viernes, 13 de mayo de 2022

Reseña de Luis Ferrero Litrán: ‘Las luces de Oita’. Marciano Sonoro Ediciones. 2021

Luis Ferrero Litrán presenta en Salamanca su novela 'Las luces de Oita' ✔️


Primera novela de Luis Ferrero Litrán, natural de Astorga. Abogado de profesión, en 2005 emigró a China y desde allí ha conocido Corea del Sur y Japón, escenario de la novela, fruto en gran parte del conocimiento adquirido en sus estancias en la zona. La ciudad japonesa de Oita aspira a convertirse más que un escenario para la acción, en un personaje más. Narra con cuidado las peculiaridades de la mentalidad japonesa en cuanto a las relaciones sociales y se articula en torno a varios personajes que acabaremos por descubrir que tienen un nexo en común más allá del paisaje urbano que comparten.

Por un lado está Arito, artista, estudiante que pudo ser de filosofía, y Kurimi, quizás el más significativo. Esta es un representante de un fenómeno que se ha dado en llamar hikikomori. Los hikikomori son personas, mayormente adolescentes, que deciden no salir de su cuarto, en parte por sus dificultades para relacionarse con otros humanos, en parte porque, en realidad, la sociedad actual va empujando a ese modelo de aislamiento voluntario. Y, en parte, por un deseo de huida de una sociedad que es incomprensible y que nos sobrepasa. La experiencia reciente del confinamiento durante la pandemia hizo aparecer a los hikikomori casi como una avanzadilla de lo que nos espera. Japón puede ser considerado como un paso por delante, como en el Año Nuevo, de las derivas sociales. Un mundo en el que la incomunicación es paradójico resultado del avance en las tecnologías de la comunicación.

Arito, consternado, había escuchado atentamente cada palabra pronunciada por Kurumi. Le costaba procesar todo lo que le había contado. Había oído hablar de personas con determinados dones o habilidades extrasensoriales, pero esta capacidad perceptiva ilimitada era algo desconocido para él. Y se compadecía de Kurumi, pues estaba claro que el aislamiento había sido el único modo que había hallado para evadirse […] Ella no era una víctima de su propia comunidad, que, en esta ocasión, no se había pronunciado a través de sus implacables mecanismos para implementar sus reglas selectivas de adaptación o exclusión feroz.

La soledad emocional de los distintos personajes, que incluyen el director de un gran periódico de la ciudad, el Oita Journal, entre otros, es uno de los rasgos que marcan la deriva de los personajes y sus acciones. La estructura de la novela tiene una gran deuda con las novelas de intriga, y los ambientes cotidianos se asemejan a las novelas de Murakami si les eliminamos los elementos fantásticos.

Un estilo ágil que combina lo descriptivo con el avance del argumento. Es imprescindible que el autor se vaya deteniendo en la contemplación de los paisajes físicos y humanos para introducirnos adecuadamente en la exótica prefectura de Oita. Es de reseñar la habilidad para cambiar de atmósfera que Luis Ferrero crea en cada situación de la trama, hay descripciones de intimidad, de desasosiego, hay una imbricación de los personajes a los que nos vamos acercando, a veces, tangencialmente, subyaciendo una intriga que se irá desvelando con el paso de los capítulos. Un estilo que, sin dejar de ser directo, está cuidado y procura la belleza en la expresión.

El amplio conocimiento que el autor posee de las sociedades del extremo oriente permiten al autor aprovechar un fenómeno y unas costumbres hasta cierto punto ajenas a las nuestras para comprender a su vez los mecanismos psicológicos y sociales que también se vienen barruntando en occidente y que, como hemos visto durante la pandemia, pueden calar de manera relativamente fácil.

La gran baza, insistimos, es la riqueza en la descripción de los personajes, que se definen tanto por la prosa como por el argumento, por cómo actúan en el desarrollo de la trama. Aspectos tan sensibles como los trastornos mentales, las dificultades de comunicación, o incluso el suicidio son tratados con realismo y sin necesidad de recurrir a momentos de drama impostado. Los personajes tienen una vida interior que va más allá de lo que asistimos en las páginas, están dotados de personalidades complejas, con motivaciones que no siempre conocemos pero que dotan de verosimilitud porque están dentro de una coherencia.

Por primera vez en muchos meses, ambos pudieron ver la habitación de su hija. Había plegado el estor, de manera que entraba toda la luz que un día de lluvia podía ofrecer. El futón estaba doblado de manera impecable y el resto de sus cosas personales, al igual que su escritorio, habían sido recogidas y ordenadas. Nada parecía indicar que en esa habitación había vivido una persona encerrada durante meses: se encontraba vacía, como pudiera estarlo cualquier otra de las numerosas estancias de la casa, pero, a diferencia de las demás, de esta se había apoderado un gélido silencio que rápidamente estremeció a Tanaka Takeshi y a su esposa.

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