martes, 1 de febrero de 2022

Reseña de Marina Casado: ‘Los doce reinos del Tiempo’. Ediciones de la Torre. 2021

 LOS DOCE REINOS DEL TIEMPO: 15 (Nuestro Mundo Ficción) : Casado, Marina:  Amazon.es: Libros


Esta es la primera incursión de Marina Casado en el mundo de la narrativa, en este caso, una novela indicada para público a partir de 15 años. Cuenta ya con una sólida trayectoria poética que se completa con Los ojos fríos del vals, recién publicado en BajAmar. Comenzó con Los despertares (Ediciones de la Torre, 2014), Mi nombre de agua (Ediciones de la Torre, 2016),  De las horas sin sol (Huerga & Fierro editores 2019) y Este mar al final de los espejos (Torremozas, 2020). Hay que reseñar su actividad como crítica, desde la edición de su tesis doctoral La nostalgia inseparable de Rafael Alberti (Ediciones de la Torre, 2017) y la edición de la antología poética del grupo Los Bardos (De viva voz, Ediciones de la Torre, 2018), al que pertenece hasta sus artículos aparecidos en El País sobre el mundo literario e histórico. También evidenció sus aficiones musicales en El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock (Líneas paralelas, 2014). Dirige la revista Aprender a Pensar (Ediciones de la Torre).

Una de las grandes bazas de Los doce reinos del Tiempo es que, aunque está dirigido a público adolescente, no los infantiliza. La narrativa, que en el ámbito anglosajón se denomina para jóvenes adultos, suele pecar de unas tramas muy autorreferentes, de los problemas un poco estándar del adolescente problemático, con un lenguaje simple pero con toda la parafernalia necesaria para que se sientan adultos leyendo. Un poco, perdonen la expresión, como los anuncios de cierta bebida carbonatada de naranja, que tiene su público púber pero lo protagonizan jóvenes practicando deportes extremos. De todo eso se aleja Marina Casado. La estructura narrativa es mucho más compleja y se van intercalando diferentes planos que anuncian y simbolizan lo que sucede en la trama argumental principal. El referente que puede servir es el de Michael Ende, por ejemplo, aunque sin recurrir a la tipografía de colores.

Los doce reinos del Tiempo son disfrutables como novela sin adjetivos, como otras actuales que protagonizan adolescentes, como Cara de pan, de Sara Mesa. Se huye del manido argumento del paso a la madurez, del argumento que cruza la línea de sombra. No es, o no es principalmente una Bildungsroman, aunque, en cierta forma sí que podríamos encajar, no a nivel personal sino a un nivel más sociológico, la madurez de una sociedad que es consciente de su pasado.

Pues bien, esa es la principal preocupación de los habitantes del Reino de los deseos. En él cada persona tiene, a lo largo de su vida, una oportunidad para pedir un deseo que este se le cumpla. Cuando al fin s deciden, deben dirigirse al Teatro de los Deseos y hacer cola, una cola de días, hasta que les llegue el turno del salir al escenario y formular su deseo. Entonces, unas misteriosas criaturas conocidas como albañiles de deseos se encargan de cumplírselo.

Formular el deseo correcto en el momento adecuado supone una gran responsabilidad. A veces, el rumbo de tu vida depende de ese deseo. Por ello, la mayoría de gente espera a tener madurez suficiente para formularlo, a no ser que experimenten algún infortunio inesperado que les obligue a pedirlo antes de lo que hubieran pensado.

Los personajes principales que llevan el cargo de la acción gozan de una cualidad muy real en términos narrativos, Julia, por ejemplo, no puede desarrollar la trama sin perder el tiempo en las actividades cotidianas. En muchas novelas, los personajes parece que tienen todo el tiempo del mundo para investigar, se saltan clases, incluso son capaces de ignorar las necesidades fisiológicas. Las apariciones de Willy, ignoro si es un guiño a cierto actor que prefiero no desvelar por si incurro en un spoiler, se asumen desde el principio como lo que son. El resto de la familia de Julia conforma el universo de un misterio que sirve para arrastrar la acción a través de dos planos. Los cuentos que recuerda Julia de su abuela, y las raíces personales, que resultan ser más generacionales de lo que podría intuirse. En el resto de subtramas caben las historias de amor y las reflexiones sobre el mundo de la enseñanza que tan bien conoce la autora. El personaje de Sergio es un ejemplo de mantener la coherencia de un personaje que se contradice a sí mismo, como cualquiera de nosotros.

Madrid, con su vestido de estrellas, nos acogía como a niños extraviados por la realidad; nos invitaba a perdernos entre callejones solitarios, transeúntes que volvían tarde del trabajo, jóvenes con litronas, muchas luces: de los semáforos, de las farolas, de los coches… Cuando entornaba los ojos, todas se mezclaban en un magnético y confuso baile. Willy y yo caminábamos de la mano sin hablar y me sentía extrañamente dichosa

El universo realista que Marina Casado ha retratado es una ciudad presente, con referencias espaciales concretas de Madrid, para que podamos apreciar el conocimiento geográfico como elemento distintivo de un tiempo, no solo de un lugar. Es, además, el paisaje necesario para que sirva de contraposición al u-topos, al paisaje sin espacio de los Doce Reinos. Pero más que el espacio, el protagonista es el tiempo porque, además, contamos con una tercera esfera, la que se traslada hacia el pasado, pero no el pasado mítico sino el momento histórico concreto, el que se halla en los archivos y tiene repercusiones en el presente. Juega a invitarnos a pasar de uno a otro, de disfrutar, como se disfruta de la prosa poética, de la parte más de cuento. Y dejarnos llevar por la intriga cuando pasamos al plano de lo “real”. Es una manera de reivindicar la narración oral, la que ha pervivido fuera de los canales de la literatura escrita que pasa luego a los manuales académicos. Recordarnos que lo que nos conmueve, en el más sentido etimológico de las palabras conmover y recordar, es lo que nos ha llegado al corazón y motiva nuestros actos y nuestros sentimientos, nuestra personalidad ante las circunstancias vitales que no hemos elegido y a las que llegamos como quien entra en una sesión de cine con la película empezada.

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