Bibiana Collado Cabrera es licenciada en Filología Hispánica y doctora en Literatura Hispanoamericana. En la actualidad es profesora de Lengua y Literatura. Su trayectoria poética incluye Como si nunca antes (Pre-Textos, 2013); El recelo del agua (Rialp, 2017); Certeza del colapso (Ediciones Complutense, 2018) y Violencia (La Bella Varsovia, 2020). Tras la excelente y aclamada novela Yeguas exhaustas (Pepitas de calabaza & Los aciertos, 2023), Bibiana Collado vuelve a la poesía con Chispitas de carne, donde el amor y el sufrimiento se suceden con un argumento muy diferente al canónico drama romántico, en el que el amor es no correspondido, produce dolor y solo puede ser expresado con contradicciones (el ejemplo del sublime soneto de Lope).
Cuando se habla de desmitificar el amor, es usual encontrarse con textos desencantados, llenos de concesiones y renuncias, cínicos y muy tristes. Sin embargo, la autora desmitifica también ese mito destructivo. Como en Regreso a nosotros de Ana Pérez Cañamares, el amor es gozo de encuentro, no una dialéctica de conquista y rendición. Bibiana Collado se enfrenta a esta falsa conciencia desde el inicio, en el poema que inaugura la primera sección, Hija pródiga: “He vuelto de las nieblas del futuro / que me hicieron creerme quien no era; /…/ Me hirió el horizonte en llamas / de un amor que resultó hueco, / de un diablo que me quiso loca. // De todo aquello solo queda / un corte pequeño, precios, / como el filo de una hoja / en la yema del dedo /…/ Me curó una pasión limpia / que norteó todas las orquídeas” (Mamá he vuelto y traigo un hombre de la mano). El dolor no se queda en el sufrimiento, sino que encuentra redención en una “pasión limpia” que guía hacia la reconciliación consigo misma. Es un retorno a lo esencial, al renacimiento tras las nieblas del error y la pérdida.
El poemario emerge como un testimonio profundo y conmovedor de la vida íntima y emocional de su autora, quien despliega con maestría un recorrido que abarca el amor, la identidad, los ritos de paso y la construcción de un hogar. Dividido en tres secciones, este libro traza un arco narrativo que va desde el descubrimiento de uno mismo hasta la constitución de una familia, explorando las luces y sombras de cada etapa. Fundar mi casa es la segunda sección, donde se hace balance del imaginario colectivo del amor en la sociedad capitalista: “Me reía de los ritos, de las parejas / que parecían bien ancladas, / de los que colman el aparador / de sus padres con fotos, / de las que dicen / demasiado alto que se quieren /…/ Me creía más lista, como todas / a esa edad, más ambiciosa” (Sospecha). Y sobre todo en Arrojo: “Me enseñaron que el amor era un amanecer feroz. / Una promesa de gloria, incumplida de antemano, / un huracán oscuro que destruye para ser eterno /…/ Y no me hablaron de la luz / que se cuela en las casas muy temprano / para volcar la paz sobre tu rostro”. Bibiana Collado explora la construcción del amor maduro y la vida en pareja. Con un tono reflexivo, aborda las contradicciones del amor romántico, que le enseñaron como “un huracán oscuro” pero que en realidad se revela como una “luz que se cuela en las casas muy temprano”. Los poemas celebran los pequeños gestos cotidianos que cimentan las relaciones, desde firmar una hipoteca (“Qué ternura vernos firmar una hipoteca”, Dinero) hasta el deseo compartido de tener hijos. El proceso de mutuo conocimiento adquiere un tono celebratorio: “Por cada una de ellas, / canto la valentía / de los que eligen querer bien”. El amor no es una obligación del destino, es un pacto voluntario y feliz: “No nos hizo falta jurar. / Supimos de la verdad de este pacto / cuando nos dimos cuenta / de que no echábamos de menos nuestra infancia” (El pacto); “Nuestro querer tenía un pulso adánico” (La búsqueda); “Y yo bendigo / el placer de sentir hambre / y la gloria de saciarlo” (Cruje). En realidad, la carnalidad del amor no se describe en términos eróticos, pero sí que está presente: “Ven, / deja que mi cuerpo se arquee / y te proyecte como una flecha, hacia el futuro” (Entusiasmo).
