martes, 17 de noviembre de 2020

Reseña de Antonio Rivero Taravillo: ‘La orfandad de Orfeo’. Thémate. Apeadero de aforistas. 2020

LA ORFANDAD DE ORFEO | ANTONIO RIVERO TARAVILLO | Comprar libro  9788412193633

La figura de Antonio Rivero Taravillo es de sobra conocida y abarca muchísimos aspectos de la labor literaria, poeta, traductor, editor, diarista, biógrafo… también aforista. Ya había publicado Vilanos por el aire (La isla de Siltolá, 2017), Especulaciones ciegas (Fundación Rafael Pérez Estrada, 2017)  y Vida en común (Libros al Albur, 2018). Este La orfandad de Orfeo es una colección de aforismos más completa y más atinada. La organización del libro es temática, comenzando por la literatura y la poesía. Incluyen reflexiones críticas (“Todos los poemas son testimoniales. Pero no de las vivencias de su autor, sino de su destreza con las palabras”; “En la traducción de un poema, tan importante es cómo suene este pensamiento como lo que signifique para el oído”), analogías pertinentes (“Problema triple y de mala solución: el poeta es un corredor de fondo, el poema es un sprint y la poesía no es nunca una meta sino una salida”) y sentido del humor (“Nunca coloques los libros en dos filas en los estantes: apartados de la vista, los del fondo se reproducirán como sabandijas y te echarán de casa”; “Lo culterano comienza muy bien, pero termina feo”; “Hagiográfico: blasfemia contra la realidad”; “Está bien que la poesía sea una terapia para uno mismo, pero no tiene por qué ser una tortura para los demás”). Como no puede ser de otra forma, hay mucho de sensibilidad personal en los aforismos: “Orfandad viene de Orfeo: todo el que canta es huérfano”; “Cuando el mundo es incoherente, caótico, inconexo, quienes escriben tienen tarea para la gran herida la tirita de la concordancia”, o “Prestar más atención a lo escrito por otros que a lo de uno mismo ya es, en sí mismo, una poética”.

El compromiso del poeta con la Vida ocupa hermosos aforismos en la segunda parte (“La lluvia, lengua puente entre el idioma del cielo y el de la tierra”) y, sobre todo, gestos de posicionamiento crítico: “¿Os acordáis de cuando Sevilla existía? No, no el parque temático, la ciudad”; “Todas las ciudades son Troya. Caballos, los coches de alquiler, los autocares, los aviones, los trenes.”; “Guerra a los centros comerciales. Contienda”; “Siempre jacobita, nunca jacobino”; “Soy agnóstico, no creo en ningún milagro posterior al siglo XII (y esto por razones estéticas). Pero mucho menos creo en la nueva fe que hace arrojar patrañas e insidias sobre los santos. En esto soy ateo”; “No nos entendemos mejor cuando todos hablemos un perfecto inglés, sino cuando muchas chapurreemos lenguas minoritarias. Son preferibles todos los errores de lo segundo al horror de lo primero”.

Rivero Taravillo emprende una descripción íntima de sí mismo llena de poesía:

“¿Cómo va a nevar, si no estamos en el Retiro, mis padres no me han llevado a Madrid y no tengo seis años?”

A través de los aforismos se perfila la personalidad del escritor: “Siempre procastinando, pospongo y pospongo el momento de no hacer nada”;  “Cuando alguien pone distancia ante ti, es que ya estaba lejos”; “Unos ven los errores ajenos con lupa; yo, con espejo”; “Para llevar la contraria, cuando tantos piensan igual, yo pienso lo mismo”; “Para ser completo, no ser exhaustivo. La exhaustividad tiene sus rendijas”. Compruebo con satisfacción los guiños machadianos: “No, no creo que solo exista el presente. Al contrario. Ayer fue la víspera de mañana”, o mejor, mairenistas: “En general, todo es una excepción”.

Los aforismos sobre aforismos son siempre muy agradecidos y permiten desarrollar el ingenio y los juegos de palabras a la par que la teoría literaria –y filosófica–: “El aforismo siempre dice verdad, aunque mienta”; “Se llaman aforismos porque nos hacen salir fuera de nuestro pensamiento”; “No escribe aforismos quien puede, sino quien poda”; “Aún de las malas personas se puede aprovechar, como de los cerdos todo, un buen aforismo”.

Por último, Colección de ángeles, pertenece al género que Pérez Estrada conocía bien. Combina en estos mucho de onírico, de lirismo y de ironía: “Un ángel fue el agente judicial del primer desahucio”; “¿Sueñan los ángeles con ser hombres, como un barco a la deriva sueña con un ancla?”; “Hay demonios okupas que ocupan enseguida el espacio que ha desalojado al marcharse un ángel. Existió un tratado, hoy perdido, de Arquímides al respecto”; “En las vidrieras, los ángeles siempre usan lentillas”.

“Llamamos angelical al ser que más podría destruirnos”

La orfandad de Orfeo supone un paso más en la lucidez y depuración que Rivero Taravillo experimenta como poeta.

 

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