viernes, 1 de abril de 2022

Reseña de Francisco Jota-Pérez: ‘Anamorfosis (una utopía)’. Liliputienses. 2021

Nacido en Barcelona (1979) es más conocido como novelista, pero también es interesante su faceta como ensayista, guionista, poeta y traductor. Entre sus obras podemos destacar Napalm Satori (2010); Máscara: Muerte: Rojo (2012); SolidO_Celado (2018), Luz simiente (2017), Endo (2019) y, englobando a todas ellas, es común el adjetivo de experimental. Anamorfosis es cabe también dentro de esta definición: palabras tachadas, disposición poco convencional, puntuación alterada. Una manera radical de entender la poesía, la que no se basa en recoger una tradición de sílabas y estrofas, sino la que sabe que la música acompaña a una mirada distinta, la poesía está en los ojos del que mira. De ahí el título del volumen: “Fíjate en ese punto oscurísimo, cómo sus bordes recortan el entorno y así aparece y ha estado ahí desde que empezaste a mirar. Concéntrate” (I).

El tema principal se desenvuelve alrededor de las distorsiones que vamos almacenando. Las primeras, las que tienen que ver con la memoria personal: “Una parte de lo que eras en el pasado tiembla entre las volutas: un muñeco al que solías llamar k”. Pero, sobre todo, donde indaga Francisco Jota-Pérez están relacionadas con las condiciones socio-económicas más elementales: “Te desenvuelves en consumo –la fuerza de trabajo tira de los engranajes en coito con el cálculo exacto del tipo de transmisiones que maximiza la eficiencia”. En ese sentido, la poesía adopta el lenguaje técnico de las ciencias sociales de una manera, podríamos decir, perversa: “Allí serán, aunque el efecto de distorsión del trabajo cobre el bazar de lo que es traiga un estado transitivo que vestir, cuantificable y explícito –sangre chatarra– un ahora quieto en el ahora de su paradoja consciente –chatarra estímulo– el arrojo de lo que no puede no ser en la forma, estímulo consciente, la transformación que pierde sentido en el tiempo, consciente enlace que se pregunta dónde se es”.

Cuando se habla de la relación con la tecnología lo que se está poniendo de relieve es la transformación radical de la vida humana a través de la mediación de los dispositivos: “El matrimonio con la máquina es un contrato ineludible con los tirones de la realidad en el cual te deslizas, resbalas; te atraviesa el rumor del efecto hacia los otros”. El poeta revuelve las referencias, las más tecnológicas, con las más convencionalmente poéticas o con las más triviales: “no tú, desde luego; ser-tú es la indigestión de jacintos en la tierra ahuecada de corrupciones urbanísticas y obsesión por la gominola y purpurina y endulzar la mostaza nada-ser más que escusas los sonidos que revierten ante la fortísima conciencia del final continuo”. En ocasiones, la forma del poema es la de un ensayo enloquecido, frases larguísimas, que se entrelazan y se subordinan, para emerger de nuevo.

Elementos temáticos son centrarse, tener objetivos, de poder, rebelarse, jugar, todo alrededor de la actividad con objetivos. En la segunda parte, los poemas quizás se vuelvan a elementos filosóficos dentro de este ensayo enloquecido: “La reducción drástica es seña de los lugares en que está de pozo a un primer recuerdo: el monolito de arcilla blanca que abrazas. Te aferras, entras. Su caverna no esconde nada. Pendes de lo transparente”. La tecnología deja paso más bien a lo bioquímico (“La vida / consiste en la descomposición de gradientes químicos / hasta generar desorden”), a la medicina (“Tu cerebro muere y revive a intervalos regulares. Parpadea. Ejerce como gradiente de los demás, la locura que circula por sus cuerpos y pide ser liberada de sus mentes, que se alberga en sus partes más animales, aquello de lo que los demás se esconden cuando se van a dormir, lo que callan”). Sobrevuela el mito de la caverna platónico en varias ocasiones para adoptar posiciones filosóficas, aun con reservas, más constructivistas: “Restringe la amable certeza de que este mundo hermoseado lo es, en efecto, por obra del común”. El ser-ahí no nos arroja al claro de bosque, nos arroja al centro comercial: “No existe la soledad en este presente de variados encuentros en la cuarta fase, sino aislamiento, producto del consumo de privacidad por parte de los observadores”.