Sin embargo, también se asoma la vulnerabilidad un recordatorio de la fragilidad de la existencia: “sin embargo, en medio de esta euforia, / en ocasiones, sin ningún motivo, / siento un latigazo que me contrae, / una imagen feroz y alucinada / en la que me parece ver / la flor de la enfermedad abriéndose / sobre tus hombros" (Salud). Y se advierte la sombra que marcará la última parte de Chispitas de carne: “Hasta que nos amagó el deseo de tener hijos, / tan carnal y pujante como el otro. / Entonces me pregunté cómo serías con ellos. // Y me pareció que te acercabas a mí galopando” (Ruido de cascos).
La última parte del poemario, Constituirnos galaxia, se adentra en los desafíos y transformaciones del cuerpo y la maternidad. La poeta cuestiona los mandatos sociales y personales: “Nos enseñaron a cerrar el cuerpo, / a construirlo como una catedral románica: / compacta, robusta, fortificada. / Había que protegerse, nos dijeron /…/ Nos entregaron el miedo brillante de los ritos / y nos convencieron para modificarnos. / El capitalismo hizo el resto /…/ Mira cómo tiemblan los noes / bajo la tibieza de la orina” (Transmisión).
Cambian tanto el tono como la forma, el caligrama de Coito programado, generado a partir de un texto de San Juan de la Cruz, nos introduce en la planificación matemática, en la interrupción de lo fluido que tanto gozo expresaba en la sección anterior. Ahora se trata de una forma de resistencia: “Así lo llamaban las mujeres mayores /…/ Y jodía a pesar de las espinas del trabajos / que se abrían como flores entre las fibras /…/ Que no se nos olvide, amor, / que follamos porque nos queremos” (Joder). El contraste entre la carnalidad y el deseo es mucho más acentuado. En esta etapa se enfrenta a preguntas fundamentales sobre la identidad y el propósito: “Y si no se encarnara / la vida, si no pudiera, / ¿qué haré?/…/¿Qué me hará hombre a mí?” (Coplas del hijo-padre); “¿Y si hay algo que ya no completo?// ¿Y si ya no soy yo necesario?” (Continuidad de los cuerpos) o “Pero ¿y si decido que no / o sencillamente no sucede?” (Pompas).
Bibiana Collado nos muestra con honestidad el empeño y la desilusión: “Se nos ha enredado el hilico. / Pero un nudo no es un bebé” (El hilico); “He poblado tu vientre de amor y sementera, / he prolongado el eco de sangre a que respondo / y espero sobre el surco como el arado espera: / he llegado hasta el fondo” (El esposo). Aquí toma la voz del varón, presente de manera oblicua en las referencias a Jorge Manrique, Lorca, Miguel Hernández o San Juan de la Cruz. Es especialmente conmovedor la ternura y la fortaleza con la que se relata el proceso: “Qué vulnerabilidad al entregarse a la tierra, / al darse todo y no saber / si podré crecerte dentro como el cerezo, / si abriremos amor en las entrañas, / si compartiremos la sangre”. Dentro de un amor sin fisuras: “El ansia de vida / que ahora resbala, / que ya no es sexo que aquí los separa” /…/ Yo quiero que mires / con fuerza, con ganas, / mi carne de hija / tal vez transformada / en carne de madre, / temida, deseada” (Nana de la hija-madre). En estos versos, la autora combina un lenguaje visceral con imágenes luminosas, como “Estoy poniendo purpurina en la pupa / esa ciencia infantil / que quiero para el cuerpo propio. // Un sexo vivo de colorines” (Guirnalda), para capturar la mezcla de dolor, esperanza y creatividad que define esta etapa.
Chispitas de carne es un acto de amor, real, con alegría y con sufrimiento, sin idealizar, pero, y es lo importante, sin la carga negativa que arrastra la tradición inconsciente ya. El poemario destaca por su honestidad emocional y su habilidad para tejer imágenes sensoriales que evocan tanto la belleza como la crudeza de la vida. Los ritos, la corporalidad y la tensión entre los deseos individuales y las expectativas sociales son temas recurrentes que dotan a la obra de una profundidad universal. Además, el uso de metáforas naturales —cerezos, surcos, flores— refuerza la conexión entre la experiencia humana y el ciclo vital. Es una obra que invita a reflexionar sobre las distintas formas de amar, crecer y construir. Con una voz poética auténtica y poderosa, la autora nos guía por un viaje de autodescubrimiento y aceptación. Este libro celebra la intimidad y la vulnerabilidad y nos recuerda la fuerza transformadora del amor y la poesía. Un camino de luz fundacional hacia el buen amor.
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