domingo, 22 de mayo de 2022

Reseña de Luis Eduardo Barraza: ‘ Contexto Marte'. InLimbo. Poesía. 2022

Página 1 - InLimbo


 

Aunque nació en Venezuela, Luis Eduardo Barraza Reside en Colombia. Desde allí dirige una biblioteca virtual, Poesía Vzla. Ha publicado hasta ahora Los días arqueados (2016), Clamarius (2018). Contexto Marte es un intento arriesgado, pretende ser poesía marciana, que no una marcianada. El matiz es interesante, porque no se trata de épater le bourgeois, lo extravagante por lo extravagante, sino arriesgarse a imaginar en un contexto sci-fi una poesía intensa. El libro se presenta como un microchip a partir de muestras de suelo marciano, con dos archivos, uno binario y “el segundo resultó ser un conjunto de textos en una compleja fusión de lenguas eslavas y túrquicas”. Según se indica, “Este importante libro que concluye con la edición que hoy presentamos estuvo bajo la responsabilidad y cuidado del reconocido filólogo, traductor y oeta colombiano Juan Jacinto Calabrés (…) la pícara e incipiente muestra de una futura y M de Mars y C de Context muy probable literatura marciana”.

Aunque pudiera parecer que se vulneran todas las convenciones literarias, comenzando por la tipografía o el orden cronológico –lo que hace especialmente difícil de transcribir y citar–, subyace un filón muy reconocible. Sería imposible el entendimiento si prescindimos de todo lo que es común. No niego, por otra parte, la complicación que supone citar estos poemas puesto que la maquetación es compleja, aleatoria, como un disco duro desfragmentándose. Es el Gíglico de la maquetacion en formato de diario numerado. Por ejemplo, el Día 102: “Esta histo / historia no como tal           bien puede empezar con / un hombre de pie intentando besarse las ingles por las mañanas            su nombre será el mío / su enfermedad la misma   su dios acaso / el Sol de su baba              quizás tendría un hijo no-nacido de mujer         a su vez nacido de peodo”. En resumen, como señala en uno de los fragmentos: “y por la que cedo a veces     a la no palabra” (Día 115).

Dejando de lado estas rarezas a medio camino entre la marcianidad y la informática, hay que resaltar el lirismo que, a bocajarro, nos transcribe Luis Eduardo Barraza: “Obedezco    al día / a la luz que asoma y me incorpora / a la mañana” (Día 11). Las palabras atropelladas, los conceptos superpuestos no quitan belleza a las expresiones: “Y si del suelo el grano la ranura el hueco de una bacteria              y si el ojo al sexo el pez que curva el agua anfibia se hace a Marte todo pluma y huella me cercano          y si llovieran los acantilados las colinas, las planicies olvidadas y se renovara la fe en el nombre de mi nombre ya sin pulso mi letra” (Día 103). Ni siquiera podemos evitar pensamientos filosóficos: “Toda vida es trama / Contingencia / meditación / lenguaje / y remiendo” (Día 99); “Si todo colgara de la idiosincrasia de dios             qué fácil sería el cuchillo” (Día 15).

También como en el Gíglico cortaziano, se pueden mezclar términos inventados ad hoc (Labodacia) con lugares concretos y desconocidos para el gran público como Gorgipia, que resulta ser una ciudad griega del mar Negro. Es por esta razón por la que elementos cotidianos se ponen en cuestión y toman sentido en un universo literario que cuenta con la coartada sci-fi: “Hablo de una cama / de una silla             y una mesa que no puedo ver / hablo de una playa emotiva / que me va restando los latidos y los colores del alfabeto / hablo de alguien más / hipotético / que me acompaña siempre        y me desnuda y me precipita a su seno con humildad              en su humedad larvaria que es abandono y exactitud de origen (…) y de la única / e impronunciable / que es acaso / la razón de toda mi existencia” (Día 84). Caben expresiones tan extrañas y entrañables como: “que Marte sabe y huele / al sueño extraviado de los calamares” (Día 130).

