miércoles, 13 de febrero de 2019

Reseña de María Luisa Domínguez Borrallo: ‘Epitafios incompletos’. Amargord. 2018





Resultado de imagen de luisa domínguez borrallo epitafiosLa incombustible María Luisa Domínguez Borrallo nos presenta ahora un denso volumen envuelto en una sugerente fotografía noir. La muerte como metáfora es punto central sobre el que se articula el poemario que consigue con habilidad sortear la monotonía temática. En la primera parte, Las veces que no me enterraron, predomina el coraje de enfrentarse a la vida, en especial al desamor. Una suerte de autoestima frente al espejo  (“He descubierto un pequeño / rayo de luna en mi pelo”, Mi único rayo de luna) para el empeño en seguir viviendo cuando la ausencia es la muerte: “Los días comienzan / recordándote. / Avanzan matando / tus recuerdos” (Sin pagar a la justicia). No necesariamente es la muerte real, puede ser la ausencia o el fin del amor, como no necesariamente el relato es autobiográfico y no necesariamente el amor de pareja, también se añoran los seres queridos: La pérdida, El rito, Un hombre bueno. Poemas Tavira se salen de el leitmotiv.
                Una romántica afición hacia la muerte  (“La vida me embauca / en una emboscada de la que salgo bailando / Los muertos siempre supimos danzar”, La trampa) permite el despliegue cromático de sutiles matices (“Mecimos el amor hasta dormirlo / ¡Dime “amor mío” que duerme! / ¡Que despertará, que no es cadáver!”, La herencia de dos herejes) y de desgarradores lamentos (“Si me matas, déjame morir contigo”, Si me matas). La fascinación continúa durante todo el poemario: “Los hijos no nacidos, / esperan ser engendrados, / están esperando nacer” (Los hijos no nacidos); “La muerte no ha de encontrarse / en Venecia / Tropecé con tus ojos / sin hacer ningún viaje” (El crédulo); “Dejadme morir en paz” (En paz).
                “La vida es acomodarse / en endecasílabos, / dormir y despertar / siendo poema” escribe en Ser poema para mostrar la aspiración a perpetuar este torbellino romántico: “Hay fuegos que echan raíces, / que se enquistan” (Adicción). El miedo al castigo eterno no es algo que atemorice a María Luisa Domínguez Borrallo: “No suelo lavar mis culpas,  / en mis uñas se quedaron / las pruebas del crimen. / Asesiné aquella historia / y me deshice del luto /…/ Acércate si quieres ver cómo muero” (Acércate), lo que la acerca a Eva Vaz (“Pasen y vean, / al módico precio de diez euros, / a la mujer rota estirándose, / se hace pequeña dentro de una caja minúscula” Pasen y vean) a la que hace un homenaje (“Vuelve a transmitirme / el virus del hambre, / ese que contamina la sangre / sin crear anticuerpos”, Eva Vaz). Los combates en el amor se imbuyen de este ambiente “Permitirte la victoria, / sin que sospeches que eres / mi –terreno– conquistado”
“Ella odiaba los candados,
la codicia del tiempo en una jaula
y las propinas de las buenas noches.
Se le daba bien abrir las venas
de la tormenta y curar con lagrimas
la brevedad de los rayos en la carne.
Derivaba las cenizas hacia un nuevo incendio,
odiaba a los mansos, a los puros y
a los cobardes que miraban
la bastilla de su falda sin descubrir su mirada” (A los ciegos)
                A ti, que sigues caminando entre los vivos. Esta parte tiene más el aspecto y el tono de novela negra, como la fotografía de la portada: He muerto, El asesino, El pico y la pala (“Y esta vez estoy curada, no seré yo la difunta. / Soy quien trae el pico y la pala”). El amor como una película noir. Quizás lo más original del lote, con un punto canalla, ocupando el papel de Bogart y Bacall alternativamente: “Conozco la arqueología / de mi nombre en tu garganta, / y el pinzamiento de tu espalda / en mi recuerdo” (El paredón); “Buscan la luz perfecta, / el perfecto lugar donde / morir sin un entierro. / Era el centro de un círculo donde no huele a muerto. / Donde no hay brazos a los que / aferrarse para poder morir” (Cálculo). Amor y rencor, el final de la escapada, “Los poemas apresados siempre / tienen el rostro de Dorian Gray” (El aroma de mi tiempo).
                Jugando con el vocabulario administrativo y de gestión (Pasemos al siguiente asunto)  consigue el efecto de extrañeza que da color al ambiente de cine negro. Variedad en los matices, decimos, con resonancias a Rosario Troncoso (Wendy) y más líricos Besos sin lugar, A tu boca, El cóctel. Efectivo el Por falta de pruebas: “Que tu cuerpo me busque / entre sábanas marchistas. / Que recuerdes el liguero / que travieso se dejaba entrever /…/ Y que el psiquiatra que te atiende / de diga que no estás loco. / Que solo te enamoraste de mí / y que te estás resistiendo”.
                               “Tócame ahí,
                               donde tú sabes,
                               donde las bolitas de alcanfor
                               conservan la herida.
                               Tócame donde duele
                               bésame la cicatriz
                               que no creaste y que borras
                               / … /
                               Tócame como si fuera tu primer tacto” (Donde quiero que me toques)
                Un poema dedicado a los poetas de la sierra permite pasar a reflexionar sobre el lenguaje y la poesía: “La palabra impresa / perdurando y malmetiendo” (La palabra); “El verbo muere en esta mentira que reina, / en esta realidad alimentada de carnaza propia / y de girones ajenos. / El verbo agoniza en este silencio / respirando la tragedia” (Sentencia).
                En la sección, Muertes plurales, volvemos al noir: “El poeta es el ojo que todo lo ve, / la bomba de relojería / que puede estallar en cualquier momento” (Nada es lo que parece). Y sigue jugando a usar jergas distintas (Carbono 14), administrativas, cotidianas, (“La soledad está bordada / de silencios, pequeños pespuntes / en una colcha, que no cabe / el perímetro de esta cama”, Sin impunidad); “Es cierto que la única certeza es saber / que tenemos los días contados” (Sin entierro). Lo mejor, utilizar las frases lapidarias de este tipo de cine: “No hay sábados en el infierno / Los lunes no existían en el paraíso”, que se completarán con la colección de aforismos de la última parte, Tiros al aire:
                               “¿Dónde hallaré a mi asesino / si he dejado de ser víctima?”
                               “¿Quién iba a pensarlo? / Yo, Irma la Dulce / he aprendido a disparar”
                               “No hay muerte más dolorosa / que la que te deja vivo”
                               “No perturbes el sueño de los vivos / cualquiera de ellos podría estar muerto”
                                “Deconstruir, simplificar, / quedarnos con el TÚ y con el YO, / todo lo demás sobra en este poema”
María Luisa Domínguez Borrallo hace gala de un lirismo de detalles intensos (“Esa sensación de estar perdidos / en la certeza de habernos hallado”, Hallarse); y de la constatación de la futilidad de la vida y la muerte “Los fantasmas no existen, nosotros los creamos, / les proporcionamos las cadenas, los gemidos / y los mensajes escritos” (Los fantasmas).
“Las ciudades se levantan
con respuestas que no nos importan
a preguntas que no han sido nuestras.
Todo se discierne y diluye
en la ignorancia de las paredes desnudas.
Todas las erratas del poema
buscan un verso impoluto
en los pulmones, de la calamidad existencial
de unos pasos que susurran secretos al viento.
El suicidio de la escarcha en las aceras
reafirma que estamos en tránsito permanente” (De paso)

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