viernes, 8 de julio de 2016

Reseña de Carmen M. Bretones: 11 Relatos de mujer de hoy. Ediciones En Huida. 2014.



Carmen Bretones (Almería, 1972) es profesora de secundaria y doctora en Literatura Inglesa. Su campo de investigación se centra en la narrativa post-victoriana y modernista así como los estudios de género. Esta es su primera incursión en el campo del relato de ficción.

La intención confesa de este conjunto de relatos es ofrecer un abanico de retratos de mujeres contemporáneas. Aunque las peripecias y las personalidades de las implicadas son fácilmente reconocibles, Carmen Bretones ha querido huir del estereotipo, de la conmiseración y del triunfalismo que a menudo se confunde con la defensa del empoderamiento de la mujer. Lo que encontramos en estos relatos son ejemplos de la dificultad para llevar una carrera profesional y cuidar de una familia, de la soledad, independientemente de la edad o incluso de la clase social.

Un factor clave que otorga la verosimilitud esencial para estos retratos es el manejo del diálogo. Es sumamente difícil lograr que las conversaciones cotidianas suenen reales, las particularidades del lenguaje informal son muy difíciles de trasladar al folio escrito y, a menudo, suenan frases huecas, impostadas. Carmen Bretones consigue, además, imprimir un ritmo notable a los relatos a partir de esas conversaciones.

La autora consigue demostrar un oído especial para las historias cotidianas y, sobre todo, el olfato necesario para ver una historia, un argumento en los fragmentos de vidas en el día a día. No sólo se trata de dar valor a los detalles, sino montar un argumento a partir de experiencias no especialmente excepcionales. A veces se trata de relatos clásicos en los que hay una situación de calma inicial, un suceso provoca la acción y acaba con un desenlace, pero, en otras ocasiones, no hay un algo que desencadene el argumento, es el reflejo de lo cotidiano, como si nos asomáramos por una ventana a unos seres que viven sus historias. Carmen Bretones consigue resumir una vida a partir de pinceladas.

Otro de los aciertos principales de estas historias son los personajes, a los que ha querido dotar de un realismo muy cercano, procurando que los lectores vean reflejados a personas que conocen, a la vecina cotilla, a la sufrida del trabajo, la que ha roto su matrimonio, la que está sola, la hija que se enfrenta a su madre… Aunque, no pretenda hacer una radiografía social con todos los detalles de la compleja vida moderna, en cierta manera se podría decir que es una literatura costumbrista, sobre todo por la intención explícita de mostrar fielmente las actuaciones de una serie de personajes en determinados ámbitos.

Estos ámbitos incluyen, por un lado el mundo laboral, como la historia de Montse, profesora de secundaria; o la de Isabel, la enfermera algo cotilla. En el primer caso el trabajo es fuente de frustraciones, como la del primer relato, Ana, que se enfrenta a la “permanente disponibilidad” de los varones para el trabajo y consiguen así los ascensos mientras que las mujeres tienen que “conciliar”. En otros casos, el trabajo es fuente de satisfacciones:

“El hospital era, sin lugar a dudas, su hábitat, su particular microcosmos. No es que no tuviera vida más allá del trabajo, no, Isabel estaba casada y tenía dos hijos. Pero en ningún otro lugar del mundo se sentía como entre batas, vendas y pacientes. Conocía el hospital al milímetro: controlaba todas las habitaciones, las plantas, mostradores y ventanillas” (p. 101)

El segundo mundo es el de las relaciones sociales. Lucía nota el paso del tiempo en esas relaciones. Son personajes que se cuestionan todo, especialmente a ellas mismas. Cecilia nos cuenta una historia de solidaridad entre desconocidas a partir de la soledad y el problema de la inmigración. Lucía habla de su flirteo, y cómo uno se puede ilusionar con algo banal.

El tercero tiene que ver con las familias, la amistad, el amor y las exigencias sociales. Como la eterna disputa de Sole con su madre. El caso de Sonia ilustra la tragedia de una vida “convencional”, sin estudios universitarios, casada, cuando pierde a su marido que queda en shock tras un accidente. Ella procura por todos los medios ocultar el sufrimiento a sus hijos. O Claudia, que se somete voluntariamente al varón hasta que pierde su horizonte vital, la razón de vivir, sin que un suceso concreto lo marque. La familia es siempre un campo de batalla, como las rivalidades con las que tiene que lidiar Sandra.

Para narrar cada una de estas vidas, Carmen Bretones utiliza la técnica que más se adecúa a la historia que quiere contarnos, pueden ser más o menos trágicas, más dramáticas o más cotidianas, y para eso utiliza el diálogo, el monólogo interior o el narrador convencional.

Sin caer en el tópico bienintencionado de la lamentación y la denuncia, las once mujeres del volumen luchan en un mundo que es el nuestro, que puede serles grato o cercano y puede convertirse en algo hostil y cruel. Todas ellas nos ofrecen un punto de vista para encarar la vida, porque ninguna huye, ni acaso pudieran huir de unas circunstancias que raramente han buscado, y en las que las reglas del juego les han sido impuestas. Las once luchan por imponer sus reglas y que su experiencia y prácticas cotidianas sean lo más llevaderas, intentan que el mundo sea un lugar más amable para ellas y para los demás.

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