miércoles, 31 de enero de 2018

Reseña de David G. Lago: “Corazón inmueble”. Lastura. Col. Alcalima. 2017



David González Lago es profesor de Geografía e Historia en un instituto de secundaria de Córdoba. Su primer libro de poemas fue 33 reflexiones que Cristo haría en mi lugar (2016) y el pasado 2017 también publicó otro poemario, Satán es un canalla despeinado. En el prólogo, Jesús Feliciano Castro Layo insiste en la coherencia del poemario: “poeta conoce a ella”. Es un volumen de corte clásico, romántico, casi de amor cortés. Desde el punto de vista formal destaca la variación, utiliza tanto el verso libre como el haiku (“Se para el mundo / si me miras de frente / Eppur si mouve, Sin embargo) o los sonetos (Igual que mis ojos, Si fui yo, Sólo a veces...), incluso caligramas (Ojos y besos, Ella es el universo, Lo que te pido y lo que no, Exigencias, Tentaciones).

            Abre la colección el poema que da título, “Se vende corazón para entrar a vivir. / De reciente construcción. Cualidades de lujo” que marcará, además, el tono del resto. Un romanticismo exento de solemnidad y tragedia, desenfadado por momentos y lleno de imágenes sugerentes, muy en consonancia con poetas como Sabines o Benedetti (“Encontré tu sonrisa en mi bolsillo” en Amanecer con desconcierto) a los que añade un toque de sabor barroco. Hay un claro homenaje a Miguel Hernández (“Tristes guerras / si no ocurren en nuestro colchón. / Tristes, tristes, en Fuego cruzado).

            Son numerosos los poemas en los que el autor agarra una metáfora y desarrolla una alegoría a su alrededor, como en Corazón inmueble, con el tema del Quijote (Antes y después), los oficios del pirata (Poeta de oficio), la burocracia (Burocracia labial)… En otras ocasiones se decanta por jugar con las palabras: “Todos mis yoes y tus túes” (Conjugación reflexiva).

            La primera parte, Un amor animal, abunda en la parte más instintiva del enamoramiento: “Espero de ti un amor animal, / instintivo, sin prejuicios” (Lo que espero de ti). Se enfrenta, por un lado, lo natural (ella) con lo artificial, que incluye todo lo que se contrapone, las convenciones, el propio yo del poeta: “En lugar de tu cuerpo, lo que emana” (En lugar de tu cuerpo). Sigue, en ocasiones la senda, como decimos, del amor cortés:

“Hoy desenvaino mi espada
y adopto posición de defensa
a las puertas de la torre donde habitas.
Me dispongo a defender tu honor
con tesón y con demencia” (La torre donde habitas)

            La segunda parte se denomina De barcas y trincheras, Aquí los elementos del amor romántico se van desplegando: lo irracional, incomprensible, paradójico, de exigencias y rendiciones, de necesidades mutuas.

“A veces me comporto como un loco.
Sucede poco a poco. Me enamoras,
malgasto mis neuronas, me devoras.
Aniquilas mis uñas. Me desboco” (Sólo a veces)

            Está quizás más centrado en lo que es la vida cotidiana, en común, del amor.

“Si me emborracho
del exceso de ti,
ya dormiré” (Las resacas posibles)

            Dentro del universo semántico del amor como creador del universo consigue sorprender el tono casi naif que se contrapone.

“He creado un Universo.
Espero que no te importe.
No tiene planetas, pero
podría pintarle alguno” (Negro sobre negro)

            La tercera parte, Versos de trapo, abunda en lo cotidiano, los conflictos, siguiendo el modelo de becqueriano de “tú eras el huracán, yo la alta torre... no pudo ser”:

“Y sin embargo,
este árbol ajado
nunca fue tan firme
como hoy se nos presenta” (Tiempos más difíciles)

            Continúa el tono de romanticismo evitando los tonos trágicos y la acritud propia de amores despechados e imposibles y del final del amor:

“He perdido la santa paciencia
y la tranquilidad.
Ahora ya no me muevo, tampoco gesticulo.
No te invoco. Soy de piedra” (Perdulario II)

             Es, su mayor parte, un libro luminoso y lleno de esperanza en su mayor parte, a pesar de todo el dolor que pueda filtrarse:

“Por huir de tu fantasma escribo
con sombras de letras que se proyectan
sobre el fantasma de tu sombra,
ese que está aferrado a todas las paredes:
las de mi casa, las de mi orbe, las de mi cráneo” (El fantasma que respiro)

La originalidad está en el uso de las imágenes. La destreza en el metro clásico juega a favor creando una especie de ucronía. El gusto por las paradojas está desde el principio, planteando los poemas como contraposiciones: como el Edén y el Averno que están en la habitación (Interior intimista), en Doble Mortal. Utiliza también procedimientos anafóricos (Passé composé, Perdulario I y II). Recurre a metáforas “tecnológicas” (“Mi corazón funcionaba con Diesel B”), bélicas, religiosas, corporales, en especial, como señala el prólogo, las metonimias del corazón y la mirada como expresión del amor.

“Como el tiempo esculpe anillos
en lo profundo de los árboles,
hay momentos indelebles
que se graban a fuego
en retinas y corazones.

Sigamos grabando codo a codo
hasta que el árbol que somos
no quepa en el planeta” (Declaración de intenciones)

1 comentario:

  1. Exelente reseña, has "desnudado" al poeta para nosotros, sus lectores (aunque yo desde el primer poema que le leí ya lo intuí asi) gracias por tan exelente explicación

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