viernes, 29 de mayo de 2020

Reseña de ‘Liberoamericanas. 140 poetas contemporáneas’. Liberoamérica. 2018


LIBEROAMERICANAS: 140 POETAS CONTEMPORANEAS | RESIALE CECILIA ...


“Seré mujer, seré muerta” (Lucía Mazzini, Uruguay)

Liberoamérica es una plataforma nacida para “fomentar la difusión de escrituras jóvenes de diferentes partes del mundo y de convertirse en un espacio colectivo en el que voces de toda Latinoamérica, España y Portugal pudieran confluir y compartir sus letras libremente” (p. 7). En este proyecto se incluyen textos en castellano, galego, catalá y esukara procedentes de poetas de Argentina, Bolivia, Brasil, la zona del Caribe y de Centroamérica, Chile, Ecuador, España, México, Paraguay, Perú, Portugal, Uruguay y Venezuela. Algunas de estas autoras, como Thaís Espaillat, ya tienen publicada obra en España. Muchas de ellas, a pesar de su juventud, pueden presumir de tener una trayectoria consolidada.
En términos generales, como no podía ser de otra forma, hay una gran diversidad de enfoques, temáticas y estilos, no se puede, ni creo que sea la intención del volumen, presentar un movimiento estético particular, ni siquiera una forma concreta de entender la poesía para que pudiera hablarse de poesía femenina o poesía femenina iberoamericana. Más allá de la inútil búsqueda de etiquetas simplificadoras, se advierte en gran parte de estos poemas un cuestionamiento de la identidad femenina, en tanto a introspección individual como a catalogación grupal: “Pero todos los rincones están habitados / por la intensidad inagotable de la vida / en esta casa / que es la lucha de la vida contra la muerte / y nosotras somos la muerte” (La casa, Nía Casabella, Argentina). Es, por tanto, la condición de la mujer uno de los ejes principales de esta recopilación: “Llega la noche / y ser mi cuerpo un cántaro voleado / mujer líquida / mujer que corre y se deshace. / Llega la noche / para que los lobos vengan a beber de mí / y me lleven en su boca a la aventura” (Territorio de despojos, Carla Oliveira, Argentina).
Las poetas hablan con multitud de estilos, de voces, de enfoques, unos son más narrativos o combativos, incluso más experimentales: “Si me corto el cabello como quiero / Soy lesbiana / Drogadicta / Marimacho / Reprimida / Sumisa/ Cojuda’ (/Hasthag Única y Diferente/, Lucía Carvahlo, Bolivia); “Nosotras, las cuerdas, las revolucionarias / Las que en el borde del barranco caminamos / A esperar, una detrás de la otra… quién se tira” (Nosotras, Carla Reyes, Bolivia).
La condición femenina, la posible esencia de mujer es presentada como una cuestión problemática, no tanto por la diversidad que implica cualquier colectivo, sino porque su papel social es siempre subalterno, dependiente de la mirada del Otro, especialmente del varón: “disseram que nossa irreductibilidad é osso de um homem / minhas campanheiras foram marcadas na carne / as filhas de Eva equilibram nos tíbios carpos uma lamparina /cheia de sonos e cansaços” (Mulher é água viva, Carla Carbatti, Brasil); “¿Qué me hace mujer? / Quisiera saberlo / Porque yo no sé, / no puedo encontrar / el senema / que defina lo que es ser mujer / Pero de todos modos / YO soy mujer” (Jess Velarde, Bolivia). Recorren los poemas la constancia de que existe un guion previo, un corsé, unas normas muy pautadas para incardinar, no solo los cuerpos, sino la personalidad íntegra de las mujeres: “Todo lo cumplí intachablemente. // Me ocupé de las labores propias / de una señorita, me abstuve / de levantar la voz y desdeñar / las buenas costumbres de tu reino” (Perfecta, Nadia López García, México, dedicado a su madre).
La conexión, la sororidad se plantea tanto a un nivel grupal y sincrónico como con una herencia diacrónica que conecta a las mujeres con las que las precedieron: “Cuando uso el vestido de mi madre, acepto la muerte como obsequio / y veo cómo la gente se hace más pequeña” (Historia de un vestido, Ingrid Bringas, México);  “Dentro de tu útero candado / fantasmas resguardan / al monstruo feto de tus sueños de niña, / tus alas de mariposa / tu proyecto de árbol / reducido a gusanos / que agujerean el momento / a la gran mujer que fuiste” (Ale Oseguera, México); “Justinacha nos maldice / Desde su lugar en la cocina / Donde el gato ronca / Y se liberan los olores / De un banquete de dioses / que Justinacha quiere envenenar / Pero no se atreve” (Agustinacha en la tierra-sal, Gloria Alvitres Aliaga, Perú).
