domingo, 14 de marzo de 2021

No, en serio, ¿por qué molesta tanto el feminismo?


Después de cada 8M, de cada polémica sobre la conveniencia o no del movimiento feminista lo único que me queda claro es la animadversión tan radical que despierta. Muchísimas mujeres que no se sienten identificadas con el movimiento, ni siquiera con el nombre. Es una lástima que uno de los movimientos que más ha ofrecido a la sociedad, que suscitaba mayor consenso en la opinión pública. En cierto momento de la historia reciente todos se apuntaban al feminismo, aunque fuera de una manera hipócrita, lo que llaman en inglés pink washing, un lavado de cara feminista.

En cambio, en pleno 2021 es mucho más evidente el enfrentamiento. Por un lado hay quienes, de una manera ciega, niegan que haya necesidad ninguna de seguir con el movimiento. Sólo les recomendaría que miraran esos anuncios tan nostálgicos de finales de siglo XX o principios del XXI, muchas de las series o algunas canciones en las que, por ejemplo, se hablaba todavía de crímenes pasionales o se ridiculizaba groseramente a las mujeres en los anuncios, siempre como objetos decorativos. Eso ha pasado, dirán algunos. Yo pienso que quizá dentro de pocos años veamos con asombro lo bárbaramente misóginos o discriminadores que ahora mismo se emiten por los medios. Por prudencia, simplemente, dudaría de que el techo de aspiraciones del feminismo esté cubierto.

Más allá de banalidades sintomáticas, todavía advertimos la brecha salarial (a igual experiencia y titulación, una diferencia de sueldo apreciable), la seguridad incluso física para las mujeres es un tema pendiente y escalofriante el número de asesinatos dentro y fuera de las parejas, los acosos graves y constatables, tan asombrosos como la ceguera de algunos tribunales para no apreciarlos.

Siento rabia cuando leo/escucho por ahí la monserga de la “dictadura progre”, la quejumbrosa monserga de los que quieren ser “políticamente incorrectos”. Si realmente quieren ser políticamente incorrectos, que lleven con orgullo serlo: si quieres soltar una gracieta machista, o un comentario sexista, ¡adelante! Pero luego no te quejes de que te digan que eres machista. Lo estabas anunciando desde antes. Lo más indignante de estos señoros es el desconocimiento tan insensible hacia lo que tienen que aguantar las periodistas, artistas, políticas… todas las mujeres que escriben, hablan, se expresan. Ni siquiera en temas de igualdad. En general, para todas, sean las meteorólogas de televisión o directoras de cine. ¿Han visto las respuestas que reciben en Twitter o los comentarios de las noticias (que normalmente tienen revisión de términos) o en los foros? Si alguno está dolido porque una serie de mujeres le ha afeado una expresión, ¿qué diría si sufriera diariamente lo que Cristina Fallarás, por decir un ejemplo, aguanta todos los días? Están tan acostumbrados a que todo el monte sea orégano que no aguantan ni siquiera una crítica, por muy poco apropiada que le parezca o por muy tiquismiquis que la considere.

Leyendo a los teóricos del Capital Humano tuve la impresión de que los pobres empleadores se encontraban a merced de unos codiciosos trabajadores que aprovechaban la estancia en la empresa para conseguir un salario que, a duras penas, el empresario les cedía junto con el uso de los demás factores de producción que tan trabajosamente había reunido, para que luego, envalentonados, se largaran a otra empresa con el conocimiento adquirido, regalado, por el empleador que había invertido tiempo y dinero en su formación. Pocas veces he visto tamaña sinvergüenza. Como denunciar a alguien por golpear son su barbilla mi puño y con sus genitales mi rodilla. Pues a eso me recordaban estas quejas de una hegemonía falsa. La mayoría de la sociedad sigue teniendo cánones tradicionales, y es lógico, porque llevamos siglos en la misma situación de partida. Así que, por mucho que les cansen a algunos (y a algunas) los eslóganes de las feministas, deberán seguir en su lucha –que, por supuesto, es la mía– por la igualdad real entre hombres y mujeres.

La sociedad parece ignorar la inmensa labor del movimiento feminista por un mundo mejor. Olvidamos lo que ha sido un pasado reciente y, si acaso, miramos hacia otras culturas en las que la mujer tiene aún menos derechos. Aquí ya no hace falta. No sé si seré el único en notar la animadversión que el feminismo alcanza. Incluso dentro del feminismo tenemos las partidarias y detractoras del Ministerio de Igualdad. Palabras fuertes, chaladuras, dicen. ¿Qué es lo que provoca el rechazo? Algunos simpatizantes de Vox hablan contra la ley de violencia de género, probablemente sensibilizados ante un caso cercano en el que el varón haya sido acusado (y luego aprovechan para colar la violencia intrafamiliar). Señoras que han llevado siempre una vida muy liberada consideran que los piropos callejeros o los pellizcos en el trasero no deben ser considerados más que como galanterías que agradecer y que estamos ya con la piel demasiado fina. Falta poco para que los medios se vuelquen en servir de altavoz a cualquier movimiento que critique un micromachismo para convertirlo en un histerismo insensato. Luego uno lee con atención y resulta que ha sido una iniciativa de sensibilización que los periodistos se dedican a ridiculizar. Por no mentar a los que abominan de cualquier protesta masiva a través de lo único que ya casi nos queda, las redes sociales. Que se ponen en evidencia las letras tremendamente machistas de un solista o un grupo, ¡cultura de la cancelación! ¡Inquisición!¡Censura!¡1984!

No creo que ninguna posición ideológica –o afición deportiva– se libre de contar entre sus miembros a bocachanclas que digan tonterías soberanas. Barbaridades todas que gozan de una indignación selectiva cuyas razones apenas logro atisbar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario