La odisea de Juana Rivas durante
este verano ha desbordado la anécdota personal y ha pasado a la arena de
comentaristas de todo tipo. Echando la vista atrás no deja de sorprender los
cambios que se han producido en la mal llamada opinión pública. Algo muy
interesante de este caso es que se mezclan unos elementos dispares que permiten
acogerse a diferentes respuestas resaltando unos y desechando otros en el
razonamiento. Por ejemplo, el hecho de que el marido sea extranjero puede
hacernos sentir simpatía por la madre simplemente por ser española. De modo
contrario, ser padre separado al que se le quita la posibilidad de ver a sus
hijos puede acarrear el apoyo de quienes se ven reflejados en sentencias
judiciales que otorgan la custodia a la madre, desoyendo cualquier otra
consideración. Grupos de padres perjudicados por estas sentencias se
manifiestan en apoyo de la petición de Francesco Arcuri, sin pararse a pensar
si realmente corren peligro estos hijos concretos en manos de este señor en
concreto.
Elementos
básicos en este caso son, por un lado, la condena al padre por malos tratos
hacia la mujer y, por otro, la desobediencia a una serie de mandatos
judiciales. Es evidente, por supuesto, la oleada de empatía que, por una vez,
ha alcanzado no sólo a la presidenta de la comunidad autónoma de Andalucía,
sino también al presidente del gobierno, más proclive a responder a la gallega,
esto es, a no saber si las escaleras suben o bajan.
Esta
empatía se conecta con los recuerdos de otros casos en los que sentencias
judiciales algo irresponsables permitían la visita a unos padres condenados por
violencia machista y luego acababan lamentando el asesinato de los niños. Uno
entiende perfectamente que la madre, cualquier madre, cualquiera de nosotros,
prefiera enfrentarse a la Justicia antes que arriesgarse a que sus hijos sean
las víctimas del enfrentamiento con el ex. Las olas de solidaridad bajo el lema
Juana está en mi casa son muestra muy
evidente.
Después
del vuelco masivo en apoyo a esta granadina, parece que se despertaron las
conciencias más tradicionales. Normalmente se trata de personas que, quizás en
público dicen ser feministas, o defensoras de la mujer, pero que en la práctica
esconden un machismo encubierto. Suele corresponderse con aquellas con moral
tradicional a las que les pone más nerviosas el desorden que la injusticia. Era
muy difícil encararse contra Juana Rivas teniendo en cuenta la solidaridad
general, así que tuvieron que buscar un argumento que pudiera ir contra esta
madre, pero no directamente, para no quedar mal. El cumplimiento de la ley fue
la coartada.
Digo
que fue la coartada porque no entraron en analizar si había existido falta de tutela
efectiva por los tribunales. Lo que se empezó a hacer fue alarmarse porque no
se había cumplido el auto del juez. De todas formas, era muy difícil culpar a
una madre que tenía tanta opinión pública a favor, así que apareció la
muletilla, “está muy mal aconsejada”.
Durante
días se ha podido asistir a debates muy ilustrativos de la falta de alfabetización
en cuestiones de feminismo. De nuevo aparece esa estúpida equidistancia que
defiende que no hay que ser ni machistas ni feministas, cuando, repitámoslo una
vez más, el feminismo quiere la equiparación entre hombres y mujeres. Para un femenino genérico que se usa, hay que
ver lo difícil que es entenderlo. Otros hablan de exceso de feminismo, de
feminismo radical… dando cobertura a los pensamientos machistas rancios que se
ven reforzados cuando las personas “sensatas” critican lo mismo que ellos critican.
No
voy a entrar en si realmente Juana Rivas debió hacer lo que ha estado haciendo,
aunque lo entiendo. Ni voy a entrar a criticar las numerosas decisiones
judiciales, hasta los más altos estratos que han fallado en su contra. Donde me
parece que habría que poner el dedo, porque a nadie lo he visto poner, es en
los argumentos y sus consecuencias. Para empezar, acusar a esta mujer de estar
mal aconsejada es una manera de quitarle autonomía y minusvalorarla. Una mujer
no puede pensar por su cuenta, no puede decidir por sí misma hacer una
desobediencia civil, tiene que estar manipulada. Manipulada por una abogada
feminista radical, por una familia insensata, por quien sea, porque tampoco hay
pruebas de que haya sucedido así.
Parecía
que los tribunales iban a darle una tregua cuando se presentó esta semana y la
dejaron salir en libertad. Pero, a la vuelta de la jueza de vacaciones, han
llegado las consecuencias. No sólo se vuelve a insistir en la devolución de los
hijos al padre, sino que también decide iniciar el proceso contra los
familiares (todos hasta no sé qué grado) y contra las abogadas por
encubrimiento. Es decir, sin más prueba que la vox populi, se las decide encausar
como instigadoras de un delito.
Incluso se ha
llegado a insinuar que fue una denuncia falsa. Y, por si fuera poco, en diarios
tan “serios” como El Mundo, se da pábulo a un artículo en el que se acusa a la
granadina del “síndrome de alienación parental”, es decir, que ha ido
manipulando a sus hijos en contra del padre. Este mal llamado síndrome no
existe, no está aceptado por la comunidad médica ni psicológica por lo que la
dirección del periódico debía haber evitado publicarlo. Eso no significa que
todas las madres sean buenas, ni que actúen correctamente en los procesos de
divorcio, lo único que prueba es cómo la prensa acaba volcándose hacia
posiciones contrarias a la mujer.
Lo que asusta es que absolutamente todos los comentarios en el periódico son contrarios a las feministas.Ninguno toma partido por la defensa de Juana Rivas.
Lo que asusta es que absolutamente todos los comentarios en el periódico son contrarios a las feministas.Ninguno toma partido por la defensa de Juana Rivas.
La asesora
jurídica está quedando como la mala de la película, reuniendo a su alrededor
todo el antifeminismo (que no sólo engloba a los machistas, sino también a los
tibios) y desprestigiando la causa de la igualdad.
Este caso,
como otros muchos, recordemos el de la española presa en Estados Unidos durante
casi una década, muestran que la sociedad dista mucho de haber cambiado lo
necesario, que cuando se escarba un poco falta tiempo para volver a posiciones
más que conservadoras, en las que la mujer todavía tiene que luchar para
alcanzar la igualdad jurídica y social con el hombre. La reflexión es
independiente de si tiene razón Juana Rivas o no, lo digo por los comentarios
que ha suscitado el caso.