miércoles, 7 de noviembre de 2018

Reseña de Ángel Ballesteros Gallardo: ‘Tiempo compartido (antología 1970-2017)”. Cuadernos de Humo diecinueve.


Resultado de imagen de ángel ballesteros cuaderno de humoMuy de agradecer la labor que, desde la república independiente de Bruklyn, viene realizando Hilario Barrero con estos Cuadernos de Humo. Y más, en casos como este, donde se saca a la luz joyas que, de otra manera, hubieran quedado muy poco conocidas. De la edición de esta antología se encargan Antonio del Camino y Antonio Cruz Romero. Las ilustraciones, como es habitual, son de Hilario Barrero y las fotografías de Johnny Galet.
Ramos, Antonio Rubio, José Pulido Navas, Jaime Olmedo Ramos y Manuel Argaya. El primero traza su trayectoria poética, el segundo, la vital. El resto se encargan de palabras de agradecimiento al poeta y a la persona. Los dos últimos, además inciden en su labor de historiador. La primera consideración es obligada, el lamento por el desconocimiento del gran público hasta este poeta (historiador y profesor) de larga trayectoria (49 años en poesía), que comenzó en 1970. Ángel Ballesteros nació en Toledo y realizó sus primeras investigaciones en Barcelona. Se traslada a Talavera de la Reina, donde comienza una importante labor como investigador de las fiestas de las Mondas. También son notables sus aportaciones a la historia de la ciudad de Talavera.                 A modo de introducción, las palabras preliminares de Antonio del Camino, Alfredo J.
                Precipitada sangre es su primer libro y está dedicado a la cercana experiencia de paternidad de su hija Eva. A partir de entonces, la muerte, el paso del tiempo, la celebración del amor son algunas de las constantes en la poesía de Ángel Ballesteros. Breve, pero muy densa es esta antología en la que se agradecen las introducciones, que presentan pero no pretenden un estudio pormenorizado de la poética del autor. Los poemas están dispuestos por el orden cronológico de los libros en los que se encuentran. En Precipitada sangre, la ilusión se desborda (“¡Tengo prisa de enseñarte tantas cosas!”) y la aprovecha Ángel Ballesteros para reflexionar sobre las costumbres, la vida, la esperanza: “Es ley de vida: A amar se aprende amando”. Puede ser lacónico a veces, otras, se deja llevar por esa conversación con su futura hija, lo que nos permite acercarnos a su machadiando interior: “Y ahora me toca hablar sobre mí mismo. / Enmarcar el color de mi palabra / Me fío de la gente porque la gente es grande /…/ Yo busco corazones / donde dejar un gramo de esperanza”.
                El segundo libro, No sabe la muerte que se llama muerte, está marcado por la enfermedad y la muerte de la madre del poeta. Las conexiones con Cesare Pavese y de José Luis Hidalgo. Por supuesto, Heidegger, “Dios escribe en el barro una sonrisa, / un llanto, una palabra, / lo denomina anda, lo llama hombre” (El hombre es un ser para la muerte). Se añaden nuevos paisajes. Entre los seleccionados, Barcelona, Pisa, Venecia, Rávena… que sirven de excusas para hablar del destino y la muerte, “¿Acaso no es la muerte el amarte y amarnos?” (Venecia era así como…). Inevitablemente, a la reflexión sobre la muerte y el destino del hombre se tiene que unir un pensamiento sobre el tiempo: “Al pasado nos une una escala de espuma” (Si acaso la nostalgia).
“Vivir sería entonces,
un galope abundante
que inunde nuestra muerte de recuerdos” (Vivir será entonces)
                Como tuvo la sangre ilusiones continúa ahondando en los temas esenciales del poeta. Puede ser más escueto en ocasiones, con versos más cortos, aprovechando los objetos cotidianos como en el libro anterior aprovechaba los lugares lejanos. “Hoy me vino tu historia / en la pintura azul / de una jarra de olvido” (Azul de jarra recuerdo), “Dar cada día a la noria que gira / para saber la huella que leeré en los ojos” (Contrapunto).
Es tentador querer ver la trayectoria vital del poeta a través de sus versos. Que también, en cierta forma es seguir nuestra propia trayectoria. Acordarse de sentir lo que ambos hemos sentido, lo que ahora sentimos.
En Igualada derrota, Ángel Ballesteros aborda el amor de una pareja por la que va pasando el tiempo: “De pronto, se me ocurre, / pienso, me levanto, / necesito decirte. / Sólo encuentro espejo”. La igualada derrota se aplica, por supuesto, al propio  yo, “Creo que busco algo / dentro del ansia de lo que aún no veo / y sin embargo es tu nombre como ancla / en la inútil huida / del amor que no muere”. Una reflexión sobre el amor tras muchos años, en su aspecto más espiritual y más carnal.
“Si al amor le quitáramos el juego de los labios,
seguirías, amor, siendo ojiva de sueños?
¿Si el cuerpo no gritar al ardor de la sangre,
seguirías, amor, despertando luceros?
Se han roto las esquinas preguntando
y me encuentro en las manos con tu sueño”

                Por eso acaba preguntándose:

 “¿Qué queda del amor? ¿Para qué sirve?
Yo quisiera quererte como antes,
justificar de nuevo mis latidos,
acrecentar los brazos con el ansia,
escribir y tallar sobre tu cuerpo
esa palabra, AMOR, esa palabra”
                Triunfantes en el tiempo es la respuesta a las cuestiones anteriores sobre el amor: “Comienza cada día una historia / la misma historia y sin embargo nueva. / Vivir y compartir / todos nuestros relojes” (Canto de entrada). Es una respuesta afirmativa, que no triunfante, del sosiego y la calma, conscientes ambos amantes de su identificación: “Sin ti solo soy sombra en movimientos, / contigo soy muralla a cal y canto”.
                A veces, puede tomar el tono de las canciones populares medievales, o puede tener ecos de Bécquer o Pedro Salinas. Sin embargo, y por encima de todo, sigue siendo una “palabra en el tiempo”: “El tiempo proseguía su andadura / de golpes: nosotros, eternos, quietos / repetíamos los compases de una / sinfonía con dúo de latidos. / En el amor, ¿verdad? se está, / no existen los caminos” (Precisiones en el recuerdo cuando el amor tiene las doce).
                Se completa la antología con algunos poemas de sus libros Versos y circunstancias I y II, en los que Ángel Ballesteros recopiló aquellas otras obras poéticas que no estaban dentro de su libros anteriores y que realizó con motivo de algún evento concreto (de ahí el título). La musicalidad es distinta, el arco temático, más amplio. Están, paradójicamente, por encima de las circunstancias. Se incluyen poemas más descriptivos (“Cada día el álamo / despierta su reflejo / sobre el río”), más del momento (“Igual que a la ventana se le puebla / enmarca el paisaje / hoy me vienen los árboles a los ojos / que solo corta el vuelo de los pájaros”), de reflexiones variadas: “Pero volver no es maldecir la orilla, / es más bien saborear la ausencia / de lo que fue presente y viste ahora / ese pálido son de los recuerdos”.
“La muerte vino y se llamó tu nombre.
Cada golpe de tierra
era un latido ausencia,
cada rosa era un grito
que lágrima fluía,
pero no hemos quitado,
madre, tu nombre de la mesa
porque tú estarás en cada tiempo y cosa
que estrenemos nosotros en la sangre,
quizá pensemos
que estás durmiendo ahí,
roto el cansancio
y que luego
rezaremos un beso en tu frente.
Nos has querido mucho
para morirte pronto.”

1 comentario:

  1. Te agradezco mucho este texto. Más que por Cuadernos de Humo por la poesia y la persona de Ángel Ballesteros. Muchas gracias. Abrazos.

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