domingo, 10 de febrero de 2019

El socavón y el carro


Creo que lo he dicho más de una vez. Hay un proverbio zen que advierte que una vez que el carro tropieza, todos saben señalar el bache. Normalmente lo suelo poner como contraposición al pensamiento económico, porque, según en qué doctrina te sitúes, verás más o menos grande el socavón, culparás al conductor del carro o incluso negarás la existencia del bache porque microscópicamente no se puede apreciar.
                Mucho me temo que es aplicable a otros sectores, sospecho que a todas las parcelas de la actividad humana. El otro día, corrigiendo los exámenes de recuperación de un curso de 4º de Secundaria, preguntaba sobre la influencia de Napoleón en Europa y un alumno me respondió que napoleón “fue el qué descubrió que la tierra no era plana” [sic]. Creo que no soy capaz de explicar el desánimo que me produjo. Llevo más de un cuarto de siglo dando clases, más de la mitad de mi vida y he visto cosas que no creeríais. Tengo cuadernos en los que apunto esos gazapos, las barbaridades, las ingenuidades y la mala baba que tienen estos angelitos. Esto viene con el cargo, por eso no sé cómo transmitir ese desánimo, así que hice una captura de la pregunta y la subí a Facebook. Tiro la toalla, dije.
                Debo agradecer las muchísimas muestras de solidaridad dentro y fuera de la profesión. La gran Marina Casado comentaba que el autor de Luces de bohemia era “Valling Clan”, muchos pusieron el grito en el cielo por cuestionar que la tierra no fuera plana y pocos supieron darse cuenta del verdadero problema, la tilde en “qué”.
                Lo que me llamó la atención es que también aparecieran comentarios cuestionando la idoneidad de la pregunta. La profesión de enseñante, como los arqueólogos, a veces consigue ser muy grandilocuente. Bajo la apariencia de pregunta sesuda simplemente se esconde el epígrafe de un libro, unas líneas dictadas, un ejercicio machacado en clase. En este caso, la respuesta –pactada– era relativamente simple y bien avisado el enunciado de la pregunta:
“Las conquistas napoleónicas generaron una doble reacción en los países ocupados por los ejércitos franceses:
·         Por un lado, la abolición de las monarquías absolutas y la supresión de los derechos feudales despertaron las simpatías de los liberales de toda Europa
·         Por otro lado, la invasión de un ejército extranjero, la violencia indiscriminada de sus soldados y la sumisión a los intereses de Francia generaron un fuerte sentimiento antifrancés entre la población.” (García Sebastían, M; Gatell Arimont, C y Riesco Roche, S.: GH 4. Geografía e Historia. Editorial Vicens Vives. 2017. Pág. 37)

                Tristemente es habitual que los padres –y profesores “particulares”– cuestionen la pertinencia o la dificultad de algunas preguntas porque estén o no estén en el libro de texto. Es lógico que ignoren lo que se da en las clases, lo que se explica, en lo que se insiste… Hay veces, todos lo sabemos, que decimos las preguntas exactas, o dejamos caer que tal asunto tiene muchas probabilidades. Y otras veces, también es cierto vamos a pillar, ya sabemos de nuestro instinto humillador de alumnos.
                Y ya puestos, podemos cuestionar que la respuesta del libro sea peor que la pregunta. Lo que no acierto a comprender cómo en el párrafo anterior se puede deducir que se está preguntando sobre algo de la esfericidad de la Tierra. Ni en mis explicaciones que incluyeron una defensa apasionada de El barón rampante, de Italo Calvino.
                Podemos, ¿por qué no?, aprovechar para criticar las decisiones educativas del gobierno en el poder, de la LOGSE y todo lo que vino a partir de entonces. Ya puestos, culpemos a la incapacidad manifiesta de los andaluces para aprender. A los futbolistas, modelos y youtubers por dar ejemplos de lo que es importante en este mundo. Al sistema por completo para no tener que culpar a nadie.
                Mientras, en los foros de empleo, en los lugares donde se decide la educación de verdad y la formación para el empleo, seguirán con el mantra de que la titulación no es imprescindible, ni siquiera necesaria para conseguir un buen puesto de trabajo. Entrando en contradicción con el otro manta que atribuye al trabajador la falta de preparación para el trabajo e invierte los dineros públicos en cursos de formación para desempleados. Insistir en la enseñanza de “competencias”, en lugar de “contenidos” para así justificar la diferencia en talentos (que serían innatos, porque la creatividad o el emprendimiento salen de dentro, como la resiliencia) y cortar el ascenso social a través de la formación y justificar de manera sobrenatural la cooptación de puestos directivos por parte de la clase que lleva en la sangre la creatividad.
                Así, sólo así comprenderemos la negativa de unos alumnos a atender y a aprender, y concretamente de uno que decidió confundir a Napoleón con Lope de Vega.

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