viernes, 17 de marzo de 2023

Reseña de Alicia Choin: ‘La otra casa en la que te espero’. Esdrújula. 2018

LA OTRA CASA EN LA QUE TE ESPERO | ALICIA CHOIN | Casa del Libro

Alicia Choin toma valiente la palabra para hablar del amor “en su máxima pasión”, “esa que puede llevar incluso a la aniquilación de la dignidad de la persona que ama a cambio de una mera caricia”. Y no se queda ahí, “trata sobre cómo serían los amores traicionados de mujeres que, con su desesperación, han escrito de alguna manera los subterfugios de la historia”. Este es un libro poliédrico, emocionante, sugerente, duro, lúcido, intenso y lírico: “Me habría gustado que hubieras venido a mis labios para quedarte, / con tu corazón como única maleta” (Sueños deshabitados).

La otra casa en la que te espero es un recorrido por las distintas fases del amor, desde Antes de que deshabitaras mis sueños… donde se recrea en los momentos de la pasión: “Perdóname si te molesto, / tú estabas tumbado, / rendido a mi mirada, / y mis ojos abarcaban / el litoral que rompía / bravo tu deseo” (El sabor de tu espuma); “Me gusta imaginarte horizontal, / tendido para que yo te disfrute / como el rumor de la fuente del patio, / la superficie en inquieta calma, / en el fondo nadan mariposas” (Arquitectura de exteriores). Son poemas de gran sensualidad y delicadeza, de deseo y goce pero sobre los que la sospecha planea: “A veces me pregunto se me engañas, / si te engaño o si me engaño, / mientras me declino ante este sueño” (Predicado de deseo nominal).

Pronto llega la segunda parte, el desengaño, que aparece como  un juego de idas y venidas: “Mientras me envolvía en ese vestido, / miraba con una sonrisa / tu regalo en el espejo” (Celos); “Tienes el don, / modus operandi, diría, / de devorarme a tu gusto / y hacerme creer que soy / la ganadora de la partida” (De rositas). La protagonista se lamenta, se resiste: “Yo podría haber sido ella. Pero no lo era” (Retrablillo de pesquisas); “No sé cuántos poemas / me quedan por escribirme” (Ahora me cuentas una de indios). Y llegan los momentos del sufrimiento y el abandono, la ausencia: “Me paso el día como un libro olvidado / en un estante oscuro de tu vida, / sin siquiera saber que estoy ahí, / sin que vengas a soplarme en la solapa / y quitarme el polvo” (Mientras te olvidas de mí). El amor que se pierde sin que haya muerto: “Mañana desearé encontrar tu olor / debajo de la almohada / y el rastro de nuestros cuerpos / haciendo carambolas en la noche. // Quizás el azar nos deje jugar otra partida” (Un azar de carambola).

El proceso de duelo, como los bellísimos versos de Neruda, es largo. Los poemas de esta fase se entretejen con el tema del paso del tiempo: “Cómo decirles / que el amor pende de un hilo, / y el tiempo tiene tijeras de acero” (De un hilo). Es la memoria la causa del sufrimiento y las tormentas emocionales: “Quizás sientas una ráfaga de recuerdos / a través de estos arcos ojivales, / añoras los cerezos, la primavera, / y reconozcas bajo mi blusa / ese templo de culto / que levantaron tus labios” (Templo de culto). Subsiste, sin embargo una tenaz voluntad de superación: “Es de noche / y el poema, como el  beso, / busca una salida” (Desangrada); “Ahora ya es arde / luego será pronto / para saber qué hacer” (Ahora ya es tarde). La arquitectura del poemario superpone momentos de duda y recuerdo, más cercano al proceso real que a un diseño ascendente planificado: “Recuerdo cuando yo era tu poema” (El cuerpo del poema); “Allá arriba hay un mirador, / podré aparcar bien y echarle / el freno de mano a tu recuerdo” (Conducir sin peajes).

Antes de Pasar página llega un poema de aviso, como el que Carly Simon le dedicó supuestamente a Mick Jagger, You’re so vain: “Pero nada hablará de ti; / será auténtica poesía /…/ Te acordarás de que alguien escribió / que el pasado es un lugar, / y querrás volver a él, / pero la vida circula en una dirección / sin billete de ida y vuelta” (Sin billete de ida y vuelta). Los últimos poemas muestran ya una protagonista que asume el pasado con serenidad (“Reconozco que te he amado con la ilusión / de la niña que apenas cuenta un año de vida”, Ya da igual), que es consciente de lo irremediable del pasado (“El miedo es una manada de coyotes / que intentan ahuyentar / como un torpe pequinés”, Trivial; “Solo eso. Una mancha en el camino. / Cómo explicártelo / si yo ya te he olvidado”, Las andanzas de un corazón hidalgo). La conclusión definitiva y abrumadora:

“Y tu tormento no será

saber que no existes,

sino que no tuve nada que decirte” (Nada que decirte)

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