Desde el punto de vista formal, plásticamente se puede comparar con los collages, o incluso con algunos trabajos de Chillida. Desde el punto de vista del contenido, hay una actitud de denuncia y rebeldía: “Los observadores parecen haber perdido la mente de los trozos –– la ternura y la deuda –– escamas vacías que deciden la suerte de los que quedaban por debajo incapaces de apreciar que no hay nadie en el salón”.  Más que una queja, es un grito de profeta ante el supuesto progreso, quizás solo tecnológico: “Líbrate de esa ropa que no atempera. Pégate contra los muros y haz el amor con los vecinos y vecinas que se han pegado ellos a su vez; los turnos de emancipación se han abolido también, ahora es esta hora de tu esparcimiento”.

En la tercera parte toma más protagonismo la enfermedad, que puede ser considerada como fallos de seguridad: “Pero, ¿qué se espera de ti exactamente? –– el enturbiar de la mañana, cuando el viento barre de las azoteas la cápsulas autónomas d reparto a domicilio de bienes de primera necesidad”. La enfermedad es uno de los desafíos al sistema de egoísmo narcisista que se traduce en los manuales de economía y sociedad: “En esta hegemonía de construcción, comunicación, conexión y cuidados no caben otros trabajos, han sido abolidos”. La enfermedad mental que requiere que se “Extrae la moneda de la locura”, “aquello que enlaza terror y libertad es una nación extática de la temporalidad y de la política”. La conexión de la tecnología con el ser humano, lo que se ha dado en llamar transhumanismo aparece claramente en esta sección: “Érase una vez tú –«había una vez un piloto»– consumiendo energía de forma solidaria y habitado los imaginarios transhumanistas del acoplamiento recursivo de mitos e imágenes”.

Todos los problemas que aparecen en estas sociedades tienen que ver con la manera de gestionar la crisis: “«O era el modo de enmarcar una crisis que se estiraba por el mundo y se hizo nudos perpetuos, régimen cultural especulativo sin uñas y estómago de seda empapado a listeriosis»”; “Imposibilidad de desconectar, furia por las decisiones políticas, ausencia de ocio, nuevos y nuevas relaciones personales”. El mito de Casandra es elocuente:

“Casandra, hermana de los hombres, pactó con Apolo, el lúcido, la obtención del don de la profecía a cambio de favores sexuales; una vez instruida la mujer rechazó al dios y este la maldijo escupiéndole en la boa, no retirándole las enseñanzas que la capacitaban para adivinar el porvenir, sino negándole toda posibilidad de persuasión y que sus adivinaciones fueran siempre certeras pero nunca creídas”

Continúa Francisco Jota-Pérez la denuncia airada que juega con el lenguaje académico: “La hiperrelativización intrínseca al pensamiento por el que importa nada – muy diferente del nada importa – conlleva la empatía absoluta de avecinarse al otro en su relativa totalidad, reconocerle y relacionarlo en la nada, sin atribuciones”. Aunque, hay que repetirlo, la poesía siga en estas páginas: “La nada es cierta y permite el todo”. Y la solución del cuidado de sí, que diría Foucault:

“resurgir la línea de múltiples tú –– la geociudad consume zonas de ocaso digiere los portales y lo real regurgita imágenes metamórficas en movilidad consumida de sustancia arcana como geociudad o sea recubierta de plasma de dudas y formas una lengua que sonsume texto crudo (…) la célula ósea como medida de calma es la lengua que hace la transustanciación del texto móvil y lo une a la zona arcana que ha consumido crudo el dato dado por el góbulo geociudad: Tú”

 


 

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