de golf no suele estar presente en las barricadas de la clase baja. Son barrios populares en el sentido de que su voto suele ser al Partido Popular.

No tan sorprendentemente se atavían con banderas de España, algunas de ellas anticonstitucionales, pero es lo de menos. Lo importante es que reivindican la libertad. La bandera anticonstitucional que siempre ha representado la libertad para todos los españoles, por supuesto. Me indigna, y lo digo con el corazón en la mano, que se apropien del concepto de libertad. Ellos, que no soportaban que uno se pudiera casar con quien le diera la gana a no ser que fuera del sexo opuesto. Ellos, que no están dispuestos a admitir que uno pueda decidir sobre su propio cuerpo, ya sea gestante o ya sea a la hora de decidir cuándo quiere irse de este mundo. Ellos, que no entienden la falta de libertad que supone tener un sueldo de menos de 500 euros y tener que sobrevivir. ¿A qué libertad se refieren?

En la pasada crisis, la de las hipotecas, Lehman Brothers, la de la burbuja inmobiliaria, las clases más bajas tuvieron que sufrir lo indecible mientras que rescatábamos a los bancos porque eran demasiado grandes para caer. Y, claro, luego iríamos los demás. No hubo manifestaciones de ningún colectivo en el barrio de Salamanca. En los otros estábamos apoyando las mareas, la blanca para la sanidad que tanto necesitamos ahora; la marea verde defendiendo la educación pública, las plataformas de defensa de los desahucios… Y era la libertad también la que estuvo en juego. Pero entonces el gobierno sacó la ley mordaza, la que te impide grabar a la policía en su labor para denunciar abusos, la que atacaba a los pensionistas que rodeaban el congreso. Y así se coarta la libertad de expresión.

Casos sangrantes como el de los tirititeros, o el de Nahuel que se tiró dos años en prisión por terrorismo por tuitear “Goku vive, la lucha continúa”. Nadie salió con banderas de España o palos de golf para defender la libertad. En cambio, en pleno confinamiento, que, aunque no queramos creerlo, se hace para evitar los contagios, salen estos respetables ciudadanos y ciudadanas pidiendo libertad. Como si Pedro Sánchez y su sicario Pablo Iglesias hubiera secuestrado a la nación para imponer una narcodictadurabolivariana.

¿Por qué han sentido esa necesidad? ¿Para hacer caer al gobierno? ¿Son manejados por los tentáculos del PP de Ayuso y Casado con Vox? Quizás en parte, pero sobre todo porque quizás estén notando la falta de libertad. Quizás por primera vez en sus vidas tener una posición social tan desahogada como para vivir en este barrio no les soluciona todos los problemas ni les permite hacer lo que han estimado a bien hacer. No se pueden mover con libertad porque, como todo el resto de españoles, debemos mantenernos confinados o con distancia de seguridad para evitar contagios. Porque, solo un 5% de media o un 11% en Madrid se ha contagiado y la sanidad de la comunidad autónoma se ha prácticamente colapsado. No son ciudadanos responsables. Son niños caprichosos acostumbrados a hacer lo que les viene en gana.

En la crisis del 2008 no se privaron de nada, pudieron hacer o deshacer. Alguno se arruinaría, otro perdería mucha fortuna, pero, como grupo social, pervivieron, se ayudaron unos a otros y, como clase, ahí siguen. Ahora, como clase, no pueden seguir haciendo negocios, los trabajadores que les dan la riqueza no pueden trabajar para sus empresas; los compradores que les hacen el negocio, no podemos salir a las grandes superficies. Ni ellos mismos pueden tomar café en los hoteles exclusivos. Ahí tenemos su falta de libertad.

Y sus manifestaciones que, si no fuera algo tan grave, serían ridículas. Y en parte ellos lo saben. Hay mucho de postureo y de salir a la calle y hacer gamberradas.  

Por no hablar de la policía, que, a pesar de estar manejadas por el socialcomunista Marlaska, les deja sin identificar, no les sanciona por no dejar la distancia social, o por ir sin mascarilla. Es que siempre ha habido clases. Hasta para manifestarse. No hay nada más que comprobar el número de denuncias por barrios.

Irán de mártires porque se les critica por llevar una bandera de España. Irán de mártires porque este gobierno les prohíbe la expresión, y este blog será un ejemplo de que no pueden manifestarse sin ser criticados. Pero olvidan, siempre olvidan, que la libertad de expresión es manifestarse, pero también criticar una manifestación que parece pueril. Y serán mártires también por un clasismo a la inversa. Saltarán, como están saltando en las televisiones y en las redes, insistiendo en que es muy clasista suponer que todo el barrio de Salamanca esté lleno de pijos. Dirán que es un barrio popular, del pueblo llano, por mucho que el catastro nos lleve a suponer lo contrario.

También me gustaría señalar que no todos los habitantes del barrio son iguales, por supuesto, seguro que hay de todo tipo de ideologías y talantes. Creo que incluso algún dirigente de Podemos o del PSOE vive por allí. Y no solo él. Y también me gustaría pensar que no todos los que tienen una renta suficientemente abultada son tan necios como para salir a la calle en estas condiciones. Seguro que hay más de uno que tiene conciencia social. Igual que en el barrio de Gamonal, cuando se manifestaba contra los planes del alcalde, habría quienes se quedaron en su casa y no querían juntarse con la chusma.

Quiero recordar que la Revolución Francesa, la de la Bastilla y la guillotina, comenzó con una revuelta de los privilegiados.

Y, de pronto, no sé por qué, me ha venido a la memoria Salvador Allende.

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