viernes, 6 de noviembre de 2020

Reseña de Inma Rodríguez Mateos: ‘Retablo de duelos’. Buitre negro. 2018

“No me fío de quien no tiene desconchados” (Día de la madre)

Es posible que Inma Rodríguez Mateos pueda ser más conocida como actriz y de esa profesión también echa mano para armar este poemario para el que Sebas Abdala, editor artístico, hace el proemio. Abrimos y nos encontramos con citas de El Quijote, Pizarnik o Hesse. La obra se divide en dos actos, dos acepciones de duelo. En el primero la presencia de la muerte es decisiva: “El invierno llegó de golpe y nadie tuvo la culpa. /…/ El óleo se volvió plástico. / La madre no volvió a pintar / nadie tuvo la culpa /…/ La dieron por muerta / cuando solo tenía frío. // Y nade tuvo la culpa” (Todo pasa). Un paisaje de desolación de frío, de dolor, enfermedad y cuidados: “Cuando mi hermano murió, murió mi madre /…/ En mi memoria las caras que me besaron en su entierro” (El velatorio);  “Quiero decirle que la quiero, pero callo. Me guardo todo mi amor para protegerla. Como hizo ella conmigo hace diez años” (El cielo estrellado)

El yo que habla se pierde en el paisaje: “Si me quieres buscar, / estoy donde las golondrinas vuelan bajo” (Si me quieres buscar). Las relaciones se plantean problemáticas, dolorosas, difíciles: “La intimidad es vienta para quien mira / porque no puede ponerse en otras pieles” (A la censura desviada) tanto como para motivar la escritura: “Poco a poco las cicatrices se vuelven versos” (1 de septiembre). En la escritura hay elementos simbólicos muy importantes, como la casa, que a menudo aparece como símbolo del propio cuerpo en los manuales de interpretación de los sueños. Aquí, sin embargo, es un espacio muy concreto: “En mi patio no da el sol, / mi casa está orientada al norte, / por eso los árboles me crecen torcidos / y no puedo tener macetas con flores/…/ Qué pena que no me crecen ni mis muertos” (Cementerio).

El elemento trágico, el dolor agudo y constante nubla unos versos que no se desbocan hacia el sentimentalismo sino que abren la herida a través de la palabra, la imagen, la metáfora: “He visto el agua arder” (Por los cinco sentidos); “Como iba a temer al mar, si mi madre ya se había ahogado” (El mar); “Ayer lloré hormigas negras / porque sentía la crisálida del gusano blanco / en mi tráquea” (Hormigas negras); “Los contenedores de cenizas / acaban en las orillas de los mares / que nunca vieron sus pares” (Las cenizas). Un afán de lucha, de superación, de sanación se entrevé en los poemas que terminan esta parte: “No me aferro nunca más / No me mato nunca más” (Destrucción); “Porque es sencillo complacer a quien nada espera tengo el alma enferma” (Gratitud). En esta primera sección, podríamos decir que “Toda mi fuerza encierra dolor” (Agorafobia), el impulso de la escritura proviene de la necesidad de interpelarlo ante la falta de diálogo: “La soledad se encuentra / entre los habitantes de mi cuerpo / y se está dejando las uñas largas” (Periodo de exámenes). Se resume en unos versos en los que la poeta confiesa: “Yo quiero escribir sobre el amor, pero me salen muertos de los dedos. /…/ Me pregunto si algún día podré escribir algo que no sea mi propia historia” (Epílogo)

 

“¿Has escuchado alguna vez a un ave morir?

/…/

¿Lo escuchas?

La poesía también bebe de la muerte” (Canción)

El Acto II tiene una diversidad mayor de tonos y de personas. Por un lado aparece más clara la reivindicación de género: “No quieras ser esa “musa precaria a tiempo parcial”, ni “musa en paro”, ni “musa fugitiva” de esas que se ven en Instagram” (No quieras ser musa); “Niña, estás hecha de amapolas y celidonias, estás soportando pisadas, piedras y malezas, pero, óyeme, trátate bien, vas a salir de esta” (Carta para mí); “Hoy las flores no son para mis muertos, / son para los nombres de bebé / que nunca podré contar” (Síndrome de Ovarios Poliquísticos); “Cómo le explico que la victoria está hecha de miedos (El perro de pan); “A veces en vez el amor, hago el miedo, estos días no desayuno por si vomito” (No soy una supermujer).

Por otro lado, Inma Rodríguez va tomando otras voces: “Se dormirán los árboles, se secarán las flores, se encenderán las velas y todo será desierto raso. Ni las aves podrán comer las semillas” (Equinoccio de otoño); “Quien para volar espera y atiende, / se queda lento, no crece, / quien para volar espera el momento adecuado, / nunca salta, nunca se atreve, nunca vive, / siempre se muere” (Balance); “Nací violeta y con la soga al cuello” (Biografía selecta). Podemos leerlos como relatos: “Tiempo, ¿tienes frío? / Tócame, apenas siento, / tengo un deje en las entrañas, / soy el agua donde crecen los juncos, / estancada puedo dar vida” (El tiempo vino a mi noche); “En el fondo del pantano y casi sin burbujas de oxígeno en el cerebro consigo elaborar mi último pensamiento: aquellos que emanan luz no siempre son buenos” (La pesadilla). Y podemos leerlos como alegorías, como imágenes para la muestra de los sentimientos, de las aspiraciones y deseos: “Eres tus límites, tu gesto mudo en el lienzo, la boca de la pantera y del guepardo, cada animal con su cría” (El ama de casa).

Hace gala este Retablo de duelos de una voluntad combativa –la segunda acepción de duelo–, de superviviente, “Llora, no olvides / que sin agua la vida no nace” (Misérable Éponine); “Solamente los muertos conocen el reverso de las piedras. / Solamente las piedras conocen el reverso de los muertos” (Síndrome del impostor). Lúcida, consciente de la dificultad y de la derrota: “Tristes figuras tu espalda abandonan. / Junto a ellos va rodando la amarga corona. / Arrastran los pies, levantan el polvo / y tu cabello se va volviendo blanco” (Ideales).

Después de tanta acumulación de emoción y de muerte podría parecer que abraza el mito romántico del amor y la muerte, de la tragedia y el abismo. No es así, al contrario, resume en  Equinoccio de Otoño: “He mandado a la mierda ese mal de siglo romántico. La ansiedad, el miedo irracional y desmedido. Desterrad del mundo, es desavenencia con una tormentosa naturaleza que ni siquiera alcanzo a ver”.

“En la torre de marfil da lo mismo ser luz que polilla” (Las polillas)

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario