martes, 28 de julio de 2020

Reseña de Raciel Quirino: ‘Ouija’. Ediciones Liliputienses. 2020.

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Este poeta y escritor mexicano (1985), licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de México. Tiene en su haber Western (Feta, 2012) y numerosas participaciones en revistas como Tierra Adentro, La palabra y el hombre y Casa del tiempo entre otras. Becario en el proyecto del FONCA llamado Programa Jóvenes Creadores en el periodo de 2013-2014. También ha impartido talleres de creación literaria para adolescentes y adultos en distintas entidades. Nos encontramos ante un proyecto ciertamente singular, está organizado como una sesión de Ouija en la que los participantes preguntan a los espíritus. Cada poema es una pregunta a la que lo sobrenatural (espíritus o inspiración poética) contesta de manera más o menos directa, más o menos oblicua. Así queda dividido el poemario en dos partes, Arte Negra, la primera y Arte Blanca la segunda.
Comienza de manera contundente: “Queridos papá y mamá: // alguien está sentado en mi silla / alguien igual a mí / dice que es el diablo”. En el resto de poemas podemos acercarnos a los espíritus que pueblan el espacio de los vivos. A veces, más que de magia negra, se trata casi de humor negro: “No veía la hora de volar / directo al cielo en la silla eléctrica” (¿Eres espíritu de luz?). Los poemas incluyen sueños premonitorios, alucinaciones, y también historias con un giro inesperado, historias de asesinos, de seres marginados de diferentes formas: “Yo sé que cierras los ojos / y ves tu cerebro” (¿Cómo podía saber que no eres un demonio?). En los poemas aparece el talento de una especie de storyteller alucinados, por ejemplo, la historia de ¿Quién fuiste en vida? recuerda un tanto al del relato de Powderfinger de Neil Young. Son seres atormentados: “Mientras luchaba con máquinas tragamonedas, / ¿qué himno entonaban los desaparecidos?” (¿Por qué sigues en este plano de existencia?). Y el poeta aprovecha para salpicar con algo de sentido del humor: “La bola ocho / que decía nuestro futuro. // Tu padre en silencio, / sin moverse ni pronunciar / palabra durante horas, / como un abducido”: (¿Qué extrañas de esta vida?). El punto de vista del narrador concede cierta ternura, pone de manifiesto una extraña inocencia, la del criminal.
A veces, la situación es un poco posmoderna, con la mezcla irreverente de grandes relatos: “Pedía al arcángel San Miguel que hiciera por mí lo que aún no lograba por mí mismo. Para ayudarlo pinchaba fotografías con agujas y llevaba una pulsera roja contra el mal de ojo. Él empuñaba su espada láser y hacía guardia en la puerta de mi habitación toda la noche. No conocíamos aún la Estrella de la muerte” (¿Tuviste oportunidad de ser feliz?). En otras ocasiones a lo que nos acercamos es a la dolencia mental: “La sensación de haber vivido esto en una demencia breve. Se trata de un cambio de intensidad de la descarga eléctrica en el curso de los pensamientos…” (¿Qué es la muerte?); “Una carnicería dentro de una nube” (¿Qué siente el alma cuando regresa a Dios?); “Son 25 metros cuadrados de ansiedad y ataques de pánico. En la ventana se distingue un espectacular de cosmético” (¿Antes de nacer y después de morir nos encontramos en el mismo lugar?). La atención a los detalles insignificantes a los que se otorga una dimensión casi mágica entra en consonancia con el ambiente onírico que deben tener las sesiones de Ouija: “Una burbuja de aceite / devora una, dos, tres burbujas y crece / dentro de un plato de sopa” (¿Es infinito el universo?)
“El rabillo del ojo captura siluetas y sombras que desaparecen rápidamente en la luz natural como una niña bajo el efecto de la anestesia o un niño sonámbulo. El rabillo del ojo es histérico /…/ Más interesante aún es no hacer nada, dejar que deambulen las sábanas con sonrisa infantil y pasos de seda, que la tabla se queja de los adictos a la ouija. Más interesante todavía son los tubos de alógeno iluminado un ataque epiléptico inducido en un sótano donde se quema foco” (¿Existen otros planos dimensionales?)
