lunes, 22 de febrero de 2021

Hay días...

Hay días en los que hay que reconocer que el mundo se va perdiendo, se va desdibujando, pierde consistencia. Hay días en los que se borra del paisaje, aunque no de la memoria, un pedacito con nombre propio. Dicen que la muerte significa que alguien no va a volver. Ese alguien estará presente en los recuerdos, en aquellas pequeñas o grandes cosas que hicieron del mundo un poco mejor. Pudo ser una sonrisa, un paso adelante y valiente, un combate sordo para sacar adelante a los suyos o por representar cualquier lucha, o simplemente un par de cervezas compartidas. Pudo ser una conversación, un pequeño regalo, un agradecimiento. Una preocupación continua, los sabios consejos o un simple recuerdo entre sus conocidos, la generosidad extrema y la alegría. Se hace duro ser consciente de que ese alguien no va a volver, aunque haya pasado tanto tiempo de la última conversación. Seguirá en los recuerdos, se asumirá como propio, estará en lo que cada uno es. Así nos perpetuamos entre los nuestros.

Es tremendamente difícil conocer a una persona realmente. Somos seres multiformes y vamos cambiando, no siempre a mejor, lo digo por experiencia. Hay una parte de cada persona que pertenece oculta incluso para la persona misma. No tiene que ser la más importante, ni siquiera debe ser significativa. Mucho más interesante, influyente es esa parte que vemos y que intuimos en nuestra relación. Es lo que nos marca y a lo que nos aferramos cuando nos despertamos con la certeza de que alguien no va a volver, porque es lo que recordamos. Con el tiempo quizás se haga borroso el contenido del recuerdo, y quizás tornen los colores vivos en tonos pastel, quizás las emociones se atenúen y la tempestad se deslice como un río sereno. Pero estará ahí.

Ahora, estos días son los momentos para recomponer la memoria y mostrar el afecto que los corazones se tienen. Porque merece la pena recordar a quienes participaron de la felicidad de los otros, a los que te alegraron una tarde de verano, los que ayudaron, los que cumplieron, los que sufrieron. La vida da oportunidad para sufrir la alegría y disfrutar del dolor. La vida ofrece el momento para ayudar, para estar ahí y para recibir la ayuda, el consejo y el brazo por los hombros.

El mundo seguirá, los tiempos serán inciertos y llevaremos pesadamente un fardo con nuestro pasado. Hay ilusiones que aligeran el peso. También hay personas cuyo recuerdo también merman la carga, la hacen volátil. No tienen que haber sido los protagonistas de un heroico sacrificio, ni siquiera de una aportación decisiva, hay personas que estuvieron ahí, una vida, una temporada, un solo momento. Y tendrán nuestra memoria. Y el mundo habrá sido mejor porque ellos estuvieron. Y habremos sido mejores porque ellos estuvieron.

Los caprichos de la memoria preferirán los instantes menos sublimes, que serán los que nos definan y esculpan el rostro que mostraremos como el alma se asoma por los ojos. Un ratito a la orilla de la playa, unas risas, un concierto, cualquier tontería definirán, como los brochazos de Renoir, aquel recuerdo y la persona que no volverá porque quedará marcada. Quedará la ausencia como el molde para la arcilla que seremos.

Me abruma un pesar que no se compara ni con la sombra de aquellos más cercanos, más íntimos. No consigue uno, por mucho que lo intente, habitar la piel de quienes lo tuvieron siempre cerca, de la familia más íntima, de los amigos más cómplices, de todos que echarán en falta su voz y su presencia. Ojalá los recuerdos que invocamos sirvan para dar calor o para hacer menos inhóspita la realidad de los que quedan. Que los abrazos que no podemos dar abriguen las ausencias y que las lágrimas que se escapan a escondidas eviten las que otros necesiten llover.

Siento mis palabras muy torpes, atropelladas porque la emoción se va desbordando y no alcanzo a poner en orden ni lo que pienso siquiera. Lamento no conocer bien a quienes están alrededor, y lamento sobre todo que mis acciones o mis desganas contribuyan al sufrimiento de otros, lo merezcan o no. Me gustaría contribuir a un mundo mejor como he visto a tantos que han vivido, con sus altibajos, procurando que los suyos y los de más allá vivan un poco mejor. Por mi parte solo aspiro a la desaparición, a diluirme y quedar movido por el viento, desaparecer y que ni rastro quede de memoria, alcanzar la orilla del olvido.

Hay días que se levanta el mundo un poco más pequeño porque alguien falta. Son momentos terribles estos que nos acompañan cuando tenemos que lamentar cada día tantas ausencias. Son tiempos duros que se construyen de adversidades y contratiempos, de putadas y sufrimientos. Recordemos ahora a cada uno, a todos aquellos que hicieron un mundo más grande, a todos aquellos cuya ausencia borra una parcelita del paisaje, a todos aquellos a los que acogeremos en nuestros corazones porque de ahí no se van a mover.

Luis, un abrazo muy grande. 

Jaime, un abrazo muy grande.

1 comentario:

  1. Lo siento mucho, amigo, tus palabras destilan verdadera tristeza, pero también admiración, orgullo y agradecimiento.
    Un abrazo

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