domingo, 20 de marzo de 2022

Reseña de Juan Bello Sánchez: ‘Una oscuridad'. Ediciones Liliputienses. 2021.

 UNA OSCURIDAD. JUAN BELLO SÁNCHEZ. 9788412456073 Nakama Librería


Maestro de primaria y poeta posee ya una sólida trayectoria poética: El futuro es un bosque que ya no ardió en alguna parte (La bella Varsovia, 2011), Todas las fiestas de mañana (Pretextos, 2014), Talk about the blues (Origami, 2014), Nada extraordinario (Pretextos, 2016), Mortal Memoria (Valparaíso, 2017), Mi tiempo perdido (Siltolá, 2018), Casa (Tulipa, 2018), Reliquias (Tulipa, 2020), Todos hablan al mismo tiempo (Maclein y Parker, 2021).

Una oscuridad es un precioso libro sobre lo invisible en todas sus vertientes: “Deberíamos prestar más atención, / deberíamos ser más cuidadosos, / el tiempo se repliega sobre sí mismo / y lo que ocurrió / algo de lo que creíamos que nos habíamos librado, / podría estar a punto de ocurrir de nuevo, / por primera vez” (Una oscuridad). A menudo lo invisble es tan coticiano que desaparece a nuestra vista: “Al final, todo se reduce a las mismas cosas, / una calle, algunos árboles, nubes que se disparan o se reúnen. / Hay mucho que debería ser registrado / pero nadie quiere perder tiempo” (Mirando alrededor).

Juan Bello Sánchez exprime las consecuencias de la experiencia de la oscuridad: “Lo que ocurre a mi alrededor / es algo sobre lo que solo puedo especular, / presumo que la casa está vacía. /.../ Un portazo divide en dos la noche: / la oscuridad antes, / la oscuridad después” (Tan solo un portazo); “Habla asomado a la ventana, / mueve la mano que tiene libre, / dibuja círculos con su dedo índice, / anillos de humo / que desaparecen rápidamente en el aire" (Telefoneando a alguien en la noche). Pero, sobre todo, es una experiencia del ser, de la esencia: “Las sombras de las nubes nos ocultan / y otra vez nos dejan al descubierto. / Si espero un rato más / veré a la mujer de la limpieza / borrando nuestras huellas. / Pero entonces ya no sabré cómo volver” (Viejo pensamiento); “un continuo alejarse de todo, / un estar más cerca cada vez” (Así es). En la segunda sección se aprecia más claramente esta preocupación sobre la identidad: “Alguien preguntó por lo que había sido dicho. / Unas palabras encierran otras. / Nos encontraremos de nuevo / en un perpetuo presente. / Creo que estamos en el jugar equivocado” (Casi un susurro); “Una ficción tras otra, / un retrato en el que no nos reconocemos. / Lugares y nombres se confundes. / No, no tienes que recordarlo todo” (Cuerpo y alma).

De manera muy relacionada está el diseño del futuro, del porvenir: “Nuestra ocupación es perder; perderse” (Donde estamos hacia dónde vamos); “El futuro nos mantiene unas metas por delante, / igual que el perro del cazador, / abriendo el camino en la oscuridad” (Un lugar seguro). Lo invisible es, para este caso, la incertidumbre, lo desconocido: “Las pequeñas ranuras de las persianas / que aún dejan intuir algo, / como una carta de un remitente desconocido / que no nos atrevemos a abrir” (El deseo). Juan Bello sabe que el futuro es un horizonte que se compone de pequeños horizontes mucho más cercanos: “El silencio de después de lo que se dijo / y el silencio de lo que no se dijo / están en la misma habitación, / y no son muy distintos, en verdad” (Buen tiempo).

Una oscuridad cotidiana y una oscuridad a nivel macro, que dirían los sociólogos: “Pronto, las calles serán grandes buques / que llegan a cualquier parte y se detienen / con su carga /…/ ¿Qué veríamos si fuésemos capaces de ver / lo que hay detrás de una sombra?” (Más oscuro). Es una actitud filosófica: “El mundo se construye y destruye / todos los días” (Viejos problemas).

El poemario se titula La oscuridad, y no lo desconocido, porque implica una luz y una sombra. Lo que también influye en las relaciones humanas, en los afectos, en la pareja: “Lo que callas, / ¿qué puede decir de nosotros? /…/ Lo incierto sea lo que sea, / llama a la puerta todas las noches, / y es mejor abrir, dejarlo pasar” (Un nuevo final para el viejo relato). Además de la luz, de las nubes, están los obstáculos que se fabrican, la casa y sus paredes son una metonimia magnífica: “Las casas también son laberintos / y eso nos mantiene ocupados por un tiempo” (Antenas): “La noche es una puerta a punto de cerrarse” (Cielo nocturno sin estrellas).

Hay momentos en los que la poesía de Juan Bello adquiere tonos delicados: “La noche es blanda y mullida / para que podamos entrar en ella / y entramos” (Unos hablan y otros escuchan); “Y mientras tanto / un viejo troceará un antiguo sentimiento / que apenas es capaz de mencionar / & lo echará a las palomas” (Mañana dominical). Más allá del lirismo, este es un poemario muy denso en matices, en miradas poéticas que realzan lo invisible, a los sentidos o mucho más profundo, que es de lo que se trata. Se analiza sobre todo a partir de la sección IV, precedido de los versos de Unas palabras: “Lo que está roto / no siempre necesita ser reparado”. Es el paso del tiempo quien marca la ocultación y la oscuridad: “Nada es definitivo. / La mirada es un camino de tierra / que recorremos en una y otra dirección” (Todo es continuo movimiento); “Lo que fue posible y lo que no lo fue, / horas que tuercen una calle / y podemos dejarlas ir, sin remordimientos” (Medietas). Hay una pregunta esencial, “¿Fueron las ruinas pensadas para ser admiradas? “ (Entre un sitio y otro). La poesía puede hacer, como ante la urna griega, un alegato de belleza ante la desolación, pero es la reflexión humana la que propone: “La luz de la lámpara / intenta sustituir la noche por otra cosa /…/ Nada se pierde, / todo está emparejado, / más o menos como dos manos / que se juntan para rezar” (Dos manos que se juntan). Dos manos que se juntan es una estatua de Rodin llamada La Catedral. Y en otra obra muy parecida, ambas manos sujetan un objeto que aparece oculto, es El secreto, y una de las estrategias del secreto es, como sabía Arsenio Lupin en La carta robada de Poe, ponerse a la vista de todo: “Lo que queríamos decir / permanece a la vista de todo” (Carámbanos); “El ruido del mundo vocea / Nosotros solo escuchamos / sin llegar a entender” (Ruido).

Las intuiciones sensibles, la intuición racional son el proyecto de la Ilustración, arrojar la luz, aunque se artificial: “Hay una luz tras las persianas, / una luz brillante. / No podemos verla, / pero sabemos que está ahí.” (Una luz en la oscuridad). Sin embargo, su fracaso fue articular la vida más allá de los libros y la Razón con mayúsculas. Por eso nos acogemos a la confesión final de este hermoso libro:

“Tampoco yo sé cómo, casi sin esfuerzo,

la vida continúa” (Agua corriente)

 

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