“Y huyo de mi reflejo
porque no sé cómo sanar” (Astrid Soldevilla, Perú)
La problematización de la identidad incluye el sexo como definición y como relación, la orientación sexual y la maternidad: “Hay días / en que quiero fumarte en el borde de las sombras, / preguntarte por el tiempo, / los relojes en reversa. / O por las nubes naranjas donde veo el incendio de tu boca” (Corina Rueda Borrero, Panamá); “Quería escribirte un poema / que empezaba así: / «Qué bueno que existan pastillas / para no parirte un hijo»” (Thaís Espaillat, Santo Domingo). En realidad, pocos poemas de amor: “Entonces no importa / La forma que nos miremos / Por última vez / Sólo viajes / En los recuerdos / Que quedaron en tu mente” (Claroscuro, Gabriela Analía Arcondo Closs, Paraguay).  Relaciones que no siempre tienen un trasfondo de goce y felicidad: “Amor, ya déjalo. / No quiero amenazar mi descomposición / con amor eterno / para bailar la danza macabra / sin percatarme de los gusanos” (Romina Serrano, Uruguay); sino más bien, al contrario, una denuncia de la crueldad que pueden desarrollar: “Me dijo / que jamás sería capaz de cortar mis alas / porque se enamoró de ellas. // Era un hombre de palabras: / Las voló en pedazos / las hizo sal y óxido y mosaico / las comprimió hasta la asfixia / pero nunca se atrevió a un corte” (Paola Assad, Venezuela); “Nadie sabe que es poco hombre / hasta que toca a una mujer / para romperla” (A los hombres no les gustan las mujeres rotas, Oriette D’Angelo, Venezuela);  “En esta muerte circular, sin fin, / en este aura fugitiva de mariposas / atraídas hacia el fuego, / les pese a reyes, esclavos y matriarcas, / tú eres mi diosa, Eloísa, y yo soy tu puta” (Venus, Briande Pineda Melgarejo, México).
Comparten muchas autoras un sentimiento de tristeza, de dolor y de rabia asociados a esa condición: “En el fondo de la noche / permanecen únicamente / la memoria y su inútil eternidad” (América Merino, Chile); “Tengo una cicatriz / me la hicieron con un hacha sobre la espalda y el recuerdo /…/ Todo es una mentira / No tengo cicatrices / sigo siendo herida abierta” (Cicatriz, Alejandra Lerma, Colombia); “Esa tristeza que nos ata de manos y llamamos sacrificio por el amor verdadero” (Un fonema pájaro libera lo heredado cuando abro la jaula de mi pecho…, Sara Motaño Escobar, Ecuador). Desenvolverse en femenino no puede sino dejar secuelas: “Hay una belleza terrible en esos momentos / con aquel hombre y su caja de herramientas / otra metáfora de estos días grises” (Ana Patricia Moya, España). Las editoras quieren honrar la memoria de Daniela Lu Gonzales (1989-2018), que falleció “el 18 de septiembre, al cierre de la edición”, cerrando el volumen con uno de sus poemas que precisamente comienza con  “La furia de estos versos”.
Ello no es óbice para que encontremos momentos de enorme lirismo: “Bailamos in movernos y entre tanto / la luz se deshilacha en la ventana, / recorrre, leve y gris, nuestras siluetas / unidas por la rienda de un latido: / el eco pertinaz de nuestra sangre.” (Madejas, Lola Mascarell, España);  “Te desconcierta descubrir / que a pesar de todo / sigue siendo otoño” (Puede que no te dieras cuenta, Laura Pardo, España); “por la noche se hace más fácil / confundir un espejo con una ventana / que da a la calle” (Rendición, Maite Burgueño, Uruguay); “Moriré entre las rocas, / en una sonoridad profunda, consumida por el mar. / Seré la furia oceánica, / la tempestad de los vientos. / Me agitaré entre las costas / y seré la música / que se extravió entre mis lágrimas” (Moriré entre las rocas, Norma Flores Allende, Paraguay).
“La poesía es un deporte extremo para una mujer que se atreve a atravesar el alambre de los funambulistas con niños en los brazos y años en la melena” (La poesía es un deporte extraño, Sonia San Román, España)

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