A pesar de estas excentricidades,  los temas que abarca este peculiar volumen tienen que ver con lo confesional por un lado (“y ser / una vez más / agradecido en la derrota”, Día 226) y con lo filosófico. Un ejemplo soberbio es el del día 72:

“De los héroes y sus ficciones   hay algo más allá de sus nombres y sus hazañas que escapa de nuestras limitaciones como individuos de una especie (…) Los humanos por el contrario               amanecemos con los pies atados al suelo        conscientes de nuestros errores de nuestra estupidez                y de nuestra grandeza (…) Porque la literatura                como cualquier arte       es también una máquina del tiempo     y de multiversos (…) una marea íntima y ajena al ADN de legar nuestras fuentes pozos e intemperies más profundas          para que otros las hagan suyas y con estas                         suya      el fantasma de nuestra derrota” (Día 72).

Como decimos, el tono confesional puede incluir las sensaciones básicas (“regreso      una ventana para ver correr la lluvia                la burocracia intuitiva de los días suspendida en la sencillez de un paraguas”, Día 97), los recuerdos (“Recuerdo a los buenos / y a los malos profesores / Recuerdo la portada del primer libro de Salgari que leí // Recuerdo a los amigos    los escapes               la fiebre secreta que nos acompañaba / Recuerdo las fiestas improvisadas        la rebeldía de la carne”; “Una y otra vez            me dibujo y me degrado entre los algoritmos residuales de mi vida”, Día 79). “Poco a poco / intimista y cotidiano” (Día 124), concluye.

De manera especial a los momentos padre/hijo: “53 años después / papá decide andar en bicicleta / No es fácil. / En nuestro vecindario los adultos solo viajan en auto o en tren /…/ Pero papá se levanta. / Papá siempre se levanta. / Sube una vez más a la bicicleta sin futro y me regala una postal para un poema que aún me niego a dibujar” (Día 113); “Persevera                en la huida         en una bicicleta imaginaria          abriendo el paisaje de los parques” (Día 39). Una de las claves la encontramos cuando confiesa que “Después de todo // tal vez he venido a Marte porque en casa ya no queda ningún lugar                 donde uno pueda llamarse Pedro Páramo”.

Son estos momentos introspectivos los que alzan la categoría poética en uno de los ejes: “Si me quedara poco tiempo /…/ y tal vez entonces y solo entonces / y a partir de ahí / podría salir a tocarle la entrepierna a esta necesidad hueco de sobrevivirme y estimularme en la distancia (Día 3);  “en ciertos papeles y cicatrices que nunca termino de cerrar                en ciertos olores matutinos que me devuelven al mar de entonces       a los parques     a los inviernos   al ala rota de mi madre            a su ausencia de cigarra” (Día 122). Un lirismo, desde luego, muy distinto al que Ray Bradbury soberbiamente nos regaló en sus Crónicas. Son momentos en los que podríamos identificarnos.  “No siempre soy el que te mira” (Día 118); “Padre solo he venido un segundo / a pedirte permiso / a llevarme / tu bicicleta / Quiero mirarme la espalda / desde el otro / inventar el mundo      una vez más / para ti” (Día 129).

Las sensaciones de soledad vienen parejas a esa nostalgia de la figura paterna y a la sensación de desamparo: “Del Diccionario marciano, cito:         P107 [Soledad: / acto de lanzar una pequeña roca hacia cualquier pare / y esperar / pacientemente / que alguien la devuelva]” (Día 62). Por debajo de toda la parafernalia no hay sino una forma de distanciamiento para que el sufrimiento sea menos doloroso al escribir, y que la esperanza tenga un lugar para desarrollarse:

“acomodado a cada uno lado a lado       todos juntos      riendo e inaugurando nuevos espacios y pormenores de familias          donde cruzarnos las miradas y los años otros e inciertos que me quedan // donde cruzarnos otras vidas y otros jamases / ya sin miedo a decir / perdón” (Día 147)

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