La segunda parte, Arte Blanca, comienza con una cita de Blanca Varela: “Arte blanca: cerrar los ojos y vernos” y gira en torno a cuestiones más personales, más íntimas del yo que habla: “Pequeño pájaro / que te balanceas / frente a mi puerta, // Hoy vi las montañas elevándose / como las fauces / de un monstruo”. Las preguntas van dirigidas, no hacia las vivencias del espíritu que contesta, sino a sonsacar las advertencias que puedan servir en la vida. Este es, desde luego, el punto de partida, aunque luego los poemas tengan una vida propia y se articulen como una unidad en sí misma conectada a través del ritual de la ouija: “Lleva el nombre de tu padre / y él el de su padre / y su padre el de su padre. // La multiplicación / propicia la supervivencia” (¿Sabes quién soy?). Este recurso permite sostener la atmósfera en la que nunca sabremos con total certeza quiénes son los interlocutores y se mantenga un desasosiego ante un peligro líquido: “Llevo un revólver para darte flores / y comer en los paraderos /…/ aunque ya nadie pueda escapar / con una mujer / y morir / en un auto en llamas” (¿Tienes algún mensaje para mí?).
En los relatos aparecen escenas realistas (“Le acaricié el sexo / a una desconocida que viajaba a mi lado en el autobús, / me hice el dormido todo el trayecto / cuando despertó aterrada”, ¿Cómo puedo mejorar mi relación con los demás”?) y otras más psicológicas (“El dolor fantasma / con la mano cortada / por Peter”, ¿Quiénes son mis verdaderos amigos?). Seguimos intuyendo el sentido del humor a través de los consejos que se transmiten desde el más allá: “Prueba a meter los dedos en un enchufe de luz, o a pasar de un cuarto a otro a través de la cornisa cuando esté lloviendo. / Inhala corrector de máquina de escribir” (¿Cómo puedo encontrar el amor de mi vida?). Sin embargo, también hay un poso de tristeza y realidad en estos versos: “Sostener un tubo de plástico / para que tu padre se haga un enema /…/ La vergüenza de tener el culo parado frente a tu hijo. / Escenas / que no se mencionarán jamás, / pero gira en el aire mudo / de las conversaciones” (¿Qué obstáculo debo vencer para alcanzar el éxito?).
Las relaciones siempre serán una fuente de conflicto que requiere aclaración y ayuda: “Pero te escribiré sobre la vez / que me arrojé al río / para demostrarte que sabía nadar, / porque estabas sentadas en la orilla / y me mirabas” (¿Estoy con la persona correcta?); “«Puta», «Puta», son las palabras de Eloísa, más pan envenenado. /…/ amar es desnudarse” (¿Padezco alguna enfermedad?).
Cabe preguntarse si realmente funcionan los poemas por sí mismos o porque siguen el juego al que el autor nos invita. Es indudable que algunos pueden entenderse como un poema exento, como el que derrocha alucinación, ¿Cuál es el modo más sencillo de adquirir fortuna? En otros casos hay que conceder que el todo da mayor valor a las partes. Se compone un fresco de detalles (“Tenemos máquinas expendedoras”, ¿Seré feliz algún día?) y de sentimientos muy profundos (“Mi padre llora en el baño // se moja la cama, // le baja el retrete, / sale con expresión tranquila”, ¿Tendré una vida larga?), o de narraciones de personajes ajenos a la primera persona, como el controvertido Carlos Castaneda:“En la oscuridad de las carreteras; Carlos observaba las luces de un auto en el retrovisor. / Aparecía cuando el terreno bajaba. Desparecía cuando el terreno subía. Esa es la mente” (¿Cuál es el sentido de mi vida?). De todas formas es un poemario rico en experiencias y en poesía con el que podemos, incluso, meternos en el juego de interpelar al más allá entre los versos.

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